sábado, 31 de marzo de 2012

civilización y barbarie

Soy una persona que piensa mucho. Obviamente pienso muchas macanas, pero eso está bien y trato de que se queden en mi cabeza y no vean la luz del día. Hay otras cosas que se me ocurren, las que tienen algo de sentido; esas las uso o las pongo en práctica. Saber distinguir las unas de las otras es el truco.
En "La Hoguera de las Vanidades" el juez White (Morgan Freeman) le dice a la audiencia en el juzgado lo siguiente: 

Is that justice? Let me tell you what justice is. Justice is the law. And the law is man's feeble attempt to set down the principles of decency.
(¿Eso es justicia? Déjenme decirles lo que es la justicia. La Justicia es la Ley. Y la Ley es el débil intento de las personas por codificar los principios de la Decencia.)

Tengo un recuerdo muy débil de cuando estaba en la secundaria y un profesor de Derecho nos dijo que un abogado, al verse confrontado con una situación en la que tiene que decidir entre Ley o Justicia, siempre debería decantarse por la última. Un ejemplo monstruoso pero que me toca de cerca sería el de cuando los alemanes mandaron, legalmente, a 6 millones de personas a las "duchas".
El asunto es que hay una situación en mi vida de momento que me molesta mucho y no puedo solucionar de forma... bueno, formal. Es decir, tendría que hacer algo ilegal pero por demás justo. Eso origina discusiones constantes con Novia quien se niega a hacer cualquier cosa que implique mover un dedo. Está acostumbrada a que las cosas le lluevan, y cuando algo no funciona tiene tres mecanismos para lidiar con la situación:
a) que las resuelva el padre,
b) mirar para otro lado,
c) irse.
Y yo soy lo contrario. Me gusta hacerme cargo de mis batallas y no que otros las libren por mí. Aprecio la ayuda, la busco cuando la necesito, pero primero por lo menos hago el intento. Un buen intento. Dependiendo de a quién se le pregunte, soy muchas cosas. Pero vago no soy.
Así que tenemos un problema. Y esto está catalizando algo que debería haber pasado hace ya un par de años: la disolución de mi pareja.
Hoy por hoy mi vida se reduce a trabajar (cosa que disfruto y que paga de maravillas), a andar en moto todo lo que permita el tiempo (en sus dos acepciones, la de Einstein y la del clima), comer/bañarme/dormir, y poco más. Mi situación económica hace que haya cosas a mi alcance que nunca hubiera considerado, y hoy me distraen de lo importante: la familia, los amigos, los libros, la música. En una palabra: la vida.
Mi existencia no me satisface. Me la paso buscando la forma de escapar de lo que estoy viviendo, porque no me llena. No me inspira. No me atrae. No me da nada. No tengo con quién compartir, charlar, debatir, hacer chistes, abrazarme, hacer regalos, invitar, extrañar, malcriar o admirar.
Estoy luchando por volver a encontrar, no un equilibrio (que sería un lujo), sino un desequilibrio aceptable. Y me temo que Novia no encaja.

viernes, 23 de marzo de 2012

adiós Chocolinas

"I am drawn to new places for their exotic nature, to meet new people and discover the differences between us that make the commonalities even more amazing. I wander new cities and countries driven by my curiosity, wanting to see how others meet the challenge of being human - earning a living, finding meaning and purpose- and how they express those things. And I want to capture it, show the diversity for the beautiful thing it is. I know I am not alone in this."

Within the Frame: The Journey of Photographic Vision
David duChemin

Pasé los últimos 4 días de la semana pasada en Barcelona, una ciudad que si no estuviera en Europa creo que sería todavía más parecida a Mar del Plata, o al revés.

Puerto de Barcelona.

El techo de La Sagrada Familia.

 Macadamias con chocolate en el mercado La Boquería.

Empecé a sacar fotos cuando tenía 4 años. Para cuando tenía 11 mis conocidos disfrutaban de mis fotos, y como cualquier cosa que me ganara atención, me concentré en eso. A los 14 compré mi primera cámara réflex y hace 5 años compré mi primera cámara réflex digital. Esta última, a diferencia de las anteriores, tiene un contador interno que dice que en los últimos 5 años llevo sacadas 60 000 fotos, de las cuales por supuesto borré el 80%. No soy un gran fotógrafo, necesito buenos motivos y luz para hacer buenas fotos, pero me defiendo. Un buen fotógrafo saca buenas fotos en casi cualquier circunstancia, y yo no. Pero después de leer el libro que menciono arriba, siento que miro a través del ocular por primera vez. Adoré ese libro, a su autor, y su manera tan "a la que te criaste" de transmitir las cosas. Al ser canadiense tiene al mismo tiempo un aire francés y estadounidense que se oponen y complementan durante todo el libro.

Sin embargo, las tristes noticias de la semana son que se me terminaron las Chocolinas, que eran el último vestigio de la caja de zapatos llena de alfajores, galletitas y golosinas que me traje de casa cuando estuve a fin de diciembre.

Pero volviendo al asunto de mi escapada a Barcelona, una cosa se me ocurrió y que es una analogía. Me encantan las analogías. El asunto es que estando entre seres humanos por unos días fue gratificante. Cuando uno vive en Alemania es como para esas prostitutas que, para no volverse locas y tirarse de un puente por tener que acostarse con gordos malolientes, se auto-convencen de que su vida es normal y no hay nada de qué espantarse. Decía, entonces, que viviendo en Alemania uno llega al punto en que piensa que es normal no correrse en la calle cuando alguien pasa caminando, o llevar cara de perro, ignorarse el uno al otro sistemáticamente o... básicamente ser una mierda como ser humano. Para qué matarse con ejemplos si lo único que puede resumir y transmitir lo que quiero decir es pegarse una vuelta por acá, cosa que por cuestiones bromatológicas ningún ser humano debería. La analogía que se me ocurrió es que los alemanes son a los seres humanos como las Harley Davidson a las motos. Tienen dos ruedas, motor en el medio y se mueven, pero no son motos. Se ven como tales, pero cuando uno quiere hace cualquier cosa que haga una moto (acelerar, frenar, pasar por una curva) las limitaciones salen a la luz. Son facsímiles de motos pero no sirven de motos. Para empeorarla más, por el precio de una Harley uno se puede comprar dos motos y con el vuelto un viajecito para festejar.

Como dije al principio, haber estado otra vez en contacto con seres humanos puso algunas cosas en perspectiva. Marcó el contraste, si se quiere. Y mi corazón no lo está digiriendo muy bien que se diga. Me sentí humano de nuevo, me sentí que estaba ahí y no que era transparente, irrelevante, execrable. Algo que se tira al tacho de basura, con guantes de goma. ¿Qué cambió? ¿Por qué de pronto volví a ser humano? Si yo soy el denominador común, no queda otra que mirar al numerador. Creo que tenía 6 años cuando lo aprendí.

Despotricar no sirve. Como dijo alguno, no se trata de sobrevivir a la tormenta, sino de saber bailar bajo la lluvia.