jueves, 25 de febrero de 2016

Argentina

Esta es una canción del 2005 grabada por Michael Bublé, escrita por él junto con Alan Chang y Amy Foster-Gillies, dedicada vaya uno a saber a quién... Yo se la dedico a mi país, que no es el mejor, ni el más lindo, ni el más serio, pero es el más mío. La canción se llama Home.

Another summer day
has come and gone away
in Paris and Rome
but I wanna go home.
Mmmmmmmm...

May be surrounded by
a million people I
still feel all alone.
I just wanna go home.
Oh, I miss you, you know.

And I’ve been keeping all the letters that I wrote to you,
each one a line or two:
“I’m fine baby, how are you?”
Well, I would send them but I know that it’s just not enough.
My words were cold and flat
and you deserve more than that.

Another aeroplane.
Another sunny place.
I’m lucky, I know,
but I wanna go home
Mmmm, I’ve got to go home.

Let me go home.
I’m just too far from where you are.
I wanna come home.

And I feel just like I’m living someone else’s life.
It’s like I just stepped outside
when everything was going right.
And I know just why you could not
come along with me:
this was not your dream,
but you always believed in me.

Another winter day has come
and gone away
in either Paris or Rome
and I wanna go home.
Let me go home.

And I’m surrounded by
a million people I
still feel alone.
And let me go home.
Oh, I miss you, you know.

Let me go home.
I’ve had my run.
Vaby, I’m done,
I gotta go home.
Let me go home.
It'll all be all right,
I’ll be home tonight,
I’m coming back home.

lunes, 15 de febrero de 2016

presente

La depresión me respira en la nuca, producto de demasiada actividad en algunas áreas de mi vida y de demasiado silencio en otras. Con Novia no estoy bien, se me acumularon algunas cosas que hizo y no me hacen gracia, mientras que falla en otras que me son bastante importantes. Ergo, estoy buscando algún motivo para conservarla pero, o no lo encuentro, o no tiene fuerza suficiente, o yo soy el que no tengo (más) fuerza para dedicarle a esta relación. Como escribió el autor italiano Fabio Volo: hace falta demasiada energía para disfrutar el presente cuando no hay esperanza de futuro.
Paz, de esa que vive en todos nosotros pero nos cuesta encontrar el silencio para sentirla y disfrutarla, es a lo que estoy aspirando estos días. Estar en mi habitación me ayuda enormemente, porque ahí es donde me siento seguro y contento de mí mismo (cosa muy rara), mientras busco poner mi cerebro en modo teflón, ese estado genial donde todo me resbala. No es que las cosas no interesan o no importan, sino que me encuentro bien conmigo mismo y logro tomarse un momento para disfrutar de mi propia compañía, del lugar donde me encuentro, de las texturas, los olores, los sonidos, la luz, el viento si lo hay... en fin, lo que en inglés se llama mindfulness, que supongo que se puede traducir muy bien como "concentrarse en el aquí y ahora"; es un reflejo de la idea de que el pasado es historia, el futuro un misterio. Lo que queda, lo único que tengo, de hecho, es el presente, así que podría acariciarlo como a un cachorro de labrador recién comprado y disfrutarlo, pensando en todo lo que nos podemos dar mutuamente.
Todo lo que pasó, desde las mordeduras de Alemania hasta los atardeceres en Italia, todo me hizo lo que soy. Pero ya es historia. En cuanto a mañana, ni siquiera tengo idea de lo que voy a desayunar. Conseguiré trabajo... probablemente. Una familia propia... quizás, lo deseo con toda el alma. Un lugar al que llamar mío... eventualmente. Todo el miedo que tengo me está estancando. Debo, si quiero empezar a moverme, elegir un rumbo. El resto me va a salir, lo sé, me tengo confianza. No me da miedo dejar el pellejo en algo, esforzarme física y mentalmente para algo. No me da miedo pasar frío o hambre, no sería la primera vez.
El otro día me hice un pequeño y no completo inventario de las dificultades que pasé para llegar a donde llegué profesionalmente y es increíble. Era un tren, con un empuje monumental, garra, instinto, inteligencia, dedicación, sacrificio, resistencia... ponía todo para lograr lo que quería. Ahora, como no tengo ese querer, tengo un montón de recursos quietos pero deseando salir, como esos perros de trineo que los tienen sin usar. Necesito un objetivo, algo que me despierte el alma y que la ayuda a salir de la depresión, o por lo menos a correr más rápido. Ni siquiera necesito EL objetivo, solamente uno, uno bueno, decente, valioso. Novia hubiera cumplido ese rol de indicarme en qué dirección apuntar, por lo menos, aunque sea geográficamente, pero no logro superar el miedo que plantó en nuestra relación, y para ser sinceros, ella tampoco. Y el miedo, no el odio, es el opuesto del amor. Por eso es que tengo tan pocas esperanzas para esta relación, por eso y porque estoy cansado. Cansado de invertir, y cansado de que, si bien el proceso da frutos (es, después de todo, una mina muy inteligente), el sopapo que me tengo que comer antes de que mis esfuerzos sean apreciados ya me dejó los cachetes medio colorados. En algún momento basta es basta.
Esta mañana leía un pequeño artículo de una chica que explicaba que el negarse a romper una relación, por las razones obvias o por las que sea, es negarse a dar espacio a una nueva relación que puede estar esperando y que necesita ese espacio. Suena demasiado prosaico e incluso cuesta percibirlo de esa manera, pero el grado de dificultad no guarda relación con lo acertado de ver así las cosas.
En una nota aparte, decidí empezar a jugar un poco con la plantilla del blog. La que tiene es preciosa, pero el ancho de la columna de texto, en los monitores de hoy, es demasiado escaso, así que lo aumenté un poco. Ahora, en lugar de parecer una columna de diario parece una columna de revista, y me gusta mucho. Voy a ver qué otras cosas se me ocurren e ir cambiándolas de a poco. En los próximos días no creo que toque más nada porque voy a andar de un lugar a otro, pero en cuanto esté más tranquilo voy a seguir con el tema. Además, creo que es muy útil meterse un poco en esto de saber cómo darle formato a un blog. Tengo ideas en la cabeza que quiero expresar, y esta puede ser una forma.

