miércoles, 22 de septiembre de 2010

pfffff...

La vida me duele. Así de fácil. Esta guerra contra la depresión es una sucesión monótona de derrotas y casi ninguna victoria. De hecho, ninguna que recuerde en los últimos meses. Me siento mal, bastante mal, pero no tremendamente peor. Podría decirse que se transformó en una guerra de trincheras, donde ninguno de los dos bandos avanza. Aunque en realidad, este es uno de esos casos donde permanecer estático significa retroceder, porque la vida sigue y yo estoy a la vera del camino preguntándome cuándo puedo volver a la acción.
Como síntoma, como efecto que puede ser percibido por el observador casual, la relación con Novia es lo que más sufre. De la piel para adentro requiere más poder de observación, y además me afecta a mí solo y no jodo a nadie. Y puta que me afecta. La mayor parte del tiempo no tengo ni ganas de comer, y a veces la tristeza es tan profunda que raya las ganas de llorar, pero no me sale. Solamente me siento mal, pero sin emociones. Eso sería un lujo. La falta de energía para encarar las tareas más simples es increíble. A veces termino de comer y no me puedo levantar de la silla. No es falta de energía física, es mental. No necesito moverme. No me interesa. Me podría dejar morir ahí donde estaba sentado.
Pero lo que me preocupa mucho es Novia y cómo mi depresión la afecta a ella, que en definitiva su único pecado es quererme. Pobre. Ya en estado normal soy un desastre, no me imagino lo que debe ser aguantarme ahora, y ella elige voluntariamente estar conmigo. En mi caso, no elijo estar con ella. Más bien no elijo no estar con ella. No elijo nada. Como dijo Nietzsche, estoy en esa situación del perro frente a la carnicería: no avanza por miedo, y no retrocede por deseo. En mi condición, todo ofrece desventajas y ninguna ventaja. Por supuesto que no es el escenario sino el espectador, yo, el que está para tirar a la basura y dejarlo que se termine de pudrir. No tengo horizonte. Estoy totalmente desconectado del mundo. No logro sentir, engancharme, siquiera ponerme al rebufo de algo. Nada me interesa o excita o estimula. Todo es demasiado y así no funciona. Yo no funciono. Me está agarrando la chiripiorca de irme a casa y no sé de qué disfrazarme para luchar contra esta necesidad y aguantar hasta diciembre. Me molesto con Novia, que me irrita por estar ahí, pobre, al lado mío para venir a lavarme los pies a la menor insinuación. Y yo no quiero. Lo que quiero es bajarme de este mundo por un tiempo, el suficiente hasta que mi corazón empiece a latir otra vez, entre otras cosas porque ella se merece a alguien mejor, y no este residuo patológico en el que me convertí en los últimos dos años.
La semana anterior fui por tercera o séptima vez a Ámsterdam. Esta vez con los padres, el hermano y la cuñada de Novia. Ámsterdam es hermosa hasta con los drogadictos y esas pobres prostitutas y, por primera vez, el clima feo que nos tocó. Pero no importa. A pesar de la depresión y de estar con gente con la que no me siento conectado, tuve algunos momentos para mí y me quedo con eso. Hasta encontré un libro de un autor que me encanta en la biblioteca del hotel y me leí las casi 400 páginas en los tres días que estuve. Aunque sea me distrajo del dolor perforante que siento cada vez que me acuerdo de cómo era cuando no tenía esto y me sentía vivo.
Y esto es lo peor: me siento tan pero tan mal, que ya no sé qué es lo que siento por Novia. Hace mucho que la depresión, típico síntoma, borró mis sentimientos. No disfruto buenos momentos pero sí sufro los malos. Eso, que lleva meses pasando, hace que simplemente a veces me pregunte qué es lo que hago con ella, por qué estoy con ella. Le veo sus defectos pero no sus virtudes. O mejor dicho, le veo sus defectos y me abruman, y le veo sus virtudes pero no me provocan un sentimiento agradable. Es una mierda. Hablar de esto incluso con amigos cercanos es dificilísimo porque no falta el estúpido que me dice que todos tenemos defectos, "incluso vos, Martín". Gracias, no lo sabía. Si hay algo que me rompe, depresión o no, son las frases hechas. Justo lo que necesito. Respuestas de catálogo. Frases célebres que, como corbatas blancas, son lindas pero no sirven para nada.
Muchas veces tengo ganas de cortar mi relación, aunque sea por no robarle el tiempo a ella y que pueda hacer so vida con alguien que le pueda dar lo que se merece, y no que tenga que estar arrastrándome a mí, que soy un desastre. A veces también pienso que en realidad nunca me sentí enamorado en el verdadero sentido de la palabra, con mariposas en el estómago, extrañándola hasta que duele, contando los segundos hasta verla de nuevo. Siento que nos falta conexión, complicidad, entendernos sin palabras. Quisiera ser capaz de discernir si soy yo que no puedo ser feliz o es ella que no puede darme lo que busco (sea lo que sea), en cuyo caso tenemos que separarnos. Cuando veo otras mujeres en la calle no puedo evitar preguntarme si alguna será capaz de hacerme feliz. Como peor opción, a veces pienso si no será justamente esta relación frustrante lo que me deprime, o por lo menos que contribuye a la depresión, y entonces me pregunto si estando con otra persona, o incluso solo, no estaría mejor. Y ahí es donde vuelvo al principio y se reduce a si la depresión me inhibe sentimentalmente o si es que ella no es la mujer correcta para mí y de todos modos insistí en la relación y ahora me alma se resiente. Desde el primer día supe que ella no era del tipo académico, esas personas inteligentísimas que sorprenden con comentarios sagaces y ocurrencias anecdóticas, pero también fue claro que no hay muchas personas en este mundo de su calidad: es simplemente una maravilla. Y sin embargo, no hay diálogo, o no el que necesito. Pero para ser honesto, me falta diálogo con la mayoría de las personas que conozco, y sé que en otras épocas eso no hubiera sido problema. El dolor que tengo en el pecho es tan grande que a veces solamente quiero llorar y refugiarme en el regazo del que tengo al lado, sea un amigo, un extraño sentado al lado mío en el colectivo, la cajera del súper, no sé, no me importa mientras no me agreda. Y ahí entran en juego los alemanitos, cuya principal característica pareciera ser ignorar activamente al prójimo, y solamente hacer una pausa para explicarle cómo, dónde y cuándo tiene que respirar. Pero no quiero irme de tema.
La realidad es, que estoy al borde de la desesperación. No tengo ni la menor idea de para dónde agarrar ni tampoco quién me puede ayudar. Los medicamentos parece que se los estuvieran dando a Lindsay Lohan porque a mí no me hacen nada, salvo para los efectos secundarios como falta de sueño durante la noche, exceso de sueño durante el día, aumento de peso y de agresividad, y todo un menú hermoso de opciones para elegir.
En fin, mañana me voy unos días a Italia en moto y eso tendría que hacerme bien. Además, Melba, que estaba enferma, parece que se recompuso y ya come y camina. Y eso que teóricamente vive de yapa.