miércoles, 22 de enero de 2014

292 km/h

292 km/h es casi un cuarto de la velocidad del sonido, e implica cubrir más de 80 metros o el largo de una cancha de fútbol cada segundo. Un Boeing 747 despega 20 km/h antes.
El año pasado alquilé un BMW M5, motor V8 biturbo de 565 CV, y llegué al limitador a 270 km/h indicados, probablemente poco más de 250 reales.
Hasta donde puedo atestiguar con mi gps, mi Kawasaki da 267 km/h. Esto lo probé un par de veces en la A8 de Múnich a Stuttgart en un tramo nuevo recto de 3 carriles y unos 20 km sin un detalle que moleste la suspensión. Aunque como todos los vehículos hoy en día ella también indica de más, en este caso unos 280 km/h.
Hace unos meses tuve la ocasión de probar la crème de la crème, la no-va-más BMW S1000RR HP4. En cifras redondas y poco inexactas, unos 200 CV y 200 kg. Además de que tiene una pinta bárbara, tiene un motor que solamente se puede explotar en un país con tramos de autopista con velocidad ilimitada como Alemania, o en circuito. El resto del planeta le queda chico. A 200 km/h cualquier otra moto empieza a sufrir la carga aerodinámica. Pero la HP4 ahí recién empieza a remangarse la camisa y frotarse las manos.


La aceleración en 3ra o 4ta marcha arranca los brazos y parece que lo único que hace es acelerar más y más sin ningún signo de aflojar, y todavía quedan 2 marchas. El único límite son los testículos del conductor, que en mi caso se terminaron a los 292 km/h reales que grabó el gps; no me pregunten la indicada porque estaba un poco distraído tragando bilis y esquivando a los Porsche 911 estacionados en el medio de la ruta, como para mirar el velocímetro.
En definitiva, nunca en mi vida me moví a más de 292 km/h en un vehículo tocando tierra. Ese es mi tope, y pensar en ir más rápido es una locura. De hecho, para ser honestos, 100 km/h menos ya es más que suficiente.
Hace 2 meses conocí a una señorita excepcional, con la que salí 2 veces a cenar antes de irme a Argentina de vacaciones por 5 semanas. Quedamos en vernos a la vuelta, a mediados de enero. Sin embargo, las llamadas se sucedieron día por medio y de 3 horas de duración cada vez. En los 10 días que hace que llegué ya nos vimos 6 ó 7 veces. Sentimentalmente, creo que alcancé los 292 km/h. La última (y única) vez que me sentí así los años se escribían como 19xx.
Muchas cosas pasaron desde entonces. Algunas me enriquecieron, otras me hirieron profundamente, algunas las haría de nuevo y otras no; todas me hicieron lo que soy hoy, para bien y para mal. Una constante fue mi búsqueda de ese sentimiento profundo que une a dos personas más allá de sí mismas, el convencimiento de que el otro es más importante que uno mismo. En una palabra, estar enamorado. No lo había encontrado, y ahora parece que me toca a la puerta. Espero estar a la altura.