domingo, 30 de noviembre de 2014

me asustan

Fernández
Kirchner
Boudou
De Vido
La Cámpora
Evita
el tren Evita
la plaza Evita
el billete de Evita
ciudad Evita
escuela n°xx Evita
el puente Evita
fundación Evita
biblioteca Evita
Museo Evita
Perón
...

Cualquier persona que tenga un cargo de poder, sobre todo en la administración pública y en la política, tiene que tener dos características bien ausentes en su personalidad: deseos de poder y miedos.
Cuando uno tiene deseos de poder, lo que quiere es amasar poder y ejercerlo para beneficio propio, para satisfacer deseos propios, y no para servir a los que lo invistieron con ese poder. Perpetuarse en su posición de poder se convierte entonces en prioritario respecto a cualquier otra tarea.
Los miedos, un poco solapados con lo anterior, llevan a las personas a sentir y después a actuar por enojo, por venganza, por odio. Y es bien conocido que no hay mejor manera de obtener la peor reacción de una persona que provocándole miedo. Garantizado que va a tomar una decisión, si no errónea, lejos de la mejor opción, la más constructiva.
Estas dos características son peores todavía que la corrupción y la soberbia, cosas que ensucian la función política, pero salvo casos extremos, no la anulan. Las anteriores, además de imposibilitar el normal desarrollo de la función asignada, convierten al funcionario de turno en una especie de tumor dañino que va deteriorando consigo todo lo que lo rodea.
Divino espectáculo.
Para no confundir virtud con circunstancia, quisiera aclarar que no tengo una opinión debidamente formada de la persona de Eva Duarte de Perón. Por supuesto que bajo ningún punto de vista pertenece en la misma categoría que un San Martín, como está en la payasada en la que pervirtieron la hermosura que podría haber sido el Museo del Bicentenario, atrás de la Casa Rosada. Aunque si nos ponemos a mirar, parece que hay algunos que piensan que es San Martín el que no puede aspirar a la misma categoría que ella.
Es obvio que la señora poseía las características que menciono al principio, más las dos que menciono después, pero no ocupaba oficialmente un cargo público, político o administrativo. Otra cosa que sus ciegos (nunca mejor usado) defensores ignoran olímpicamente es la naturaleza de sus acciones, con las que casos puntuales y a corto plazo eran "resueltos" (populismo, que le dicen), en lugar de un sustentable programa de desarrollo. O sea, caprichosa y arbitrariamente repartía pescado (ajeno, eso sí) en lugar de enseñar a hacer y usar la caña. ¿Que ayudó gente? Algunos salieron beneficiados, sin duda. ¿Que ayudó al país? No, lo cagó de arriba de un puente.
Pero incluso si ese no fuera el caso, desde que a la pobre el cáncer se la comió viva no ha parado el desfile de abanderados de la causa que sea que ella tenía, escudándose detrás de su nombre para enfilar y asegurarse votos.
No hay nada más fácil que arrear ganado. Y en lugar de dejar a un lado iconos que generan disputa se los fomenta. Para que vayamos de lado, como los cangrejos, que parece que se mueven pero en realidad siempre están igual o peor.
Qué lástima, carajo.

jueves, 2 de octubre de 2014

el tour de Francia

Desde que Novia está en mi vida se acabó la joda. Está buena la imagen de rebelde a lo Lorenzo Lamas en Renegado, pero eso de agarrar la moto y desaparecer de la faz de la tierra por dos semanas no va. Además, ya estamos grandes... o sea viejos.
Sin embargo algún dios se apiadó de un servidor y la hermana de Novia nos invitó a pasar unos días en el sur de Holanda al lado del mar. Novia se entusiasmó mucho pero uno, que nació en Mar del Plata, nop. Así que aclarada la situación, y jugados ciertos ases que no vienen al caso (por no revolver mierda), decidimos pasarnos un fin de semana en París, de ahí a los Países Bajos, y después ella se iba a un concierto con la otra hermana mientras yo me ocupaba de reducir a jirones las Michelin Pilot Power que tiene mi moto, en colaboración con los Alpes franceses. Cosa que me tomó una semana.
Para empezar, el jueves salí del trabajo lo más temprano que pude y manejé sin pena ni gloria a Nancy, a exactos 499 km de Múnich y unos 340 km de París. Nancy fue una parada de conveniencia y resultó ser una ciudad preciosa con mucho potencial para pasarse unos 2 ó 3 días tranquilamente. Ambiente tranquilo y mucho para ver.
El viernes salí apenas terminé el desayuno y llegué a París al mediodía. Como era muy temprano para registrarse en el hotel me fui a dar una vuelta. Siempre soñé con manejar en moto en París, no sé, me parece surreal. Y no decepcionó. Lo primero que hice fue hacer la parada obligatoria en el Trocadéro para sacar la foto de la moto con la torre de fondo. De ahí (previo heladito) me fui a dar una vuelta o tres al Arco del Triunfo, que es famoso porque está rodado por un cruce de 8 calles donde, según me advirtieron los alarmistas, todo el mundo se la pone. Menos los franceses, que tienen su estilo para manejar. Lo que esos alarmistas se olvidaron de avisarme fue que ellos nunca manejaron en el centro de Buenos Aires. En comparación, el tránsito en París es más tranquilo que escuchar un partido de ajedrez por radio, y alrededor del Arco de Triunfo apenas si sube un puesto en la escala, hasta la categoría de aburrido.


De ahí me fui a La Défense, y para entonces ya era tiempo de ir al hotel. Además necesitaba una ducha porque hacía bastante calor. El hotel era un viejo sueño mío de otras veces que estuve en París. Queda en la Île Saint-Louis, a pocos minutos de Notre-Dame pero tranquilo, y caro como la gran siete. €200 la noche, para ser exactos, sin desayuno. Pero vale cada centavo, sobre todo cuando uno se fija que cualquier hotel pedorro en París cuesta fácil €100, y eso en la periferia. En el centro una habitación chica cuesta tranquilamente €150, y la que tuvimos tenía unos hermosos 18 m² y un aire acondicionado para darle un resfrío a King Kong. O sea, por un 30% más estábamos en una ubicación privilegiada, cómodos y contentos. De los €50 uno se olvida, de las ratas no. Y además, hay algunas cosas que no tienen precio, entre ellas el atardecer en París...


Algo inesperado fue el estacionamiento. Debajo de Notre-Dame hay uno que los fines de semana está relativamente desocupado, y tienen una promoción de €15 para las motos, que en cualquier otro lado saldría el triple. Bingo. Incluso lo pude reservar en internet y pagar con tarjeta. Recomendación por si alguien me sigue el paso: imprimir el comprobante en francés. Ya se imaginarán por qué.
Novia aterrizó en CDG a las 11 de la noche y la fui a buscar en la moto. Como ese era el plan desde el principio, vino solamente con un bolsito como equipaje de mano y una cartera. El sábado y el domingo fue sacar ampollas en los pies y comer como cerdos, pero cerdos finolis. Entre otros lugares, fuimos a un restaurante cerca del hotel donde la comida era tan rica que era inverosímil. La cocina francesa es más pretenciosa y complicada que la italiana y la verdad que prefiero la última, pero hay cosas que son memorables y la cena del domingo fue un lujo increíble de calidad y sabores. El precio, para lo que recordamos, razonable, a €40 por cabeza.
Visitamos la torre, Montparnasse, Sacre-Coeur, Notre-Dame y todo lo que pudimos meter en 3 días y las ampollas de los pies.


