domingo, 25 de agosto de 2013

países que visité

Encontré una página donde uno puede armar un mapa mostrando por ejemplo los países donde estuvo, y como me resultó simpática la usé. Este es el resultado. En total 37 países, aunque algunos son un chiste, más un juego administrativo que países en el sentido tradicional de la palabra, como Liechtenstein o San Marino, que estuve, o Mónaco o Andorra, que no estuve... Me encanta viajar y me parece que si uno puede, es casi una obligación hacerlo.
Mark Twain decía que viajar es fatal para el prejuicio, la intolerancia y la estrechez de mente; una visión más amplia de las cosas no puede adquirirse vegetando en una esquina chiquita del mundo toda la vida. Siendo que el mundo tiene tanto de esa intolerancia, prejuicio y estrechez de mente, trato de contrarrestar viajando para que mi alma no se pudra más de lo que está.
  1. Argentina
  2. Brasil
  3. Paraguay
  4. Uruguay
  5. México
  6. Portugal
  7. España
  8. Francia
  9. Italia
  10. San Marino
  11. Ciudad del Vaticano
  12. Croacia
  13. Bosnia y Herzegovina
  14. Suiza
  15. Liechtenstein
  16. Hungría
  17. República Checa
  18. Austria
  19. Eslovaquia
  20. Eslovenia
  21. Alemania
  22. Luxemburgo
  23. Bélgica
  24. Holanda
  25. Inglaterra
  26. Irlanda
  27. Irlanda del Norte
  28. Gales
  29. Escocia
  30. Polonia
  31. Lituania
  32. Letonia
  33. Estonia
  34. Finlandia
  35. Suecia
  36. Dinamarca
  37. Noruega

día de lluvia

Anoche se largó la lluvia y dice el pronóstico que hasta el miércoles no para. Y como uno tiene depresión... mala combinación, aunque rime. Me gustaría contar cómo mejoró todo después de separarme de mi novia y empezar una nueva etapa, sin el estrés de tener que lidiar con una persona que no me llenaba. Trabajar en convencerse a uno mismo de que es normal, que es uno el intolerante, que va a mejorar y qué sé yo cuántas cosas más... Es demasiado trabajo y consume por dentro. Es ir contra la propia naturaleza y eso es en general una mala idea. Así que cuando acepté esa realidad y tomé y ejecuté la decisión de separarme, en espacio de una semana me sentí casi como nuevo, con fuerza, esperanza, determinación y ganas de empezar de nuevo. Limpiar mi departamento de las migajas de la relación fue un trabajo titánico que todavía no completé pero ya casi. El costo emocional es brutal y no creo que haya ser con alma y corazón que pueda salir de una situación así sin experimentar una miseria espantosa. Pero hay una luz al final del túnel y hay que agarrarse de eso, porque la alternativa es morir aplastado por la nostalgia y los recuerdos. Y mientras más rápido mejor, como despegarse una curita.
Desafortunadamente, por algún motivo que se me escapa, la depresión no se fue sino que solamente se fue a dar una vuelta y, como un perro fiel, volvió. De a poco se fue asentando y en los últimos meses empezó a hacerse cada vez más fuerte y agresiva, al punto de que a veces se me hace difícil respirar, no solamente por falta de ganas, sino físicamente difícil. Implica que voy a seguir vivo, prospecto que suena más a amenaza que a promesa.
Está claro que si bien no es la solución, ir a casa por unas semanas es una muy buena alternativa para recargar las pilas. El trabajo y otros compromisos me impiden apagar esta computadora y salir al aeropuerto, pero en dos semanas lo voy a hacer.
Vida, que no es un ser ni ente concreto a quien reclamarle nada, se convirtió ya hace demasiado en un sacrificio sin promesa de ningún premio. Las derivaciones de esto son macabras para el vulgo, pero se asoman con cada vez más ganas y tengo que, casi literalmente, salir corriendo para que no me alcancen.

