jueves, 19 de mayo de 2011

entre pedófilo y terrorista

En esta era en la que todos somos sospechosos, donde para tomarse un avión uno es presumido culpable de terrorismo, estafa, contrabando e inmigración ilegal, todo en un espacio de 5 minutos, la Fotografía como arte, afición, disciplina y deporte, se está transformando en un pecado mayúsculo.
Una vez, caminando en una peatonal de una ciudad al norte de Alemania, vi a un tipo de unos 70 años haciendo guardia en la puerta de un negocio de zapatos para mujeres, mirando hacia dentro. En un segundo se puso en cuclillas, sacó una cámara, hizo una foto, se la guardó en el bolsillo interno del abrigo y se fue. Cuando la perspectiva me lo permitió, vi que el sujeto de la foto era una mujer joven con una pollera corta, sentada y probándose zapatos. Lo que hizo ese individuo me dio asco por dos motivos: 1) lo lascivo de la actitud y 2) que si lo que le interesa es ver ropa interior hay otras maneras que no sean darle un mal nombre a una disciplina artística que, casualmente, adoro. Idiotas de esta calaña son los que combinan perfectamente con los de la otra calaña: los que piensan que el mundo gira a su alrededor y todos queremos una parte de él, y por eso son fotografiados (según ellos, y únicamente ellos). Estoy hablando de esos imbéciles que no aceptan que están en público, en un lugar público, y sus patéticas vidas vacías no tienen por qué ser llenadas con debates y acosos a personas que solamente practican una afición sin molestar a nadie. No, no sos interesante; lo único que me interesa son los pobres fotones que tuvieron la mala suerte de rebotar en tu insignificante anatomía. Necesitás tratamiento y supervisión para salir a barrer la vereda, y deberías estar cociendo canastas de mimbre en una habitación blanca de paredes acolchadas. Y tenés que entender que cuando te saco una foto con una cámara digital no estoy robando tu alma. Cualquier idiota sabe que eso solamente pasa con cámaras analógicas...
Casualmente, estos entes tienen la costumbre de patalear en magnitud directamente proporcional a su insignificancia en la jerarquía en la que se encuentran.
Diariamente somos filmados, fotografiados y rastreados sin asco. Cuando entramos a un banco, usamos un cajero automático, vamos al supermercado, cargamos combustible, pasamos por un edificio público o en un centro de compras. Y no se trata de esas camaritas pedorras de 160x240 puntos de resolución y en blanco y negro de los ’80 a 2 cuadros por segundo. Son cámaras de muy alta resolución que pueden diagnosticarte un melanoma al costado de la nariz desde el momento en que dejás tu auto en el estacionamiento a 300 metros de la puerta de entrada al bendito supermercado. Nuestros números de cuenta, nuestra dirección postal y electrónica, nuestros hábitos, preferencias, hasta nuestra gramática... todo es supervisado en esta era de la psicosis y las fobias. Las amenazas que nos acechan justifican cualquier limitación a las libertades individuales. Cerrarle la puerta en la cara a alguien porque no lo conozco y no quiero que entre a mi edificio es lo peor que me han inculcado los robos de esta era. Me avergüenzo. Pero no encuentro alternativa. El miedo nos penetró.
El sentido común y la decencia son paradigmas fallidos. Hay que aceptarlo y no pretender llevarse la vida por delante o educar a nuestros hijos con ningún tipo de principios anticuados y sobre todo inútiles. Agarrar lo que esté al alcance de la mano, aunque no me pertenezca. Aprovecharme de los que me rodean. Priorizar a las personas por su utilidad y no por su valor como seres humanos. No aceptar opiniones en contrario. No ponerme en el lugar del otro (mucho, demasiado esfuerzo). No valorar lo que no es medible. Aprovechar que algo es legal (o que no es ilegal) para justificar lo indecente, deshonesto o injusto.
La mayoría de estos imbéciles que saltan y asaltan por haber sido fotografiados no son simplemente personas psicóticamente preocupadas por su "seguridad", sino que interna y pervertidamente se alegran de la oportunidad de poder coercer a alguien de acuerdo a su visión particular del mundo. Me dan asco y si no fuera caer precisamente en lo mismo que estoy criticando, por mí que los usen para hacer harina.
He dicho.
11 horas y 36 minutos...

martes, 3 de mayo de 2011

pip... pip... pum

Me fui a Italia con Novia y una pareja amiga en Pascua. Hace cosa de un año conocí hace a uno en la empresa que tiene a su cargo algunos autos lindos con partes en desarrollo que necesitan ser usadas, así que cuando le dije que iba a hacer 2000 km en un fin de semana me dio un BMW 740xd. Novia y compañía encantados, mientras que a un servidor le salía el hilito de baba y, si me miraban con atención y de cerca, un poco de espuma.
El fin de semana transcurrió sin novedad, si no fuera porque una vez más el podrido sensor de estacionamiento me jugó otra de las suyas. Me explico...