El lunes salimos para los Países Bajos con una pausa en Lille para que la jefa estirase sus hermosas piernas. Una hora más y estábamos en Cadzand, nuestro destino. Los holandeses son conocidos por lo... emmm... "ahorrativos" que son, y en la construcción de casas para alquiler se esmeran con el tema del ahorro. La verdad que era medio como estar en un hostal, pero bueno, era lo que había y a caballo regalado...
Yo me quedé hasta el jueves y ahí empecé mis verdaderas vacaciones en moto. Novia se quedó un día más y después viajó a lo de la otra hermana cerca de Fráncfort a pasar el fin de semana, y por último en tren de vuelta a sus pagos cerca de Múnich. Mientras tanto...
El primer destino no era el siguiente hotel, sino uno mucho más importante: la ahora llamada Casa San Martín, en Boulogne-sur-Mer, el lugar donde vivió por dos años hasta que falleció el General don José de San Martín. Hay muchos artículos en internet y libros donde uno puede consultar rápido el papel que jugó esta casa, pero para mí el asunto era poner pie en ella y honrar la memoria de ese hombre que me inspira desde que tengo memoria.
Primero que nada contacté al curador del museo, el Señor Luis A. Brusaca, quien me respondió muy amablemente y me asesoró sobre horarios y días de visita. Cuando llegué el martes a la mañana él estaba ahí y me dio un repaso de los suceso que acontecieron y las idas y venidas a las que parece que están destinadas todas las cosas que son en menor o mayor medida argentinas. Muy interesante, y ningún argentino que se precie y se acerque hasta París debería permitirse obviar esta visita.
Saqué muchas fotos, pero esta fue de algo que me puso la piel de gallina: es el lugar donde murió. El reloj en la pared de la izquierda marca las 3 de tarde de aquel 17 de agosto de 1850.


Ese jueves hice noche en Trun, un pueblito en la municipalidad de Orne, en Normandía. Como siguiendo con la temática histórica, la idea al día siguiente era pasar por las playas del desembarco del Día D, aquel 6 de junio de 1944. No sé si era lo que leí sobre el lugar, pero olía a muerte. Hay cementerios por todas partes, con cruces blancas y bien cuidados. Esos son los que tienen las tumbas de los aliados. Hay otros cementerios, prácticamente abandonados, grises y sin marcas. Esos son los los alemanes.
El viernes también visité el famoso Mont-Saint-Michel, ese peñasco/monasterio a 600 metros de la costa, que cuando baja la marea se puede alcanzar a pie.


Soñé con visitar ese lugar por mucho tiempo, pero lamentablemente es demasiado turístico. Se podría caminar por el lugar en 20 minutos, pero en lugar de eso uno se la pasa dos horas esquivando gente y al final lo único que quiere es salir y tomar una bocanada de aire. Qué lástima.
Pero lo que no decepcionó, al contrario, fue Saint-Maló. Hice noche en la ciudad vieja intra-muros, que es básicamente una fortificación concebida para resistir los ataques ingleses. Qué ironía que le de el nombre a nuestras queridas islas. Y el atardecer tenía poco que envidiarle al de París.


El puerto de Saint-Maló con la ciudad vieja de fondo... una belleza. Toda la ciudad está rodeada de un muro de unos 5 metros de espesor y 10 metros de alto. Una historia interesante fue el ataque que intentó una coalición anglo-holandesa el 26 de noviembre de 1693, cuando trataron de volar una torre del muro acercando un barco cargado de pólvora. La marea era demasiado baja, o el barco iba demasiado cargado, así que encalló y no pasó nada.


Después seguí viaje al sur, con el objetivo final de llegar al área de Grenoble, un lugar de rutas tan lindas que Kawasaki va muy seguido ahí a hacer las propagandas de sus motos. Me llevó un par de días, porque el sábado hice noche en Treignac, en un restaurante hotel que realmente hizo honor a la fama de los franceses de rehusarse a hablar otra cosa que no sea francés. Además de que los últimos 200 km llovió como si fuera la última vez.
El resto del viaje fue literalmente sobre las nubes, entre los 1000 y 2500 metros en los Alpes franceses. El domingo por fin pude tomar rutas secundarias y desplegar toda la potencia de la moto y ejercitar mis habilidades. A la noche hice escala en Gap, un nombre que a mí no me decía nada, pero resultó tener un centro histórico tan chiquito como agradable.



El lunes a la noche me quedé en Morzine, un pueblo lleno de negocios con equipo de esquí y bicicletas todo terreno. El hotel pedorro, con desayuno pedorro, pero precio pedorro (barato). Como dice un amigo, si pagás maníes...
El martes de camino a Múnich pasé por Génova, la capital de los relojes Suizos, un lugar donde uno puede reconocer al personal de servicio porque andan en Mercedes, mientras que sus señores se dejan manejar en Bentley y demás, a menos que ese día se le antoje una de las Ferrari. Todo está tan limpio, tan ordenado... aséptico. Los jardines parecen cuidados por manicura, las calles y los edificios limpiados con cepillo de dientes. Ciudades como Múnich o hasta Luxemburgo parecen favelas al lado de Génova. Me dieron muchas, muchas ganas de irme, y rápido. Aunque no demasiado rápido, porque pasarse 10 km/h del límite en la ciudad puede costar un riñón. Siempre tan espirituales los Suizos.
Así que llegué a casa a las 6 de la tarde, después de salir lo más rápido posible de Suiza, hacer un poco de autopista en Francia y Alemania, y comer algo en la ruta.
Repasando, dormí en:
  - 1 Bed & Breakfast
  - 1 casa que alquiló la hermana de Novia
  - 6 hoteles
Gasté 1882,31 euros, de los cuales fueron:
  - €451,01 en combustible (en 4765 km)
  - €829,10 en alojamiento (incluye el hotel carísimo en París)
  - €547 en comida, entradas a museos, postales y tonterías
  - €55,20 en peajes, más que nada en Francia, pero la mayor parte fueron los €30 del túnel en el Mont Blanc
Y para no andar innovando, la moto me dio exactamente cero problemas y no gastó una sola gota de aceite. A diferencia del viaje a Irlanda, la cubierta trasera sobrevivió, pero la cambié cuando llegué. De hecho, le quedaba apenas una pátina de goma sobre la tela. Misión cumplida.
Entre los muchos bichos con los que tuve que lidiar hubo ratas, ardillas, gatos, perros, burros, caballos, vacas, y mujeres al volante. De lejos, pero en serio de lejos, las mujeres fueron lo más peligroso de todo. Me importa un bledo el género de la persona que maneja, lo que me interesa es su idoneidad. Y el hecho persiste, en que estadísticamente las mujeres simplemente no tienen la mentalidad o el entrenamiento que hace falta para guiar una tonelada y media autopropulsada en forma confiable en la vía pública. Y no me rompan con que no generalice.
En fin, pasado el exabrupto (perdón), el viaje fue bárbaro, las francesas están buenísimas y sobre todo femeninas, los Alpes son alucinantes como siempre, y andar en moto es lo mejor que se puede hacer con la ropa puesta. Junto con el dulce de leche, claro está.

viernes, 12 de septiembre de 2014

una tarde lluviosa y aburrida

Imbecilidades que me dan ganas de acogotar a alguien =/

- los zapatos que eligen las mujeres para vuelos intercontinentales de 14 horas. Botas hasta las rodillas con taco aguja... ajá...
- los sobrenombres, o los diminutivos de dos sílabas que terminan en "i" o "y" (los que usan diminutivos de una sílaba por lo menos demuestran cierta respetable temeridad al ser tan ridículos).
- los que no reconocen sus errores.
- los paraguas (cosa fácil de olvidar, si las hay).
- las que usan anteojos de sol en un café o un negocio, generalmente morochas arrepentidas.
- las mesas que tambalean, o sea, todas las de más de 3 patas.
- los que te patean el respaldo en el restaurante, el cine, el avión...
- los que no pueden dejar el telefonito, ni siquiera cuando manejan.
- los que racionalizan y (además de engañarse a sí mismos) creen que pueden convencer a los demás.
- los que en lugar de bajar de peso se preocupan por la ropa que les ayuda a disimular; esos son los que más consejos dan a los demás de cómo vivir su vida.
- Mirtha Legrand, obvio.
- el abuso de la palabra América y sus derivados, como americano. No abuso en el sentido de usarla demasiado seguido, sino en el sentido de violación, arrogación, mal uso. Me sube el pulso...
- la indiferencia, que es negarle a alguien el valor de su existencia.
- los funerales en la cultura occidental. En África se lamentan por los que quedan, pero se celebra por el que se fue. Es básicamente una fiesta.
- los que tiran papelitos en la calle.