1ra parte: Múnich - Varsovia

El viernes 28 de junio estuvo todo listo. Estuve preparando el viaje desde febrero, planeando la ruta, los lugares para visitar, buscando hoteles, contactando amigos en el camino y reservando transbordadores. La moto pipí cucú. Un servidor bañadito, afeitado y bien dormido.


Primer parada para pasar la noche: Opole, sur de Polonia. Dejé Múnich a las 10 de la mañana y llegué a Praga un poco después del mediodía. Paré en frente del Rudolfinum, hogar de la Filarmónica Checa, a hacer la foto de rigor y después de comer algo rápido en una estación de servicio, seguí camino.


Llegué a lo de Mariusz, un amigo de mis años en Osnabrück, como a las 7 de la tarde. Moto a la cucha, baño, jugar con el perro y salir a comer con Mariusz y señora. Como siempre, un placer. Mariusz es un tipo al que respeto mucho. Es de esos que exagera para enfatizar el mensaje, pero si uno se acostumbra es fácil disfrutar de su compañía, y mucho. Adriana es una mujer de primera, balance perfecto entre ama de casa, madre y profesional, que sabe delegar en el marido cuando no llega sola, y sabe cuándo hacerle la vida más placentera eligiéndole los zapatos y la corbata adecuada para la ocasión.
Sábado a la mañana, después de un desayuno pipón (what else?) salí para Cracovia. Es una ciudad que si bien la escuché nombrar, nunca se me había ocurrido realmente dedicarle una visita, pero todos los polacos que conozco me dijeron que es mucho más linda que Varsovia, que de hecho es la capital impuesta por los soviéticos, siendo Cracovia la original. Polonia, por si alguien me pregunta, es un país prácticamente exótico para los latinoamericanos y llena de lugares hermosos, ciudades y paisajes, y con gente con la que uno se encariña fácil.
En fin, uno de los atractivos turísticos más importantes de Cracovia es el barrio judío y me lo dejé para otra ocasión. Hay una visita que lleva medio día a las minas de sal, igual que el campo de concentración de Auschwitz, que también me los dejé en el tintero. En su lugar, me comí una hamburguesa casera de 300 gr. con gorgonzola, tomate y lechuga. En la vida hay que tener las prioridades claras.

la Gran Hamburguesa, también conocida como Me Cago en Ronald

las plazas de Cracovia están llenas de palomas caraduras

sin palabras...

bote de excursiones por el río Wisła (Vístula en español)
 
 
algunos chicos patinando el atardecer en la explanada

Domingo arriba temprano, poner todos los bártulos en la moto y encarar para Varsovia. Como me lo anticiparon, es una ciudad con altos y bajos, cosas para evitar y cosas para no perderse. La huella dejada por la época soviética se respira y si uno, como yo, sabe que no incluyó Kaliningrado en este viaje, viene a la mente eso de que para muestra vale un botón. Preferí guardar los €60 de la visa para en el futuro ir directo al corazón de la cuestión: Moscú. Aquellas cosas que no hay que perderse en Varsovia son el centro viejo y... no sé, no se me ocurre nada más. Valió la pena, pero no tengo pensado volver.

el famoso Trabant (Trabbi), un auto de fibra de vidrio, motor de dos cilindros y dos tiempos, típicamente 600 cm³ y 20 CV, hecho a mano, que para recibirlo había que esperar 10 años después de encargarlo, un sueño de eficiencia para ENTel

gorrión bañándose en la fuente del mercado en Starego Miasta

 el Palacio de la Cultura y la Ciencia, una belleza por dentro y por fuera, pero que representa subyugación y frustración para los polacos

casi saliendo de Polonia, cerca de la frontera con Lituania, la Policía de Control de Aduanas. Tienen 30 motos como la mía en servicio en todo el país, y se encargan sobre todo de romperle las bolas y exprimir un poco a los camiones de transporte de mercaderías que vienen de los países bálticos, que comercian con Europa occidental desde que la URSS cayó y la UE se impuso

