viernes, 28 de enero de 2011

2012 un poroto

El fin del mundo ya llegó, y no hizo falta ni meteorito, ni agua, ni peste. Ni siquiera la tercera presidencia de Menem.
Mi botín se está acabando y no hay reemplazo. Primero las Rumba, después las Melba, le siguieron las Tentaciones de chocolate (RIP) y en casa me espera el último Havannet de chocolate blanco. Después de eso, algunas Gemelitas y unas 9 de Oro agridulces. Y después de eso, vuelta a las salchichas con chucrut...


Mientras tanto, y para placer de todos los enfermos que adhieren al mito de que agua mugrienta congelada en cristales hexagonales y repartida por todos lados representa algún tipo de placer, la máxima en estos lares para el fin de semana apunta a -3°C.
Sí, la máxima.

[2 horas más tarde]
Quisiera agregar a mi lista de bajas a mi último alfajor de dulce de leche Havanna.
"Te extrañaremos".

viernes, 21 de enero de 2011

life's good

Gracias a Mr. Goat por el premio...

1. If you blog anonymously, are you happy with this? If you aren’t anonymous, do you wish you started out anonymously so that you could be anonymous now?
I'd say I'm halfway anonymous; on one hand, nobody that I know in real life knows of even the existence of this blog, but on the other hand I met great people through the blogosphere. All in all, I suppose that sometimes I enjoy my anonymity that allows me to say what I want, and sometimes I enjoy the wisdom of those who have been reading me for a while.

2. Describe an incident that describes your stubborn side.
Whenever I go home, I insist on expecting some etiquette when doing business there, just like I get in Germany, and just as I exercise myself. People there seem to be baffled when I show up at the promised hour without delays, or when I do what I said I'd do, in time and form. I simply adore the laid-back way of life at home, but the working habits are just irritating and I struggle to accept them.

3. What do you see when you really look at yourself in the mirror?
Depends on the mirror. In Germany, I see somebody who should not be there. In Argentina, I see somebody who should be there. But "should" and "can" are not always hand in hand, are they?

4. What is your favourite summer cold drink?
Whatever helps me dilute the adrenaline after a good couple of hours trashing the tires on the motorcycle in the Alps.

5. When you take time for yourself, what do you do?
Riding the motorcycle or reading.

6. Is there something that you still want to accomplish in your life?
Learn French. Travel to more places and discover more cultures. Have children.

7. When you attended school, were you the class clown, the class overachiever, the shy person or always ditching?
Too complex to put under one category. Math and stuff was always my thing (my "overachieving" side), everything else I just did what I had to so I wouldn't ditch it.

8. If you close your eyes and want to visualize a very poignant moment in your life, what do you see?
Pass.

9. Is it easy for you to share your true self in your blog, or are you more comfortable writing posts about other people and events?
I prefer the self deprecating approach. But sometimes I do write about other people.

10. If you had the choice to sit down and read a book or talk on the phone, which would you do and why?
This depends on the circumstances. As Mr. Goat said: "Sometimes I just want a private, quiet time and the book wins. Other times I prefer to chat. Face to face, possibly over a meal or a drink, is better than the phone".

miércoles, 19 de enero de 2011

por un milímetro

Una de las cosas que más me gustan de estar en Alemania es la combinación de dos ingredientes:
  • no hay límites de velocidad en una buena parte de sus autopistas,