Tengo 8000 más, pero se hace medio pesado...

lunes, 8 de septiembre de 2014

una noche de balcón

Esta es la transcripción de un segmento de una charla que dio un tipo en TED talks y que me gustó mucho:

Home is a work in progress.
Home, for many of us, has really less to do with a piece of soil than with a piece of soul.
When somebody asks me "where's your home?" I think of the songs that travel with me, wherever I happen to be.
Sometimes we can choose our sense of home.
The beauty of being foreign is that it slaps you awake; you can't take anything for granted. Travel is a little bit like being in love because suddenly all your senses are at the setting marked "on". Suddenly you're alert to the secret patterns of the world. The real voyage of discovery, as Marcel Proust famously said, consists not in seeing new sites, but in looking with new eyes. And of course once you have new eyes, even the old sites, even your home, becomes something different.
Where you come from is much less important than where you're going. We are rooted in the future or the present as much as in the past.
Home is not just the place where you happen to be born, it's the place where you become yourself.
Quiet, subtle, understated.

El hogar es un trabajo en progreso.
Hogar, para muchos de nosotros, tiene menos que ver con un pedazo de tierra y más con un pedazo de alma.
Cuando alguien me pregunta "¿dónde es tu hogar?" pienso en las canciones que viajan conmigo, donde sea que me encuentre.
A veces podemos elegir nuestro sentido de hogar.
Lo lindo de ser extranjero es que te abre los ojos; uno no puede dar nada por sentado. Viajar es un poco como estar enamorado porque de pronto todos tus sentidos se activan. De pronto estás alerta a los patrones secretos del mundo. El verdadero viaje de descubrimiento, como dijo Marcel Proust, consiste no en ver lugares nuevos, sino en mirarlos con nuevos ojos. Y por supuesto, una vez que se tienen nuevos ojos, entonces incluso los viejos lugares, incluso el hogar, se vuelve algo diferente.
De dónde venimos es mucho menos importante que a dónde vamos. Estamos arraigados en el futuro o en el presente tanto como en el pasado.
Hogar no es solamente el lugar donde resulta que naciste, sino donde te volvés vos mismo.
Calmo, sutil, discreto.

Por supuesto que como emigrante me encantó lo que este hombre dijo. Como esas películas que a falta de presupuesto tienen que ofrecer una historia, me dejó pensando por muchos días, semanas, y me llevó a charlarlo con gente en situaciones parecidas a la mía. En sí un viaje de descubrimiento.
Vivir lejos de lo único que uno conoce y bautizó como casa es un desafío, ninguna duda. Que en los parámetros normales (sueldo, tasa de criminalidad, niveles de corrupción, seguro de salud, etc.) haya sido un progreso o no, es irrelevante. Lo que cuenta es la gente, y en eso hay que pasar la página, y en eso habemos algunos peores que otros para adaptarnos.
Así que uno de los trucos, uno de los asideros de que disponemos en esta montaña rusa montada en un avión haciendo piruetas, es pensar en lo que uno ama. He aquí una modesta y nada exhaustiva recopilación de cosas que se me ocurrieron, la mayoría independiente del lugar donde me encuentre, algunas no tanto y más encauzadas a endulzar la píldora...

Amo los domingos.
Un café con leche con alguna tontería dulce para acompañar.
Y noviembre, obviamente. Se vienen los cumpleaños de las que amo y estoy en la antepuerta de las fiestas, de viajar a casa.
Las olas del mar. Me encanta verlas y oírlas.
La lluvia. Sobretodo cuando apenas empieza a llover, porque hace que todo desprenda olores frescos, con texturas.
Cuando vuelvo tarde a casa, después de la puesta del sol y cuando el aire ya se enfrió, amo el sonido del motor de la moto. Se nota que respira hondo y disfruta el paseo.
Y charlar con un alma amiga. Novia, amigo, familiar. Alguien que me acepte aunque no comparta o siquiera me entienda.
Un buen helado, preferentemente sentado a la orilla del Lago di Garda, ya que estamos pidiendo.

Aprender a apreciar las pequeñas pausas que nos ofrece la vida para engañarnos y creer que todo va  a estar bien es una de las herencias de la depresión. Y ahora que lo pienso dije herencia, como si la depresión se hubiera muerto, cosa que no es. Está bien vivita y coleando, mirándome de reojo y riendo por lo bajo, como el Diablo y la Muerte, desde la otra vereda.
Como sea, me agarro de esas cosas y las disfruto mientras pueda.

lunes, 18 de agosto de 2014

el lado verde del pasto II

Holly cow! Por un comentario que dejó Flavia, releí la entrada original y no puedo creer que haya sido hace apenas un mes (exacto).
Esa vez escribí que era la segunda vez que pasaba en casi 8 meses de relación. Pues bien, abrí la bocota antes de tiempo. Ahora son casi 9 meses y vamos por la cuarta vez que a la buena señorita se le vuelan los patos y me deja pensando, pero con una diferencia: para la última, estábamos de vacaciones en el sur de los Países Bajos con la hermana y el marido. Ahí aprendí, un poco por las buenas y un poco por las malas, que es un mal que se extiende a las tres chifladas, o sea Novia y sus dos hermanas. Y cuando eso pasa, la respuesta hay que buscarla en otro lado, no muy lejos: la madre.
En este caso se trata de una masa de 130 kg de envidia, animosidad, egoísmo y mala leche. Un metro setenta de altura, y muchos kilómetros de bajeza, al punto de que en esa subdivisión que podemos hacer de las mujeres, no la podemos poner en la majestuosa categoría de Madre (la que se lo gana, no la que tiene sexo y nueve meses después pare). Porque para cualquier Madre, la felicidad de los hijos es la prioridad número uno, y en este caso eso no sucede.
En fin, tuve la no tan críptica revelación de darme cuenta rápido y evitar gastar pólvora en chimangos tratando de cultivar una relación condenada a darme dolores de cabeza. La leí rápido, me asesoré, y guardo distancia. Como decía uno: el que no te agrega, te quita. Y a la mierda.
Volviendo a Novia. Después de sus pedidos de perdón (ya se le va haciendo ritual) y un asomo de entendimiento (sin eso sería pro forma) llegó el momento para mí de irme con la moto a donde el sol brillara más. Ella se quedó 2 ó 3 días sola con la hermana y familia, y ahí es donde tuvo oportunidad de vivir la misma situación que ella provoca, pero como espectadora. Los actores, esta vez, eran la hermana y el marido. Hermana de Novia se mandó una y en lugar de entender que por su culpa el marido se sintió para el traste, se cerró como culo de muñeco y él se quedó no solamente sintiéndose mal por lo que su mujer le hizo, sino por la sensación de que a ella no le importó y su orgullo es más grande que su amor. Presenciar esto, para novia, fue una epifanía.
Interesante fue que unos días antes, cuando llegamos, yo estaba medio sulfurado y charlé del tema con Hermana de Novia, y ella me explicó el fenómeno. Me dijo, entre otras cosas, que no es que sea orgullo sino que tienden a cerrarse, como una tortuga que se repliega en su caparazón. Simplemente se ofuscan. Hasta ahí todo bien, pero si están tan conscientes de esto por qué no intentan cambiarlo (¿?). Somos adultos y el decir "soy así", sobre todo cuando uno hiere a los demás, no es lo que se dice productivo. Como ejemplo siempre pongo el que yo soy una persona agresiva; mi primera respuesta ante cualquier situación exigente es algo así como la de Terminator. Esto es algo bastante inherente a mi personalidad, y muy a mi pesar apenas si puedo cambiarlo. Así que si el arte está en jugar con la mano que a uno le toca, lo que hice fue aprender a esperar. Simplemente espero, y después de unos segundos mi cerebro propone alguna alternativa más constructiva. Mi agresividad sigue ahí, lo que hice fue aprender a sobrellevarla para no dañar a otros y a mí mismo. No siempre me funciona pero es una satisfacción el poder decir que con inteligencia y voluntad voy logrando de a poco superarme. Y la paciencia, apoyo y consejo de los que me quieren es el ingrediente crucial para seguir mejorando.
Y eso es lo que le ofrezco a Novia. Es una mina inteligente y seguro va a saber aprovechar la oferta.

viernes, 15 de agosto de 2014

de buscar pareja

Estar solo es un negocio, y como cualquier necesidad humana, siempre va a haber alguien con mentalidad emprendedora para beneficiarse de las necesidades de los demás. En Alemania hay varios de estos "servicios": eDarling, ElitePartner, DatingCafe, Parship, y por lo menos una decena más.
Me acuerdo hace unos años cuando empezaron a tomar popularidad, que algunos (me incluyo) pensamos que era patético y nunca lo usaríamos.

