viernes, 26 de octubre de 2012

Lípari

Como la mayoría de los argentinos, no tengo antepasados nacidos en Argentina más allá de mis abuelos. Específicamente, del lado materno mis abuelos son los primeros. El padre de mi abuelo era un siciliano y su madre del país Vasco. Siempre me interesó conocer mis raíces y como muchos de mis compatriotas soñé durante años con ir al pueblo de donde salieron mis ancestros.
Como decía, el papá de mi abuelo entonces era tano. Nació en 1887 en Messina, esa ciudad chiquita a la que uno normalmente llega cuando cruza el estrecho del mismo nombre que separa a Sicilia de la Italia continental. Cuando era muy chico sus padres se mudaron a Lípari, la mayor de las siete islas Eóleas, ubicadas al noreste de Sicilia a unos 40 km de la costa. Un lugar paradisíaco pero que no creo que mi bisabuelo haya disfrutado demasiado, porque cuando tenía ocho años su padre lo llevó a él y su primo en un viaje a Argentina, donde los desembarcó, pegó media vuelta y se volvió a Italia. Eran tiempos en donde las familias tenían muchos hijos y a los que no se podía alimentar se los repartía allá donde los aceptaran. Y a finales del siglo XIX Argentina aceptaba y adoptaba.
Una vez crecido y de oficio pintor, a los 22 años conoció a mi bisabuela, nacida en España y venida a Argentina de chiquita también. Un par de años después nació mi abuelo, y cuando él tenía 2 años se mudaron los tres a Mar del Plata. donde tuvieron también una hija. Mi abuelo vivió el resto de su vida en Mar del Plata mientras que sus padres se volvieron a Buenos Aires hasta su muerte.
Por una de esas vueltas del destino me encontré con 5 días libres a principio de octubre, así que agarré la moto y manejé desde Múnich a la costa de Amalfi, uno de los lugares más pintorescos que vi en mi vida. El plan era pasarme un par de días y volver, visitando la región incluyendo Nápoles, Pompeya, Sorrento, Salerno y la miríada de pueblitos que pululan ahí, uno más lindo que el de al lado. Pero en lugar de volverme, seguí camino hacia el sur como si me atrajera un imán, sin pensar ni razonar. Crucé Calabria sin apenas pisarla más que para cargar combustible y en Villa San Giovanni moto y yo tomamos el transbordador a Messina. De ahí a Milazzo y el transbordador a Lípari.
A las nueve menos veinte de la noche esta fue la vista que se me ofreció desde el barco...


Sé que es una estupidez, una fantasía de alguien cansado del viaje, confundido e ilusionado, pero no pude dejar de pensar que esas luces en la falda de las montañas que bajan a la ciudad de Lípari eran los fantasmas de mis antepasados reunidos para recibirme, sosteniendo velas para señalar el último tramo del camino y hacerme sentir bienvenido, que me estuvieron esperando, que estoy a salvo. Que de alguna forma volví a un lugar en el que nunca estuve.
Respiré profundo, desembarqué y me fui al hotel, que está a un par de cientos de metros del puerto. Después de una cena alucinante me fui a dormir. Me sentí bien.

