miércoles, 10 de diciembre de 2008

Hoy es miércoles 10 de diciembre

y estoy en casa, por fin, después de casi un año. De repente la vida tiene sentido, no solamente dirección; la comida no sólo alimenta: también tiene sabor; las cosas huelen (y bien), no sólo están; el sol calienta, no sólo ilumina; el amanecer indica el inicio de un nuevo día, no sólo el de otra jornada de trabajo. Las personas están ahí, no son un recuerdo o quizás sólo un invento mío. A veces, apelando a la ironía se me antoja decir “volví a la civilización”. La del alma, no la de las estadísticas o del índice de desarrollo, ese que mide cuántos teléfonos celulares o televisores color hay por habitante. De pronto existo. Recién a partir de ahora puedo empezar a honrar la vida. Después de un año vuelvo a escuchar palabras que se volvieron extrañas, como “gracias”, “perdón”, “permiso” y rarezas por el estilo.
Anoche salí al balcón con mi mamá y mientras ella se fumaba un pucho charlábamos sobre el orden o su ausencia, y de las cosas que se ganan o que se sacrifican en su búsqueda. Creo que a veces mi crítica a la falta de orden en Argentina, con todo lo que eso conlleva, puede deberse más a un ensañamiento con que las cosas sucedan a mi manera y no como a otros les plazca. No tengo motivos para creer que mi manera sea peor, pero sí para pensar que no es la única, ni la mejor. Por eso y después de mucho criticar la falta de organización y otras cosas, lo único que lamento es el poco respeto a las reglas pero, si yo mismo las respeto, creo que puedo mantenerme ligeramente al margen de los grandes desastres que pueden pasar si uno las ignora sistemáticamente. Ejemplo: muertos en las rutas. 19 muertos el fin de semana, la mayoría en autos viejos, con exceso de velocidad, sobrecargados, sin cinturones de seguridad ni luces reglamentarias (léase necesarias). Eso, además de no seguir las reglas, es buscar roña. Que viene a ser lo mismo. O se supone que debería.
Me preguntaba si la educación es un fin paralelo al orden (que depende del respeto a las reglas y en cierta forma viceversa) o si era una condición ineludible para lograr ese orden. Hoy tuve una respuesta parcial a esto: fui al dentista y charlando sobre las condiciones en Alemania me comentaba que allá es mejor por la educación que tienen. Sin embargo, al revisar mis muelas de juicio me indicó que normalmente éstas no son bien cepilladas, pero no me explicó cómo hacerlo. Es decir, el tipo obviamente sabía cuál es la forma de prevenir la caries (la educación), pero no se detuvo un momento a explicarme un buen método de cepillado. Estimo que en el precio de la consulta eso se incluye.
La educación, entonces, no es un fin paralelo al orden, es el camino menos imperfecto que conduce a él, así como la democracia es la forma menos imperfecta de gobierno. Y cuando digo orden mantengo en mi cabeza una aversión al orden por el orden mismo; me refiero más bien al orden como herramienta, como resultado de la convivencia justa y equitativa en la que uno depende mayormente de sus capacidades para progresar, y no de amiguismos (que no debe ser confundido con amistad), repartos a dedo e injusticia.
Como en un auto, en una empresa o en un país los cambios tienen que venir de los elementos responsables de la conducción. Ellos no son los que pedalean, no mueven las cosas; de eso se encargan los que componen la masa informe de mano de obra en los últimos niveles jerárquicos, que terminado su horario pueden disfrutar una película sin preocupaciones. Pero lo que sí hacen los conductores, lo que los hace más difícilmente reemplazables y por eso mejor pagados, es su responsabilidad de timonear, de hacer que toda esa fuerza se enfoque en algo útil o fútil, que al final derivará en progreso, mera supervivencia o patético auto exterminio. Sin embargo, el cambio también puede surgir de la masa. Es mucho más difícil porque no hay estructuras de poder formales, o mejor dicho porque tendrían que erigirse fuera de éstas, pero como tal, el cambio todavía es posible.
Conclusión: en Argentina, como en tantos otros lugares donde las cosas podrían funcionar mucho mejor con muy poco esfuerzo, no sucede el cambio por parte de la masa de gente que tiene todo el poder de generar ese cambio, y no tanto por sus políticos, tan convenientemente corruptos y a los cuales es muy cómodo culpar. Esos mismos políticos que votamos, que con nuestro miedo (al aumento de la cuota del auto, por ejemplo), con nuestro silencio, con nuestro accionar diario, no denunciando y exigiendo lo que nos corresponde por derecho y que por obligación debemos demandar, hacen de las suyas sin vergüenza ni consecuencias. Su mal accionar, mala fe, inoperancia y deshonestidad van contaminando y bajando por las escalas de poder hasta los secretarios de gobierno, comisarios, inspectores de las distintas dependencias, arquitectos, curas, carniceros, franelitas y hasta ladrones de gallinas. Al final, todo da lo mismo, esto es un cambalache y nosotros mismos nos confundimos pensando que es normal. Contemporizamos. Perdimos.
La pregunta cuya respuesta podría marcar un punto de inflexión y sobre la que todo nuestro poder descansa es: ¿es este un proceso inexorable? Creo firmemente que no. Creo además que mis acciones, que con 40 millones de argentinos equivale al 0,0000025% de la población, tiene un efecto real y contundente, para mal o para bien, y de esa parte soy 100% responsable.