viernes, 12 de febrero de 2016

A ver, señores,

uno se levanta, manotea un café, saluda a la mujer y va a la oficina, hace lo suyo, se hace el galán con alguna compañera, sale del laburo, de pasada compra algo y llega a la casa a ver cómo anduvo todo, mirar el correo electrónico, cambiar una lamparita y ducharse. Y listo, se terminó el día. Se va a dormir.
Mientras tanto, otros cumplen un esquema similar, ya sean dentistas, panaderos, operador de grúas...
Otros más, por su parte, están haciendo mierda el mundo, si no efectivamente, asegurándose de que puedan hacerlo; diseñando ICBMs, vendiendo mierda (autos, sobre todo, pero también armas y drogas), tirando por ahí pañales usados, latas, botellas de plástico, o simplemente insultando a alguien que no se lo merece.
En este último párrafo no quiero estar. Es más, hago mucho hincapié en mi vida para no caer en eso. Trato de ser un miembro útil de la sociedad, de mi familia, para mis amigos, y desprecio, rechazo, me aparto de su camino y hasta pongo palos en la rueda a los que salen de la cama sin esta mentalidad. No sé quién dijo que si uno no tiene pensado irse a la cama a la noche con el mundo un poquito mejor de lo que estaba cuando se levantó, entonces no debería levantarse, no se merece ese día.
Entonces: ¿en qué categoría caen los 3500 individuos provistos de entrenamiento, uniformes y armas, que la ciudad de Mar del Plata vomitó a la calle para despilfarrar nuestros impuestos, tomando mate en la plaza Mitre con la nariz pegada al esmárfon? Estimados (i)responsables municipales: para que un idiota use guatsap no hace falta vestirlo de policía. Ejemplo simple y contundente: la ausencia de casco, chapa patente o espejos es motivo de secuestro, y cualquiera que ande un poco por Mar del Plata puede ver que esa regulación acá se ignora asquerosamente. De una centena de motos que uno cruza en una hora cualquiera caminando por la ciudad, se cuentan con los dedos de una mano las que cumplen simultáneamente con los tres puntos que mencioné.
Yo entiendo que curar el cáncer todavía no se puede, a pesar de los miles de millones que se invierten en su investigación. También entiendo que no podemos resolver las inundaciones, por los millones que cuesta la infraestructura. Que no se puede construir autopistas para unir todo el país porque no hay plata suficiente. Que no se puede equipar a todas las escuelas como se debería. En fin, se entiende. Pero detener a esos conductores y secuestrarles el vehículo y cobrarles las multas es barato de ejecutar y, cuando se empieza a cobrar, reporta una entrada de recursos importante y se elimina la anarquía que reina en la calle. Y tiene el beneficio adicional, como efecto secundario, de plantar en la gente la pretenciosa idea de que se vive en un estado de derecho, donde la Ley es el acuerdo de lo que se permite y lo que no, en lugar de la opinión personal, siempre tan polucionada por la ignorancia y la falta de criterio a la hora de determinar (e importarle) si se jode al prójimo. Lo cual me trae a la mente lo siguiente: mucho más importante sería que se ocupen de secuestrar el vehículo a aquellos energúmenos que cambian elementos del sistema de escape para que haga "ruidito". Estimados machitos: tu pito es igual de microscópico y tu auto suena igual de pedorro con o sin ruido. Hacete a la idea. Imbécil. Y además, está pro-hi-bi-do.
Otra: los autos estacionados en las entradas de las cocheras, pero en la parte de la trotadora que está en la vereda pública.
Otra 2: los autos estacionados en las paradas de colectivos.
Otra 3: el no uso del cinturón de seguridad. Si bien esto es mucho mejor que hace unos años, todavía hay mucho para mejorar.
Otra 4: los que tocan bocina sin motivo. La bocina es para situaciones de peligro o emergencia, no para avisarle a alguien que ya estás en la puerta, o que se apure, o lo que sea, sobre todo entre las 8 de la noche y las 8 de la mañana. ¡Imbécil! La ley explícitamente se refiere a los ruidos entre las 10 de la noche y las 6 de la mañana, pero ¿cuánta gente se levanta más tarde de las 6?...
Otra 5: los que van con la música a tal volumen que tenés que esperar a que hayan pasado 50 metros para escuchar lo que estás pensando. Y eso si tenés la suerte de que sea durante el día, porque también lo hacen de noche.
Otra 6: los que hablan por teléfono mientras manejan.
Otra 7: los imbéciles que se dejan las sirenas de las alarmas prendidas. Las sirenas deberían estar prohibidas (de hecho, por lo menos en la Provincia de Buenos Aires medio que lo están: Ley 11.430, artículo 103, inciso 6); nadie les presta ninguna atención y solamente joden. Ya hubo el caso famoso del auto que estuvo 38 horas jodiendo a todo un vecindario. Si al dueño no le interesa, al resto menos, y sí jode. Entonces, ¿qué hacer? Ya que todos tenemos celular, que la alarma, en lugar de sonar, te envíe un mensaje de que se activó. Quizás también un flash de luces para el excepcional chorro: excepcional porque raramente estas alarmas se activan por algo más que un mosquito en un sensor, o un camión que pasó cerca. Esto abarca también a las alarmas de casas y negocios. Malditos hijos de puta que dejan una alarma y se van de vacaciones, y los que vivimos alrededor tenemos que adaptar nuestros ciclos de sueño, o conversación a veces, a los berrinches de la sirenita de mierda.
Podría seguir ad nauseum, pero prefiero ir a disfrutar la lluvia.