  • por mi trabajo, tengo acceso a maquinaria capaz de aprovechar el punto anterior.
En particular, este fin de semana que pasó me condimentó la vida un BMW Serie 7 nuevito. Si bien tenía el motor más pedorro de la gama (un diésel de 6 cilindros, 3 litros y 245 caballos) es un auto que en Alemania, pelado, cuesta €80.000. Pero cargado como estaba andaba cerca de los €110.000. Por cuestiones impositivas y de mercado, en Argentina cuesta un 25% más. O sea, cuesta más que la provincia de Jujuy...
En lo que fue 2010 habré manejado una veintena de autos distintos, desde un BMW Serie 1 descapotable, biturbo y 306 caballos, pasando por un Serie 5 GT con un V8 también biturbo de más de 400 caballos, e incluso un Mercedes Clase S de vaya a saber uno la potencia. Con motos, otro tanto. Repasando me viene a la cabeza una BMW K1300S de casi 180 caballos con la que estuve muy cerca de convertirme en donante de órganos, y eso si hubieran sido muy delicados con la espátula. Mea culpa.
A pesar de toda la ferretería con la que pude jugar, salvo por el descapotable, que reveló una forma nueva de mirar al mundo, el resto de los autos me parecieron pesados, excesivos, irrelevantes. Podría caer en el argumento de que gastarse tanta plata en un auto es casi inmoral cuando hay tanta gente muriéndose de hambre, pero lo cierto es que hace mucho que entendí que el ser rico no es un pecado. De hecho, los ricos y sus lujos dan empleo a mucha gente y mueven el dinero, por la razón que sea, que directa o indirectamente genera impuestos y beneficios para todos. Claro, parto de la suposición de que lo hacen por derecha, lo cual... en fin. Ese es otro tema.
Pero volviendo a mi fin de semana, este serie 7 la verdad que me impresionó. Como dije, probé un clase S, que es el equivalente de Mercedes, y me pareció muy "yanqui", muy cómodo pero no muy... ¿cómo decirlo?... auto. Un carruaje moderno, tirado por caballos blancos. Unos 400, metidos entre el tablero y el paragolpes delantero. En cambio el BMW me impresionó por lo "auto" que es, en el sentido de que la dirección no está desconectada de las ruedas como en el Mercedes. La suspensión es más firme, es cierto, pero lo poco que pierde en comodidad está más que compensado por lo mucho que gana en agilidad. Y en un auto de 2 toneladas, se agradece. Además, decir que ese auto perdió un poco en comodidad es como insinuar que era incómodo. Nada más lejos de la realidad. Parecía que ni tocaba el pavimento de lo que bien que iba, y hacía todo con una displicencia, una autosuficiencia y una eficacia pasmosas.
Algo que puede parecer una desventaja es el motor, pero eso engaña. Si bien, como dije, es el más debilucho del catálogo, hay que reconocer que tiene mucho empuje y la caja es espectacular, y maneja muy bien la elección y tiempos de hacer los cambios. Hasta unos 170 km/h la aceleración es más que suficiente, y recién a partir de los 200 se hace evidente que no estamos en un misil de cuatro ruedas. Ni falta que hace, porque en el único lugar del mundo donde se puede andar a más de 130 km/h legalmente es en Alemania o la isla de Man, así que para la gran mayoría este motor es más que suficiente.
En fin, el lunes a la mañana cuando lo devolví, tanto Novia como yo coincidimos en que si estuviéramos en posición de comprarlo, lo haríamos. Y eso no nos pasó con ningún otro auto por más lujo que tuviera. Para nuestras posibilidades, el auto que más nos gustó hasta ahora parece ser un Renault Clio de unos modestos 75 caballos que alquilamos el año pasado en Toulouse. Chiquito, con control de velocidad, reproductor de CD y aire acondicionado, y encima gastaba poco. Perfecto para nuestras necesidades.
Lo más milagroso de todo esto es que a pesar de haber estado muy cerca, nunca tuve un incidente con ningún vehículo. No choqué, no volqué, no me lo robaron. Hasta el domingo pasado... domingo, negro domingo. Fuimos con Novia a Stuttgart, y en lugar de tomar la A8 de vuelta a Munich decidí hacer un desvío a la isla de Lindau, para sentarnos en un café a orillas del lago Constanza y tener una tarde romántica. Y ahí aconteció la tragedia. Después de todo, maniobrar un transatlántico de dos toneladas para estacionar en semejante huequito no es para flojos de temple, ni para estúpidos como yo que calcularon que el auto era un bendito milímetro más corto de lo que en realidad era. Resultado:




Mejor me limito a andar en bicicleta. Algo más sofisticado que eso es tirarle margaritas a los chanchos...

