martes, 22 de julio de 2008

Polska y otros pagos

Hace 5 años vivía en Osnabrück y conocí a un polaco que se llama Mariusz, originario de Opole, en al sur de Polonia. Siempre me prometió algún día llevarme en sus tantos viajes a su ciudad y mostrarme lo linda que era. Al final se dio y la semana pasada terminé yendo a su casamiento por iglesia y a la tremenda fiesta que le siguió.
Hace 5 años que empecé a hacerme ilusiones de ir a ese país, pero no me esperaba que fuera tan lindo. La gente tiene un humor espectacular, son súper sanos para los festejos (nada de faltar el respeto con bromas pesadas o juegos donde se humilla a alguien) y tienen una capacidad para el Vodka que no me terminó de asombrar. Los alemanes que estaban invitados cayeron fulminados en 2 horas mientras que los polacos, habiendo tomado mucho más) seguían divirtiéndose y charlando como si la botella en serio tuviera agua. Y a propósito, aprendí que vodka significa "agua pequeña" en ruso... seguro que los "conocedores" ya lo sabían, pero yo de alcohol sé menos que de ruso.


Después de solamente 4 días no sé en realidad cómo es el nivel de vida del polaco promedio, pero otra cosa que quedó claro es que en Polonia, los que pueden, comen bien. Hubo de todo, sobre todo carne en diferentes presentaciones. En 4 días subí 3 kilos, que me propongo bajar esta semana.
Por lo demás, es la primera vez en mi vida que bailo voluntariamente. Habrá sido el sorbito de vodka que probé, lo bien que me sentía con mi novia o el ambiente que se creó con la gente, pero la cuestión es que bailé sin que me tuvieran que arrastrar 4 elefantes hindúes a la pista. Así que después de sacar 507 fotos (no exagero), usar 3 juegos de baterías para el flash y 2 para la cámara, comer 600 kilos de comida, 45 porciones de torta, y 60 botellitas de 1/2 litro de coca-cola (parecía Forrest Gump antes de saludar a JFK), nos subimos al autito y nos fuimos a Praga.
Ya había estado hace dos años pero en invierno, con mi mamá, y fue otra cosa. Ahora estuve con Novia y con un poco más de dinero ahorrado, para disfrutar en apenas un par de días.


La cosa que vuelta a comer como muerto de hambre, pero esta vez caminé toda la ciudad vieja, ida y vuelta infinidad de veces. Mi novia no se cansaba de escucharme contarle todo lo que me acuerdo de lo que leí de Praga a la vuelta del viaje con mi mamá. Le hice de guía turístico, novio, conductor, fotógrafo, contador y banco, todo en uno y gratis. En realidad, gratis gratis no, me gané un caramel macchiato en Starbucks a la vuelta en Múnich, con tarta de queso y todo. Soy una ganga...
Lo que me gustó mucho de este viaje es que pude ver las cosas que me quedaron pendientes de la vez anterior. Normalmente, y más viniendo de muy lejos, uno va a lugares espectaculares como París, Praga o Viena una vez en la vida. En cierta forma es una suerte haberme quedado a vivir acá por un tiempo, porque el sur de Alemania queda en el medio de todo. Es increíble: ciudades como Praga son algo así como ciudades de ensueño a donde uno casi da por sentado que nunca va a poder ir. El destino es retorcido.


Así que esta segunda vez en Praga la aproveché y pude ver por ejemplo la capilla en el castillo, que la vez pasada llegamos a las 5 de la tarde y estaba cerrando =(. Esto solo valió la pena el viaje. Lo más impresionante probablemente de esta capilla es que es eso, una capilla, no una catedral o algo así como me imaginé por el tamaño o la riqueza que contiene. Lo otro que pude hacer fue andar por ahí sin morirme de frío porque esta vez era verano y no noviembre. En fin, la pasamos muy bien y el sábado a las 7 de la tarde nos volvimos, pero con la idea de hacernos otra escapada (son solamente 3 horas en auto) en cuanto podamos.