martes, 9 de febrero de 2016

volví II

Hace 2 meses que llegué a casa, y en menos de dos semanas voy a Alemania otra vez.
Como cosas ricas. Saco fotos. Leo libros, mucho, muchos. Contemplo mi vida y trato de ver en qué me equivoqué para no repetir los errores. Estudio un poco de italiano. Busco trabajo, para lo cual tuve que actualizar mi currículo y poner todos mis papeles en algún lugar donde los tenga a mano para mostrar si me los piden. Paseo con mis sobrinos. Charlo con mi mamá. Me pongo al día con amigos. Medito qué hacer con novia.
Viajé a Mendoza y de ahí al sur, hasta El Bolsón. Primero fui a Buenos Aires, y después de un par de días tomé un colectivo nocturno a Mendoza capital. Después de un par de días haciendo excursiones, incluyendo el Aconcagua, con un auto alquilado tomé la Ruta 40 hacia el sur, pero me desvié enseguida para hacer el camino de ripio que va de San Rafael por el cañón del Atuel. Primera noche en Malargüe, lugar del que no puedo decir nada de nada. Es como desayunar un vaso de agua caliente. De ahí otra vez la 40 a Chos Malal, sorprendentemente linda.


Al día siguiente, de camino a San Martín de los Andes pasé por Villa Pehuenia, uno de esos lugares de los que no hay que hablar, para no avivar al resto. En San Martín visité a un amigote que hice en Italia en una excursión de motos y que me resultó uno de los tipos más agradables que conozco, uno de esos hallazgos que no hay que dejar pasar la oportunidad de por lo menos sembrar una amistad.
A la mañana siguiente encaré por la rebautizada Ruta 40 por los 7 lagos hasta Bariloche, donde me quedé el fin de semana, con visita a la mencionada El Bolsón, Lago Puelo, Llao Llao, Cerro Campanario, Circuito Chico y vaya uno a saber qué más que no me acuerdo. Decir que fue lindo es como decir que el Titanic era un bote. El avión a Buenos Aires fue un ejemplo de pulcritud y puntualidad, y me pregunto qué es lo que hay que hacer para que Aerolíneas Argentinas deje de ser un vómito económico y sea más o menos autosuficiente. Cosas de la administración de empresas que a un servidor se le escapan. Después de otro par de días en Buenos Aires, novia se tomó su avión de vuelta a Europa, y yo mi Tonytur a Mar del Plata. A casa. A pensar. A descular qué siento y qué necesito, y ver si novia lo tiene.
Y con la baba del viaje todavía fresca me puse a buscar trabajo en Argentina, que es donde quiero vivir. Un ingeniero mecánico con mi experiencia tiene que conseguir algo. No pretendo diseñar autos de Fórmula 1, pero sí quiero un puesto donde pueda sentirme que formo parte de algo útil, algo que aporta más de lo que quita, y donde pueda aprender y mejorar. Que cuando mire atrás me sienta bien, satisfecho.
Mientras tanto sigo comiendo, leyendo, fotografiando y mirando qué hago. Para sacar una buena foto hay que llegar al lugar, detenerse, esperar a que los latidos bajen, observar, oler, impregnarse del momento y sumergirse en el entorno hasta sentirlo, cada detalle, como parte de uno, o uno parte del entorno. Y ahí es cuando se obtienen las mejores fotos, las que implican sentimientos, por el simple hecho de que la inspiración sobra. Y como yo tengo una terrible dificultad para saber qué siento, esto es exactamente lo que necesito: detenerme lo más posible y prestar atención a mi alma, a ver qué me pide. Habla poco, habla bajito, habla en su idioma. Y hacía mucho que me sobrepasaba todo lo que me decía y por eso dejé de escucharla, para protegerme. Hora de corregir.