Me equivoqué en lo segundo, aunque sigo pensando que es patético.

Cuando me separé de cierta novia hace 8 años, llegué a Múnich, y empecé por fin a trabajar de lo mío, empecé a descubrir realmente lo que significa caer en la soledad y no poder salir. Hoy por hoy, en los países al tope de la lista de países desarrollados (curiosamente medido por cantidad de celulares, conexiones a internet y ese tipo de nimiedades por habitante) las mujeres están independizadas, lo que entre otras cosas muy positivas también incluye el que muchas adoptan la maravillosa costumbre de los hombres de tomar el sexo como un deporte sin contenido emocional. Para la minoría de hombres que nos negamos a adoptar esa postura y buscamos contenido, la búsqueda de pareja se reduce a filtrar las oportunidades que nos surgen y ver con quién logramos establecer una conexión mucho más importante: la de la cabeza. Ahí es donde influye de nuevo el grado de desarrollo de un lugar, porque la verdad que hablar de apps, el clima y las próximas vacaciones se me hace tan satisfactorio como un té en lugar del almuerzo.
Me guste o no, el mundo de los profesionales en el extranjero (los expats) es uno de gente relativamente homogéneo: ganan bien, están solteros, hablan 3 ó 4 idiomas, no están en un lugar por más de un par de años, están frustrados y solos, desarraigados. Y si bien son personas interesantes, es difícil cultivar verdaderas amistades con gente en semejante estado, inherentemente "de paso".
Y si uno se mueve en el campo de la ingeniería, las oportunidades de conocer mujeres que se bañen una vez por semana es terriblemente baja.
Así que uno cae en esos sitios de internet patéticos y que nunca usaría: las bolsas de solteros.
Ventajas tienen: no existe la frustración que se siente cuando uno logra entablar una linda conversación con alguien, para que después de unos minutos se pare diciendo "ahora me va a pasar a buscar mi novio", o algo por el estilo. También se evita el tener que orquestar una aproximación, es proceso para provocar el primer contacto. También ubica a todas las posibles candidatas en un lugar donde uno puede mirar, comparar, en lugar de exacerbar el valor de un contacto por su escasez y rareza, que generalmente nos lleva a sobrevalorar el verdadero potencial de una relación.
Y sí, la moneda tiene dos caras: elimina el factor de "cacería" que incluso un hombre como yo aprecia y disfruta (o el "coqueteo" que a muchas mujeres les gusta practicar, que me parece una mega estupidez). También elimina ese factor de desconocimiento que todos en forma masoquista disfrutamos: ¿le gusto? ¿por qué se toca el pelo así? ¿por qué me mira así?... etc. Esa emoción basada en no conocer la intención del otro se elimina, porque en una bolsa de solteros uno no va a buscar conversación casual, amistad o sexo: busca un compañero de vida con quien compartir las alegrías (para que sean el doble) y las tristezas (para que sean la mitad). Y un par de meses más tarde, en la cena para celebrar las 8 semanas, 4 días y 11 horas de haberse conocido, uno no puede reírse de los malentendidos y eso le quita algo de chispa a la cosa. Nada por qué cortarse las venas, pero es parte de la historia de cualquier relación.
Otra desventaja no tan aparente es que al poner una serie de posibles candidatos en un lugar, lo asemeja a un menú, a uno de esos books de prostitutas que tienen en los hoteles de cinco estrellas. Las personas se convierten en mercancía, y se compara y se menosprecia como tal. Oferta y demanda, tan simple como eso. Si uno se entusiasma con un contacto y después no fructifica, hay 5 más para mirar. Eso le quita trascendencia, y estamos hablando de seres humanos, no de veladores.
La última desventaja que menciono, pero para mí bastante importante, es que no tenemos oportunidad de conocer a la otra persona como tal, sino que saltamos directamente a ponerla en el papel de potencial pareja. Y eso encasilla y limita, dejando fuera aspectos muy importantes y dando la oportunidad de conocer esas cosas de la historia de la persona que como pareja evitaríamos poner sobre la mesa, y eso es, ni más ni menos, una distorsión.

En fin, podría hablar días del tema y esto es un típico ejemplo de que existen tantas opiniones como culos: todos tenemos uno.

A Novia (y a ex-Novia) la conocí en unos de estos sitios, y el proceso puso en claro tanto las ventajas como las desventajas. A veces pienso que no tengo arreglo, que mis insatisfacciones son tan inherentes y están tan arraigadas que no hay esperanza para mí, que siempre voy a encontrar el punto de fractura, el deal breaker, y a ser infeliz.
Es descorazonante ser yo, con todas estas oportunidades y semejante cabeza llena de miedos, traumas y dislocaciones.
Por lo menos no es aburrido ;)

viernes, 18 de julio de 2014

el lado verde del pasto

Hay esos días.
Novia es una chica que tuvo la mala leche de vivir su love life en Alemania, donde los señoritos son... ¿cómo expresarlo delicadamente?... sub-óptimos. Con potencial para mejorar. Con margen para arriba. Con capacidades desaprovechadas. Creo que se entiende el punto, ¿no?
La cosa es que cada vez que el asunto se pone tenso entre nosotros ella vuelve a sus viejos modos en los que se cierra y se vuelve inabordable. No solamente eso, sino que proyecta en mí todo lo que aprendió de sus relaciones pasadas, en las que su novio de turno no se interesaba un cuerno por ella, salvo a la hora de usarla como alternativa a las manualidades bajo la ducha.
Cuando este punto llega, empieza a imaginarse (y a creer en lo que se imagina) que yo no confío en ella, que me tiene que pedir permiso para hacer esto o aquello, que todo lo lindo que vivimos hasta ahora no existió, que estoy con ella por el dinero (creo que cabe aclarar que tengo más que ella), y púas por el estilo. Una foto de la realidad donde se distorsiona la imagen, se viran los colores y se desplaza el foco. Pedazos se cortan arbitrariamente y se agregan de otras fotos donde más le quede cómodo.
Anoche fue la segunda vez que pasó en los casi 8 meses de relación, y estoy extenuado. Cuando me levanté, ella ya se había ido al trabajo y me dejó una nota pidiendo perdón. Y yo no estoy seguro de poder, no por la herida en sí, que casi no es tal, sino por el agotamiento que me produce proteger a una persona de sí misma.
Lo irónico es que yo pido lo mismo de ella por mis miedos, ese monstruo que despertó en enero. Pero eso no lo hace más fácil.
Y entre esto y la depresión, a veces estar del lado verde del pasto no parece la mejor opción.