lunes, 7 de julio de 2008

la Oma

Hace seis meses la abuela de mi novia por parte de madre tuvo un infarto cerebral y quedó paralizada del lado derecho de su cuerpo. Algunas partes de su cerebro quedaron sin irrigación sanguínea así que ahora tiene algunas disfunciones como el habla, la digestión, etc. Sin embargo la vieja (con cari­ño y respeto) de 88 años se las arregla para seguir adelante, aunque esté en un asilo de ancianos con suero y postrada.
Con Novia se nos está haciendo costumbre visitarla los sábados y ella de alguna manera se entusiasma cuando nos ve llegar. Está contenta de que su nieta esté feliz conmigo (y yo también). Le llevamos rosas del jardín de Novia y yo trato de imprimirle un par de fotos de los lugares a donde fuimos. Hace dos semanas estuvimos en el jardín botánico de Múnich y le imprimí algunas fotos de flores, y le dije que así no se le marchitan.
Cada visita es extenuante porque a pesar de los avances con la logopedista apenas puede hablar, y algunas consonantes le cuestan horrores pronunciarlas, como la s y la n. Y cuando por fin larga lo que quiere, lo hace en alemán, así que me quedo pagando. Para peor, Novia tampoco entiende mucho y no tiene mejor idea que mirarme a mí con sus ojitos suplicantes por una aclaración que no le puedo dar, así que me siento doblemente tarado. Así y todo nos arreglamos para estar con ella un rato largo y conversar de nuestras andanzas, alegrías y planes, y hacerla reír un poco.
El asilo es relativamente lindo, con un bosque en la parte de atrás y terraza, aunque estos lugares nunca puedan destacarse por su alegría. Un depósito de viejos es un depósito de viejos, y mientras menos a la vista estén en la sociedad de hoy, mejor. Cuesta unos €3500 por mes aunque la obra social paga la mayor parte, y si uno quiere televisor o algo por el estilo tiene que traérselo de su casa.
La última vez que fui me extrañó que tuviera una sábana blanca y no las sábanas lindas que le había comprado la mamá de Novia. Aparentemente en los hospitales y asilos para ancianos en Alemania las sábanas lindas se "pierden" y sólo quedan las sábanas viejas que provee el estado.
Cuando leí en un blog la semana pasada que estas cosas pasan en Argentina casi que lo entiendo por la desesperación y la pérdida sistemática a lo uno se ve atado dada la falta de recursos y la dejadez en la que caemos sin darnos cuenta. Pero en Alemania tengo una dificultad enorme para encontrar cuál es la excusa de esta gente que vive con todas las necesidades económicas cubiertas y con holgura.

jueves, 3 de julio de 2008

Bahía Negra

Normalmente disfruto ir al trabajo en moto, no por el trabajo, obvio, sino por la moto. Es grande, cómoda, muy potente, imponente, plateada. Tiene asientos y puños calefactables, sistema de audio, navegador, control de tracción, sistema antibloqueo de frenos, sensores de presión de aire en las ruedas, parabrisas ajustable eléctricamente... En fin, un lujo.
Anoche no dormí un corno y entre el calor, la humedad y lo que vi en la tele antes de acostarme no paré de dar vueltas en la cama del hotel. Es que haciendo mi última ronda de saltos por todos los canales de la programación suiza + CNN (como cualquier hotel que se precie, sori gordi), en eso vi gente hablando cristiano y decidí darle una oportunidad de tomar aliento a las pilas del control remoto. En realidad, más que gente eran sobrevivientes de una realidad a la que trato de aproximarme, como si fuera una estufa que me da calor, pero no demasiado para no quemarme. Era un documental sobre Paraguay y la situación socioeconómica de su gente.
Lo agarré empezado, cuando mostraba la muchedumbre vitoreando a Lugo, el ganador de las elecciones presidenciales en la noche del 20 de abril último, que fue el día de la votación. El documental tocaba los temas típicos, como el alto desempleo, la corrupción, la distribución de la pobreza, la falta de industrias, etc. Pero más adelante se ponía duro. Tomaron una ruta como cualquiera en Argentina, donde normalmente no llueve (de hecho, llovía demasiado poco) justo cuando el agua se hizo presente, y en qué forma. El objetivo era las colonias menonitas, esos descendientes de alemanes que lograron transplantar e imponer (en el buen sentido en este caso, diría yo) su estilo de vida.
Después de mostrar las condiciones en que han logrado progresar, el foco del documental pasó a un barco, el Aquidabán, que semanalmente recorre en tres días los casi 1000 km del río Paraguay que separan Asunción de Bahía Negra, en el norte del Chaco paraguayo. Con capacidad para 36 pasajeros llevaba 140, por supuesto hacinados, a un precio de unos 100.000 guaraníes o unos 15 euros. Podría extenderme con las cosas que mostraban en el barco y, peor todavía, cuando llegó a su destino, pero me hacen sentir muy mal.
La gente se muere por falta de acceso a una aspirina. No pueden pagar un pasaje de 100.000 guaraníes que, si no se mueren en el camino, en 3 días los deja en el hospital (bus mediante), y yo gasté 1200 veces eso para satisfacerme un capricho. El intendente de ese departamento paraguayo gana 22 millones de guaraníes (unos 3000 y algo euros) y no hace nada por esa gente.
Mientras trabajo, como mi tarea es básicamente pensar 5 minutos y esperar 15, leo blogs, como tantos otros. Y como ahora estoy más decidido a aguantármela si me quemo con la estufa, leo sobre Argentina. Salud, educación y seguridad son desde mi punto de vista las únicas responsabilidades indelegables del Estado. Y nuestro Estado, con sus integrantes, ciudadanos como uno, vecinos, conocidos, ex-compañeros de la escuela o la facultad, ocupando puestos en forma indigna, inmoral y hasta cruenta, se está encargando de degradar a la nada a las instituciones encargadas de ejecutar esas tres responsabilidades. Y no sé qué hacer. Ni siquiera sé por dónde empezar a hacer algo, qué tiene sentido hacer. Y me temo que aunque lo supiera, me falta valentía para hacerlo.
Por eso hoy al ir en moto al trabajo me sentí muy mal. Me sentí para la MIERDA.

