martes, 22 de octubre de 2013

cómo tostar castañas (gracias Matteo)

Anoche tuve una de esas vivencias que me tendrían que haber pasado con mi padre, que en mi caso fue inexistente a todos los fines prácticos.
Resulta que desde que a novia le agregué el prefijo ex-, tengo una habitación de más por la cual pago mucho y además es deprimente vivir solo, como si me hicieran falta más cosas deprimentes. Así que desde hace unos meses la alquilo y en este momento vive un tano de Milán. Una maravilla el tipo, más limpio que un cirujano, amable, educado, paciente con mis cambios de ánimo, respetuoso, paga a tiempo... una maravilla el tipo.
Anoche, entonces, le mostré una bolsa con castañas que me regaló una amiga. Octubre es la época en el hemisferio norte. En Berlín o Lisboa las venden en la calle, tostadas y en una bolsita de papel. Y Mr. Milán me contó que cuando era chico las tostaba y comía con el padre cuando iban a una cabaña que tienen en los Alpes. Así que decidí usar su sapiencia y éstas fueron sus indicaciones, que las reproduzco como un servicio comunitario =)

1. hacerles un corte con un cuchillo puntiagudo y filoso, porque al calentarlas liberan gas que tiene que salir por algún lado; si no, revientan.

2. se pueden tostar en el horno o en una sartén. Yo las puse en el horno a 200 grados unos 20 minutos. Eran unas castañas más bien chiquititas. Las grandes necesitan hasta media hora. Si no se tuestan bien se hace difícil pelarlas.

3. aunque están a 200 grados cuando uno las saca del horno, las castañas se enfrían relativamente rápido y además la cáscara es un material que conduce muy mal el calor, así que con esperar un par de minutos es suficiente para poder agarrarlas con la mano. Pero eso es la cáscara. El interior quema como la gran pu... así que no confiarse.

4. el mejor truco: mientras las estamos comiendo, si encontramos una particularmente buena, redondita y fácil de pelar, apartarla para el final. Por alguna retorcida interpretación de las leyes de Murphy, la última castaña que comamos va a tener un gusto amargo feo. Mejor tener una en reserva que nos deje un gusto rico.

domingo, 20 de octubre de 2013

al final

Otras veces, después de contar dónde estuve y lo que más me impresionó, también puse un resumen de los números que se generaron en el viaje. No voy a andar rompiendo tradiciones, yo.
Viajé durante 16 días y 9 horas. Salí de casa en Múnich el viernes 28 de junio a las 9 y media de la mañana, y volví a mi casa el domingo 14 de julio a las 6 y media de la tarde.
En total hice 6133 km.
Gasté 327 litros de combustible.
Pasé 69 horas andando en la moto.
Alcancé una velocidad máxima de 190 km/h, según mi GPS, y esta vez sí fue en la Autobahn alemana.
Tomé 5 barcos transbordadores y hubiera habido un sexto de Suecia a Dinamarca (Helsingborg a Helsingør) pero en su lugar seguí un poco más al sur y crucé el famoso Öresunbron (puente de Öresun) entre Malmö y Copenhague.
No usé mucha goma (la mitad de la trasera y menos todavía de la delantera) porque los límites de velocidad son muy estrictos y no respetarlos es demasiado caro. En este sentido los finlandeses son los más extremos. Y en los países más relajados, la ruta estaba en mal estado. Pero sobre todo, usé poca goma porque no quería que me pase lo del viaje a Irlanda, que tuve que cambiar la de atrás en un pueblo al norte de Edimburgo.
Dormí en:
  - 2 Bed & Breakfast
  - 5 casas de amigos
  - 5 hoteles
  - 1 cabaña
  - 2 barcos
Gasté 1803,03 euros, de los cuales fueron:
  -  €495,65 en combustible
  - €516,70 en alojamiento
  - €438,38 en comida, entradas a museos, postales y tonterías
  - €352,30 en transbordadores
Como siempre, la moto me dio exactamente cero problemas y no gastó una sola gota de aceite.
Durante el viaje conocí poca gente, pero a los que guardo en el corazón. Más que nada me acuerdo de la pareja en Muhu, Estonia, dueños de las cabañas donde me quedé. Tenían mucho amor por lo que hacían, y en una actitud muy humilde y generosa hicieron hasta lo imposible por comunicarse conmigo en sus migajas de alemán e inglés. Yo apenas podía decir "gracias" en estoniano, y ya me lo olvidé. Me hablaron de cómo Estonia, en sus 1000 años de existencia, ha sido libre por 22. Y me mostraron su casa y me hablaron de sus inviernos y veranos, y de las personas que se han hospedado. Fue el lugar que menos me gustó cuando llegué, y el que más me dolió dejar cuando me fui.