martes, 2 de febrero de 2016

una con bronca

Leloir. Favaloro. San Martín. Nombres que se encuentran si uno busca personas que aportaron tanto y tan bueno, que el resto no podemos más que mirarlos desde abajo.
En el otro lado de la escala que mide el valor de un ser humano para el resto de la humanidad, y ya acercándose a lo que se podría catalogar como "fauna estúpida", están los que uno hoy puede encontrar en lo que era una hermosa peatonal en Mar del Plata: la calle San Martín. Hubo una época en que era lindo pasear por ahí: uno iba a tomar un helado, llevaba a los chicos, se tomaba su tiempo entre vidriera y vidriera. Con el tiempo se llenó de negocios pasando música pirateada y vendiéndola a la vista de la policía, hasta que llegamos a lo que es hoy, donde no se puede circular sin sentir el hedor del pueblo. Pueblo muy, muy usado. Y poco, poco educado.
Pero a no desesperar: llegando a la costa, uno siempre puede doblar a la izquierda y enfilar para el paseo de Punta Iglesias. Eso siempre fue mi vuelta de emergencia, mi válvula de escape, mi perla escondida. Ahora es un rincón putrefacto, maloliente, lleno de salvajes que no distinguen el rojo del verde, el mar de un tacho de basura, el chiste de la grosería, y la pobreza de la miseria. Resulta que un hdrmp llegó hace 70 años (sí, del conchudo de Perón estoy hablando, porque los que son peronistas necesitan un folleto explicativo) y convenció a los pobres de que tienen derecho a vacaciones, y no me refiero al descanso, sino a las vacaciones en un destino turístico, así quede a miles de kilómetros, en lo que en la mayor parte del mundo equivale a atravesar varios países.
A ver, voy a repasar muy rápido las explicaciones con las que mi abuelo me martilló el cerebro: ir a la escuela, esforzarte, tratar de tener buenas notas, no robar, respetar a los demás, conseguir un trabajo honesto, esforzarse más, esforzarse y esforzarse. Y cuando uno tiene una casa, quizás un autito, eventualmente capacidad de ahorro, recién ahí vienen las vacaciones en una lista de prioridades que realmente no es muy larga. Esta lista es la misma desde antes de las pirámides, y yo me pregunto: ¿dónde está el misterio? ¿era estúpido mi abuelo? Él se tomó sus primeras vacaciones cuando ya llevaba muchos años trabajando. Y a trabajar empezó cuanto tenía 11 años de edad. Yo, medio vago, lo reconozco, empecé recién a los 12.
Hoy en día, caminar por el centro es un ejercicio de aguantar el olor, las ganas de llorar, la billetera, y la bronca de ver a los policías ocupados con el teléfono guatsapeando, mientras grupos de hombres y mujeres se terminan la décima botella de cerveza, huelen a marihuana, y tiran lo que les sobra a la vía pública que ya ocuparon.
Los mismos que alegremente reciben "asistencia" con billetes de 100 pesos como el que salió hace un par de años, donde pusieron la figura de una caprichosa, delirante y resentida, como si estuviera a la altura de San Martín (o Leloir o Favaloro, para el caso). Y con el cambio de gobierno apenas interrumpimos, supongo, la nueva tendencia, donde los polideportivos, piletas de natación, parques nacionales, hospitales, avenidas, centros "culturales", teatros, plazas y hasta mausoleos se le dedican a Kirchner. El próximo reputísimo dinosaurio que se descubra se va a llamar Nestorsaurio, si los dejábamos.
Eso sí: bibliotecas, no.
Qué corto se quedó el que escribió Cambalache.