Como demuestra la foto de arriba, un servidor puede estacionar. Un servidor no es inútil en este aspecto, dado que trabajó un verano entero en el aquél entonces único hotel 5 estrellas de Mar del Plata llevando valijas y estacionando autos caros, y nunca ni siquiera tocó un auto, mucho menos rayarlo o abollarlo.
La cosa que en el viaje de vuelta, habiendo parado en la Autogrill de la A1 cerca de Boloña para comprar salame, estacioné el auto de cola contra (literalmente) un poste que sostenía una sombra. El bendito sensor dijo "pip". Un segundo después se dignó a estirar nuevamente sus siliconadas cuerdas vocales con otro "pip". Medio segundo después el paragolpes de plástico de la mole que yo estaba manejando sufrió lo que mi italiano navegador elegantemente llamó "ma che cazzo!!!". No hubo daño permanente en el auto, solamente en mi orgullo. Es que si el podrido aparato no existiera uno confiaría más en sus sentidos y no se relajaría y pensaría que la porquería esa me va a enseñar a estacionar y la rep... Bué, pa' qué exaltarse. El viaje también tuvo momentos como este...



Pero bueno, cumplida la labor de verter la sanata que tenía en la cabeza después de un fin de semana interesante, tengo una tarea por delante y mejor ponerme a resolverla...

• ¿Te llevas bien con tu suegra? Depende. Las últimas dos semanas de maravilla. Pero el domingo la tengo que ver así que eso puede cambiar.

• ¿Cuál es tu reto? Salir de la depresión que tengo.

• ¿Qué le dirías a tu jefe si te toca la lotería? Gracias. El tipo es un capo. Con su dialecto bávaro siempre anda preocupado de que entienda todo y no me quede colgado en las reuniones. La verdad que no creo que vaya a renunciar por haberme sacado la lotería.

• ¿Qué harías si descubrieras que alguien te está mintiendo? Lo de siempre: matarlo. Al menos en mi mente. A partir de ahí es una estadística, algo que hace que las ratas parezcan más agradables.

• Si se quema tu casa y sólo puedes salvar una cosa ¿Qué salvas? La cámara.

• Entras en un sitio con mucha gente, ¿qué haces? Busco un rincón desde donde pueda establecer un puesto de observación.

• ¿Ves el vaso medio lleno o medio vacío? Depende de lo que piense hacer con el vaso o el líquido que contiene.

• Te encuentras una lámpara mágica, ¿qué tres deseos pedirías? Salir de la depre, y no volver a caer. El tercero me lo reservo, pero incluye un arsenal interesante.

• ¿Cuál es tu canción favorita? No tengo cosas “favoritas”. La canción “favorita”, el color “favorito”, la comida “favorita”… son inventos para adolescentes y no tanto que intentan demostrar su desarrollada personalidad pretendiendo que tienen gustos definidos.

• ¿Por qué creaste tu blog? Ídem Luisa.

• ¿Cómo te ves dentro de 5 años? No me veo. No quiero mirar. Estoy deprimido.

• ¿Qué hubieses querido ser (que no sea la profesión que tienes ahora)? Tarzán. O el marido de Kate Beckinsale.

• ¿Cuáles son las tres cualidades que más valoras en tu pareja (real o potencial)? Su inteligencia, que me haga ver el mundo de distinta manera y me hace ver que no todo es como yo lo veo, pero que también me entienda. Un idiota no puede entender a los demás porque le falta la capacidad de ponerse en los zapatos del otro. Una persona inteligente, aunque sea por diversión, disfruta haciendo justamente eso. Su belleza humana. Creo que sobran las explicaciones. Su belleza física. Soy una persona muy visual.

• ¿Qué cosa te gustaría hacer, sí o sí, antes de dejar este mundo? Salir de la depre. El resto cae por decantación. A muchos les falta enterarse. Y ni siquiera puedo hacer gala de que por lo menos aprendí algo y capitalizar esta mierda de depresión, porque ya lo sabía. Siempre chillé de placer por el solo hecho de estar vivo.

• ¿Estás feliz con quien eres? Si pudieras, ¿cambiarías algo? ¿Qué y por qué? Más o menos. Feliz no estoy, o mejor dicho, no soy, pero no sé por qué. Creo que soy buena yerba. ¿Cambiar algo? Sí, me gustaría vivir en otro lado. No, corrijo: me gustaría vivir. Punto. El resto, la verdad, así como estoy, me es irrelevante.

• ¿Tu lugar en el mundo? En mi hogar, que por definición es ahí donde me extrañan.

• ¿Una frase? Me gustaría poner algo profundo, o creativo, o chistoso. Pero hoy es uno de esos días...

• ¿Qué haces para mimarte? Hace rato que no tengo ganas de mimarme.

• ¿Qué haces cuando sentís que no tienes ganas de nada? Sigo.

• ¿Si pudieras cambiarte por alguien, por quién te cambiarías? Por mi padre, así él, como es, no hubiera existido.

• ¿Qué es lo peor que has hecho en tu vida? Ay Pablo, justo eso… En fin, acá voy. Cuando era chico tenía un hámster, y mientras tomaba agua le apreté la botellita de plástico para hacerle un chiste, y el chorro de agua le pegó en el ojito y lo perdió. Me estremezco cada vez que pienso en eso, y fue a hace casi 20 años.

Mi pregunta: ¿Cómo te imaginás la vida en paraíso?