domingo, 4 de agosto de 2013

60/20

Tengo una compañera de trabajo que es también mi amiga. Nos conocimos hace 6 años y de movida nos caímos bien mutuamente. Tiene tres chicos: el más grande tiene 16, el mediano 40, y el más chico 9, en orden de madurez. A los efectos legales, el mediano también recibe el título de "marido", el muy guacho.
No puedo decir que esté enamorado de ella pero tampoco podría negarlo contundentemente. Hasta donde mi imaginación llega, este tipo de situaciones terminan mal salvo en las películas, así que hace años que simplemente disfruto de su amistad sin esperar nada más.
Pero hay un problema: fija el estándar para posibles novias. Y lo fija alto. Desde que tengo interés por las féminas y miro películas al respecto (Antes del Amanecer, por mencionar una) me queda claro que las relaciones más hermosas que me puedo imaginar son basadas en una amistad preexistente, cuando las dos personas se conocen en un ambiente donde la consumación sexual encuentra una barrera (tan agujereada últimamente) y los rasgos más profundos de un ser humano pueden descubrirse, sopesarse, digerir. Eso lleva tiempo y concentración, y el sexo apura y distrae. Quema etapas, confunde y decepciona.
Como decía, esta amiga que ocupa un lugar tan especial en mi vida no es para mí. La realidad, lo que las películas no tienen tiempo ni quieren mencionar (arruinaría la historia), no lo permite. Me costó mucho aceptarlo, pero por lo menos acepté que lo tengo que aceptar. Ya es algo.
Y sin embargo el problema mayor persiste: en mi vida tengo una mujer linda e inteligente, buena yerba, con la que disfruto pasando el tiempo, y menos de eso no quiero. Y no abundan.
Este fin de semana es el primero que paso en casa solo y sin distracciones. Quizás demasiado solo, y quizás las pocas distracciones sean perniciosas, pero ese es otro tema. La cosa que pude sentarme a organizar esa caja de zapatos que casi todos tenemos con mementos de nuestra vida. No la de las fotos de casamiento o de cuando se recibió un título. Más bien esa caja con una postal que no mandamos, una que nos mandaron de algún lugar exótico (no recibimos muchas postales estos días, ¿no?), una foto de una ex-pareja, un boleto de colectivo capicúa, una entrada al teatro con esa persona, un señalador, una carta de una ex-pareja de poco después de la separación contándonos cuánto nos extraña. Esas cosas que son tan personales que incluso negamos que existan. No se las mostramos a nadie. No son para mandarse la parte ni para ocultar una parte nuestra, simplemente son una extensión de nuestra psique, aquellas cosas que si se lo permitiéramos, el tiempo implacable como es las borraría. Son pruebas de que nuestra vida es como la silueta de una cordillera, y no plana y sin nada que mencionar más que un hijo, un libro y un árbol, importantes como son.
Esa caja abrí este fin de semana. No fue una experiencia fácil, revolvió profundo y con una cuchara grande, pero me trajo cosas hermosas a la memoria y me recordó quién soy, bueno o malo. Me mostró que avancé en muchos aspectos, que hay otros en los que fallé estrepitosamente, que hay gente que me quiere mucho y otra que me quiso hasta que las pateé lejos. Tonto Martincito.
Y mirando así atrás, las decisiones y las motivaciones, uno encuentra la confirmación de que hay dos palabritas clave que nos empujan en una u otra dirección: miedo y amor. El miedo es, garantizado, el peor consejero. No ayuda, paraliza. No guía, ciega. No busca, pierde. Al revés que el amor, claro.
A ver si logro capitalizar lo que viví y encontrar esa aguja en este pajar enorme, y nos perdonamos ser humanos. Como si hubiera algo que perdonar.

¿Y por qué el título? Porque esta señora amiga tuvo de chica una enfermedad que la dejó casi ciega de un ojo (20%, que apenas alcanza para distinguir un colectivo del viento) y bastante estropeado el otro (60%), que lo tiene que cuidar como al oro.