viernes, 7 de enero de 2011

no, gracias

Mientras tanto, todo cambia. El sentimiento de la falta de sentido en mi vida es agobiante, opresivo. Casualmente, en la cuadra de mi casa se tiraron abajo unos 4 chalets y en su lugar se construyen otros tantos edificios. De esta forma el paisaje cambia, los sonidos, la luz que llega a mi ventana. Como una metáfora de mi vida, que también cambia. Cosas en las que creía y que daba por constantes resulta que se derrumban. Otras, que no conocía, aparecen en su lugar. Siento que el piso desaparece debajo de mis pies. No sé en qué dirección ir, ni basado en qué criterio. No me animo a tomar decisiones por miedo a condenarme, a arruinar mi futuro, y no hago más que arruinar mi presente. Y el mundo no deja de girar para esperarme a que me sienta mejor. Siento una responsabilidad enorme hacia Sabine y no quiero lastimarla ni seguir robándole el tiempo. En este viaje me sentí bien por primera vez en mucho tiempo, pero como alguien me avisó, siento que creció la distancia entre ella y yo. A veces siento que podría seguir sin ella, que debería separarme y empezar una etapa nueva, sin las ataduras que implica esta pareja, sin los desentendidos, los silencios, las peleas, las frustraciones. Sin la mayor frustración de todas que es no poder avanzar por falta de interés, ánimo o seguridad. Porque me falta la chispa, las mariposas en el estómago, la ilusión. Y la falta de capacidad para determinar si es la depresión o la relación. A medida que pasan los meses me invade más y más el presentimiento de que en realidad esta relación frustrante es una causa importante de la depresión, y no me hace nada de gracia. La realidad es chocante: siempre me sentí mal en Alemania, siempre noté que es un centro de reciclado en el cual las almas buenas se arruinan y las malas simplemente se disfrazan de humanos y salen por ahí armados de su Ausweis. Pero hasta que empecé a salir con Sabine que no me sentí tan devastadoramente mal. No es que ella sea mala persona, al contrario, es una maravilla y esa es la razón principal por la que estoy con ella; es que simplemente no “caí” en la relación, no me siento inevitablemente atraído hacia ella. No me llena. Pero para ser honesto, nada lo hace, y ahí es donde entra la duda de cuál es el carro y cuál es el caballo. Sería fantástico pasar por alguna experiencia, encontrar una píldora, sufrir un golpe en la cabeza del que despierte y diga “ah, me siento bien, y Sabine es lo que siempre busqué” o “me siento bien, pero Sabine no es lo que necesito”. Pero no funciona así y creo que la relación así como está no hace más que empeorar mi estado. Quiero llevar una vida plena, satisfactoria, y no está pasando. Alemania es un lugar donde es muy difícil apreciar lo importante de la vida: la familia, los verdaderos amigos, una buena conversación, el tiempo en paz, la buena comida (esa que se hace con amor, con buenos ingredientes y con intuición; no con recetas al pie de la letra, balanzas de un gramo de exactitud y un cronómetro). Son cosas que no se ven por debajo del bienestar económico, la comodidad, el hacinamiento, las reglas, la tecnología y hasta el clima. Y si uno no aprecia algo, no lo busca, no lo cultiva. Y si uno lo aprecia, es el lugar equivocado donde buscarlo. Trae frustración, tristeza, problemas. Y la vida pasa y la vergüenza y la impotencia de no poder hacerlo mejor crecen y crecen.
Hoy, como todas las mañanas, me despertó el sonido de los martillazos en el edificio que están construyendo enfrente. A la noche, cuando me voy a dormir, tengo que usar tapones porque hay un sereno que recorre la calle y cada hora toca la armónica para avisar de su ronda. El tránsito es pesado y mi habitación está en un piso bajo y a la calle, y mi ventana no aísla nada. La cuadra está llena de árboles y desde la primera luz hay un benteveo que canta como desaforado bicho psicópata. En una de las obras montaron una alarma de bombardeo que suena cada vez que un ratón se tira un pedo. Y me siento vivo. Me encanta. Me despierto con una sonrisa. Cuando mi cerebro entiende dónde estoy me regodeo y me vuelvo a dormir casi arrullado por todo ese despelote. Y cuando llevo a mi sobrino a la plaza veo los juegos gastados, el tobogán despintado, el subibaja que hace ruido, la calesita que se balancea sobre su eje. Están gastados de usarlos, de chicos jugando en ellos.


En donde vivo en Múnich está todo perfecto, los juegos en perfecto estado, perfectamente limpios y mantenidos. Y nadie los usa. No hay tampoco plazas. Sí, hay parques, porque es una ciudad mediterránea y no tienen una costa que les corte la respiración como tiene Mar del Plata. Pero eso es como salir a andar en mula a falta de una Ferrari. Sí, hay un río en donde se juntan (organizado con mucha anticipación, por supuesto) a asar algo, y se miran con asco, con ese desdén que solamente puede surgir del rechazo, del deseo predominante de que el otro no exista y así se libere ese metro cuadrado.
En los 8 años que hace que resido en ese agujero me encontré con infinidad de inmigrantes de todos los colores. Estoy hablando literalmente de miles de personas. En dos ocasiones me dijeron que les gustaba. Una explicó que veía lo que el resto de los inmigrantes veían, pero simplemente se iba del país siempre que podía, y así conjugaba las ventajas del lugar sin sufrir tanto sus desventajas. La otra, una pobre exiliada que la debe haber tenido tan dura en su lugar de origen y debe ser tan espantoso en ese lugar, que prefirió cerrar los ojos y jugar con las cartas que le tocaron. Una, realista y pragmática. La otra, patética. Pero no tan patética como yo, que no me animo a irme.