A propósito, para los menos observadores, cambié la foto de la página. La anterior era de un remolcador en el puerto de Hull, en Inglaterra. Esta es de los acantilados al sur de Mar del Plata.

lunes, 30 de junio de 2014

ruidos

Hace unos 3 años visité una fábrica de artículos de vidrio en la Selva Negra, en la frontera con la República Checa, y compré una especie de platito largo como de 20 x 6 cm para poner un adorno o algo así en el baño, abajo del espejo. En su momento puse un par de velas de té, y más adelante puse una de esas velitas moldeadas como una flor de color rojo. Una belleza. Tan linda es la vela que nunca la encendí. Y es un hecho que en un par de años esa vela se va a derretir o secar y voy a tener que tirarla.
Es una vela hermosa y da pena usarla, pero es una vela y para eso está. Claro que es decorativa, pero si fuera pura decoración no tendría mecha ni sería de cera. Así que la próxima vez que novia esté en casa la voy a encender, no sea que termine su existencia sin haber brillado. Y así es con tantas cosas.
Un amigo siempre dice que hay que llenar la vida, no el día. Me gustaría "limpiar" mi vida de tonterías que simplemente llenan mi día pero no mi vida, y esas cosas que ocupan espacio físico o mental pero no llenan ningún espacio en el corazón. Me vienen tantos ejemplos a la mente...
No digo que todo tenga que tener un significado ultra metafísico profundo; algunas cosas son simplemente un adorno. Pero hay otras que definitivamente nunca debieron encontrar su camino hasta mi vida. Tendría que haber resistido la tentación de comprarlas porque eran lindas, o porque estaban a buen precio, o porque sí. Ocupan espacio en un departamento que cuesta €4200/m². O sea, una vela de té ocupa una superficie que vale 3 centavos ;)
Esta tarde voy a pintar de blanco la pared enfrente de mi cama. Ex-novia la pintó de ocre hace un par de años y me gustó, pero era otra época. Ahora quiero un color nuevo, que deje a mis fotos lucirse. Quiero volver a lo básico, que las formas hablen. Quiero sentirme en paz. Quiero encontrar mi lugar. Quiero encontrarme a mí mismo. Y para eso necesito un espacio íntimo sin ruidos de ninguna clase. Todos lo necesitamos.

viernes, 16 de mayo de 2014

sombras

"I am lonely, yet not everybody will do. I don't know why, some people fill the gaps and others emphasize my loneliness. In reality those who satisfy me are those who simply allow me to live with my idea of them."

("Me siento sola, pero no cualquiera me sirve de compañía. No sé por qué pero mientras algunas personas llenan el vacío, otras lo enfatizan. En realidad los que me satisfacen son los que simplemente me permiten seguir viviendo con mi propia imagen de ellos.")

Esta frase resume tantas otras que simplemente tratan de recordarnos o enseñarnos que las decepciones, más que por la persona o el evento que nos decepciona, ocurren por una cuestión de expectativas no cumplidas. O sea, ocurren por lo que nosotros esperábamos. En esto se basan por ejemplo las estafas: en crear expectativas, que luego nos motivan a entregar algo. Sin violencia física, sin coerción.
Por una combinación de mi educación, genes y experiencias, soy un desastre de miedos. Cada vez que conozco a una mujer empieza en mi cabeza una especie de cacería de brujas para determinar el grado de confiabilidad que le puedo adjudicar. Algo así como una valoración, un puntaje, que se basa en varios criterios que nos son comunes a todos (que si fuma, que si cambia de novio como de corpiño, que si se acuesta en la primera cita, etc...) pero también otros que quizás desde un punto de vista académico y en un mundo perfecto tendrían sentido, pero en este mundo humano no. Me refiero concretamente a si tuvo algún... ¿cómo decirlo?... desliz. Si en algún momento se apuró, o si quiso probar algo, o si se sentía sola y se dejó seducir sin mucho análisis, etc., etc., etc. O sea, si hay algo en el currículum que lo puede volver prontuario.
Yours truly no es un santo. He tenido mis errores, mis debilidades. No mucho para contar, de hecho, y totalmente justificable, y siempre con honestidad y buenas intenciones. Pero en un par de casos apuré los capítulos de una historia por inseguridad, por dudar de mis verdaderos valores, o simplemente porque los olvidé. Eso no me hace malo, solamente me hace humano.


En mi opinión, el sexo es como la sombra que puede proyectar una relación. La conexión íntima precede a la conexión física, que es simplemente una proyección de la primera. Pero la sombra puede engañar. Dos objetos pueden estar a distintas distancias de la luz pero sus sombras tocarse. Algunos se conforman con ese contacto limitado a sus sombras, yo no. Es como que necesito llegar al sexo tomado de la mano de la mujer con la que estoy. No es algo que hago para entretenerme (el nivel más bajo), para establecer la conexión (una lotería), sino para disfrutar en el plano físico algo que ya se da en el plano emocional y también, idealmente, en el intelectual.
Pero para llegar a tener en claro estos conceptos tuve que aprender, y ese proceso se dio por transferencia de las experiencias de otros, y también por las propias. Cuando uno se va a la cama con alguien esperando algo y obtiene mucho menos, es una experiencia muy lamentable. Lo único que uno puede hacer a falta de una máquina del tiempo, es aprender la lección.
Y acá es donde está mi problema: cuando conozco una mujer y encuentro en detalle que tuvo experiencias como esta, me activa una serie de miedos que me toman por asalto y no me dejan vivir. No me dejan disfrutar la relación, apreciar lo que tengo ahora. Me surgen dudas de mi valor para la persona, de si lo que tengo para ofrecerle es especial o si por el hecho de que vivió algo parecido con otra persona ahora yo no tengo oportunidad de entusiasmarla, encantarla, alucinarla. Ya sé, ya sé...
Algo interesante de todo esto es que si me queda claro que la mujer en cuestión estuvo algo así como oficialmente de novia, entonces no me molesta. Es como que lo acepto, lo entiendo, lo asimilo como parte de la vida. Es una obviedad casi insultante pero lo voy a decir igual: no espero una mujer de mi edad que sea virgen.
Pero cuando la doña tiene una historia menos que perfecta (de lo cual no tengo definición coherente), con algo que me active estos miedos... cagamos. Es como que la idea que tenía de la persona se me hace añicos y cada vez que surge una situación íntima me surgen dudas, desconfianza, casi terror. ¿Terror de qué? No sé. No estoy seguro... de ser abandonado, engañado, usado, lastimado. De no ser apreciado. De dedicar años de mi vida a quien no se lo merece. Ni idea.
Cuando tenía 9 años me mudé al departamento donde todavía vive mi mamá. Tiene un comedor hermoso, grande, con alfombra. De la cocina o de los dormitorios hay que recorrer un buen pasillo hasta llegar al comedor. Es un pedazo importante de la casa que no usamos muy seguido. De noche, si uno cierra bien las persianas queda casi totalmente a oscuras, y cuando yo era chico le tenía miedo a la obscuridad, así que al comedor evitaba ir, prendía todas las luces posibles en el pasillo, pero igual me angustiaba ir.
Un día me harté y me fui al comedor, puse una silla en el centro, apagué todas las luces y me senté como media hora hasta que me sentí cómodo. Se me pasó el miedo. Lo enfrenté y lo vencí. No había monstruos ni fantasmas ni nada.
Este miedo que me origina conocer algún detalle de la historia de mi novia que preferiría no saber (que exista no me importa, lo que no quiero es saberlo, lo cual es un poco tonto) quisiera poder definirlo para poder enfrentarlo. Pero ni siquiera estoy seguro de a qué le tengo miedo.
Y en eso estoy.