miércoles, 2 de julio de 2008

el parche de agua

Hace ya doce semanas que estoy yendo y viniendo a Suiza y desde el primer día que quiero usar la moto y no me animaba por una cosa o por otra: que se le tenía que hacer la inspección de los 1000 km, que si no quería comprar la viñeta para usar la autopista en Austria, que la viñeta para la autopista en Suiza, que si llovía, que si hacía frío, que si no le instalé el navegador, que si Mickey Mouse se tiñó de rubio...
Pero como esta es la última semana me dije "¡qué buena está mi novia!", pero no tiene nada que ver así que sigo con lo de la moto. También me dije "esta es la mía, la empresa me paga el combustible así que...". Con la vista puesta en el viaje y con la promesa del servicio meteorológico suizo de que iba a haber sol toda esta semana, preparé a la bestia para la aventura: le llené el tanque y le miré la presión a las ruedas. Listo.
Nop. El lunes me desperté a las 3 de la mañana por los relámpagos y truenos. Como el Mini Cooper S que me dieron hace 4 semanas ya lo devolví, y el Skoda de mi novia tenía una reservación para su inspección anual el jueves, no me quedaba otra que ir en moto, así diluviara. Y vaya que diluvió. No es que me moleste salir cuando llueve; me gusta andar en moto en cualquier circunstancia, pero esta vez tenía que viajar temprano, cuando todavía era de noche, en una moto que casi no conozco y, lo peor, habiendo dormido poco. Así que a las 4, después de calzarme las botas, el pantalón y la campera "blindada", el casco y los guantes, me puse en marcha. No hice más de un par de kilómetros que, todavía en Múnich, en una avenida de 3 carriles para cada lado, un auto adelante de mí se pasa de pronto a la derecha. Ahí me doy cuenta que fue para esquivar un tremendo parche de agua de unos 10 metros de largo a que ocupaba todo el carril izquierdo (donde yo estaba) y la mitad del del medio. El auto no llegó a esquivar el agua completamente así que levanto una ola que literalmente me bañó, haciendo que entrara agua en la bota derecha y en el casco.
Mientras tanto, por mi parte intenté frenar lo más posible con la moto sin bloquear antes de llegar al agua, levanté las piernas para no mojarme más todavía, me agarré del manillar bien fuerte tratando de que la moto no se incline, pero solté un poco el acelerador para que la rueda de atrás no pase a la de adelante (o sea, para no ir a parar a los caños). Todo esto con los ojos cerrados porque el agua que me salpicó el auto me entró en los ojos...
De alguna forma me la llevé de arriba. No sé cómo pero salí bien de esa. No podía parar porque me temblaban las rodillas del susto así que tuve que seguir. Lo que me preocupaba ahora era la bota mojada, pero por suerte en cuanto salí un poco de Múnich la lluvia paró y con el aire moviéndose para atrás a 160 km/h se secó en un rato. A pesar de la hora y la lluvia hacía calor así que no me enfrié. La semana pasada estuve enfermo e incluso dos días en cama, así que no quería recaer. Cuando encargué el paquete que incluía los asientos calefactables lo hice más pensando en la reventa que en usarlo, pero tengo que reconocer que es una maravilla. Lo otro que aprendí es que estos alemanes saben hacer motos de viaje. Con todo lo que pasé y sin embargo viajé siempre cómodo, calentito y relativamente seco. Increíble.
En fin, hoy es miércoles y ya hace tres días que me levanto con una sonrisa de oreja a oreja sabiendo que voy a manejar la moto aunque sea 15 minutos para ir al trabajo. Eso y la vuelta son la mejor media hora de mi día. Y encima puedo estacionar directamente en la cochera subterránea de la oficina, en lugar de tener que usar el estacionamiento que está a 10 minutos a pie, y al sol. El auto era un sauna finlandés cada tarde :S
Para terminarla de adorar está el tema del consumo: 6 litros cada 100 km, y no venía precisamente manejando como una abuelita yendo a la iglesia el domingo. Hoy voy a ver si voy un rato a Zúrich. Supongo que va a ser la última. Me pone un poco triste ahora que lo pienso...