martes, 4 de enero de 2011

educar o castigar

El martes fui al teatro a ver por primera vez en mi vida a Pinti, un cómico argentino. Lo que dijo fue muy interesante y acertado, aunque el tipo sea una cloaca hablando y no pueda decir menos de tres malas palabras por cada dos que pronuncia. No puedo juzgar si es por la edad (71) que se volvió peor o si siempre fue así. Mi mamá dice que últimamente se puso peor. Habrá que creerle. Al principio resultaba gracioso, pero a lo último ya era un poco pesado.
En los últimos días, entonces, voy por la calle y miro a mi alrededor y pienso en algunas de las cosas que dijo, y no puedo evitar coincidir, a pesar de sus contradicciones (por ejemplo, cuando criticó a los adolescentes por no leer y por lo tanto no saben hablar, y en toda ocasión él mismo decía cosas como “hace x años atrás” o “presidenta”). Estamos, claramente, frente a un tipo muy culto pero que no ha podido mantenerse al margen de las gansadas de moda.
En eso estaba hace un rato cuando escuché un impacto fuerte por la ventana y salí al balcón a mirar. Una motito había chocado contra un auto. El auto venía de la izquierda y la moto de la derecha, y la moto impactó al auto en el medio de la puerta del acompañante. Lamentablemente salí a ver lo que pasaba cuando el conductor del auto ya se había bajado, así que no pude ver si llevaba el cinturón de seguridad puesto, pero sí que la moto no tenía la chapa patente ni los espejos, que el silenciador no era original y que ni conductor ni acompañante llevaban casco. Por suerte (y no me refiero a que me alegro, sino a que fue nada más que por suerte) nadie tuvo heridas de gravedad.
En no más de 2 minutos llegó la policía; tomaron datos de todo el mundo e hicieron algún papeleo. Estuvieron en total unos 10 minutos, en los cuales habrán pasado unos 60 autos y unas 20 motitos. De los autos, como máximo la mitad de los que viajaban tenían el cinturón de seguridad puesto a había también algún faro roto. Sin mencionar que más de uno iba hablando por el celular mientras manejaba. De las motos, como máximo un tercio de los que viajaban llevaba casco. Un tercio, como máximo, tenía espejos. Un tercio no tenía chapa patente. En un par de motos viajaban 3 personas (las he visto con 4 y hasta con 5). Un par de motos eran no aptas para circular (motos de motocross de competición pura, que no llevan luces reglamentarias ni soporte de patente ni espejos, y por lo tanto no son matriculables y es ilegal usarlas en la vía pública). Todo esto a centímetros de los cuatro policías que ni se mosquearon.
Podría decir que en la otra punta del espectro están los alemanes, o los suizos, o los suecos, pero eso sería una idiotez porque implicaría que los argentinos están en la punta opuesta, la de la estupidez, y afortunadamente no es así. Que podemos estar mejor: seguro. Pero también podríamos estar mucho, mucho peor. Pero volviendo a los alemasuizuecos, a pesar de que se comportan mucho mejor (viven en un estado de derecho, en oposición a un estado de capricho) hay que diferenciar. Los suecos no obedecen la ley por miedo al castigo: lo hacen por educados. Los alemanes al revés: temen al gran hermano, al castigo, a la culpa, al error, y son unos enfermos de las reglas por las reglas mismas. Los suizos son una mezcla desafortunada de los dos anteriores, llegando a estupideces monumentales que no quiero perder un segundo de mi vida en comentarlas. El resultado a simple vista es casi el mismo, pero la forma en que se vive en cada lugar es muy diferente. Estuve 3 meses viviendo en Suiza y fue el único período de mi vida en que extrañé a mis queridos, simpáticos y bonachones alemanes. Me lo habían advertido, pero no quise pude creerlo. Tuve que verlo por mí mismo.
Al margen de todo esto, es claro que me encantaría disfrutar de las ventajas de vivir en una sociedad ordenada, donde el respeto a la ley sea la norma y no la excepción. Esas ventajas son tan obvias que sería condescendiente enumerarlas, así que me abstengo. Pero una mente podrida como la mía podría muy válidamente plantearse la pregunta: ¿cuáles son las desventajas? Bueno, depende del sistema que se ponga en práctica, del esfuerzo a dar, del paradigma que se aplique para conseguir ese tan loado orden. Veamos.