miércoles, 14 de mayo de 2014

ser humanos

Los pedos que nos meten de chicos en la cabeza son fenomenales. En mi caso, me enseñaron a esforzarme, a dedicarme al estudio, a no usar drogas, a callarme la boca si la situación lo ameritaba, a ayudar a los ciegos a cruzar la calle, y un montón de otras cosas que me han hecho básicamente candidato a una eventual arca de Noé si es que todo se va al joraca. Sé de buena fuente que mi mamá está orgullosa de mí. Como resultado soy un hombre que, viniendo de una familia de clase media en el culo del mundo, logré un título de ingeniero, una maestría en Suecia y un doctorado en Alemania, los tres con honores, y trabajo en una empresa alucinante en Alemania y gano el doble de lo que necesito.
Pero... estoy a la mitad de mi esperanza de vida y solo, sin pareja ni hijos. Soy, lo que se dice, un pobre infeliz. Y no es que busque simpatía ni un "uy, pobrecito", sino que simplemente no logré lo que es importante en la vida, eso que no se puede comprar. En algún momento de mi niñez, basado en el énfasis que recibí en la educación, la honestidad y otras cosas que no son menores, creí que lo demás iba a caer por su propio peso, que en algún momento iba a conocer al amor de mi vida y me iba a casar y tener dos hijos hermosos, mientras que las dificultades se iban a suceder en otros planos, por ejemplo en cuestiones económicas, para los cuales había que prepararse. Y las dificultades económicas en Argentina no son algo para lo que uno necesite imaginación. Pero a nadie se le ocurrió mencionarme que el amor es el verdadero reto. Con un poco de cerebro lo demás se arregla, pero la felicidad reside en la relaciones humanas.
Mis abuelos maternos eran, entre otras muchas cosas (la mayoría buenas), racistas. Pero no se limitaba a los negros sino que se extendía a los indios, los judíos, los pobres, los homosexuales, los hombres con pelo largo o con aros, mujeres con minifalda o pantalones, y un etcétera tan largo que la pregunta "por qué estoy tan arruinado mentalmente" se transforma en "cómo hice para salir tan normalito".
En este punto es lógico indagarme por el papel de mis padres en esto, pero el hecho es que se divorciaron cuando yo tenía 4 años y mi padre literalmente desapareció de mi vida cuando yo tenía 7. El modelo de hombre fue llenado por la figura autoritaria e inflexible de mi abuelo materno, por las apariciones homeopáticas de mi tío (hermano de mi mamá) y por mi mamá misma, que entre muchísimas otras cosas la pobre me enseñó a afeitarme. En definitiva, no sé cómo se comporta un hombre normal. Eso no solamente me pone triste y me afecta, también me jode soberanamente la vida. Es como si cada generación tuviera que desarrollar todas la teorías del álgebra desde cero. Como si no existieran los libros. Un montón de información útil se fue con mi padre y quedé culo p'arriba sin saber a dónde apuntar. Y los espacios en blanco fueron dejados así, o llenados con cosas que no hacen demasiado bien. Y ahí es donde mi abuela materna entró en escena y se especializó en infectarme con su rencor. Un chico de 4 años no necesita eso, ni tiene las herramientas para defenderse o filtrar lo que le sirve y lo que no. Siempre digo que el daño que mi abuela logró con sus dichos sobre lo que mi padre hizo, fue mucho más grande que el daño que mi padre efectivamente hizo. Él simplemente se fue. Ella lamentablemente se quedó para recordármelo. Y para no dejarme cometer errores sin amenazarme con que iba a ser como él. Entre otras delicias.
Muchas gracias.
Pero incluso sin eso, se especializaba en tomar cualquier evento de la vida y corroerlo hasta inutilizarlo y arruinarlo también para los demás. En fin.
De mi abuelo heredé muchas cosas buenas, valores como tenacidad y honestidad, pero también muchos miedos. Esos miedos hacen que trace vallas a mi alrededor con un radio demasiado grande, que dejan afuera a personas que, con un poco de aceptación por los límites que impone el ser humano, podrían agregar mucho a mi vida. Pero por miedo a ser lastimado prefiero dejarlos fuera y sentirme seguro. Como alguien que tiene miedo a ahogarse y nunca deja su isla. Va a vivir largo pero solo, y así se va a morir.
Ahora es cuestión de salir de esto.

viernes, 11 de abril de 2014

mucho

Novia tuvo novio.
Parece casi una idiotez escribir esta oración, pero es lamentable la forma en que me presentó esta información, y después de aclarar la situación, todavía mucho más lamentable lo que me cuesta digerirla. Me explico.
Novia estuvo en una relación el año pasado. Llegado un punto, se dio cuenta de que a pesar de haberlo intentado, no iba a funcionar, así que rompió. Unos meses después Novia y yo nos conocimos, pero mientras lo nuestro empezaba ex-novio volvió a la carga de una manera obsesiva, rayando en el acoso. Mensajes instantáneos, de correo electrónico, visitas a la casa o al trabajo, esperar afuera de la casa por horas, flores, tarjetas, cartas... Muchas, muchas por semana, a veces por día. Novia mantuvo esto fuera de mi conocimiento para no asustarme.
Un día, Novia y yo nos encontramos después del trabajo y la noté muy alterada. Cuando le pregunté por qué, me contó una intimidad sin ningún contexto, algo que la hizo quedar... ¿cómo expresarlo delicadamente?... como una prostituta barata. Me afectó mucho.

MUCHO.

Se podrían escribir disertaciones enteras de cómo me afectó y por qué. Pero creo que es importante aclarar que Novia simplemente se sentía muy mal y explotó. Es una de las mujeres más decentes que conozco, más atentas con su cuerpo y con sus valores, y lo único que hizo fue comenzar un noviazgo con un hombre que no estaba en condiciones de llenar sus necesidades emocionales, sentimentales, o incluso como ser humano. Pero, como casi siempre pasa, uno tiene que darle una oportunidad a la vida para poder avanzar. A veces esos intentos fracasan, otras veces prosperan. Este fracasó y ella rompió la relación en cuanto pudo y con el mayor respeto por ambas partes. Nada que reprochar; al contrario, bastante para admirar.
Peeeero... un servidor tiene depresión, y además tiene algunos miedos impregnados de chico. Tengo miedo al abandono, a ser usado, a ser traicionado, a equivocarme, a las canillas cromadas y a los textos en Times New Roman. Tengo tanto miedo a ser lastimado que prefiero no arriesgarme a una sonrisa, por las dudas de que más tarde se transforme en una lágrima. Porque de chico aprendí a desconfiar, aprendí que los errores son inaceptables y quienes los comenten execrables y deben ser excomulgados de este planeta. Sin excepción.
Me doy mucha pena, porque soy básicamente una persona buena que no hizo nada para merecer esto. Como comparación un tanto cruel, hay veces que nos enteramos de alguien que le diagnosticaron cáncer, alguien que sabemos que ha estado fumando 2 ó 3 paquetes de cigarrillos por día desde los 14 años. Nos da lástima, pero también nos parece, si no justo, justificado, o explicable, o como se le quiera llamar. Pero yo no hice nada. No hago más que tratar de ser una buena persona e incluso aprendí a no ser tan duro en juzgar a los demás como me enseñaron. Ni siquiera me siento superior a nadie, al contrario. Muy al contrario.
Y ahora acá estoy, con demasiada información (quién quiere saber detalles sexuales de las relaciones anteriores de una pareja) y nada con qué procesarla. Tengo amigos fantásticos que me están apoyando enormemente, con mucha paciencia y cariño. Novia está siempre ahí, charlando conmigo y tratando de entenderme y ver cómo ayudarme. Y mi familia ni hablar, siempre al pie del teléfono para darme amor y palabra. Y un terapeuta excelente hasta donde puedo juzgar.
Quizás acá quepa mencionar que nos ocupamos de ex-novio. Con mi apoyo, consejo y hasta consuelo, Novia cambió su número de teléfono, el auto (por el mío) y fuimos a la policía y ellos tomaron cartas en el asunto. Mi agradecimiento de corazón a la policía alemana.
Desde hace 2 meses disfruta de su privacidad, de salir y entrar (casi) sin miedo a un encuentro desagradable y que quién sabe en qué podría derivar.
Pero yo me sigo sintiendo... ¿cuál era esa palabra delicada?... ah, sí, como la mierda. Cómo quisiera dejar el pasado en el pasado y encarar el futuro con todo lo que tiene para ofrecerme. Estoy tratando con todo lo que tengo, pero tratar de convencer a mi mente de no tener miedo es como tratar de retener un pedo en una canasta. No puedo darme por vencido, no puedo permitírmelo, pero ojalá tuviera una mejor idea de cómo lidiar con esto. En qué dirección tirar. Para qué lado apuntar...

sábado, 29 de marzo de 2014

clic... casi listo

Ex-novia se va a casar.

Lo primero es lo primero, porque las malas lenguas, que siempre me entretuvieron pero no interesaron, pueden preguntarse: no, no hay celos. No tengo nada en que haya encontrado el amor de su vida. Envidia sana; me alegro por ella.

Si es que es el caso. Pero lo dudo.

