martes, 8 de diciembre de 2009

viernes 4 de diciembre en adelante

Según la compu son las 18:44, según yo es de noche y asquerosamente frío. Pero no, porque estoy en un Airbus 340 a mitad del océano atlántico yendo para casa. Todo es paneles de plástico blanco, con curvas y luces que intentan disminuir el efecto del hecho de que estoy en una lata con alas. Voy a aterrizar en muchas, aburridas y embotadas horas pero, a pesar de ser casi las 9 de la noche, va a ser todavía un poquito de día y van a hacer unos 20 grados. Lamentablemente me duele la cabezota, vaya uno a saber por qué. Me late que es por haber usado la computadora por casi una hora y media sin anteojos mientras estaba en el vuelo de conexión a Madrid. Ahora, por las dudas y para ver si ayuda, sí me puse los anteojos.
Sabine se quedó en Alemania. Pobre, adelanté el vuelo una semana y obviamente ella me extraña. Ese sentimiento, para mí, es un lujo como tantos otros que ya ni me acuerdo de cómo eran. La depre, la depre...
martes 8
Estoy en El Cóndor, el café cerca de casa, frente a la plaza Mitre. Hace un par de días que llegué y la perspectiva es otra. Alemania es un mal recuerdo, una llaga, una mierda que me pasó y de la cual, aunque sea por ahora solamente, estoy seguro, a salvo. Estar acá es volver a estar con locos, cobardes, charlatanes y buscavidas. Seres humanos, que le dicen.
El sábado, a 4 horas de haber llegado a casa, fui al acto de fin de año del jardín de infantes de mis sobrinos. Cosas pasaron que hicieron que me surgieran dos listas en la cabeza, casi como una lista de palabras clave que uno usa a la hora de buscar una tesis doctoral el índice por temas de una biblioteca:

Amor, abrazo, payasos, sonrisas, valores, cariño, dulzura, inocencia, sacrificio, solidaridad, emoción, espontaneidad.

Precisión, cálculo, autoridad, control, orden, comodidad, puntualidad.

Aparentemente, según la ecuación que me pasó Pablo estas dos listas parece que tienden a ser mutuamente excluyente. Dejando de lado semejante misterio, pensaba en cómo se trastocan los valores cuando uno por fin puede ver las dos caras de la moneda, ¿no? De pronto un auto estacionado en la senda peatonal no se me hace tan fulminantemente inaceptable. De pronto una estación de trenes inmaculada no es tan clara señal de progreso. Cosas por las que pasa uno cuando llega al fondo de su capacidad de aguante y tiene que replantearse por qué vale la pena llorar y por qué no. Quizás, ahora que lo pienso, una estación inmaculada sí es progreso. Me voy a corregir: una senda peatonal libre de autos estacionados no es signo de progreso. Ejemplo fácil por ser la simple oposición al otro y que me ahorra tener que pensar, pero cuando los únicos ejemplos que se me ocurren tienen que ver con la calidad de la gente, se me hace difícil no sulfurarme y despotricar, y el día está demasiado lindo para encarar esos menesteres. Mejor disfrutarlo. Y ya que estamos, una afirmación que me está dando vueltas en la cabeza desde hace más de un rato: no estoy deprimido. Soy infeliz. Tengo que irme de ese agujero humano que es Alemania. tengo que buscar la felicidad. Me olvidé de mí, de mis necesidades más importantes y profundas. Me las olvidé de veras; ya no sé lo que quiero, ni mucho menos qué es lo que tengo que hacer para conseguirlo. Estoy muy, muy, pero muy desorientado.
Me dí cuenta en estos días lo mal que me hacen dos cosas a mi relación con Sabine (o quien sea que sea mi pareja): por un lado, el no poder comunicarme con ella apropiadamente. No hablamos el mismo idioma, y eso es un obstáculo muy difícil de salvar completamente. Todos mis amigos con parejas de otro idioma pasan por lo mismo. Es terriblemente difícil lograr el nivel de fluidez en la comunicación que uno logra en el idioma natal, sea de ida o de vuelta, para expresarse o para entender. Las sutilezas del idioma enriquecen la comunicación, y cuando faltan se nota. Por otro lado, la depresión se expresa a nivel orgánico afectando las tres funciones básicas de un mamífero: el sueño, el hambre y el sexo. En esas tres cosas estoy mal. En lo que atañe a mi relación de pareja, el asunto clave es, por supuesto, el sexual. Estoy totalmente inhibido, desinteresado del tema, como si fuera que mis niveles de testosterona se hubieran ido al segundo subsuelo. Como ejemplo me permito usar a mi ex-novia, que me encontré el sábado y con la que charlamos un buen rato. La señorita tiene un lomardo que para qué te cuento, y en los 6 años y medio que hace que nos separamos y en los que conservamos una sana y respetuosa amistad, nunca dejé de apreciar su belleza exterior; tarea difícil como pocas, si me preguntan =P. Sin embargo, en el último año, desde que la depre me afecta más profundamente de lo deseable, si bien sigo encontrándola linda, ya no despierta en mí ninguna respuesta instintiva. Es como si la utilidad sexual de un cuerpo femenino hubiera desaparecido. No es una situación muy agradable, más que nada porque también me pasa con Sabine, y con ella sí que tendría que pasar algo. La pobre anda caminando por las paredes a veces y yo no tengo forma de... ayudarla. Esto, por supuesto, nos afecta. Mi padre, que es un clásico ejemplo de "haz lo que digo, mas no lo que hago", me explicó una vez que una buena vida sexual no asegura la estabilidad de la pareja, pero una mala vida sexual sí la puede afectar mucho. Tenía razón, porque mi falta de hambre por Sabine me hace dudar de mis sentimientos, que de por sí ya están absolutamente disminuidos por la depresión. Lindo cóctel.
Y acá estoy, en casa, empezando de a poco a vivir de nuevo, sintiendo el viento en la cara, disfrutando más y más de las cosas más mundanas y cotidianas, empezando lentamente a saborear el viejo y querido sentimiento de estar vivo, de estar con gente, de que me miren a los ojos, de que reconozcan mi existencia, de que agradezcan el dejar pasar o sostener una puerta, de escuchar sonrisas, gritos, hasta quejas. Sí, Argentina no es un paraíso, pero qué C-A-R-A-J-O me importa!!!!!!!!!!!!!!

jueves, 26 de noviembre de 2009

yo tuve depresión

Sip, este sería un título de una entrada que me gustaría escribir. Pero todavía no es así, lamentablemente. Todavía queda un largo camino por recorrer. Hablando con una amiga extraordinariamente inteligente que vive en Berlín (la greco-germana de la memorable cena en Hamburgo), y que tuvo/tiene depresión, me contaba, por ejemplo, que tener depresión es un poco como la fama de trabajar para la CIA, la agencia de inteligencia estadounidense: no existe el ex-agente de la CIA, una vez que uno trabajó ahí, el vínculo existe para siempre. La depresión, aunque se cure, está siempre latente y uno tiene que estar atento.
Otra cosa que hablábamos es esta fase por la que estoy pasando, en la cual me siento como hastiado de estar depre, y quiero superarlo. Ella entonces me contó cómo uno primero como que se acomoda y se acurruca en la situación de víctima de la depresión y busca la mirada complaciente de los que lo rodean, hasta que un día llega a esto que estoy yo, de estar reputrefacto de estar depre y empieza a mover el traste para superarlo. Y no me refiero a ir al médico y tomar medicamentos, sino en el día a día, en la cotidaneidad, en no dejarse vencer. Porque es un hecho que lo primero que la depresión quita es las ganas de hacer, así que toma una buena dosis de fortaleza y circunstancia ponerle el pecho al asunto, mandar a cagar a la depresión y salir a dar una vuelta por el barrio por el placer de oler y sentir el viento en la cara, o ir a hacer algún deporte, o irse al parque a disfrutar una linda caminata. Todas esas cosas que son hasta de holgazanes, para un deprimido son eventos memorables y que significan un esfuerzo importantte.
En fin, acá estoy, en esa etapa.
Algo que no surgió hablando con la susodicha, sino con mi rubia novia, es que hay un efecto detectado en pacientes con depresión refractaria (resistente) a tratamientos, y que es el hipotiroidismo. Se han llegado a detectar hasta un 50% o más de cuadros de hipotiroidismo en pacientes con depresión refractaria. Para no meterme en camisa de once varas, remito al que le interese a este artículo.
En función de esto, ayer fui a que sacarme sangre para un análisis de mis valores de tiroides y de paso una revisión general de los parámetros de mi vapuleado cuerpecito. Hoy a la tarde tengo que ir a buscar los resultados, y espero que mi tiroides no sirva ni para dar lástima.

[edición de la tarde]
Nop, no era la tiroides. Tengo todos los valores perfectos, por lo menos los que se pueden medir en la sangre. Mecacho... cuando uno necesita estar jodido, anda todo bárbaro. ¡Ni colesterol, tengo!

viernes, 20 de noviembre de 2009

Ámsterdam, el regreso

Bueno, en realidad no es que vaya otra vez a Ámsterdam, o por lo menos no por ahora. Pero Laura me pidió ver más fotos de cuando anduvimos por ahí y eso me hizo meterme en un tema que hace rato tenía ganas: Picasa. El programita ayuda a publicar fotos, que es un tema útil, así que en lo que va de las últimas 24 horas logré descular un poco cómo funciona.
En resumen, para ver algunas de las fotos que saqué, sírvase mi estimado lector hacer clic acá.

lunes, 16 de noviembre de 2009

LH984

Domingo 15 de Noviembre de 2009, 22:23 hs, el Airbus 321 de Lufthansa aterrizó en la pista 1 del aeropuerto de Múnich, 2 minutos antes de lo programado. No hacía el frío recalcitrante que me esperaba pero llovía. Lo que no me imaginaba era el frío glacial que hacía en la terminal, donde me esperaba novia para llevarme a casa...
Yo: "hola bombón" =D
Ella: "¿QUIÉN ES LINDA GARCÍA?" >(
Yo: "¡glup!..." =/

Avanzando 38 minutos en el tiempo...


Ese paquete en las manitos de mi querida novia es una envío prioritario de la mentada Linda con las prometidas glorias, más otras delicias mexicanas de yapa como obleas San Pablo, bolitas de leche y natillas Linares. Con la rubia nos comimos una de cada una y nos fuimos a dormir pipones, pero hoy esa caja no va a ser tan afortunada...
¡Gracias Linda!

En otro orden de cosas, y pa' no perder la costumbre, tengo que reconocer que vivir en este lugar (Alemania, para los desinformados) es una basura. Lo de vivir pasa a ser un eufemismo por residir sin disfrutar, que es más o menos la máxima aspiración a la que puede acceder un extranjero que intente integrarse. Qué significa para un local no sé ni me interesa. Gotemburgo, que es donde estuve el fin de semana, es una muestra bastante abarcativa de lo que es Suecia en general, donde los más y los menos pueden o no ser del gusto de uno, pero básicamente uno es (y es tratado como) un ser humano. Y no es Suecia. Ni Francia. Ni Italia. O Argentina, para el caso. O México. No señor, no es que estos países tengan un manto de humanidad y sean por ello congraciados conmigo.
Es Alemania. Este lugar está mal. La línea entre el prejuicio y la experiencia no es demasiado gruesa, pero negar lo evidente sería de necios. Estoy cansado de intentar integrarme, de intentar "hacer contacto". HAL 9000 era mucho más tierna y considerada que estas paupérrimas imitaciones de seres humanos, que porque tienen pelos apenas califican para mamíferos. (Ahhhh, qué satisfacción sentir otra vez esta inspiración de despotricar en una manera tan artística, sin insultos, sino con sutilezas...)
De todos modos acá estoy, y vamos a ver si le puedo sacar el jugo a la situación y hacer lo mejor de lo que tengo. Por lo pronto, estoy moviendo los engranajes para poder irme a casa lo antes posible. Veremos cómo resulta. El año que viene será lo que será.

martes, 10 de noviembre de 2009

nadar, o no nadar; esa es la cuestión...

