viernes, 12 de septiembre de 2014

una tarde lluviosa y aburrida

Imbecilidades que me dan ganas de acogotar a alguien =/

- los zapatos que eligen las mujeres para vuelos intercontinentales de 14 horas. Botas hasta las rodillas con taco aguja... ajá...
- los sobrenombres, o los diminutivos de dos sílabas que terminan en "i" o "y" (los que usan diminutivos de una sílaba por lo menos demuestran cierta respetable temeridad al ser tan ridículos).
- los que no reconocen sus errores.
- los paraguas (cosa fácil de olvidar, si las hay).
- las que usan anteojos de sol en un café o un negocio, generalmente morochas arrepentidas.
- las mesas que tambalean, o sea, todas las de más de 3 patas.
- los que te patean el respaldo en el restaurante, el cine, el avión...
- los que no pueden dejar el telefonito, ni siquiera cuando manejan.
- los que racionalizan y (además de engañarse a sí mismos) creen que pueden convencer a los demás.
- los que en lugar de bajar de peso se preocupan por la ropa que les ayuda a disimular; esos son los que más consejos dan a los demás de cómo vivir su vida.
- Mirtha Legrand, obvio.
- el abuso de la palabra América y sus derivados, como americano. No abuso en el sentido de usarla demasiado seguido, sino en el sentido de violación, arrogación, mal uso. Me sube el pulso...
- la indiferencia, que es negarle a alguien el valor de su existencia.
- los funerales en la cultura occidental. En África se lamentan por los que quedan, pero se celebra por el que se fue. Es básicamente una fiesta.
- los que tiran papelitos en la calle.

Tengo 8000 más, pero se hace medio pesado...

lunes, 8 de septiembre de 2014

una noche de balcón

Esta es la transcripción de un segmento de una charla que dio un tipo en TED talks y que me gustó mucho:

Home is a work in progress.
Home, for many of us, has really less to do with a piece of soil than with a piece of soul.
When somebody asks me "where's your home?" I think of the songs that travel with me, wherever I happen to be.
Sometimes we can choose our sense of home.
The beauty of being foreign is that it slaps you awake; you can't take anything for granted. Travel is a little bit like being in love because suddenly all your senses are at the setting marked "on". Suddenly you're alert to the secret patterns of the world. The real voyage of discovery, as Marcel Proust famously said, consists not in seeing new sites, but in looking with new eyes. And of course once you have new eyes, even the old sites, even your home, becomes something different.
Where you come from is much less important than where you're going. We are rooted in the future or the present as much as in the past.
Home is not just the place where you happen to be born, it's the place where you become yourself.
Quiet, subtle, understated.

El hogar es un trabajo en progreso.
Hogar, para muchos de nosotros, tiene menos que ver con un pedazo de tierra y más con un pedazo de alma.
Cuando alguien me pregunta "¿dónde es tu hogar?" pienso en las canciones que viajan conmigo, donde sea que me encuentre.
A veces podemos elegir nuestro sentido de hogar.
Lo lindo de ser extranjero es que te abre los ojos; uno no puede dar nada por sentado. Viajar es un poco como estar enamorado porque de pronto todos tus sentidos se activan. De pronto estás alerta a los patrones secretos del mundo. El verdadero viaje de descubrimiento, como dijo Marcel Proust, consiste no en ver lugares nuevos, sino en mirarlos con nuevos ojos. Y por supuesto, una vez que se tienen nuevos ojos, entonces incluso los viejos lugares, incluso el hogar, se vuelve algo diferente.
De dónde venimos es mucho menos importante que a dónde vamos. Estamos arraigados en el futuro o en el presente tanto como en el pasado.
Hogar no es solamente el lugar donde resulta que naciste, sino donde te volvés vos mismo.
Calmo, sutil, discreto.

Por supuesto que como emigrante me encantó lo que este hombre dijo. Como esas películas que a falta de presupuesto tienen que ofrecer una historia, me dejó pensando por muchos días, semanas, y me llevó a charlarlo con gente en situaciones parecidas a la mía. En sí un viaje de descubrimiento.
Vivir lejos de lo único que uno conoce y bautizó como casa es un desafío, ninguna duda. Que en los parámetros normales (sueldo, tasa de criminalidad, niveles de corrupción, seguro de salud, etc.) haya sido un progreso o no, es irrelevante. Lo que cuenta es la gente, y en eso hay que pasar la página, y en eso habemos algunos peores que otros para adaptarnos.
Así que uno de los trucos, uno de los asideros de que disponemos en esta montaña rusa montada en un avión haciendo piruetas, es pensar en lo que uno ama. He aquí una modesta y nada exhaustiva recopilación de cosas que se me ocurrieron, la mayoría independiente del lugar donde me encuentre, algunas no tanto y más encauzadas a endulzar la píldora...

Amo los domingos.
Un café con leche con alguna tontería dulce para acompañar.
Y noviembre, obviamente. Se vienen los cumpleaños de las que amo y estoy en la antepuerta de las fiestas, de viajar a casa.
Las olas del mar. Me encanta verlas y oírlas.
La lluvia. Sobretodo cuando apenas empieza a llover, porque hace que todo desprenda olores frescos, con texturas.
Cuando vuelvo tarde a casa, después de la puesta del sol y cuando el aire ya se enfrió, amo el sonido del motor de la moto. Se nota que respira hondo y disfruta el paseo.
Y charlar con un alma amiga. Novia, amigo, familiar. Alguien que me acepte aunque no comparta o siquiera me entienda.
Un buen helado, preferentemente sentado a la orilla del Lago di Garda, ya que estamos pidiendo.

Aprender a apreciar las pequeñas pausas que nos ofrece la vida para engañarnos y creer que todo va  a estar bien es una de las herencias de la depresión. Y ahora que lo pienso dije herencia, como si la depresión se hubiera muerto, cosa que no es. Está bien vivita y coleando, mirándome de reojo y riendo por lo bajo, como el Diablo y la Muerte, desde la otra vereda.
Como sea, me agarro de esas cosas y las disfruto mientras pueda.