lunes, 8 de diciembre de 2008

PD

Estimados,
a pesar de Iberia estoy bien, en CASA, disfrutando la playa, el sol y los 30 grados con los que me regala mi ciudad. También amigos, familia, medialunas, milanesas con papas fritas (gracias mami), el olorcito al jabón para la ropa, etc., etc.
Lamentablemente, hay una desventaja: no estoy en la oficina y no encuentro un lugar desde donde escribir tranquilo directamente en internet. Por eso me dedico a escribir en casa en la compu portátil y cuando llegue a Múnich podré publicarlo. Ni hablar de traer el lápiz de memoria al internet-café; mucho virus =( Por el mismo motivo no conecto la portátil a güifi.
Pero los extraño, y los sigo leyendo, ¡eh!
Martín

PD: Pablo, ¿cómo encaja la educación en la lista de requisitos para lograr una sociedad evolucionada? O sea, la verdadera pregunta es si es un requisito paralelo e independiente al de respeto a la ley, o si en realidad es necesario para lograr este último.

jueves, 4 de diciembre de 2008

S&C

Hoy es el gran día gran para Silvana y Carlos. El juicio, si no se aplaza por vaya a saber uno qué motivo, les debería adjudicar la tenencia/adopción/derecho-a-goce/muchas-obligaciones de cuatro soles. Así, todos de un saque. Como la vida a veces a algunos les saca tanto, a otros, muy de vez en cuando, les da todo eso. Es algo que uno debería recordar antes de andar preguntándose por qué la vida es tan injusta. La vida ES injusta, el por qué no importa. Mejor asumirlo y seguir para delante. Los únicos que tenemos voz y voto para lograr que en este mundo la vida sea más justa somos nosotros.
En otro orden de cosas, anoche dormí. Claro, me quedé en lo de Novia y quién no podría dormir con semejante ángel al lado. Y esta mañana, todo calentito en la cama y acurrucado junto a ella, me puse a pensar (cagamo', diría mi hermana). Hay muchas estadísticas sobre las causas de mortalidad infantil en cada país, y como es natural, me puse a pensar en el caso particular del mío, Argentina. Repasemos:
Según un informe de 2001, la tasa de mortalidad infantil (TMI: muertos menores de 1 año, por cada 1000 nacidos vivos) era entonces de 17,9. Las afecciones perinatales y las anomalías congénitas ocuparon el primer y segundo lugar y fueron responsables de casi tres de cada cuatro muertes en menores de un año. En tercer lugar se ubicaron las enfermedades respiratorias, y en cuarto las causas externas. En quinto lugar se ubicaron las enfermedades infecciosas y parasitarias, que ya representaron menos del 6% de las muertes. Como positivo, se puede rescatar el hecho de que las enfermedades infecciosas y parasitarias eran la segunda causa de muerte en 1980, significando el 12%, el doble que 20 años después. Hoy, Diciembre de 2008, la TMI es menor al 14 por 1000. Para referencia, en Suecia es menor al 2,75.
Ahora bien, como soy ingeniero y me es fácil manejarme con números, revisé la tasa de natalidad y la población en el país en 2001 y 2008. Síganme con esto que se pone interesante. Como la tasa de natalidad disminuyó aproximadamente en la misma proporción que aumentó la población, en cada uno de esos dos años nacieron en el país aproximadamente 650.000 bebés. Teniendo en cuenta la TMI del párrafo anterior, unos 12.700 bebés de menos de 1 año murieron en 2001, y unos 9.100 bebés en 2008. Si asumimos un promedio de 11.000 bebés en los últimos 9 años, murieron en el país 100.000 bebés aproximadamente, debido a enfermedades parasitarias, infecciones, enfermedades congénitas o respiratorias, causas externas, etc.
Fantaseando un poco podríamos presumir razonablemente que, en mundo ideal (léase Suecia), la TMI en Argentina podría reducirse a esos 2,75 y de esa manera evitarse la muerte de unos 84.000 bebés en los últimos 9 años. Lo que es más, si nos detenemos por un momento a analizar las causas mencionadas para justificar los valores de TMI, y en especial al comparar con las condiciones en Suecia, vemos que en su mayoría se puede reducir a la falta de controles sanitarios, adecuada educación, alimentación y acceso a instalaciones hospitalarias adecuadas. TODO lo cual se restringe en países como Argentina debido a la corrupción, que viene a ser nuestra enfermedad parasitaria como nación.
En conclusión, cayendo un poco en la falacia y las comparaciones fáciles, la última dictadura militar, con sus 30.000 desaparecidos, apenas si "logró" eliminar a un tercio de los seres humanos que la corrupción mató en Argentina en lo que va del milenio. Y todos somos en parte responsables.

PD: 45 horas y 59 minutos.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

2 días, 21 horas y 18 minutos

Anoche no pude dormir. Soñé con que miraba en el terrario de Nikita y Melba y había dos hámsteres más, y dos conejos. Las pobres estaban aterradas y me miraban con cara de "sacanos de acá". Soñé que la moto se convertía en roja (es plateada), y que la Kawasaki que encargué negra venía en verde (fuchi). Soñé que Novia me retaba por no sé qué. Soñé que tenía gripe. Soñé que... y así toda la noche.
No tengo ganas de hablar, comer, andar en moto (eso ya es grave), salir, entrar, dormir, no dormir... Quiero ir a CASA. ¡Ufa!