jueves, 30 de julio de 2009

y al tacho yo

Hay que reconocer que después de haber conocido (por lo menos virtualmente) a tanta buena gente, y ahora que me siento una pequeña parte de sus vidas, y a la inversa, me cuesta encontrar el ánimo para escribir ciertas cosas que son medio privadas. Uno podría preguntarse cómo es que las escribía antes, precisamente en internet. Pero es como ese anonimato que nos provee el estar en un concierto o en un subte lleno: hay tanta gente alrededor que uno se transforma en uno más y nadie repara en nosotros. O por lo menos no lo notamos. Ahora sé positivamente que alguien espera encontrar una entrada nueva acá cuando se asoma. De todos modos, acá voy con el intento.

Largar los medicamentos y enfrentar la depresión por mí mismo fue una decisión grande. No sé si la correcta, pero tiene muchas consecuencias. Las contraindicaciones por supuesto se fueron, y de los efectos secundarios ya me recuperé. Pero lo que las putas pastillas esas se supone que deben paliar, la depresión (que dicho sea de paso, no hicieron gran cosa), volvió. Y con ganas. No sé si es la falta de esos químicos, la vida en general (creo que no) o simplemente que estoy tan hasta el traste de cosas para hacer que a lo mejor no hay ñato que aguante en semejante situación y estoy forzando la máquina, y en mi condición delicada (me remito a mi entrada anterior, donde reconozco mi actual condición de blanducho) tiende a ponerme peor.
Sea lo que sea, estoy por el piso. Y lamentablemente estoy lejos de cualquier posible ayuda. Sabine no está a la altura. Para ser honesto, no creo que nadie esté a la altura, pero en este momento la tengo a ella al lado y es a ella a quien noto como insuficiente. Y no se siente bien que la pareja le sea a uno insuficiente. Por dentro me distancio y me duele, porque sé que es una persona increíble de buena, pero como me dijo una vieja amiga sueca (vieja de edad, porque está cerca de los 80) el amor es el 50% de la relación. El amor solo no alcanza, tiene que haber comprensión, coincidencia. Aprendí con mucho dolor que si A ama a B pero no lo puede exteriorizar, o si A no ama a B, para B es la misma porquería y va a sufrir. Sabine no sabe usar bien su amor. No es su culpa; nació en un país donde todo se parametriza y mide en cantidades, y nunca tuvo la necesidad o la demanda de demostraciones de amor, ni el ejemplo de cómo se hace.
A veces estoy tan abatido que quiero llorar, y esos son los momentos que anhelo, no los que temo. Me refiero a que, dado mi estado, sentir ganas de llorar, aunque sea de tristeza, es un avance. El problema ayer por ejemplo fue que estaba en eso cuando vino Sabine y me preguntó si estaba estresado. O sea, pinto la situación: estoy sentado, con un café entre las manos, hundiéndome en la silla, mirando para abajo, con los ojos húmedos, medio colorado, haciendo puchero. Ella viene, me mira a la cara y me pregunta si tuve mucho estrés en el trabajo...
Yo no sé si soy demasiado exigente (seguro que sí) o si le estoy pidiendo peras al olmo, o si hoy por hoy en esta condición no hay una pregunta correcta (también este seguro que sí), pero me enfureció semejante falta de tacto. Hubiera preferido que no dijera nada, aunque sea que demostrara que nota que algo está mal pero no sabe cómo ayudarme, o sabe que no puede ayudarme en esta condición.
Lo cual me lleva a la siguiente pregunta: ¿cuál es la condición? ¿qué es lo que cada día me aprieta el alma y no me deja... cómo decirlo... "respirar espiritualmente"? ¿qué es lo que me impide vivir? Porque desde el único punto de vista que estoy vivo es el clínico.
En fin, me despaché. No solucioné nada ni tiene sentido despotricar, pero a veces ponerlo en blanco sobre negro ayuda aunque sea a desahogarse.
Todos leemos de vez en cuando en la biografía de alguien, que esa persona tuvo una vida calificada de "tormentosa", en el sentido de que alguna vez cayó en las drogas, algún vicio, o simplemente tuvo alguna dolencia, física o mental. De movida me viene a la mente Edgard Alan Poe. Siempre me estremeció enterarme de esas cosas y me dio miedo la posibilidad de sufrir algo así.
No me creo talentoso ni merecedor de ningún título, pero sí creo que mis miedos de sufrir el destino de alguna de esas personas famosas son bastante justificados. Me doy lástima, porque a pesar de todos mis defectos creo que soy un bicho rescatable, un ser humano relativamente potable, y trato de disfrutar la vida de una forma bastante sana, sin lastimar ni perjudicar a nadie. Y de todos modos estoy bastante lastimado y perjudicado. No me creo una víctima, por lo menos no en un sentido especial. Soy conciente de que hay personas que de veras sufren algo, pero lamentablemente eso no cambia mi realidad. Sigo en el piso y no logro levantarme. Me duele abrir los ojos a la mañana y aceptar que tengo que levantarme y cumplir con determinadas tareas. Me duele no ser el ser que Sabine se merece. Me duele no ser lo que yo me merezco. Me duele cuando me acuerdo de mí cuando vivía, en oposición a ahora, que simplemente existo, duro, transcurro (siempre esa canción interpretada por Marilina Ross). Y a veces ni eso.