Son las 10 y 10 de la mañana y tenía pensado ir a nadar, pero mi tonta garganta decidió despertarse doliendo. Hace 3 ó 4 semanas que debería haber encarado este menester (hacer ejercicio de alguna índole) pero por una cosa o por otra (mentira, es fiaca) no lo hago. El clima, cada día más frío, y la circunstancia de no tener que ir a trabajar no ayudan. Uno se hunde en casa, se amolda, se agarra, como una mancha que la dejan secarse y ya no sale. Para colmo, escribir acá es mucho menos esfuerzo que 50 largos en el estilo que sea. Para colmo, si este fin de semana quiero hacer uso de los pasajes que compré hace 2 meses para ir a Gotemburgo a visitar a una amiga, mejor me cuido.
Rebobinando algunos días, el miércoles pasado me fui en la moto a Bochum, a 600 km de Múnich, a visitar a otra amiga que hace mucho que no veía. La pobre está en la demasiado típica situación en que tiene su computadora portátil, un departamento lindo, celular, está terminando la universidad, consiguió trabajo sin siquiera proponérselo, etc., y sin embargo extraña su vida en Paraguay con su mamá y sus cinco hermanos, cuando comían fideos con queso (pero la mamá no, porque no alcanzaba para todos) durante semanas, el piso de la casa era de tierra y no tenían para zapatos.
En estos 7 años y monedas que hace que me fui de casa es increíble la cantidad de cosas que me acostumbré a extrañar, y que entonces las daba por cantadas: la lluvia, la arena de la playa, los amigos, el "once catorce" (esos colectivos de Mercedes Benz), la plaza Mitre, las estrellas en el cielo, el viento, los Renault 12 y los Peugeot 504, las vacas incontables mirándome al costado de la ruta, los delirios presidenciales (Alfonsín, en este aspecto, era "aburrido"), etc.
Algo que me vengo guardando es que desde hace unas semanas estoy viendo a una psicoterapeuta. La doña es española, unos 40 años, y ya desde la primera cita me di cuenta de que tiene demasiados prejuicios sobre los alemanes, y los tiene muy fijos. Más de una vez me dijo cosas sobre su marido alemán que a mí me parecen improbables basado en mi experiencia, pero no imposibles. Cuando le hablo de mi experiencia con los alemanes, emite una especie de diagnóstico y no hay espacio para la disensión. En la mayoría de las ocasiones no solamente coincide conmigo en mis comentarios negativos de esta sociedad, sino que en general tiene opiniones todavía peores. El problema es, obviamente, que no me interesa la confirmación de mis percepciones (que las tomo como estadísticas) por una persona que no se gana el respeto en base a medir sus generalizaciones (que las asume como estocásticas), y en lugar de eso se la pasa prejuzgando, lo cual es mucho más cómodo que aceptar algún tipo de falencia en la propia capacidad de observar y sacar conclusiones. Parece ser de esas personas que creen que tener cualificaciones en un campo los autoriza a tener opiniones certeras en cualquier campo satélite o relacionado. Como si yo, por ser ingeniero mecánico, pudiera tener la más pálida idea de electrónica. Sí, tengo mi mente formada de la misma manera, pero no los datos. Y por eso adopté la postura o idea (por el camino difícil de darme contra la pared) de que la mejor discusión que uno puede tener sobre cualquier tema no es aquella en la se habla mucho, sino aquella en la que se escucha mucho. Nunca, en toda mi vida, tuve la sensación de haber escuchado demasiado. Pero parece que en mis sesiones con la loquera soy el único.

PD: me voy a nadar.

lunes, 2 de noviembre de 2009

una de esas tardes

Un churro. Mi reino por un churro con dulce de leche.
Son las 4 y 10 de la tarde, estoy en casa, afuera hace frío y Sabine no vuelve del trabajo hasta dentro de una hora. Hace 2 semanas que no trabajo, porque la depresión me agarró tan feo que el médico convino en darme 4 semanas libres. Pensar que esto hace un par de años me hubiera parecido una mariconada, y hoy no creo que me sea posible volver a la oficina en el estado patético en el que me encuentro. De hecho, si sigue así la cosa me voy a casa antes de lo previsto, a sumergirme entre seres humanos a ver si puedo reconstruir mi alma, por imperfecta que sea. Je, esa es la ventaja de ser humano; uno puede tener fallas y el mundo sigue girando.
Hoy vagando por la red leí de alguien (que por lo demás me resultó un imbécil) algo muy cierto: cuando a uno le pasan cosas dignas de sentarse a dejarlas escritas, menos tiempo tiene para eso. Así que a lo que aspiramos es a encontrar la inspiración en esos momentos en que tenemos más tiempo para sentarnos enfrente a la compu. Y eso me hizo acordar de algo más: lo agradecido que estoy de haber descubierto este mundo de las bitácoras en internet. Estar sin trabajar parece cómodo, pero para un 35añero como yo acostumbrado a trabajar de lunes a sábados de 7 a 18 desde los 13 años, es como que no puedo disfrutar el ocio. Se supone que tengo que aprovechar el tiempo para recuperarme mediante deporte, lectura, remedios, etc., y lo hago, pero llega un momento en que llenar 10 horas que ya me había olvidado que existían, no se hace fácil. Y leer a Luisa, Pablo, Mónica, Juan (a ver si nos ponemos un poco las pilas por ahí), Sonia (hoy te voté en Oblogo), entre otros, es... cómo decirlo... bue, para todo lo demás existe mastercard.
En fin, acá estoy, tratando de recuperar el sentido a mi existencia leyendo la sobre el sentido de la existencia de los otros. Lamentablemente este período coincide con los dos peores libros que he leído de Borges: El Hacedor e Historia de la Eternidad. Lamentablemente los agarré inmediatamente después de uno de sus mejores, Historia Universal de la Infamia, así que el contraste me mató. Me decepcionó, diría yo.
En fin, lo que quería dejar era todo ese sentimiento de agradecimiento que siento por haber conocido gente de tanta calidad como los que mencioné y los que no.
Y para terminar, me voto por pegarme a mí mismo... =D
¡Chin chín!

viernes, 30 de octubre de 2009

uno de esos días

Hoy es uno de esos días en que la depresión me lleva a mirar las cosas con otra perspectiva. Me acuerdo hace unos años cuando podía pensar en el futuro y añorarlo aunque todavía no hubiera pasado. Quería formar recuerdos. Ahora solamente quiero borrar los que tengo y sumergirme en algún trance (como cuando manejo la moto a 270 km/h) para no sentirme abatido por las posibilidades del futuro que alcanzo a vislumbrar desde mi situación. El único pedazo de vida que tengo es rubia y se llama Sabine, y ni siquiera estoy seguro de eso.
Los días pasan, el ánimo va y viene pero no se acerca ni remotamente a sentir que vale la pena estar vivo. Siento que nada me sale y lo que me sale, sale mal. Cada día soy más inútil en mi propia vida. Cada día parece que tengo menos aspiraciones y que no puedo contribuir a construir el futuro que soñaba y del que ni siquiera me acuerdo. Era un futuro de sensaciones y sentimientos haciendo cosas que me estimularan el alma. Hoy por hoy apenas llego a sentir hambre y sueño. Apenas.
Mientras tanto Mercedes Sosa canta 5 Siglos Igual casi a capella. Pucha que le daba esa voz.

lunes, 26 de octubre de 2009

Anne Frank Huis

Hace un par de semanas fue el cumple de mi rubia, y como una vez me comentó que nunca había estado en Ámsterdam decidí jugármela y reventarme un par de cientos de mis duramente ahorrados euros para pagar el vuelo y la estadía por dos noches en esa ciudad tan linda. En mi caso, como viví más de 3 años en una ciudad chica en el norte de Alemania, y tiro de piedra de Ámsterdam (unos 210 km), me dí el gusto de visitarla unas 5 veces hasta ahora. Pero esta era la primera vez que no iba solo o con amigotes, sino en plan romanticón. El pasaje y el hotel los reservé hace como un mes y medio, y la tuve a Sabine adivinando hasta el día de su cumple, 3 días antes del viaje. La sonrisa que se le dibujó en la cara cuando por fin le develé la ciudad con la que venía amenazándola le dio vuelta y media a la cara. Es que Sabine con estas cosas tiene la frescura y la alegría de un nene de 4 años.


Una de las cosas que más nos interesaba a los dos era la de ver la casa de Ana Frank. Lamentablemente, por una cosa o por otra, en todas las veces que estuve nunca tuve la oportunidad. Y más lamentablemente, esta vez tampoco. Es que cada una de las 3 ó 4 veces que pasamos por Prinsengracht 263 la cola llegaba hasta la esquina, daba la vuelta y se extendía por media cuadra, más los veinte metros de cola adentro del museo hasta la caja. Ya la primera vez que vimos eso nos quedamos muy satisfechos pactando que teníamos una excusa perfecta para volver a Ámsterdam.
Ahora la cuestión es: ¿cómo describo esta ciudad para plasmar y transmitir por qué me gusta tanto (a mí y a unos cuantos)? ¡¡¡Ahhh!!! El viejo truco de "una imagen vale más que mil palabras". Pues acá van 6000 palabras...

A 100 metros del hotel saqué estas tres...





...y en un paseo en bote por los canales saqué estas...





Como es fácil imaginar, el alma me quedó de todos colores. Por fin.