Nos separamos a fin del 2012 y por una mezcla de su esperanza en que yo cambiara de opinión, más cuestiones logísticas como encontrar un lugar a dónde irse, seguimos compartiendo techo, pero no lecho, hasta el 1ro de mayo del 2013. Ella se consiguió y se mudó a un departamento en las afueras de Múnich y dos semanas más tarde, charlando por teléfono, me dijo que su sueño era que yo fuera a vivir con ella, nos casáramos y tuviéramos hijos. Dos semanas más tarde, cuando fui a entregarle algo de correspondencia que todavía me llegaba, me dijo que tenía que contarme algo: que había conocido a alguien. Estaba contenta, se le veía. Enamorada, se diría. Y hace dos meses, con similar introducción, me dijo que se va a casar. En estos días su novio se muda con ella.
Cuando estábamos juntos, y ella nunca lo negó, fue claro que su objetivo era formar familia y para eso se orientó durante toda su vida. Con el tiempo me empezó a invadir una sensación de que yo no era el objeto de su amor, sino mi capacidad de llenar el rol que ella tenía reservado para mí en la foto que le servía de modelo para lo que era su objetivo en la vida: la casa, el auto, el perro, el marido y los dos hijos. Y cuando un actor se retiró, lo reemplazó. Claro, en octubre cumplió los 37 años.
Esto, esta idea, esta sospecha, se confirmó hace 2 meses cuando tuvimos una charla muy seria sobre nuestras vidas, donde me contó cómo, prácticamente desde su primer ovulación, ha estado menos de 6 meses sin pareja. Esto me aclaró mucho el panorama pero también me fue invadiendo esa sensación de utilidad y no de identidad en su vida. Y me ofreció una explicación de lo que terminaron siendo los 5 años que le dediqué de mi vida: un derroche. Porque tuve relaciones en las que crecí, aprendí o me hice más fuerte, pero no donde simplemente haya sido valorado como donador de semen y para la fotito. Fui una pieza más en el rompecabezas, y en cuanto se cristalizó que no iba a encajar, fui reemplazado por otra pieza que sí lo hiciera. Y no puedo, de todo corazón, evitar sentir pena por el pobre ñato que ahora toma la posta. Es una pieza más en el rompecabezas que ella tiene en la cabeza para llegar a su objetivo de la casita, el perro, el auto y el marido con los hijos.


Quiero mis 5 años de vuelta, por favor. Los necesito para vivir.

jueves, 20 de marzo de 2014

una pausa histórica

Aunque tengo temas millones de veces más importantes en la cabeza (depresión, novia, familia, trabajo... en ese orden) se me ocurrió escribir mi historia con las motos, el equivalente literario a inflar globitos de colores durante un ataque terrorista.

De chico siempre me gustó moverme. Tenía mucha energía y frustración, no entendía al mundo y tenía miedos heredados y aprendidos; metidos de prepo y por gente miedosa, creo que sería una mejor descripción. Necesitaba distancia.
La bicicleta y los patines fueron el primer paso con la velocidad más allá de lo que daban las piernas por sí solas, y tendría 14 años cuando experimenté potencia de un motor de combustión interna (una Zanella de 49 cc) vi hacia dónde iba el instinto. El novio de mi prima tenía una Honda CB400N que me pareció igual de llena de posibilidades que un transbordador espacial. Nunca anduve en ella, pero la sola vista me disparaba las neuronas.
Años después, a los 18, trabajando en un restaurante en Lomas de Zamora, al sur del gran Buenos Aires, un compañero de trabajo tenía exactamente esa moto y lo convencí de que me llevara unos metros. Y vi la luz. A partir de ese día mi vida no tuvo otro sentido que ahorrar para comprarme una moto, aquella Honda o cualquier cosa que se le pareciera. Junté la mitad de lo que necesitaba (3000 USD en total) y la otra mitad me la prestó mi mamá, y ahí llegué a una Kawasaki 440 Ltd, modelo 1981, roja. Era 20 de noviembre de 1992. El 6 de diciembre obtuve mi registro de conducir (¿qué, había que tener registro para manejar?) y dos semanas más tarde, en el km 92 de la ruta 2, mano a Mar del Plata, choqué contra un auto que se mandó a la ruta sin mirar, y yo tampoco estaba concentrado. Esa Kawasaki era una moto simple que daba satisfacciones básicas. Como dijo un amigo de aquél entonces: libertad en movimiento. Como leí alguna vez en una publicidad: cuatro ruedas mueven el cuerpo, dos ruedas mueven el alma.
Hechas las reparaciones (otros 1600 USD) tuve la moto por unos 2 ó 3 años en los que le habré hecho 10 000 km, hasta que se la vendí a un amigo de mi padre, que la compró en secreto y sin decirle a la esposa, hasta que aterrizó abajo de un Fiat Duna blanco y tuvo que confesar. En terapia intensiva. Se rompió unas cuantas cosas pero ahí anda. Él todavía la cuenta, la moto no sé. Aquella moto, a pesar del costo de la lección inicial (eyes on the road, baby) simplemente mejoró mi calidad de vida. En lugar de pasar una hora en colectivo-tren-colectivo para ir al trabajo, mucho más que eso para ir del trabajo a la facultad, y 45 minutos de la facultad a casa, o sea, más de 3 horas por día en transporte, ahora estaba pasando algo más de hora y media, y al mismo precio. Con ese tiempo podía hacer alguna hora extra en el trabajo o estudiar más para la facultad. Y disfrutar de la libertad que vienen con un juego de ruedas a motor.
Después de una pausa logré juntar no me acuerdo cuánto (creo que unos 4500 USD) y en 1996 o algo así  me compré una Honda Magna VF700C del '85, negra. No tengo ni idea de cuántos km hicimos juntos, pero no habrán sido más de 10 000. Esa Magna representó el siguiente paso en la evolución de un servidor como motociclista: si la Kawasaki era un medio eficiente y gratificante de transportarme, la Honda me hacía tomar el camino largo a casa. Tenía un motor increíble cuando la compré, pero fuera de punto. Después de un año o algo así logré juntar el dinero y el ánimo para mandarla a carburar por un genio que me habían recomendado, y que hizo un mundo de diferencia. Se transformó en una moto deliciosa, a falta de un mejor término. Cuando a fines del '97 me volví de Buenos Aires a Mar del Plata, me la llevé conmigo y la tuve por un año hasta que la vendí para financiarme la facultad y no tener que trabajar en invierno. Fue la última moto que pude tener en Argentina.
En marzo del 2005, viviendo en Osnabrück, en el norte de Alemania, me empezó a picar otra vez el bicho (que en realidad nunca me dejó) y decidí que era tiempo de privarse de cosas superfluas (jabón, leche, pan...) y me compré una Suzuki Bandit GSF600S azul, del 2003. Con mi magro salario haciendo el doctorado, logré pagar 1300 euros de entrada y resto, 3000 euros, en 36 cómodas cuotas a un extorsivo 6% de interés anual. Sí, a pesar de que ya estaba viviendo en Alemania por un tiempo, la Suzuki me introdujo al mundo de la estabilidad, ese universo paralelo en el que vive una parte de este mundo donde la recompensa es proporcional al esfuerzo, el derecho a reclamar se ejercita, y las reglas se aplican. Lo que más me impresionó de la Suzuki siempre fue el sonido del motor. En aquella época trabajaba en un equipo de Fórmula 1 y mi escritorio estaba a 15 metros de los bancos de pruebas y estaba todo el día oyendo motores V8 a 18 000 rpm, múltiple de escape al rojo vivo y un consumo de combustible que medía en litros por minuto. O sea, mi referencia era alta. Y sin embargo la Suzuki, entre las 8 y las 11 mil vueltas era un bombonazo. Uno salía tarde a donde sea que tenía que ir, para obligarse a apurar el motor y poder disfrutar de ese equipo de sonido. Esa moto la tuve hasta mediados del 2008 cuando ya vivía en Múnich, que se la vendí a un amigo de Texas que estudiaba en Aachen, que todavía la tiene y nunca le pasó nada. Cuando la compré tenía 2600 km y la vendí con 36 000. Una vez más, la Suzuki representó un nuevo paso en la evolución del motociclista en mí: los viajes en moto. Con ella fui a los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Suiza, Liechtenstein, Austria e Italia.
En abril del 2008 me compré una BMW R1200RT, mi primera moto nueva, pero en los dos años que la tuve apenas le metí 7500 km. La moto en sí era genial: cómoda, suspensión ajustable electrónicamente, control de crucero, pantalla ajustable, calefacción en puños y asientos... pero simplemente no era mi tipo de motor. Demasiado tacto de tractor. O mitad de tractor. Y demasiado cómoda, demasiado auto. Y ni hablar del tacto de la rueda delantera, que pasa menos información que Corea del Norte. Así que sin siquiera esperar a venderla (por la crisis no hubo forma), el 23 de marzo de 2009 tomé posesión de mi actual Kawasaki 1400GTR, también nueva, con la cual llevo más de 77 000 km y unos 25 países visitados, y que por ahora no pienso vender. Era una oportunidad impasable, porque como no se vendía nada, el precio de lista de 17 000 euros cayó hasta los 12 500, y ahí es cuando la agarré. En mayo de 2010, cuando Alemania empezó a salir de la crisis, me saqué de encima la BMW. Esa básicamente no me costó demasiado porque la financió la empresa con una tasa todavía más ridícula que la Suzuki, pero entre pitos y flautas igual dolió unos 4000 euros, y para lo poco que la usé, fue suficiente para no querer repetir. A los japoneses no hay con qué darles.
Y acá estoy, viajando con mi Kawa todo lo que puedo mientras esté en este rincón del mundo.