Esto ya lo escribí pero lo repito porque me fascina y se confirma una y otra vez:
Dicen que del árbol de las intenciones salen muchas flores, pero pocos frutos. Hay que salir a perseguir los sueños, hay que tener un amante. No uno que nos degrade porque engañamos a nuestra pareja, sino uno que nos excite la imaginación. No estamos muertos hasta que cierren el cajón.

El hospedaje que más me gustó: el lugar donde mejor me sentí fue en Uppsala, donde visité a una amiga argentina que no veía hace varios años y me hizo empanadas. ¡Gracias, Leti!

No fue un viaje con grandes hitos paisajísticos, más bien poco interesante en ese sentido. Lo que más me quedó fue el atardecer en Palanga, en la costa de Lituania. Por algo es famoso.

La ruta que más disfruté: la A93 que me sacó de Alemania lo más rápido posible.

La comida que más disfruté: por sabor y por descubrimiento culinario, diría que los cepelinai en Vilna, en Lituania. Me los recomendó una amiga Lituana y no dejo de agradecerle. Eran tan ricos que fui dos noches seguidas al mismo restaurante y pedí exactamente los mismos, porque los hay con diferentes rellenos y salsas. Pero en lo que se refiere a disfrutar una comida, hay un restaurante italiano en Kuressaare, la capital de Saaremaa, la isla grande al lado de Muhu, en Estonia. Unos ñoquis a la gorgonzola que eran excelentes, y tenían una biblioteca con libros en muchos idiomas. La atención fue amigable, relajada... no sé, me sentí bien. El día en general fue lindísimo y ese lugar redondeó una buena jornada de tranquilidad y paseo.

El mejor lugar que visité: no puedo decidirme. Miro las fotos para tratar de ver si algo en particular me gusta más que el resto, pero la verdad que fue un viaje más apacible y menos excitante que el de Irlanda, que pasó a la historia como el mejor de mi vida, hasta ahora. Sin embargo, una rareza o perla sería los cráteres de los fragmentos de meteorito que cayeron en el centro de Saaremaa en Estonia.

La persona más interesante: la pareja en Muhu =)

Moraleja: viajar es lo mejor que hay para el alma, además de ver crecer a mis sobrinos.

miércoles, 16 de octubre de 2013

3ra parte: Tallin - Múnich

El martes a medianoche me tomé un transbordador de Tallin a Helsinki. En teoría, el cruce dura dos horas a monedas, pero en algún momento el barco se detiene para que uno pueda pasar la noche a bordo y dormir en un camarote, y llega tipo 7 de la mañana a Helsinki.

 la catedral de Helsinki... nada para arrancarse los pelos

Por una de esas casualidades, conocí a alguien en el trabajo que resultó ser de Helsinki, y me dijo lo mismo que otras personas que la visitaron: más de una noche no vale la pena. Y en mi experiencia, si el clima está pedorro como me tocó, en una mañana y monedas se abarca todo lo que hay para ver y ya dan ganas de irse. La verdad que la ciudad en sí no me pareció mejor que ninguna otra capital que haya conocido. Salvo el mercado del puerto, que está buenísimo, lo demás vendría a ser una Gotemburgo en blanco y negro y hasta de bajo contraste. Qué le voy a hacer: no me impresionó para nada. Así que seguí camino a Turku, donde me esperaba el cruce a Estocolmo y, otra vez para matar dos pájaros de un tiro, con la misma mecánica que el anterior de dormir en el barco.
En Suecia iba a pasar la noche en la casa de una amiga que también es de Mar del Plata y que vive en Uppsala, pero como desembarqué a las 5 de la mañana, me dijo que por mi propia seguridad ni se me ocurra aparecerme a esa hora. Y además tenía que trabajar así que primero me fui a mi querida Estocolmo, que parece que los años solamente la hace más linda.
Desayuné mi cafecito con un muffin (no sé cómo se llama en castellano) y me fui a pasear y a hacer tiempo hasta la hora autorizada. Después me fui a Uppsala, almorcé una pizza con kebab, una especialidad de los turcos viviendo en Suecia y que la recomiendo de todo corazón.