viernes, 9 de octubre de 2009

IPR

Como buen marplatense con bolsillos para comprar opciones educativas, de chico fui al Instituto Peralta Ramos, que pertenece a la Fundación Marista, la misma a la que pertenece el Champagnat (paquete si los hay) en Buenos Aires. Empecé con 4 años en el Jardín de Infantes, después al preescolar (5), después Primaria (los siete años de los 6 a los 12 inclusive) y finalmente secundaria (los 5 años de los 13 a los 17), que terminé en el '91.
Mis recuerdos de ese lugar son de variados colores, por supuesto. No tuve una infancia que podría calificar ciegamente de feliz, pero tuve unos momentos muy lindos y no demasiados momentos malos. En la escuela, lo mismo. La diferencia, quizás, era que en la escuela había unas reglas bastante explícitas y siempre me sentí incómodo con las reglas. Ahora, de "grande", las uso como referencia, nunca como límite. Creativo, desde mi torcido punto punto de vista. Frustrante, irritante, insoportable y muchos etcéteras, desde el punto de vista de otros. En fin.
Ese IPR era, es, un lugar donde uno aprende no solamente el programa de estudios en forma muy superior al promedio, sino también que uno, por el hecho de ir al IPR (a base de pagar la mensualidad, tener el amigo correcto, y sin importar demasiado las capacidades intelectuales) ES superior al promedio. Aprendí cómo hay que ser magnánimo y displicente, sin obviar la cuota de desprecio, hacia los que no pertenecían a nuestra casta. Después de todo, no era la culpa de José Pérez no tener doble apellido y manejar un Renault 12 y no poder mandar a sus hijos al IPR. Dios así lo había dispuesto. Estaba, entonces, destinado a la plomería, jardinería o a atender la caja de un supermercado, entre otros trabajos manuales y, por ende, por debajo de nuestro nivel (espero no ser demasiado molesto con esto de la itálica).
No puedo negar que la educación en el plano formal de las ciencias, matemática, lengua y literatura, biología, y más fue excelente. Nunca tuve excelentes notas y sin embargo en cuestiones de cultura general, capacidad para afrontar plazos de entrega, trabajar en equipo, encarar desafíos, etc. uno salía muy bien preparado. Más tarde, en la universidad, se notaba un abismo importante con respecto a compañeros que venían de otras escuelas, con excepción del Illia, que hasta donde recuerdo es el mejor colegio público de mi ciudad. Haber ido a uno de esos dos colegios significaba que los primeros dos años de facultad, que son los más difíciles y de mayor deserción, serían más exitosos y agradables, a base de estar acostumbrado al esfuerzo, sacrificio y estudio.
Una de las materias que más me gustaba y por las que casi termino no siendo un ingeniero, era geografía. Nuestro profesor era muy bueno porque combinaba conocimiento con amor por lo que enseñaba, y lo entregaba en un paquete de pedagogía. Lo mejor de lo mejor era que tenía infinidad de historias para contar sobre sus viajes, pero el tipo no era capaz de acordarse de que hacía dos semanas nos había contado esa historia sobre las islas galápagos, y nos la repetía. Para nosotros era una forma de perder tiempo y relajarnos, que bien nos hacía falta. Lamentablemente este buen hombre, que no me acuerdo el nombre y con la mejor de sus intenciones, nos enseñó algunas cosas popularizadas creo en cada país del mundo con respecto a sí mismo, a saber:
- Argentina es un país inherentemente pacifista.
- relacionado con lo primero, cualquier conflicto en el que se ha visto envuelto mi país ha sido causado por el otro.
- Argentina siempre ha perdido territorio.
- Argentina siempre es la víctima de sus vecinos imperialistas y expansionistas. Siguiendo el ejemplo de Bush (padre), nuestros vecinos integran una sudamericana y torcida versión del eje del mal.
Esta visión, curiosamente, es la misma que se tiene en Chile sobre Argentina, Bolivia y Perú; en Bolivia sobre Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Perú, en Paraguay sobre Argentina, Bolivia y Brasil, etc. (a propósito paré acá para no tener que listar los 450 países con los que limita Brasil...). De esto estamos casi todos en la ignorancia. Nadie se pone en el lugar del otro, y terminamos odiándonos por poco o nada. Lo que es más, la estupidez colectiva nos lleva a agresiones gratuitas que convierten el antes injustificado odio en algo justificado. Más de una vez, investigando sobre los conflictos limítrofes que han mantenido Argentina y Chile en tensión desde 1800 hasta hace poco (al menos a nivel formal) terminé en foros en internet donde argentinos y chilenos, la mayoría desinformados a niveles alarmantes, se decían cosas inadmisibles no solamente como argumentos en cualquier discusión, sino por el simple placer de insultar y que hasta como insultos eran baratos. Lo mismo entre paraguayos y brasileros, y así en todos los pares posibles de armar. Peor todavía, este fenómeno se repite en todas partes del mundo, lo cual no lo hace menos lamentable. Al contrario.
Acá me voy a detener porque el tema da para mucho, pero el objetivo de toda esta perorata era despertar el interés por un trabajo que es auto-explicativo del por qué de su existencia y puede ser leído en este enlace. Es un resumen de un doctorado de cientos de páginas, pero el resumen en sí tiene 16 páginas y se puede leer por arriba en media hora, y en varios días si se trata de entender todo. Creo que es el pedazo de información más importante que un maleducado como yo pudo obtener.
Buen provecho.

PD: hace cosa de un año decidí que, como menciona su autor, este trabajo necesitaba más difusión en ambos países, y le escribí al rector de mi ex-colegio, el IPR, comentándoselo. ¿A vos te contestaron? A mí no. También se lo envié a mi padre. ¿Vos lo leíste? Porque él no. Pero me dí el gusto de hablarlo con todos mis amigos argentinos y chilenos, y hasta con paraguayos, por las dudas, para que construyan sus analogías.

lunes, 5 de octubre de 2009

la Negra en Múnich

Hace casi un año que vino la Negra a Múnich. Novia me llevó a verla, y si no fuera por ella me la hubiera perdido. Se la debo, como le debo pocas satisfacciones más grandes a pocas personas. Desde entonces compré varios de sus discos, y mis suegros alemanes, que estuvieron conmigo esa noche en ese teatro, se quedaron tan impresionados que también tienen 2 ó 3 que me encargaron. Porque no les dejé copiar los míos.
Anoche la Negra se murió. Se fue. Nos dejó. No puedo escribir nada al respecto. Soy un aficionado que escribe lo que puede como puede, y no me siento en condiciones de honrarla como se merece, así que me limito a solamente mencionar el hecho. Me dolió mucho saber que estaba muriendo, y a Sabine también.
Lo único en lo que pienso ahora es en ese disco doble que estaba por lanzar y que espero poder comprar cuando voy a casa en diciembre.
Chau Negra, gracias por haber venido hasta este rincón maloliente y dejar 1500 alemanes con la boca abierta, mirando a 30 morochos de todos los rincones de Latinoamérica ovacionándola, haciendo más ruido que esos 1500 muertos en vida. Voy a recordar siempre esa noche, esa voz, ese ruido. Ese sentimiento de ser humano.

razas peligrosas

En este mundo de internet existe lo que se denomina foros, que son espacios donde gente que generalmente comparte un gusto (cocinar, viajar, etc.) o un producto (una moto, una raza de perro, una cámara) se ponen a discutir sobre el tema, comparten sus experiencias, intercambias trucos o conocimientos que hacen al disfrute de lo que los une.
En mi caso, tengo una moto y estoy subscripto al foro correspondiente, donde tratamos temas trascendentales para la supervivencia de la raza humana, tales como ajuste del rodamiento de la dirección, tipos de mochilas sobre-depósito, kilometraje por litro de combustible, etc. Sin embargo, existe en este foro un rincón, por así llamarlo, donde uno puede escribir sobre otros temas, no necesariamente relacionados con la moto (no se me ocurre cómo algo no relacionado con la moto puede ser trascendental, pero en fin, hay que adaptarse...). A veces surgen temas de política, de geografía, de chicos y otros.
Hoy, mientras leía las últimas entradas en este rincón del foro, encontré uno que me pareció de capital importancia por su relación, por ejemplo, con una entrada reciente en el blog de Pablo. Primero transcribo el original en inglés, y después mi traducción. Sepan disculpar si se me escapa algún error...

If you are an owner of a dog or know someone who has a dog which belongs to a 'dangerous breed' category, or if you have a child visiting your house, please take this as a warning.
Don't leave your dog with any small child unattended under any circumstances!
Only one little moment was enough for the following to happen... (see photo bellow)

Si usted tiene en casa un perro, o conoce a alguien que tiene en casa un perro, de los pertenecientes a las llamadas "razas peligrosas", o si usted tiene un niño pequeño visitando su casa, por favor preste atención a este aviso.
¡Por ningún motivo deje a su perro con un niño pequeño!
Apenas un instante fue suficiente para que ocurriera lo siguiente... (ver foto debajo)


martes, 29 de septiembre de 2009

una fina línea

Como ya mencioné, Mónica planteó la pregunta: ¿cuándo maduré? o ¿cuándo me volví adulto?
Hace semanas que pienso en el tema, y creo que ya lo tengo: no sé. Es que no sé. Me considero una persona medianamente madura, centrada y todo eso; medito mis decisiones, sopeso las consecuencias, trato de ser abierto a los más doloroso para un ser humano: no tener razón (no es que siempre lo logre, pero por lo menos intento estar abierto a esa posibilidad y escuchar). En fin, bastante más de lo que me consta que sucede a mi alrededor. Y sin embargo, cuando pienso en la respuesta a la pregunta inicial me surgen dos pensamientos:
- hoy por hoy no me siento maduro, la vida me duele y no me creo capaz de resolver mi situación, y para ser honesto no me siento capaz siquiera de lidiar con ella;
- sé que alguna vez tuve esa sensación de ser un adulto, pero a la luz de los acontecimientos se disipó.
Esos acontecimientos de los que hablo no son cosas que me hagan sentir un estúpido o un inmaduro, sino que me forjaron de una forma que ahora no soy capaz de sentirme maduro. No soy capaz de sentir nada, en realidad. Ni madurez, ni tristeza, ni amor, ni qué sé yo qué.
Ayer por la noche, por segunda vez en el último año, Sabine se puso a llorar de pura frustración por mi depresión. Siente que me tiene que proteger de todo lo malo, negativo o agresivo que ocurre a mi alrededor (y viviendo entre alemanes flor de tareíta se fue a elegir), y ve que no puede; aprende, de a poco y contra su voluntad, lo hostil que es este lugar a la vida humana. Entendiendo como humano todo lo que nos hace tales desde un punto de vista sentimental, por nuestros errores y emociones, imperfecciones, atenciones, sutilezas, irracionalidades. Llora de dolor y de rabia contra lo que sea que me haya puesto en esta condición. Llora con desconocimiento, porque si supiera la mitad de las cosas por las que pasé en los primeros años de mi estadía en este lugar explotaría de rabia, quizás hasta de peor manera que yo imploté cuando me pasaron. Y ese daño no quiero que sufra. Llora porque le alcanza con ver las pequeñeces que me afectan a mí y a cualquier ser humano que se le ocurre poner pie en esta tierra, y ve que no puede protegerme como sería necesario. Llora por miedo a que empeore, porque ve que 80 millones de criaturas no van a volverse prójimos de la noche a la mañana. Van a seguir siendo oponentes que se roban el lugar en el estacionamiento, la reserva en el cine, la oferta en el supermercado, el asiento en la Oktoberfest, la señal de internet inalámbrica. Van a seguir sin mirarse, sin reconocer mutuamente su existencia, sin admitirse a sí mismos ni mucho menos a los demás como personas y no como cosas que responden a un sistema.
Y llora porque yo lloro, aunque yo no pueda llorar por fuera. Pero ella lo siente.
Anoche me compré el pasaje a casa. Iba a comprarlo con Lufthansa o alguna otra aerolínea, pero lo compré con esa empresa de transporte de ganado (también conocida como Iberia), con lo cual ahorré el dinero suficiente para regalarle a Sabine un fin de semana en Ámsterdam. Espero que aunque sea conocer un poco más del mundo le compense por el daño que le implica tener una relación conmigo.