Aplicar la Ley implica controlar, o sea, crear y poner en práctica un mecanismo por el cual se verifica que la letra se cumpla y las medidas pertinentes (castigos, multas, etc.) también. Esto demanda muchísimo esfuerzo y estrés. La primera línea de este mecanismo de control está formada por la policía y los inspectores, gente que tiene la facultad de meter su nariz en los asuntos de los demás para verificar su comportamiento. En el caso de la policía, ahí queda, porque dependen de una denuncia o de agarrar a alguien in fraganti, pero en el caso de los inspectores también es su deber indagar sin que nadie los llame. Un policía cumple muchas otras funciones, mientras que un inspector no hace otra cosa. Este aspecto de la aplicación de la Ley en vistas de vivir en un Estado de Derecho se ve afectado negativamente por la inacción, la corrupción, la falta de medios o de capacitación, el desinterés, etc.
Una segunda línea de acción a la hora de lograr ese orden es el que nos involucra a todos más directamente, y que se da cuando alguien, en nuestra cara, comete un acto de capricho que afecta a los demás y ejercemos una especie de poder de policía ciudadana. Un ejemplo: una persona va caminando delante de nosotros con un perro, y éste defeca. Su dueño no se lleva las heces del perro sino que sigue caminando. Una posibilidad sería no hacer nada, y otra (no es una lista exhaustiva) sería pedirle a esa persona que se haga cargo de las heces de su animal. En este punto hay un análisis que se puede hacer de todas las excusas que podríamos escuchar de esa persona, o las contestaciones, o lo que sea. Voy a desistir de esto porque sería nada más que una distracción, sobre todo porque es difícil no encender los ánimos. Lo que me importa esta vez es analisar si la protesta, la reclamación de que esa persona se haga cargo de su obligación, es o no nuestra obligación. O si simplemente y para evitar una situación desagradable, desistimos y nos conformamos y sacudimos la cabeza mientras por lo bajo decimos alguna oración que empieza “la gente...”.
Acá es donde me es útil pensar en qué pasaría en Alemania, en Suiza y en Suecia. Por empezar, en Alemania los dueños de perros tienen metido en la cabeza lo que cuesta la multa por dejar el recuerdo del perro donde haya caído, y saben que alguna cámara, policía o inspector puede estar por ahí y arruinarle el día y rasguñarle el bolsillo. En definitiva, tiene miedo a que lo agarre el gran hermano y lo acuse. No quiere cometer un error y que lo vean. ¿El prójimo? No... esa no es una palabra que forme parte del vocabulario del día a día en Alemania. Las cosas se hacen porque hay una ley que lo dice, y si te ordenan que mates a alguien que tiene nariz rara, se hace... ¿Y en Suiza? Ahí influye un poco más la educación, pero se solapa con el hecho de que cada persona en la calle, cada vecino, cada colega del trabajo es un Poirot con lupa mirando lo que hacen los demás buscando máculas o cosas fuera de lugar para denunciarlas. En Suiza, si uno saca la basura 20 minutos antes de la hora señalada tiene que vender un riñón para pagar la multa por la denuncia del vecino de enfrente. En donde los alemanes sacarían un castigo de la galera, los suizos cobran multa. Te arrestan por ser morocho pero si tenés 40 millones para depositar sos más que bienvenido. Muy espirituales. ¿Y en Suecia? Ahí también hay policía, inspectores y mecanismos de control y multas y denuncias, pero lo que prima es el respeto al prójimo, producto de la educación en una cultura que prioriza la convivencia y los beneficios de poder confiar en los demás. No es el paraíso, pero si tengo que elegir, me quedo con esta última. Si no fuera por el clima...
En fin, lo único que quería decir era que las amenazas y respirarle en la nuca a alguien para que haga las cosas bien es impráctico, estresante, agotador y, si bien consigue orden, el precio es alto en cantidad y en calidad, tanto para el controlado como para el que controla. Mejor educar, explicar los por qué, y aplicar otras dos cositas que en estas latitudes no abundan: coherencia y constancia.
¿Se podrá?

PD: mi mamá ayer me dijo que ella admira el triple a alguien en Argentina que no deja el sorete del perro en la vereda, porque lo cumple porque quiere, por respeto, por decencia; no por que lo obliguen. No lo había pensado. Me gustó.