martes, 7 de julio de 2009

al tacho la pastilla

Nop, no la pastilla azul. Esa todavía no la necesito. La que mandé al tacho fue la de la depre. El tiempo que estuve en casa me sirvió mucho para poner las cosas en blanco sobre negro, los puntos sobre las íes, o como sea que le digan cuando a uno se le aclaran un poco las cosas.
Primero, que los antidepresivos son una bomba de efectos, algunos de los cuales pueden ser beneficiosos y se les pone el título que haga falta para tratar afecciones: depresión, impotencia, pérdida de peso, exceso de peso, insomnio, hipersomnia, pánico, indiferencia... En fin, lo que "maomeno" quede bien. Después nos preocupamos por los efectos secundarios o contraindicaciones. Por ahí hay suerte y no se manifiestan, por ahí se manifiestan esos y no los beneficios de la susodicha pastilla.
Así que decidí que prefiero ser yo deprimido que alguien manipulado. No fue fácil. Estuve más de una semana mareado hasta el punto de maniobrar peligrosamente entre el vómito y el desmayo. Girar la cabeza era una hazaña cercana y rascarme la nuca con el pie. Parado en el hielo.
Por fin, sin embargo, pude empezar a bajar de peso. De los 84 kilos que pesaba hace una año cuando empecé con estas pastillas de miércoles, pasé a 94 hace un mes. Ahora estoy en los 91 y bajando. Bue, este fin de semana comí como si fuera la última vez, pero ahora estoy otra vez en el buen camino.
Los sueños. Me cambió todo. Me la paso soñando. Las primeras noches sin la pastilla duraban un mes. Soñaba todo el tiempo, de todo.
La vista me mejoró. Estaba a punto de hacerme anteojos nuevos. Ahora mis corneas tienen la humectación que necesitan y mis nervios ópticos son capaces de acarrear la información hasta el cerebro. No estoy tan sensible a la luz. Pucha, no estoy sensible a la luz. Punto.
Y la lista sigue.
Sin embargo: el clima de porquería de Munich, estar acá, las dificultades que se me estan presentando en varios frentes, y algún otro temita que se me escapa; todo se junta para aumentar la carga en mi mente y eso tiene un efecto directo en la depresión. La voy peleando, pero a veces me tumba. El fin de semana por ejemplo.
Hacía rato que no me sentía tan abatido y sobrepasado por estos alemanes, el clima, la vida en general. Pero, si una novia es como una piedrita para tirarle a alguien, yo tengo a Sabine, el ICBM de las novias. La pobre...