lunes, 21 de septiembre de 2009

París

Sí, la ciudad. La de la luz, de la torre, del arco. La del Louvre, del Sena y de Montmartre. Todas cosas que no me canso de apuntarles con la cámara y disparar como si fuera gratis. "Que lo es", me diría alguno que me ve con una cámara digital. Pues no, no lo es. Mi querida cámara tiene un disparador con una vida útil esperada de 50.000 ciclos, lo que se traduce a 2 centavos de euro por foto. Y cada vez que voy a París saco alrededor de 500 fotos, lo que me desgasta la cámara en el equivalente a unos 10 euros.
Pero volviendo a la ciudad en sí, es increíble las respuestas que genera. Muy poca gente es indiferente a París. Algunos le huyen, en su mayoría franceses que la ven como la capital, igual que en tantos países donde la capital también es un lugar de viajar al centro temprano y volver a viajar por la tarde, siempre rodeado de muchos, muchos, muchos malhumorados, apurados y dormidos. Buenos Aires no es diferente, ni Berlín, Estocolmo o Nueva York.
Pero París, por algún motivo que podríamos rastrear hasta mediados del siglo XIX, es una ciudad que lo pone a uno a disfrutar. Gracias a Francisco José (el marido de Sissi) pasa lo mismo con Viena, aunque en menor medida. De alguna manera, visitar París significa cambiar algo en la visión de uno, en la actitud, en el estado de ánimo, que le permite disfrutar más la vida. Es una mezcla entre lo que creemos saber de los franceses (como su arrogancia, que no es necesariamente mala), su espíritu latino, su idioma, su paisaje urbano, sus museos y monumentos, y tantos etc. Una cosa que le falta a París es variedad, pero es muy difícil que lo que tiene lo deje a uno descontento o buscando más. París, en lo que es, está muy por encima de todas las demás ciudades.
Después está la comida. Los franchutes, como los tanos, comen bien. Son rebuscados, finolis, pero el resultado es más que potable. Los tanos preparan simple y tienen buenos ingredientes. Los franchutes rompen con la preparación. Pero al final, en París hasta las papas en los locales de hamburguesas son más ricas. Nunca, pero nunca comí en un restaurante en París. Siempre me meto en alguna panadería o baguetería y me zambullo en lo que tengan a la vista, que me lo dan en una bolsa de papel (en Buenos Aires, en Remedios de Escalada, hay un almacén de techo alto, con mostrador y estantes de madera, que venden unas galletitas de vainilla y chocolate que no vi en ningún otro lado, y me las daban en una bolsa de papel; las compraba los sábados antes de ir a la facultad). Me voy a una plaza o me siento en algún lado, o camino más lento, y me concentro en lo que como y lo disfruto. Gasto 5 veces menos y soy 5 veces más feliz. Hasta el agua mineral es más rica: hay una marca que viene con un gusto muy suave a durazno y naranja y burbujas chiquitas, lo que en Argentina le llaman ligeramente gasificada.
Y el mito de que los franceses van a la mañana temprano en el subte comiendo una baguette de a cachitos es cierto. Y para los que no vamos a trabajar sino a visitar Notre Dame, el crujido del pan fresco y el olor (porque los franceses no me olieron particularmente feo) es una tortura. Hasta que por fin llego al centro y puedo tomar por asalto anfibio (por la baba) una panadería. Baguette, tarteleta de mousse de chocolate, pancitos saborizados, que patatín, que patatán... y quedo pipón hasta media tarde.
En fin, quería escribir de París. Muchos consideran que viajar es ver edificios famosos, museos y demás. A mí me gusta la gente, la comida, las calles, los olores y sonidos. Ver cómo, en contra de lo que uno pueda mitificar tal o cual lugar o monumento famoso, los locales transitan junto a la torre o a la Bastilla como si se tratara de un cruce de calle más. Y mientras tanto los demás nos ilusionamos con visitarlos.

Mi estimada París,
este año no me queda ni para comprar una mísera postal, pero el que viene te voy a visitar. Besos. Martín
PD: y si me puedo quedar, mejor.

martes, 1 de septiembre de 2009

la cena de Juan

Juan, el de Luisa, le hizo al mundo una pregunta buenísima que me dejó pensando un par de días, y cito: ¿cuáles fueron vuestra mejor y peor velada?
Antes, la semana pasada, otra pregunta, quizás todavía más profunda, la leí en lo de Mónica en su entrada una fina línea, pero esa voy a tratar de responderla en otro momento porque por ahora no tengo respuesta, y le quiero dedicar todo lo que se merezca a una entrada así de importante.
La cuestión que anoche cuando me fui a dormir me empezó a trabajar la cabeza, y ahí fue cuando me acordé de, no sé si la peor, pero seguro una de las peores noches de mi vida. Fue en la víspera de Año Nuevo, en el '99. Todos andaban con que si cambiaba el siglo/milenio o no, pero la cosa es que en aquel entonces yo estudiaba el último año de ingeniería en la Universidad Nacional de Mar del Plata, y en verano trabajaba para mantenerme el resto del año y no andar mendigando a mi mamá. Ese verano en particular conseguí, gracias a un compañero de estudios, y uno de mis mejores amigos, un puesto de botones en el hotel 5 estrellas que está enfrente a playa grande, ese que todos los que pasan con el auto le gritan al pobre portero de capa y galera cosas como Batman, David Copperfield, pingüino y muchas, muchas otras no tan repetibles. Normalmente se ocupaba de esos menesteres (la capa y la galera) un tal Andrés que tenía muy buena presencia.
Pero esa noche de celebración, donde lo importante es estar con la familia, uno de los más o menos 30 botones tenía que cubrir el turno de la noche de esa noche. Y como yo era el más nuevo, no hubo mucha discusión.
El hotel, por supuesto, había organizado una cena de gala a todo trapo, con un cubierto que costaba un sueldo mío por comensal. Unos minutos antes de la media noche, algunos borrachos, otros no tanto, ricos, famosos, gatos, todos los que se animaron a dejar su mesa por un momento salieron a la vereda a ver los fuegos artificiales. Como nota aparte, lo que la mayoría no sabe es que en ese hotel hay una terraza en el piso 15 que da también a la ciudad, no solamente al mar, y ahí es donde se ven los fuegos artificiales, que son mil veces más que las tres cañitas voladoras que dispararon los que estaban en la playa.
En fin, mi familia en casa cenando, todos en el hotel disfrutando, y yo sintiéndome la persona más desdichada del planeta. Ahí mismo me juré que nunca, pero nunca más iba a volver a poner el trabajo o sus derivados (léase dinero) por encima de la familia. Y eso incluye nunca salir a cenar en épocas donde el personal del hotel/restaurant/lo-que-sea, que también son seres humanos, tienen que estar con su familia. Sí, ya sé, hay gente que está sola, que necesitan ese pequeño extra de dinero, que lo que sea, pero son los menos.
¿Y la mejor? No sé si puedo señalar una en particular, pero cada Noche Buena, Navidad, Año Viejo y Nuevo que pasé con mi familia cuando mi abuelo todavía vivía fueron muy buenas veladas. De los últimos años quizás puedo mencionar una cena que tuve en 2006 con la amiga de un amigo a la que apenas conocía, pero por esas vueltas de la vida terminamos los dos solos en un restaurant a orillas del puerto de Hamburgo. Ella luego se convirtió en amiga (ahora vive en Berlín y hace poco la fui a visitar con Sabine), pero en aquel momento fue una situación de compromiso, casi por quedar bien con ese amigo mutuo que jugó a cupido, y terminamos teniendo un vínculo intelectual muy fuerte que nunca se extendió a otra cosa. Esa noche en particular descubrí que podía tratar a una mujer como a un amigo inteligente sin miedo a ofender, sin prejucios y sin trabas. Supongo que habrá ayudado la falta de atracción física de mi parte. En cualquier caso el lugar, la compañía, la comida y mi desesperada situación personal hicieron que esa velada la disfrutara a tal punto que la guardo como la última velada agradable de mi vida. Después de esa, creo que mi alma se dio por vencida y acepto que mi cuerpo está residiendo en este lugar, y se apagó. Después de esa, cualquier ingestión de cualquier cantidad y calidad de comida, en cualquier evento, situación o localidad que fueran fuera de este zoológico, fueron una ocasión de alegría y agradecimiento para con la vida.

viernes, 28 de agosto de 2009

Mücke

Así se dice "maldito insolente y rompe-pelotas mosquito de porquería y por qué no te vas de acá" en alemán. Bueno, en realidad Mücke quiere decir solamente mosquito, lo demás se podía deducir del tono de Sabine anoche a eso de la 1 de la mañana cuando muy decidida y cual Rambo acorralado y con el arsenal agotado, agarró una de mis chancletas y, muy sexy con su camisón cortito, muy intimidante con fuego en los ojos, se dedicó a perseguir y aplastar implacablemente a la pobre criaturita de dios. Menos mal, porque si no lo hacía yo, y del chancletazo iba a hacer una ventana nueva en la pared, con vista al vecino, a la calle, a la habitación de trabajo o al baño, dependiendo de dónde se posara el maldito bicho. Eventualmente un tragaluz, si la dichosa bestia disfrutaba las acrobacias y aterrizaba en el techo.
En fin, son las 4 de la tarde, y desde hace dos horas no sé más de qué disfrazarme para no caerme dormido sobre el tecleado y, cual Homero Simpson, babosearlo hasta que cortocircuite, explote la computadora, se incendie el edificio y me rompan el traste a patadas en el trabajo.
Ta, me siento mejor.

viernes, 21 de agosto de 2009

los tanos y los teutones (qué raro)

Hace unas semanas me cambié de trabajo dentro de la empresa, y mi nuevo jefe me avisó de entrada que a principios de agosto no queda ni el loro en la sección donde trabajo, así que me podría tomar una semana o dos. Con la rubia nos quedó claro (después de mirar el precio de los pasajes en esta época, y con tan poco preaviso) que íbamos a tener que manejar a donde fuéramos, y por supuesto Italia, Toscana, para ser exactos, nos pareció la mejor idea. Incluso más, sin que mediara tortura de mi parte, la rubio propuso ir en moto.
Múnich-Toscana significa unos 700 km, pero la autonomía de Sabine en la moto es de 400 km. Después de eso ruega que lleguemos. Así que para no hacerla sufrir al cuete hicimos una parada en Affi, cerca del Lago di Garda, para llenar el estómago y dibujar de nuevo la raya. En lo personal podría hacer 2000 km en un día sin complicaciones, pero al conductor de una moto le importa el viaje, el destino es secundario, así que hubo que hacer concesiones de ambas partes. Y funcionó bárbaro, pero se hizo claro ya en ese punto que el plan original de pasar 4 noches en la región y volver el viernes de un tirón era impracticable, así que en cuanto llegamos al primer hotel (Villa Maya, en una muestra gratis de pueblo llamado Latignano, a unos 10 km al oeste-suroeste de Pisa) decidimos pasar la noche del viernes en Padua.
En total el viaje quedó así: lunes a la mañana hicimos Múnich-Affi. Después del mediodía hicimos Affi-Latignano. Llegamos al hotel a media tarde, nos registramos, duchamos, y fuimos a Pisa. Después de dejar la moto por ahí, en este punto (foto) Sabine preguntó dónde quedaba la torre:



En fin, después de mi fallido intento de enderezar la cuestión, cenamos en Pisa y a dormir.
El martes fue recorrer Toscana en moto. Fuimos para Siena, parando en San Gimignano. Comimos en Siena, paseamos un rato y encaramos para la costa. Terminamos comiendo un helado y tirándonos al mar en Cecina, y cenando en Livorno. En el camino encontramos una de esas bahías idílicas que uno ve en las películas (aunque por lo que me contaron, es más típico de la zona de Trieste) así que removí todos los objetos innecesarios (novia, parejita franeleando, vieja paseando al perro, etc.) y saqué esta foto perfecta:


Miércoles, arriba temprano, desayuno, embutir de nuevo los bártulos en la moto y a Florencia. Un tironcito de 1 hora, sin apuro, disfrutando el aire y la moto, bien acompañado. Llegamos al hotel, registro-ducha-al centro. Así nomás. Florencia, en principio, es una animalada de ciudad. Tiene de todo y es lindísima. A mí en lo personal me gustan las ciudades de ese tamaño porque son más o menos como Mar del Plata: no muy grandes que no las puedo abarcar (no me las puedo "aprender") y no muy chicas que en seguida les encuentro los límites y me resultan aburridas. Esas son las ciudades donde me veo viviendo. Además Florencia es turística/cíclica, y eso me cae bien. Un poco de rock&roll y un poco de cementerio. Y el año que viene vuelta a empezar.
En fin, me ahorro las descripciones, que seguro serían un desastre, mejor leer de algún libro o internet. Mejor pongo una foto medio atípica del Ponte Vecchio que me salió bastante decente:


El miércoles y jueves nos la pasamos descubriendo Florencia. El viernes fue más bien expeditivo: desayuno, vuelta a embutir todo en la moto y nos fuimos a Padua, pero en lugar de tomar la autopista, tomamos la ruta 65, conocida como Strada della Futa (lo que mongo quiera decir). Esta ruta es un paraíso para las motos porque esta literalmente llena de curvas no demasiado cerradas, el asfalto es bueno, y no hay mucho tránsito porque está la autopista que corre prácticamente paralela a un par de km de distancia. El problema inesperado fue que, de tanta curva, la rubia se mareó.