Al día siguiente recorrí la isla de punta a punta en la moto en menos de una hora, y me dediqué a explorar las callecitas y rincones del pueblo. También pensé en cómo volverme a Múnich y encontré la combinación perfecta. Pasé otra noche en el hotel y al tercer día, bien temprano me tomé el transbordador de vuelta a Sicilia con la idea de pasar la noche en Palermo. Pero en lugar de salir directamente al oeste manejé al sur por rutas secundarias, bordeando el parque nacional del volcán Etna hasta llegar a Siracusa y la isla Ortigia.
Después de comer algo, ahí sí, manejé en un par de horas a Palermo. Como era de esperar el tránsito era desquiciado, pero una pavada comparado con el de Nápoles. Dejé las porquerías en el hotel, guardé la moto y me dediqué a recorrer la ciudad. Al día siguiente antes de tomarme el barco a Nápoles recorrí un poco la costa noroeste de la isla, pasando por Mondello, Castellamare del Golfo y llegando a San Capo lo Vito. Ricos ñoquis mediante, a eso de las 3 de la tarde encaré para el puerto de Palermo y embarqué. A las 8 de la noche salimos y antes de las 7 de la mañana estaba en Nápoles buscando desesperado la autopista a San Marino, no por perdido, sino porque quería salir de ahí antes de que se armara el tránsito caos matinal.
San Marino, y no EE.UU., es un lugar que merece llamarse la tierra de la libertad. Al que le interese que lea, pero hay que decir que el lugar es geográficamente precioso, con una historia fascinante y lo mejor de todo es que no está lleno de casinos, puteríos, bancos o cualquiera de los recursos a los que echan mano normalmente los países minúsculos para asegurarse su supervivencia con holgura y sin ética.
Me quedé la noche en un hotel muy cerca del casco viejo, comí pizza quattro formaggi (la tercera en menos de una semana) y finalmente cargué la moto y manejé los últimos 700 km a mi residencia estable. Pulverizado, satisfecho, contento, este es el balance en números:
Dormí en 5 hoteles (en dos de ellos pasé 2 noches en cada uno) y 1 barco.
Manejé 4150 km y usé 259 litros de combustible.
Gasté 1425,86 euros, de los cuales fueron:
  - €490,96 en combustible
  - €342,00 en alojamiento
  - €303,20 en comida, postales y tonterías
  - €185,76 en transbordadores
  - €103,90 en peajes (en Italia la Autostrada cuesta unos €10/100 km, depende el tramo).
¿Qué otros números?... No comí ninguna hamburguesa ni papas fritas, pero me mandé 3 pizzas y 9 helados. El primer día (puro viaje a Sorrento) y los dos últimos (en San Marino, que estuvo un poquito más fresco) no comí, así que en los 6 días entre medio comí un helado y medio por día en promedio =)
Tomé 4 transbordadores: San Giovanni - Messina, Milazzo - Lípari ida y vuelta, y Palermo - Nápoles.
Saqué muchas fotos.
Dos chicas en un bar en Palermo me dijeron que era "extremely attractive".
Me hicieron un rayón en la valija izquierda de la moto (en Nápoles).
Me sonrieron. Me hicieron sentir bien.
Y para cerrar, las fotos...

 costa de Nápoles

 ruinas de Pompeya y el Vesubio de fondo

atardecer en la costa de Amalfi

 transbordador a Messina

 en la playa en Milazzo, matando el tiempo mientras se hacía la hora de tomar el transbordador a Lípari

 puerto de Lípari

 amanecer en las islas Eóleas

 paseando por la isla de Ortigia, Siracusa

 Mondello, cerca de Palermo

 Castellamare del Golfo, Sicilia

 llegando a San Marino

atardecer en San Marino

viernes, 12 de octubre de 2012

si tuviera el tiempo en el bolsillo

... volvería el tiempo atrás y trataría de aprender a aceptar más a la gente como es y no intentar cambiarla a mi visión de cómo deberían ser, pero tampoco intentaría cambiar mi visión, negociar, contemporizar. Simplemente aprendería a aceptar la diferencia entre ambas cosas.
... dudaría menos y haría más. Ya ni me acuerdo lo que es estar entre seres humanos, pero sé que uno podía equivocarse y reírse y no sentirse despreciado. Tener fallas no es tener ébola.
... andaría más en bicicleta.
... me sentaría más al sol, con los pies enterrados en la arena, esperando que suba la marea.
... me levantaría más temprano y me acostaría más tarde, para no perderme ni un amanecer (la esperanza) ni un atardecer (el balance y las promesas).
... abrazaría a más gente. No sé por qué, pero creo que hace falta.
... sabotearía de todas las formas posibles la elección de la yegua a Presidente, aunque no creo que nos merezcamos algo mejor.