miércoles, 19 de febrero de 2014

San Francisco

Novia. Un menú de emociones que apenas empieza a abrirse y mostrarse. Estuve demasiado tiempo dormido, esperando, aguantando, en lugar de salir a vivir la vida.
Creo.
En algo fallé, y fue algo grande. En algún punto me agarró la idea de que puedo formarme una imagen de la persona con la que estoy, e incluso puedo permitirme enamorarme de esa imagen, relegando la realidad. Y claro, como cualquier imagen que uno se forma en la cabeza, es frágil porque está basada en unos pocos datos y muchos deseos. Uno cree en lo que quiere creer; si no, no existirían las estafas, por mencionar un lado negativo de esto. Formarse una imagen de algo o de alguien no es malo en sí, al contrario, es necesario, es un mecanismo evolutivo para ser capaz de evaluar eficientemente una situación y eventualmente detectar un peligro. Pero en mi caso, por miedo a que no me guste lo que puedo oír, se disolvió la línea entre respetar la privacidad del otro y mirar para otro lado para evitar tener que lidiar con algo que puede que no apruebe mis exigencias. Me doy cuenta que siempre busqué una imagen impoluta de mujer, alguien sin marcas, porque las marcas (errores, pecados, fallas) son peligrosas. Son indicadoras de futuras catástrofes que pueden costar caro sentimentalmente hablando. Son signo indiscutible de que uno está condenado a fracasar.
O no.
A lo mejor son signos de haber vivido, de haber sido humano y haber tenido una cierta educación que plantó ideas estúpidas o inservibles en la mente de una persona, y solamente a través de vivencias pueden corregirse. Con un poco de suerte, esas vivencias no dejan cicatrices grandes ni dolores que nos impidan volver a intentar ser felices, arriesgarnos a vivir.

Hace unas semanas Novia me contó algo de su vida, nada raro ni alarmante (simplemente un ex que la ha estado molestando) pero fue una desafortunada combinación de factores que hizo que me asustara mucho y despertó viejos miedos. Estos miedos vienen de mi infancia, con una educación muy rígida e intolerante, y se combinan con mi personalidad melancólica y donde los sentimientos ceden el paso a la razón. Más tarde la vida reforzó esos miedos con alguna muy mala experiencia, y finalmente acá estoy, con una visión de las cosas que no es ni útil ni realista. En las últimas 4 semanas tuve que cavar en lo más profundo de mi naturaleza para encontrar la fuente de estos miedos, a dónde apuntan, y cómo confrontarlos. Un proceso que me está costando muchísimo más de lo que jamás le dediqué a nada en la vida. El premio, o mejor dicho el estímulo, es poder disfrutar de Novia. El verdadero premio es evolucionar, poder ser realmente feliz, ser capaz de establecer una relación sentimental con una mujer de verdad, y no con la imagen que yo prefiero tener para no tener que lidiar con la realidad, solución condenada a quebrarse.

Ahora me doy cuenta de que las experiencias que nos tira la vida, a veces buenas y otras no, no nos definen. Lo que define a alguien es cómo aprende de lo pasado y encara el futuro. Mis miedos, totalmente justificados dada mi historia y mi personalidad, me han protegido a costa de dibujar un perímetro demasiado grande que ha terminado por aislarme de algunos aspectos de la vida. Y así no se puede vivir, en el sentido amplio de la palabra. No se trata de empezar a tomar riesgos, sino de aceptar las experiencias como tales, algo necesario en el camino de cualquiera (mío y de ella), y disfrutar de los resultados cuando son buenos.
Así que parece que ya sé qué es lo que sería bueno alcanzar. Veremos cómo. Para empezar, tengo 3 semanas mientras ella disfruta sus vacaciones en San Francisco, que las compró antes de conocernos. Malditos planes. No hace un día que se fue y la extraño muchísimo...