Eventualmente llegamos a Bologna y las curvas se acabaron, así que de ahí a Padua tomé autopista. En Padua descubrimos una ciudad preciosa, llena de tranquilidad, lindos recuerdos del pasado y algunos detalles escondidos. Obviamente saqué fotos por todos lados, menos en la Basílica de San Antonio de Padua, por respeto. Si bien soy cristiano con chapa, reniego de las religiones, pero en este caso me pareció que correspondía aguantarse.
Curiosamente, de todas las fotos que saqué ese viernes, la que más me gusta es esta, muy trillada, pero en la que veo el camino tan difícil que tenemos Sabine y yo por delante y que queremos caminarlo juntos...



Epílogo
Los tanos me caen bien. Digo, no es tan difícil. Somos tan similares. En un par de restaurantes noté que había argentinos por ahí mezclados, algunos haciendo estupideces, la mayoría no... en fin, lo común en función de qué tan viajado estaba cada uno. Pero lo que fue claro es lo difícil que es diferenciar argentinos de italianos, incluso si se sientan en la mesa de al lado. Cada vez que voy a Italia siento que entiendo más a los argentinos, y siendo tan complicados para caracterizar como somos, ya es un logro.
Cuando estuve en Roma tuve una experiencia estúpida e innecesaria con la Guardia di Finanza, que al menos en lo que respecta a esa experiencia en particular, los podría catalogar como una mafia de imbéciles con pito chiquito. Pero me voy a guardar esa opinión para cuando la pueda fundamentar mejor, si es que se puede.
Así y todo, tan pronto crucé la frontera Austria-Alemania empezó la mierda. Los teutones son basura humana y fueron hechos con los restos de lo que nuestro creador consideró innecesario en nuestra carga genética. Me siento tentado a decir: me gustaría que los que creen que soy prejuicioso vengan y experimenten por sí mismos. Pero no, porque no odio a nadie como para desearle venir a vivir a este lugar. Sería cruel y me convertiría en una creatura despreciable como estas cosas.
Por otro lado me alegra saber que no estoy loco, simplemente con las pelotas la paciencia llena, y que realmente el día que pueda irme de este lugar me voy a encontrar con seres humanos con los que llevar una vida, plena. Cargada de problemas o no, pero vida.

lunes, 17 de agosto de 2009

la siesta

Cuando era chico no me gustaba irme a dormir la siesta. Me parecía raro irse a dormir si no era de noche, y un desperdicio si había sol, así que ponía cualquier excusa y enfrentaba cualquier sacrificio (hasta pasarle la franela a los muebles del comedor) con tal de que no me mandaran a dormir después del almuerzo. No es que se me ocurriera nada para hacer (la tele era el mismo bodrio hace 25-30 años que ahora); es que tenía la sensación de que el mundo seguí girando y yo me lo estaba perdiendo. En realidad, el mundo seguía girando, pero no me estaba perdiendo de mucho. Así, mientras franeleaba, fue como empecé a husmear en la biblioteca que dejó mi padre cuando se fue, y descubrí que los libros serían una gran compañía en mi día, y más adelante en la vida.
Hoy, viviendo en Alemania, me quiero ir a dormir. Estar inconciente, sin pensamientos, sin sensaciones, inoperante, no interactuante. Quiero replegarme en otra dimensión donde mi vida terrenal no exista. Quiero perderme lo que me está pasando. Porque la vida me la estoy perdiendo igual, el mundo sigue girando y yo estoy durmiendo (por no decir muerto), así que cuando estoy en la cama por lo menos la hago completa. Me gustaría que me duerman, hibernar hasta que este lugar haya sido devastado por su codicia mecánica. Despertar cuando no quede ni uno de estas criaturas y dedicarme a poner ladrillo sobre ladrillo y construir algo útil para alguien.
Lamentablemente, cuando empecé a escribir esta entrada hace unos minutos tenía otra idea: pensaba explicar por qué sigo acá. Pensaba decir que si me voy, si vuelvo a Argentina, sería como irme a dormir la siesta; que el mundo iba a seguir girando y yo iba a estar allá perdiéndomelo. Qué estúpido. Pensar que tener un sueldo y libertad de elección para gastarlo es vivir. Es cierto, tengo eso, pero poco más. Cuando era estudiante y tenía que caminar a la mañana al trabajo para a la tarde poder tomarme el expreso que me llevaba de la oficina a la facultad y no llegar tarde y perderme clases, pensaba que era un sacrificio. Ahora me podría ir y volver en taxi al trabajo todos los días, y me dan ganas de llorar de pensar que NADIE está interesado en hablar conmigo, excepto mi novia. Nadie. La cajera del supermercado quiere que no exista (ni yo ni nadie). El que maneja delante y detrás de mí quieren que me evapore (yo y el resto). Mis compañeros de trabajo no tienen idea de si voy o vengo (ni yo ni nadie).
Y todos, absolutamente todos, se sienten con el derecho de explicarme cómo vivir, desde respirar hasta usar los programas que necesito para correr las simulaciones en la computadora del trabajo. Que dicho sea de paso, por fin, después de 5 semanas, funciona, porque un aborto de la naturaleza (o sea, un alemán con ganas de ayudar porque sí) se ocupó del tema.
En fin, esto me pasa por irme una semana a Italia y convivir con seres humanos. Uno vuelve y se intoxica. Otra que la gripe nueva.

viernes, 7 de agosto de 2009

Paulo Coelho dijo:

"Cuando escribo un libro trato, sobre todo, de resolver algo conmigo mismo. Tengo la necesidad de comprenderme y he encontrado en la literatura la mejor manera de hacer eso."
¿Quién se identifica?

martes, 4 de agosto de 2009

me encanta el blog

Sí, ya sé, dije y perjuré no usar esa palabreja, pero me refiero al concepto. Me gusta esto del blog y todo lo que genera, positivo y negativo. Así que a falta de algo mejor, me remito al 20 de julio, día del amigo, como lo más semejante que tengo para describir a los que se toman la molestia de pasar por acá cada tanto y de escribirme algo, para agradecerles.

domingo, 2 de agosto de 2009

Sonia,

después de leer un par de veces lo que me escribiste me da la sensación de que entendés más la situación que yo. La gente (descripción antagonista: gente entendida como esa masa informe de terceros que opinan sin pensar, por la falsa satisfacción de sentirse sabios, no el promedio de los que me leen acá) siempre me pregunta "¿por qué no te vas?" como si fuera tan fácil tomar semejante decisión, con la cantidad de cosas que determinan el futuro de una persona, y como si en Argentina me esperara un paraíso familiar y de amistades donde todo pinta mejor.
En tu caso, Sonia, hablás desde la experiencia y sos conciente de que incluso desde esa posición ventajosa que tenés, o quizás precisamente debido a eso, el menú de opciones (en cuanto a recomendaciones) es limitado.
Sabine, es cierto, no da la talla. No es una crítica o una queja, es una realidad. Y como siempre trato de dejar en claro, ella no es la cura. Es meramente un factor externo que puede actuar como atenuante o agravante, pero es apenas un ingrediente a nivel condimento en una receta gigante. El amor que me dispensa a mansalva no se puede sobreestimar: por más amor que reciba, si tengo gripe y necesito antibióticos, no hay amor que cure. Que me va a reforzar el sistema inmunológico y demás, seguro. Pero de ahí a curar... nop, lamentablemente no.
El paso que me planteás, irme, es claro, de a poco lo voy aceptando. Hace 2 meses fui a mi última consulta con el médico y me dio licencia por 3 semanas con una recomendación, casi orden, de irme a mi CASA, con lo cual me fui a Argentina. Me hizo bien. De hecho, cuando me propuso esa salida estaba escéptico porque me pareció exagerado, débil, pero a los dos días de llegar a casa me dí cuenta de qué tan mal estaba, qué tan dañada tengo la existencia, el alma, lo que sea.
Hablándolo con Sabine, una amiga de una compañera del trabajo de ella hace 6 meses que está de licencia, con 3 intentos de suicidio. Hablándolo con el doctor me comentó que el 80% de sus "clientes" son profesionales exitosos, con auto descapotable, televisor de 50 pulgadas, etc., que han perdido la pista de porqué existen. Sin ir más lejos, esta mañana me desperté unos minutos antes de Sabine y me dediqué a mirarla y pensaba en qué haría si no la tuviera: o sea, hoy es domingo, y si ella no estuviera al lado mío, mi día simplemente no tendría ningún fin, ningún punto, objetivo, interés, trascendencia, nada. Nada de nada. No me refiero solamente a que extrañaría su amor, su compañía, su sonrisa en mi vida; no, me refiero a mi día, al tiempo entre que me levanto y me acuesto. ¿Qué hago? ¿Salir a dar una vuelta en la moto? ¿O en la bici? ¿o a caminar? Puedo leer un libro, leer un rato algo de internet, lavar la ropa. Pero esas cosas solamente llenaría mi día, no mi vida. Mi vida está vacía, no porque realmente lo esté, sino porque yo no puedo apreciar, sentir, lo que suceda en ella. Sé lo que me gusta y lo que no, pero no lo siento. No siento las caricias de Sabine, ni las del viento, ni me detengo, como siempre lo hacía, a oler mi entorno y aspirar hondo; ni disfruto lo que como, ni lo que hago. Y por supuesto no disfruto diseñar autos de lujo para una empresa que no hace NADA útil para los millones de personas que se mueren de hambre en este mundo.
En fin, creo que me repito a mí mismo. Lo que quería era agradecerte por lo que me dijiste. Ahora falta ver qué efecto tiene. No te puedo prometer nada. Pero no creas que bajo los brazos, al contrario.
Cariños,
Martín

Para evitar palos: por favor que no se interprete mi comentario de Sabine como una queja sobre ella. Acá el que está enfermo y despachurrado soy yo. Decir que ella no es la cura o no da la talla es válido solamente en este contexto. He dicho.

jueves, 30 de julio de 2009

y al tacho yo

Hay que reconocer que después de haber conocido (por lo menos virtualmente) a tanta buena gente, y ahora que me siento una pequeña parte de sus vidas, y a la inversa, me cuesta encontrar el ánimo para escribir ciertas cosas que son medio privadas. Uno podría preguntarse cómo es que las escribía antes, precisamente en internet. Pero es como ese anonimato que nos provee el estar en un concierto o en un subte lleno: hay tanta gente alrededor que uno se transforma en uno más y nadie repara en nosotros. O por lo menos no lo notamos. Ahora sé positivamente que alguien espera encontrar una entrada nueva acá cuando se asoma. De todos modos, acá voy con el intento.