café en la Gamla Stan (ciudad vieja)

juego de luz y colores entre los edificios en la Gamla Stan

 casco de los soldados que vigilan el palacio en Estocolmo

Al día siguiente fue la maratón a Copenhague, porque de Uppsala hasta Dinamarca son 700 km y no había mucho margen. Por suerte llegué al hotel tipo 4 de la tarde sin novedades, salvo que el puente de Öresund costó €25 y no los €9 que yo pensé. Vaya uno a saber de dónde saqué el dato =(
Para los que no hayan estado nunca por estas latitudes y longitudes, habrán igual oído que Escandinavia es cara. En general se puede decir que Suecia y Finlandia están a la par, con precios un 40% más altos que, por ejemplo, en Alemania. Noruega tiene fama por ser el lugar más caro de todos, incluso para los otros escandinavos. La que se olvidaron de mencionar fue a Dinamarca. Es un ROBO. Un postre en restaurante decente costaba €10. ¡¡¡DIEZ EUROS!!! Me dio tanta bronca que decidí negarles mi duramente ganado sueldo y me limité a comer un sándwich en una estación de combustible. Juro que no lo hice de tacaño, sino porque realmente me pareció que si pagaba esos precios, era cómplice de robo. Eso sí, la capital muy linda, hay que decirlo.

el puerto tradicional de Copenhague

atardecer en Copenhague

El sábado, para hacer honor a eso de que "todo lo bueno se acaba", tomé el transbordador de Gedser a Rostock, en Alemania, y de ahí a Berlín a visitar amigos y pasar la última noche de mis vacaciones.

un velero en el Mar del Norte

Y el domingo, después de muchos malabares para conseguir una mesa en algún café en Berlín y disfrutar de esos desayunos espectaculares, vuelta a Múnich. Et voilà!

martes, 15 de octubre de 2013

2da parte: Varsovia - Tallin

Varsovia, como me habían dicho, es una muestra ejemplar de la Polonia sovietizada y como tal muy interesante, pero como destino puramente turístico no aconsejaría más de una noche o dos.
Mi siguiente parada fue Vilna (Vilnius), la capital de Lituania, el primero de los 3 países bálticos viniendo desde el sur. Vilna es una ciudad hermosa de sólo 400 000 habitantes, comparada con los 2 millones y medio de Varsovia, y que uno puede recorrer prácticamente a pie.
Me quedé en la casa de un italiano hermano de una conocida en Múnich, y que a veces tiene una habitación libre y alquila. Costaba lo mismo que un hotel, pero quedaba a una cuadra del centro y tenía lugar para la moto.

 La catedral de Vilna

La ciudad es una belleza, se recuperó rapidísimo de la época soviética y, por sobre todas las cosas, tiene las mujeres más lindas que yo haya visto. En Argentina hay mujeres bellísimas, pero hay que escarbar, y además también hay cachavachas. En Suecia las mujeres también son hermosas y no hay que escarbar, pero son nórdicas, o sea que, como dijo un amigo, son perfectas para verlas cuando van en auto porque son preciosas de la cintura para arriba. Por lo demás, son un querubín: no tienen culo (perdonando mi francés) y no son femeninas. Pero las lituanas son hermosas y femeninas, incluso simpáticas, y creo que no vi ninguna que calificara ni remotamente para "fea". No quiero dar cátedra como si supiera de lo que estoy hablando porque estuve apenas 3 días en el país, pero la primera impresión fue fantástica.

