sábado, 18 de mayo de 2013

28 gramos


Milla era un hámster Campbell que compré hace unos dos años. Vino con Campanita y Luna.
Campanita desarrolló un tumor apenas nació así que vivió solamente unos meses. Luna vivió un año y medio y una infección la dejó ciega y casi sin olfato, y los pocos meses se murió. Milla quedó sola así que después de un par de meses le compré dos compañeritas: Fiona y Tamara. Desde el primer día es como si se hubieran enamorado unas de otras y a pesar de alguna discusión, todo marchó bien.
Pero Milla ya era muy viejita. Estos bichitos no viven más de un año en la naturaleza antes de ser comidos por un predador, así que en cautiverio, sin amenazas, el cuerpo no está genéticamente preparado para vivir tanto y desarrolla tumores. Pero Milla no. Estaba tan sana como el que más, pero la edad es la edad y el miércoles decidió apagarse. Se fue a un rincón de la jaula y se acomodó como para dormir. No comió ni tomó más. Esta mañana, después de dos días y medio, por fin el ciclo de la vida volvió a reclamar su lugar.
La envolví en una servilletita de papel (apenas medía 5 cm y pesaba 28 gr.) y la enterré junto con Melba y Nikita cerca de la vía.


Que en paz descanses. Te voy a extrañar mucho.

domingo, 5 de mayo de 2013

vacío sin límites

Novia ya no es, ahora es ex-novia, y a pesar de habernos separado (por decisión mía) oficialmente hace meses, por cuestiones logísticas se fue recién el miércoles pasado, 1ro de mayo. Con todo lo de la mudanza, meter todo en cajas, ver qué es de ella y qué mío, asegurarse de que las cuentas están saldadas, etc., no hubo tiempo para lágrimas. Pero una vez que el camión estaba cargado y los amigos que ayudaron se fueron, y ex-novia también, cerré la puerta, me di media vuelta, vi el departamento semi vacío y se me cayó el alma al piso.
Pasar la aspiradora por la habitación absolutamente vacía que fue una vez nuestro dormitorio, lleno de nuestras almas y nuestras cosas que compramos juntos, de las marcas en la pared de algo que nos tiramos durante una pelea, de la lámpara que elegimos juntos y que buscamos durante meses, las cortinas que ella cosió y yo instalé los soportes. Cada centímetro cuadrado participó de nuestras vidas por años. Ahora están vacíos, llenos de nada. Hay eco en la habitación. Hay frío. Hay derrota. Hay soledad.
Me aplasta el alma y no... puedo soportar el dolor... de haberla perdido. No había otra solución, nunca me enamoré de ella, pero qué hermosa era.
Pasando las aspiradora se sentía como limpiando las migajas de nuestra relación, los restos secos e inertes de todo el esfuerzo que pusimos para que funcionara, y fallamos tan estrepitosamente.
Y ahora la aceptación, el luto, la sanación. La rabia contra el mundo que espero no se convierta en algo feo, o que se pegue y me acompañe por mucho tiempo.
Qué sensación espantosa.