Largar los medicamentos y enfrentar la depresión por mí mismo fue una decisión grande. No sé si la correcta, pero tiene muchas consecuencias. Las contraindicaciones por supuesto se fueron, y de los efectos secundarios ya me recuperé. Pero lo que las putas pastillas esas se supone que deben paliar, la depresión (que dicho sea de paso, no hicieron gran cosa), volvió. Y con ganas. No sé si es la falta de esos químicos, la vida en general (creo que no) o simplemente que estoy tan hasta el traste de cosas para hacer que a lo mejor no hay ñato que aguante en semejante situación y estoy forzando la máquina, y en mi condición delicada (me remito a mi entrada anterior, donde reconozco mi actual condición de blanducho) tiende a ponerme peor.
Sea lo que sea, estoy por el piso. Y lamentablemente estoy lejos de cualquier posible ayuda. Sabine no está a la altura. Para ser honesto, no creo que nadie esté a la altura, pero en este momento la tengo a ella al lado y es a ella a quien noto como insuficiente. Y no se siente bien que la pareja le sea a uno insuficiente. Por dentro me distancio y me duele, porque sé que es una persona increíble de buena, pero como me dijo una vieja amiga sueca (vieja de edad, porque está cerca de los 80) el amor es el 50% de la relación. El amor solo no alcanza, tiene que haber comprensión, coincidencia. Aprendí con mucho dolor que si A ama a B pero no lo puede exteriorizar, o si A no ama a B, para B es la misma porquería y va a sufrir. Sabine no sabe usar bien su amor. No es su culpa; nació en un país donde todo se parametriza y mide en cantidades, y nunca tuvo la necesidad o la demanda de demostraciones de amor, ni el ejemplo de cómo se hace.
A veces estoy tan abatido que quiero llorar, y esos son los momentos que anhelo, no los que temo. Me refiero a que, dado mi estado, sentir ganas de llorar, aunque sea de tristeza, es un avance. El problema ayer por ejemplo fue que estaba en eso cuando vino Sabine y me preguntó si estaba estresado. O sea, pinto la situación: estoy sentado, con un café entre las manos, hundiéndome en la silla, mirando para abajo, con los ojos húmedos, medio colorado, haciendo puchero. Ella viene, me mira a la cara y me pregunta si tuve mucho estrés en el trabajo...
Yo no sé si soy demasiado exigente (seguro que sí) o si le estoy pidiendo peras al olmo, o si hoy por hoy en esta condición no hay una pregunta correcta (también este seguro que sí), pero me enfureció semejante falta de tacto. Hubiera preferido que no dijera nada, aunque sea que demostrara que nota que algo está mal pero no sabe cómo ayudarme, o sabe que no puede ayudarme en esta condición.
Lo cual me lleva a la siguiente pregunta: ¿cuál es la condición? ¿qué es lo que cada día me aprieta el alma y no me deja... cómo decirlo... "respirar espiritualmente"? ¿qué es lo que me impide vivir? Porque desde el único punto de vista que estoy vivo es el clínico.
En fin, me despaché. No solucioné nada ni tiene sentido despotricar, pero a veces ponerlo en blanco sobre negro ayuda aunque sea a desahogarse.
Todos leemos de vez en cuando en la biografía de alguien, que esa persona tuvo una vida calificada de "tormentosa", en el sentido de que alguna vez cayó en las drogas, algún vicio, o simplemente tuvo alguna dolencia, física o mental. De movida me viene a la mente Edgard Alan Poe. Siempre me estremeció enterarme de esas cosas y me dio miedo la posibilidad de sufrir algo así.
No me creo talentoso ni merecedor de ningún título, pero sí creo que mis miedos de sufrir el destino de alguna de esas personas famosas son bastante justificados. Me doy lástima, porque a pesar de todos mis defectos creo que soy un bicho rescatable, un ser humano relativamente potable, y trato de disfrutar la vida de una forma bastante sana, sin lastimar ni perjudicar a nadie. Y de todos modos estoy bastante lastimado y perjudicado. No me creo una víctima, por lo menos no en un sentido especial. Soy conciente de que hay personas que de veras sufren algo, pero lamentablemente eso no cambia mi realidad. Sigo en el piso y no logro levantarme. Me duele abrir los ojos a la mañana y aceptar que tengo que levantarme y cumplir con determinadas tareas. Me duele no ser el ser que Sabine se merece. Me duele no ser lo que yo me merezco. Me duele cuando me acuerdo de mí cuando vivía, en oposición a ahora, que simplemente existo, duro, transcurro (siempre esa canción interpretada por Marilina Ross). Y a veces ni eso.

martes, 7 de julio de 2009

al tacho la pastilla

Nop, no la pastilla azul. Esa todavía no la necesito. La que mandé al tacho fue la de la depre. El tiempo que estuve en casa me sirvió mucho para poner las cosas en blanco sobre negro, los puntos sobre las íes, o como sea que le digan cuando a uno se le aclaran un poco las cosas.
Primero, que los antidepresivos son una bomba de efectos, algunos de los cuales pueden ser beneficiosos y se les pone el título que haga falta para tratar afecciones: depresión, impotencia, pérdida de peso, exceso de peso, insomnio, hipersomnia, pánico, indiferencia... En fin, lo que "maomeno" quede bien. Después nos preocupamos por los efectos secundarios o contraindicaciones. Por ahí hay suerte y no se manifiestan, por ahí se manifiestan esos y no los beneficios de la susodicha pastilla.
Así que decidí que prefiero ser yo deprimido que alguien manipulado. No fue fácil. Estuve más de una semana mareado hasta el punto de maniobrar peligrosamente entre el vómito y el desmayo. Girar la cabeza era una hazaña cercana y rascarme la nuca con el pie. Parado en el hielo.
Por fin, sin embargo, pude empezar a bajar de peso. De los 84 kilos que pesaba hace una año cuando empecé con estas pastillas de miércoles, pasé a 94 hace un mes. Ahora estoy en los 91 y bajando. Bue, este fin de semana comí como si fuera la última vez, pero ahora estoy otra vez en el buen camino.
Los sueños. Me cambió todo. Me la paso soñando. Las primeras noches sin la pastilla duraban un mes. Soñaba todo el tiempo, de todo.
La vista me mejoró. Estaba a punto de hacerme anteojos nuevos. Ahora mis corneas tienen la humectación que necesitan y mis nervios ópticos son capaces de acarrear la información hasta el cerebro. No estoy tan sensible a la luz. Pucha, no estoy sensible a la luz. Punto.
Y la lista sigue.
Sin embargo: el clima de porquería de Munich, estar acá, las dificultades que se me estan presentando en varios frentes, y algún otro temita que se me escapa; todo se junta para aumentar la carga en mi mente y eso tiene un efecto directo en la depresión. La voy peleando, pero a veces me tumba. El fin de semana por ejemplo.
Hacía rato que no me sentía tan abatido y sobrepasado por estos alemanes, el clima, la vida en general. Pero, si una novia es como una piedrita para tirarle a alguien, yo tengo a Sabine, el ICBM de las novias. La pobre...

lunes, 6 de julio de 2009

87,2 lt/100 km y la pregunta

La moto tiene un indicador de consumo instantáneo de combustible y otro de consumo promedio. En condiciones normales gasta entre 5 y 8 litros cada 100 km, pero el medidor instantáneo puede indicar entre 2,5 y 99,9 lt/100 km. Si gasto menos de 2,5 (por ejemplo con la caja en punto muerto y a más de 60 km/h) muestra 2,5 aunque en realidad sea menos, y si gasto más de 99,9 (acelerando en 2da con Novia atrás y equipaje) se clava en 99,9, aunque en realidad sea más.
Parece increíble, pero un motor de casi 1,4 litros y 156 caballos puede gastar 100 litros cada 100 kilómetros; siguiendo los pasos de E.A.Poe y a falta de algo mejor que hacer, se puede ver que equivale a 1 litro por kilómetro, o sea unos 17 cm³ por segundo. Básicamente, es la misma velocidad con la que se vacía una lata de gaseosa si la damos vuelta...
Resultado: de 0 a 100 km/h en poco más de 3 segundos. Para todo lo demás existe Mastercard =D

Por otro lado, como tuve un fin de semana de aquellos voy a copiar y pegar algo que escribí hace algunas semanas...

Dicen por ahí “más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”. En mi caso, “más conozco a los alemanes, más quiero al virus de la sífilis”. Pero bueno, son apreciaciones personales, porque tengo que reconocer que a veces entiendo a estos alemanes.
Una de las principales cosas que se les atribuye es la frialdad. No sé a qué se refiere la gente cuando dice eso, pero me late que esa misma gente tampoco lo sabe. Solamente repiten. Nada nuevo bajo el sol. Pero dedicando un poco de atención al tema es relativamente fácil descular por qué son así. ¿Por qué, por ejemplo, un alemán no mira a los ojos a su interlocutor en un negocio a la hora de cobrarle, alcanzarle lo que compra, pagar o atender en general? Porque lo que se encuentran cuando miran es desagradable. Porque la cosa que tienen en frente tiene cara de traste, de desprecio, de intolerante, de arrogante, de ignorante; no ignorante como falta de conocimiento, sino ignorante como ejercicio activo de hacer cualquier cosa, gesto, lo que sea, que implique admitir que el otro existe. Un asco.
Como mecanismo de defensa, entonces, uno deja de mirar para no encontrarse con eso tan desagradable. En algún momento uno no mira, sin importar lo que tiene delante. Y en algún momento uno se olvida de por qué no miraba. Para siempre. Y ya no mira, ni le interesa mirar, ni le hace falta. Y tampoco es mirado. Y ya nadie se mira, todos se ignoran, y se transforma en una espiral descendente que lleva a la Alemania de hoy.
A primera vista uno se deslumbra cuando llega a Alemania. Nada más bajar del avión, todo está limpito. En el aeropuerto no hay un papelito en el suelo, y al salir a la calle tampoco. Los autos son nuevos. El transporte público puntual. Las personas cruzan por la senda peatonal cuando el semáforo lo indica. Y si no hay semáforo los autos paran para dejar pasar al peatón. Qué bonito. ¡Qué lindo! ¡¡¡Qué desarrollo!!! Ajá...
Hay un chiste que dice que la parte más dolorosa de la operación para transformar a un hombre en mujer es cuando le extirpan el cerebro. En el caso que me ocupa, me pregunto si para postular para el pasaporte uno tiene que pasar por el quirófano para que le extirpen el corazón. O lo que quede de él, dependiendo de cuántos años uno lleva viviendo residiendo en este lugar.
Tantas veces me pregunto si hace falta volverse un robot psicópata para lograr una sociedad en la cual el plomero viene a la hora prometida, los servicios funcionan, la policía viene cuando se la llama. Por poner un par de ejemplos. Pero en el camino se han dejado cosas como la vecindad, el desinterés, la generosidad, la apertura de mente y corazón. Por poner otro par de ejemplos.
¿Hace falta ser un animalito impuntual, pobre, subdesarrollado (este término merece su propio tratado), "negrito" (otro tratado), para ser humano? ¿Hace falta deshumanizarse para ser respetuoso de las reglas y alcanzar un estado de derecho? A pesar, o mejor dicho, debido a lo que veo cada vez que me subo al péndulo (Iberia, Air France o quien sea) entre Alemania y Argentina no logro encontrar una respuesta satisfactoria a esa pregunta.
Cada persona, incluso sin saberlo, tiene preguntas en su mente sin contestar. Esa es una de las más importantes en mi lista.

viernes, 26 de junio de 2009

Ezeiza

23.05.2009, sábado
El jugo de naranja es mucho más rico. Y las medialunas, si hubiera con qué compararlas. Y la moza me tuteó y me preguntó si tenía calor. Y los olores, y el aire, y los sonidos, y las conversaciones, y las rarezas de la gente, y la luz, y las nubes, y los vidrios de las ventanas, y las máquinas de hacer café, y las cosas gastadas, y las cosas nuevas. Y los colores.
Y la gente.