una mami paseando al nene en Palanga, en la costa de Lituania

Después de un par de días seguí camino pero antes de pasar a Letonia paré en Klaipėda, donde pasé la noche. La ciudad en sí no es de locura pero queda justo al norte de la laguna que forma esa lengua de tierra que comparten Lituania y Rusia, con ese exclave donde está Kaliningrado. En esa lengua, decía, se forman unas dunas hermosas con sus correspondientes playas a la orilla del báltico, que en verano se llenan de rusos que se lo pueden permitir.

esa torre que se ve a lo lejos es una antigua torre de vigilancia entre el territorio ruso y el lituano, y que hoy se ha reemplazado por métodos más modernos que un pobre Iván partiéndose de frío y aburrimiento

Llegando a Letonia el cambio de aire fue inmediato. Pareciera que este país estuviera dormido, con el alma aletargada y su gente sin ganas de que los molesten (más). La reconstrucción de los edificios y su remozado, la recuperación después de años de desidia, parece que todavía no les agarró muy fuerte. Las personas son más cerradas y serias, como con fastidio. No tuve ninguna experiencia negativa en sí, pero se notaba la falta de capacidad de recuperación y ejercicio de su nueva situación política y económica. Muchas casas residenciales, alguna vez hermosas, abandonadas. Una pena. Las calles sin mantenimiento, mucho peor que en Polonia, famosa en Europa occidental por sus historias de baches gigantes (que yo no vi).

no todo está perdido y el centro viejo de Riga está en proceso de recuperación y renovación.

 
en el centro de Riga, una banda de músicos callejeros vestidos como viejitas... y tocaban genial

Después de disfrutar dos días en Riga seguí camino a Estonia. Quería cortar un poco el viaje en dos así que me busqué un alojamiento un poco desacostumbrado para mí: una cabaña en la isla de Muhu. Resultó ser, como decirlo, borderline. El baño, a 20 metros de mi cabaña, era una letrina. Bien hecha, pero letrina. Hay que probar de todo, dicen. La ducha también estaba en otra cabaña, junto con el reglamentario sauna que debe estar en cada hogar estoniano o finlandés. Y encima reservé 2 noches.
Le puse ganas al asunto y decidí quedarme y ver qué pasaba, y al final la pasé bárbaro. Mucha naturaleza, buenas rutas (pocas curvas) y todo muy pausado. Resultó, además, que pude charlar mucho con los dueños, una pareja de unos 70 años que me contaron lo mismo que en Lituania y Letonia, y en contraste con el resto de Europa: en la época de ocupación nazi (1941-44) la tuvieron livianita. Primero por ser eslavos, y segundo y más importante, porque antes de ese lapso de 3 años fueron parte del imperio ruso, y después parte de la Unión Soviética, con todos sus encantos. Mientras los alemanes mataban judíos a todo ritmo y dejaban al resto de la población más o menos tranquilo, los rusos no le hacían asco a nada y sus métodos no eran tan elegantes. Quedé pasmado.
Después de las dos noches (de sábado a lunes) en Muhu me fui a la capital, Tallin, que es una hermosura salvo que es mucho más turística que Riga o Vilna. Pasé la noche en la casa de un amigo de un amigo, y después del desayuno me despedí y me fui a recorrer la costa norte de Estonia, entre Tallin y la frontera con Rusia.

playas del norte de Estonia

una belleza de molino de viento, muy común en el área, transformado en cuartos de hotel

viernes, 11 de octubre de 2013

receta para una tarde lluviosa

Se agarra un hombre de mediana edad, se lo saca de una de las ciudades más lindas que existen y se lo mete en una lata con alas por unas 13 horas. Es importante estrujarlo, sacudirlo y mantenerlo en vilo para que no se duerma en ningún momento. Cuando ya es un estropajo, ponerlo en una lata más chiquita, haciéndolo formar fila, sin hablarle ni contestarle el saludo siquiera, con menos espacio entre asientos que en la primera lata, y calorcito. Ese que viene de la ingle de las personas. Olor a pueblo. Olor a usado. Olor a pueblo usado. Húmedo y calentito. Al final, cargarlo con 25 kilos y mandarlo a casa bajo la lluvia, no sin antes recordarle que está en uno de los peores, menos inspiradores lugares en donde puede depositarse a un ser humano.
Bienvenidos a otro vuelo EZE-MAD-MUC.
¿Alguien que le sobre un poquito de cicuta?