miércoles, 19 de febrero de 2014

San Francisco

Novia. Un menú de emociones que apenas empieza a abrirse y mostrarse. Estuve demasiado tiempo dormido, esperando, aguantando, en lugar de salir a vivir la vida.
Creo.
En algo fallé, y fue algo grande. En algún punto me agarró la idea de que puedo formarme una imagen de la persona con la que estoy, e incluso puedo permitirme enamorarme de esa imagen, relegando la realidad. Y claro, como cualquier imagen que uno se forma en la cabeza, es frágil porque está basada en unos pocos datos y muchos deseos. Uno cree en lo que quiere creer; si no, no existirían las estafas, por mencionar un lado negativo de esto. Formarse una imagen de algo o de alguien no es malo en sí, al contrario, es necesario, es un mecanismo evolutivo para ser capaz de evaluar eficientemente una situación y eventualmente detectar un peligro. Pero en mi caso, por miedo a que no me guste lo que puedo oír, se disolvió la línea entre respetar la privacidad del otro y mirar para otro lado para evitar tener que lidiar con algo que puede que no apruebe mis exigencias. Me doy cuenta que siempre busqué una imagen impoluta de mujer, alguien sin marcas, porque las marcas (errores, pecados, fallas) son peligrosas. Son indicadoras de futuras catástrofes que pueden costar caro sentimentalmente hablando. Son signo indiscutible de que uno está condenado a fracasar.
O no.
A lo mejor son signos de haber vivido, de haber sido humano y haber tenido una cierta educación que plantó ideas estúpidas o inservibles en la mente de una persona, y solamente a través de vivencias pueden corregirse. Con un poco de suerte, esas vivencias no dejan cicatrices grandes ni dolores que nos impidan volver a intentar ser felices, arriesgarnos a vivir.

Hace unas semanas Novia me contó algo de su vida, nada raro ni alarmante (simplemente un ex que la ha estado molestando) pero fue una desafortunada combinación de factores que hizo que me asustara mucho y despertó viejos miedos. Estos miedos vienen de mi infancia, con una educación muy rígida e intolerante, y se combinan con mi personalidad melancólica y donde los sentimientos ceden el paso a la razón. Más tarde la vida reforzó esos miedos con alguna muy mala experiencia, y finalmente acá estoy, con una visión de las cosas que no es ni útil ni realista. En las últimas 4 semanas tuve que cavar en lo más profundo de mi naturaleza para encontrar la fuente de estos miedos, a dónde apuntan, y cómo confrontarlos. Un proceso que me está costando muchísimo más de lo que jamás le dediqué a nada en la vida. El premio, o mejor dicho el estímulo, es poder disfrutar de Novia. El verdadero premio es evolucionar, poder ser realmente feliz, ser capaz de establecer una relación sentimental con una mujer de verdad, y no con la imagen que yo prefiero tener para no tener que lidiar con la realidad, solución condenada a quebrarse.

Ahora me doy cuenta de que las experiencias que nos tira la vida, a veces buenas y otras no, no nos definen. Lo que define a alguien es cómo aprende de lo pasado y encara el futuro. Mis miedos, totalmente justificados dada mi historia y mi personalidad, me han protegido a costa de dibujar un perímetro demasiado grande que ha terminado por aislarme de algunos aspectos de la vida. Y así no se puede vivir, en el sentido amplio de la palabra. No se trata de empezar a tomar riesgos, sino de aceptar las experiencias como tales, algo necesario en el camino de cualquiera (mío y de ella), y disfrutar de los resultados cuando son buenos.
Así que parece que ya sé qué es lo que sería bueno alcanzar. Veremos cómo. Para empezar, tengo 3 semanas mientras ella disfruta sus vacaciones en San Francisco, que las compró antes de conocernos. Malditos planes. No hace un día que se fue y la extraño muchísimo...

miércoles, 22 de enero de 2014

292 km/h

292 km/h es casi un cuarto de la velocidad del sonido, e implica cubrir más de 80 metros o el largo de una cancha de fútbol cada segundo. Un Boeing 747 despega 20 km/h antes.
El año pasado alquilé un BMW M5, motor V8 biturbo de 565 CV, y llegué al limitador a 270 km/h indicados, probablemente poco más de 250 reales.
Hasta donde puedo atestiguar con mi gps, mi Kawasaki da 267 km/h. Esto lo probé un par de veces en la A8 de Múnich a Stuttgart en un tramo nuevo recto de 3 carriles y unos 20 km sin un detalle que moleste la suspensión. Aunque como todos los vehículos hoy en día ella también indica de más, en este caso unos 280 km/h.
Hace unos meses tuve la ocasión de probar la crème de la crème, la no-va-más BMW S1000RR HP4. En cifras redondas y poco inexactas, unos 200 CV y 200 kg. Además de que tiene una pinta bárbara, tiene un motor que solamente se puede explotar en un país con tramos de autopista con velocidad ilimitada como Alemania, o en circuito. El resto del planeta le queda chico. A 200 km/h cualquier otra moto empieza a sufrir la carga aerodinámica. Pero la HP4 ahí recién empieza a remangarse la camisa y frotarse las manos.


La aceleración en 3ra o 4ta marcha arranca los brazos y parece que lo único que hace es acelerar más y más sin ningún signo de aflojar, y todavía quedan 2 marchas. El único límite son los testículos del conductor, que en mi caso se terminaron a los 292 km/h reales que grabó el gps; no me pregunten la indicada porque estaba un poco distraído tragando bilis y esquivando a los Porsche 911 estacionados en el medio de la ruta, como para mirar el velocímetro.
En definitiva, nunca en mi vida me moví a más de 292 km/h en un vehículo tocando tierra. Ese es mi tope, y pensar en ir más rápido es una locura. De hecho, para ser honestos, 100 km/h menos ya es más que suficiente.
Hace 2 meses conocí a una señorita excepcional, con la que salí 2 veces a cenar antes de irme a Argentina de vacaciones por 5 semanas. Quedamos en vernos a la vuelta, a mediados de enero. Sin embargo, las llamadas se sucedieron día por medio y de 3 horas de duración cada vez. En los 10 días que hace que llegué ya nos vimos 6 ó 7 veces. Sentimentalmente, creo que alcancé los 292 km/h. La última (y única) vez que me sentí así los años se escribían como 19xx.
Muchas cosas pasaron desde entonces. Algunas me enriquecieron, otras me hirieron profundamente, algunas las haría de nuevo y otras no; todas me hicieron lo que soy hoy, para bien y para mal. Una constante fue mi búsqueda de ese sentimiento profundo que une a dos personas más allá de sí mismas, el convencimiento de que el otro es más importante que uno mismo. En una palabra, estar enamorado. No lo había encontrado, y ahora parece que me toca a la puerta. Espero estar a la altura.