[40 minutos más tarde]

Acabo de pagar un jugo de naranja y 2 medialunas dulces 25€. ¡¿Perdón?! Sí. Resulta que llamé a la moza para que me cobre y muy paciente me señaló el recibito que me había dejado sobre la mesa cuando me trajo la orden, donde decía 22,00. Como me pareció atenta y diligente le dí 25 y le dije que se guardara el vuelto. Llevo viajando 44 horas y en mi cansancio le dí €25, no $25. Ella se los guardó rápido y sin decir nada.
Cuando me iba me dí cuenta de que tenía los $150 (un billete de $100 y uno de $50) que había sacado del cajero automático del Banco Nación, así que caí en la cuenta de lo que había pasado. Fui al mostrador con el billete de $50 en la mano para arreglar el error. Ella estaba atrás, en la cocina, y me vió por la puerta de pasada y no salió más. Hasta que una compañera de ella la llamó y le dijo que un cliente (yo) la estaba esperando. Salió y le comenté que le había dado euros y no pesos, y sin decir palabra me dio el dinero, tomó los $50 y me dio $25 de vuelto. Pegó media vuelta y se fue.
Quisiera pensar que fue un error, un malentendido. Pero el sentido común, por más buena voluntad y changüí que le dé a la persona, me dice que no. Si efectivamente fue un error, debería poner más atención. Pero una camarera en Argentina, incluso en el aeropuerto, está acostumbrada a manejarse en pesos, y cualquier otra denominación le llamaría inmediatamente la atención. Una persona que vive en Alemania está acostumbrada a los euros, y si ve un número para pagar, sobre todo después del viaje que yo tuve, paga con lo primero que encuentra en la billetera que se parezca a lo que necesita.
Personas como esa moza deben morir de cáncer. Sin derecho a tratamiento. No son los 25$/€/guaraníes/dracmas lo que me irrita. Es la actitud. Me podría haber pasado en cualquier lado, pero me pasó en Argentina. MI Argentina. MI PAÍS que quiero y adoro y extraño y necesito ver mejor, porque todo mi mundo cotidiano se derrumbó más de lo que la vida me preparó para aguantar, y cuando voy a casa necesito sentir que todavía algo queda en pie. Además, sé que el 99% de los problemas de mi país se originan en la corrupción. Y la corrupción empieza por casa. Estaba pasmado.
Hace falta educación, entereza, dignidad (no de la estúpida dignidad que los “defensores” de los derechos de los trabajadores proclaman, sino de la verdadera dignidad del ser humano para consigo mismo), voluntad, sacrificio, visión, inteligencia, humildad, criterio, realismo. Soy conciente de que esto no abunda en muchos lugares del mundo, no me engaño; pero Argentina es mi país, y el resto, por ahora, me importa sólo en la medida que afecta a Argentina.
Hoy por segunda vez en mi vida estuve cerca de un asalto. La anterior fue en Buenos Aires hace unos 15 años caminando por la calle, que ví a un ladrón irse con una cartera. Hoy pasó lo mismo. No voy a perorar sobre la vergüenza y la impotencia porque sería retórico y además falso. Hay gente que necesita vivir las cosas para comprenderlas, pero esta por lo menos no cambia mi actitud hacia la situación social: ese ladrón no debe ser aceptado en nuestra sociedad. No hay que acostumbrarse, ni contemporizar, ni poner rejas en las ventanas de la casa. Hay que mejorar como conjunto y que esos seres caigan por su propio peso, o sea, que sea más fácil y aporte más beneficio hacer las cosas por derecha que por izquierda. Las leyes no hacen diferencia; la prueba está en que se debería encarcelar como mínimo a medio país por cosas que no cuestan casi nada mejorar. Y además no se puede encarcelar a medio país. Esas cosas incluyen no usar la vereda pública para poner materiales para una obra, haciendo que los que pasan tengan que bajar a la calle. No estacionar en las sendas peatonales. Pagar los impuestos (la mayoría de los evasores son deshonestos, ''vivos'', no pobres). Tirar la basura donde es apropiado. No usar sistemas de escape en los autos o motos, que puedan molestar con el ruido o contaminar, etc., etc., etc... O sea, cosas prácticamente gratis y que mejoran la calidad de vida. Todo se reduce a pensar, ser considerado con el prójimo, tener objetivos claros, reglas claras por parte del gobierno y una fuerza policial respetable que esté del lado del ciudadano. Vivir en un estado de derecho, que le dicen.
No nos podemos dar el lujo de perder tiempo debatiendo si el cambio empieza por la clase política dirigente o en las escuelas. Por la punta de la pirámide o por la base. La respuesta es obvia: empieza por uno. Yo. No mi hermano, vecino, amigo. Yo. Después hay que hablarlo con los que nos rodean. Inculcárselo a nuestros hijos. Ser ejemplo, que es la única forma de adquirir y conservar el derecho a queja. Exigirlo de nuestros amigos, familiares, empleados, pares, jefes. Demandarlo de nuestros funcionarios. Es su deber, no su elección ni un favor. No deberíamos sentirnos agradecidos de que sean así. No debería ser un lujo encontrar un político dedicado, incorruptible, capaz. Es lo normal, por más que no sea lo común. Distinción que aprendí de mi abuelo.
Y ahí reside una clave del asunto: la educación. Uno no puede ejercer sus derechos si no los conoce. Uno no puede respetar los derechos de los demás sin saber lo que significa que a uno no se los respeten. Hay que informarse y usar esa información. Es gratis y trae nada más que beneficios.

25.05.2009, lunes
Escribí un mensaje a Atención al Cliente de Aeropuertos Argentina 2000, detallándoles la situación que pasó con la moza de Il Legno II, el café donde desayuné cuando llegué a Ezeiza.

27.05.2009, miércoles
Atención al Cliente de AA2000 acusó recibo de mi mensaje.

31.05.2009, domingo
En una forma muy amable y eficiente, una empleada de Atención al Cliente de AA2000 me llamó por teléfono para pedirme más detalles del asunto y me dio una dirección electrónica a donde pude mandar la foto que le saqué a la moza que me atendió el día que llegué. Veremos.

10.06.2009, miércoles
Recibí otra carta electrónica de Atención al Cliente, específicamente de la Lic. Lorena Furlan, creo que la persona que me llamó por teléfono hace 10 días. El párrafo central dice:

(REF.: 3857923)
Visto la índole de lo manifestado, elevamos sus comentarios al mencionado prestador y con fecha 04/JUN nos hicieron llegar el descargo correspondiente, en el que indican: “...es muy común que los turistas dejen propinas importantes en moneda extranjera (...) la mesera guardó el dinero en la billetera que se usa para cobrar y rendir al final del turno, no en sus efectos personales (...) comunicó el suceso al encargado de turno, Sr. Mariano Desposito, como algo anormal que había pasado...
Hacemos notar que dimos conocimiento de lo acontecido a n/Dirección Comercial por ser tema de su competencia.
Lamentamos el perjuicio y molestias que le ocasionó dicha confusión y agradecemos el tiempo que debió dedicarnos para transmitirnos lo ocurrido, que fue prontamente aclarado.


O sea, nada. Quedó en la nada. Lo que pasó no fue una confusión. Y tampoco quedó aclarado. Aclarado quedará el día que llegue a Ezeiza y vea en el edificio principal el cuerpo de esa ladrona que opera como camarera clavado a una pared. Pero Ezeiza no tiene tantas paredes como harían falta.


Einstein dijo ''hacer las cosas una y otra vez de la misma manera y esperar diferentes resultados; ésa es la definición de demencia''.

PD: hace 14 días volví a Alemania así que pasé por Ezeiza, y fui a Il Legno con la esperanza de que estuviera esta moza. La idea era sentarme en una de sus mesas y al final pagar en euros, a ver qué pasaba. Pero no estaba.
La próxima.
O la siguiente...

martes, 19 de mayo de 2009

un lugar en el mundo

El otro día leí que un profesor rural de alguna provincia del centro-norte argentino dijo a sus alumnos: "Hacer patria es levantarse más temprano para ir a trabajar, o a estudiar. Tirar el boleto del colectivo en el tacho de basura o guardárselo en el bolsillo hasta encontrar uno." No es más complicado que eso, y los beneficios superan a las enumeraciones.

Al no estar en casa me formo una idea de la vida basado en los diarios que leo en internet o en lo que me cuentan por teléfono los que están allá:
- asesinan de tres balazos a un hombre que se resistió al robo de su auto,
- ataque antisemita de grupos de izquierda,
- con un pico de rating despiden a Lilita de "El Gran Cuñado",
- en otro acto de campaña, Kirchner pidió a los bancos que bajen las tasas,
- Cristina salió en defensa del uso de los fondos de la ANSeS.

Repasemos.
La del robo del auto ya es música de fondo, como la radio AM que uno pone a la mañana mientras desayuna y ojea el diario. Que hayan matado a su dueño apenas nos hace levantar una ceja y pestañear una vez más lento de lo normal.
Pobres imbéciles con deficiencias de autoestima e intelecto hay en todos lados, pero me cuesta pensar que con los líos que hay para solucionar antes de llegar a la esquina de la cuadra de la casa, alguien se tome el trabajo de ponerse a pensar en Israel. Sobre todo gente que probablemente sepan de historia tanto como yo de cambiar pañales.
Aparentemente el país está en plena forma, porque El Gran Cuñado llega a la tapa de los diarios.
Los bancos, como cualquier otra empresa, son entes de beneficio y desarrollo social cuyos accionistas se levantan cada mañana pensando "¿qué puedo hacer hoy por mi prójimo?". O algo así.
Sin calificar a la persona, que posiblemente tenga menos respeto que yo (o el periodista) por su investidura, hablar de nuestra presidente por su nombre de pila me parece una falta de respeto, y parece que se acepta como si tal cosa. Dicen que la institución no la hacen sus integrantes; pero las instituciones funcionan en la medida que aquellos lo hagan, y la opinión sobre cómo desarrollar su labor corresponde a los ciudadanos en general, aunque estos invistieran dicha responsabilidad en miembros con una particular formación que les permita emitir una opinión mejor fundamentada y más objetiva. Y aunque la integrante de más alto perfil y con mayor responsabilidad no haga honor a su investidura, no nos da derecho a nosotros a imitarla. Cristina Fernández de Kirchner es, con todas las salvedades que se me ocurran, mi presidente. Quiero vivir en un estado de derecho, donde las leyes estén al servicio efectivo de sus ciudadanos, y para eso debo empezar por mí mismo y las cuestiones más básicas.