lunes, 6 de julio de 2009

87,2 lt/100 km y la pregunta

La moto tiene un indicador de consumo instantáneo de combustible y otro de consumo promedio. En condiciones normales gasta entre 5 y 8 litros cada 100 km, pero el medidor instantáneo puede indicar entre 2,5 y 99,9 lt/100 km. Si gasto menos de 2,5 (por ejemplo con la caja en punto muerto y a más de 60 km/h) muestra 2,5 aunque en realidad sea menos, y si gasto más de 99,9 (acelerando en 2da con Novia atrás y equipaje) se clava en 99,9, aunque en realidad sea más.
Parece increíble, pero un motor de casi 1,4 litros y 156 caballos puede gastar 100 litros cada 100 kilómetros; siguiendo los pasos de E.A.Poe y a falta de algo mejor que hacer, se puede ver que equivale a 1 litro por kilómetro, o sea unos 17 cm³ por segundo. Básicamente, es la misma velocidad con la que se vacía una lata de gaseosa si la damos vuelta...
Resultado: de 0 a 100 km/h en poco más de 3 segundos. Para todo lo demás existe Mastercard =D

Por otro lado, como tuve un fin de semana de aquellos voy a copiar y pegar algo que escribí hace algunas semanas...

Dicen por ahí “más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”. En mi caso, “más conozco a los alemanes, más quiero al virus de la sífilis”. Pero bueno, son apreciaciones personales, porque tengo que reconocer que a veces entiendo a estos alemanes.
Una de las principales cosas que se les atribuye es la frialdad. No sé a qué se refiere la gente cuando dice eso, pero me late que esa misma gente tampoco lo sabe. Solamente repiten. Nada nuevo bajo el sol. Pero dedicando un poco de atención al tema es relativamente fácil descular por qué son así. ¿Por qué, por ejemplo, un alemán no mira a los ojos a su interlocutor en un negocio a la hora de cobrarle, alcanzarle lo que compra, pagar o atender en general? Porque lo que se encuentran cuando miran es desagradable. Porque la cosa que tienen en frente tiene cara de traste, de desprecio, de intolerante, de arrogante, de ignorante; no ignorante como falta de conocimiento, sino ignorante como ejercicio activo de hacer cualquier cosa, gesto, lo que sea, que implique admitir que el otro existe. Un asco.
Como mecanismo de defensa, entonces, uno deja de mirar para no encontrarse con eso tan desagradable. En algún momento uno no mira, sin importar lo que tiene delante. Y en algún momento uno se olvida de por qué no miraba. Para siempre. Y ya no mira, ni le interesa mirar, ni le hace falta. Y tampoco es mirado. Y ya nadie se mira, todos se ignoran, y se transforma en una espiral descendente que lleva a la Alemania de hoy.
A primera vista uno se deslumbra cuando llega a Alemania. Nada más bajar del avión, todo está limpito. En el aeropuerto no hay un papelito en el suelo, y al salir a la calle tampoco. Los autos son nuevos. El transporte público puntual. Las personas cruzan por la senda peatonal cuando el semáforo lo indica. Y si no hay semáforo los autos paran para dejar pasar al peatón. Qué bonito. ¡Qué lindo! ¡¡¡Qué desarrollo!!! Ajá...
Hay un chiste que dice que la parte más dolorosa de la operación para transformar a un hombre en mujer es cuando le extirpan el cerebro. En el caso que me ocupa, me pregunto si para postular para el pasaporte uno tiene que pasar por el quirófano para que le extirpen el corazón. O lo que quede de él, dependiendo de cuántos años uno lleva viviendo residiendo en este lugar.
Tantas veces me pregunto si hace falta volverse un robot psicópata para lograr una sociedad en la cual el plomero viene a la hora prometida, los servicios funcionan, la policía viene cuando se la llama. Por poner un par de ejemplos. Pero en el camino se han dejado cosas como la vecindad, el desinterés, la generosidad, la apertura de mente y corazón. Por poner otro par de ejemplos.
¿Hace falta ser un animalito impuntual, pobre, subdesarrollado (este término merece su propio tratado), "negrito" (otro tratado), para ser humano? ¿Hace falta deshumanizarse para ser respetuoso de las reglas y alcanzar un estado de derecho? A pesar, o mejor dicho, debido a lo que veo cada vez que me subo al péndulo (Iberia, Air France o quien sea) entre Alemania y Argentina no logro encontrar una respuesta satisfactoria a esa pregunta.
Cada persona, incluso sin saberlo, tiene preguntas en su mente sin contestar. Esa es una de las más importantes en mi lista.