Ahora comparemos.
Residiendo en Alemania, es muy raro que lea un diario. Por varias razones:
- en general me importa un pomo lo que les pase a estos... entes;
- las cosas que los lleva a quejarse son irrisorias, no solamente en términos comparativos con países con verdaderos problemas, sino también en términos objetivos;
- los diarios, al contrario de lo que uno podría pensar de "los alemanes", son tan tarados, llenos de caca, chauvinistas, superficiales, pendencieros y tendenciosos como en cualquier otro lado;
- en la mayoría de las ocasiones, la vida vista desde la óptica de esta sociedad no me cautiva particularmente, no solamente por su necesidad de parametrizar todo, sino también por la necesidad de hacerlo en último término en dinero. A veces también escriben cosas interesantes, pero lo hacen más como un ejercicio de retórica que como un dogma de vida.
¿Qué hago entonces? ¿Dónde me meto? Parece que mi vida consiste en decidir entre durar y transcurrir, ganar dinero y gastármelo en estupideces que no me hacen más feliz, o vivir (en el mejor y más amplio sentido) y sobrevivir (a que me maten por sacarme la cámara).
Por lo pronto voy a casa a ver si le doy un respiro o mejor dicho un aliento cálido a mi alma. Me quedo tres semanas, durante las cuales pienso no hacer nada, excepto familia, casa, playa... sí, aunque haga frío, porque también tiene su encanto.

jueves, 14 de mayo de 2009

cuando sentir se vuelve peligroso

Una de las bases que me propongo mantener en este diario es la diversidad. No quiero focalizarme en algo y devenir en un especialista en un tema y en un ignorante en todo el resto. Este es mi espacio, me sigue, me refleja, y por lo tanto me juego con cada cosa que escribo. Por eso evito darle demasiada atención a temas que en realidad son muy importantes, pero que no quiero que invadan este espacio hasta ahogarlo.
Pero hoy voy a volver sobre un tema (no, no los alemanes...) que despertó mucha reacción y me parece que algunas cosas quedaron sin decir, así que me remito simplemente a transcribir un extracto del libro "Cuando estuvimos muertos", de Joan Montane. Dice así:

Nuestro comportamiento, siempre atento a no exteriorizar sentimientos y necesidades que pudieran poner de relieve cualquier detalle de lo acontecido en el pasado, se fue desvirtuando hasta convertir la realidad interior en un escenario donde sólo tenía cabida una supervivencia emocional basada en no sentir. O sentir lo menos posible. El peligro de estos comportamientos está en la gran dificultad que entraña desprenderse de ellos cuando se intuye que su función ya no es útil. Nadie es tan preclaro como para darse cuenta de estar desarrollando una conducta autodestructiva anclada en una supervivencia que se originó en el pasado. Por si esto no fuera suficiente, la negación y el engaño se encargan de desbaratar cualquier posibilidad de cambio.

Cuando en la edad adulta se superan algunas barreras del pasado que nos impedían una visión más precisa de nuestra realidad, lo que suele ocurrir cuando tocamos fondo o ante una situación límite, puede darse el feliz acontecimiento de hallarnos ante un resquicio por donde penetrar y empezar a poner en orden nuestra vida. Sólo entonces vemos el largo y arduo camino que nos queda por recorrer. El enfrentamiento es inevitable. Se puede seguir encerrado a perpetuidad en una aséptica urna de supervivencia, pero más pronto que tarde la interrelación con el mundo provocará situaciones donde la confrontación exigirá argumentos. Entonces surge la impotencia para dar forma y sentido a lo que, en el fondo, sabemos que no lo tiene. Y eso es todo lo que sabemos.

Quienes entran en contacto con nosotros no tardan en intuir ciertas rarezas. Si el contacto es superficial, tal vez no se le dé importancia y logremos pasar desapercibidos (una de nuestras especialidades), pero si se trata, por ejemplo, de una relación de pareja, pronto se producirán colisiones emocionales que exigirán una actitud acorde con lo que se espera de la pareja. Es ahí donde nuestra ineficacia, casi siempre en forma de autodefensa, se pone de manifiesto. ¿Cómo explicarle a nuestra pareja que no entendemos lo que nos ocurre? ¿Cómo explicarle nada si ni siquiera sabemos qué es lo que no llegamos a entender?

Sacrificamos muchos aspectos del aprendizaje porque ya no nos fiábamos de nuestros sentimientos. No debíamos sentir. Dejamos de aprender, convirtiéndonos en muchos casos en seres miméticos. Nuestras acciones ya no nos proporcionaban los estímulos emocionales que nos permitieran catalogar las sensaciones que percibíamos en nuestro entorno. Lo bueno o malo, lo necesario o superfluo, lo útil o inútil. Todo ello empezó a ser asimilado por deducción o por comparación, pero ya no por sensación. Poco a poco fuimos desvinculándonos de los sentimientos reales. Nos protegimos hasta donde pudimos de todo lo malo que nos rodeaba, pero también lo bueno se vio afectado. Y lo necesario. Y lo útil. Hacíamos esto o aquello porque debía hacerse, porque lo hacían los demás, para no tener que pensar en lo correcto. Evitábamos pensar qué ocurría a nuestro alrededor; lo que ocurría con nosotros. Y los sentimientos, de esta forma, no se veían implicados. Entramos en una espiral de insensibilización, respecto a nosotros mismos, de la que ya no es fácil escapar por completo.

¿Cómo puede definirse lo bueno o correcto? La respuesta sólo puede ser una; mediante los mensajes que transmiten los sentimientos. Pero ¿qué ocurre cuando aprendes que no debes fiarte de esos sentimientos? ¿Qué ocurre cuando la única herramienta que se presume válida resulta no serlo?


Y acá estamos.

martes, 12 de mayo de 2009

despotricar por gusto

Como en algún momento dije, despotricar creativamente contra los alemanes me parece más aceptable que quejarse y listo. No soy un quejoso pasivo, de esos que levantan los brazos aspamentosamente y dos segundos después los bajan y siguen con lo que estaban. Cuando me quejo de algo, es porque ya estoy trabajando en la solución. Mi cerebro está consumiendo azúcar como nada para ver dónde encuentro el hueco, la oportunidad, la grieta, lo que sea que me ayude a hacer que las cosas resulten como las necesito.
Pero hay cosas que no se pueden cambiar, o por lo menos no en un marco de referencia, contexto, circunstancia. Como los alemanes, por ejemplo. Así que me quejo.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir por ejemplo, que los alemanes no se pudren cuando se mueren. Porque los gusanos tampoco los quieren. Que si tuviera que elegir entre un alemán y una rata me quedo con la rata; ocupan menos espacio. Que el muro de Berlín fue un buen intento, pero deberían haberlo hecho alrededor de todo el puto país. Y haberlo techado.
El día que pongan límite de velocidad en las autopistas, pueden volar todo el puto lugar a la mierda, poner una manguerita, llenar el agujero con agua y hacer un lago. El Lago Germania. Como en el compilado ese de Tato Bores, donde gente del futuro, con un código de barras tatuado en la frente se preguntaba si Argentina había sido real o un mito.
Air France tiene una oferta, aparentemente hasta el final de junio, para volar de Munich a casa por 562€, la mitad de lo que normalmente cuesta. Mi jefe, en agradecimiento por irme de su sector a otro, no me da vacaciones hasta julio. El pasaje para entonces cuesta 1233€. Ojalá disfrute sus vacaciones él también.


Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la razón.
Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla, no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.
Enséñame a querer a la gente como a mí mismo y a no juzgarme como a los demás. No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso.
Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es un signo de grandeza y que la venganza es una señal de bajeza.
Si me quitas el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso, si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme y si la gente me ofende, dame valor para perdonar.
Mahatma Gandhi

martes, 28 de abril de 2009

la nueva

Para hacer honor al título de este, mi modesto espacio, presento en sociedad a Moto, mi nueva esposa:


La señorita tiene 155 caballos deseosos de galopar, y pesa, con un servidor encima y tanque lleno, cerca de 400 kg. Velocidad máxima a determinar, pero por lo pronto puedo dar fe de que pasa de los 250 km/h. Mi ex, la BMW, sigue ahí rogando por un nuevo dueño y le sigo bajando el precio, pero parece que los alemanes no andan tan de motocompras este año. Merda.
Pero la novedad de esta semana es otra. Hoy a la mañana vine al trabajo y tenía un mensaje del jefe nuevo (me postulé para una posición en otro departamento de la empresa y me aceptaron) diciendo que el papelerío fue aprobado por quien sea que lo tenía que firmar y el puesto es ahora oficialmente mío. Así que tuve que avisarle a mi jefe actual de que en cuanto sea posible me voy a otro lado.
La verdad no fue una charla agradable. El tipo es macanudo, pero no es una cosa que sea agradable de comunicar y creo que se resintió un poco. Mañana es mi evaluación anual del desempeño y cuento con una calificación más bien pobre. No lo culpo. Los últimos meses no estuve lo que se dice motivado, y cuando se lo conté a mi jefe directo no me dio bola, así que en lugar de plantearlo más arriba simplemente decidí que era hora de mirar afuera del departamento y empezar con alguna otra cosa.
Así que si el tipo no pone demasiados peros, el 1ro de julio me mudo. Honestamente no estoy delirando de la alegría porque lo que hago ahora me gusta mucho, pero el puesto nuevo me ofrece más alternativas y eso es lo que busco. Veremos si la emboqué.

domingo, 19 de abril de 2009

el camino

El camino de la depresión es difícil. Con el tiempo que llevo en ese camino logré sacar algunas conclusiones. Muy pocas, porque es difícil diagnosticarse uno mismo; en lo general con cualquier problema de comportamiento, pero en particular con la depresión, porque afecta nuestra facultad de percibir la realidad en la forma en que los demás lo hacen. La depresión, ante todo, elimina las connotaciones emocionales de los eventos que suceden a nuestro alrededor. Lo que antes nos causaba alegría, tristeza, amargura, hambre, excitación, ilusión... en una palabra, emoción, ya no lo hace. No hace nada. Nada impulsa a actuar, ya sea en una dirección u otra. ESO es lo más difícil de combatir. La depresión se asocia muchas veces con tristeza pero no es así. De hecho, la tristeza sería hoy por hoy un lujo para mí. Ni siquiera eso me queda.


¿Cómo llegué hasta acá? Me lo pregunto muchas veces. Desde un punto de vista pragmático, para solucionarlo, y hasta desde un punto de vista científico, de puro fascinado que estoy con este asunto, si no fuera porque me anula como ser humano. Duro y transcurro, pero no vivo.
Cuando un ser cercano a uno muere, es lógico sentirse triste. Uno no tiene ganas de reírse o de festejar, y las cosas tristes lo hacen sentir peor. Si la situación continúa, si pasan más cosas malas, que son como una mano pesada en el hombro de uno que evita que nos volvamos a poner de pie, en algún momento esa mano toma control y nos invade. En ese punto, como todo lo que sentimos es malo o feo, por pura autoprotección empezamos a cerrarnos, a dejar de sentir. Es un proceso natural y efectivo, por lo menos en el corto plazo. Si no tuviéramos este mecanismo no podríamos sobrevivir, y vivir es un instinto mucho más fuerte que el preocuparse por la calidad de vida que se lleva.
El problema radica en que si nos cerramos demasiado y durante demasiado tiempo, en algún momento perdemos la capacidad de sentir. Lo que nos amenazaba no está más, pero perdemos la práctica y la sensibilidad que nos permite volver a sentir lo que nos pasa. La línea que nos comunica con nuestro corazón se deteriora y atrofia, se daña hasta el punto de que es dificilísimo re-establecerla.
Cada uno de nosotros es diferente, y cada uno tiene un límite diferente de lo que puede soportar antes de entrar en este camino, y las posibilidades de volver a la vida son también diferentes.
Me extraño. Extraño al Martín que se podía cagar en los problemas y verlos como oportunidades de aprender. Extraño sentirme no frustrado, que lo que hago tiene un motivo y un sentido, que levantarme a la mañana sirve para algo más que para aumentar la entropía del universo.
No, definitivamente no puedo presumir de honrar la vida.