domingo, 23 de abril de 2017

politraumatismo II

Por más que la tomografía no muestre nada raro, mi cabeza no está bien, eso no es nada nuevo. Pero en estos días la verdad que mi corazón tampoco. Al margen de mi queja general hacia la vida por no darme una compañera, en los últimos días se confabularon algunas cosas para que el panorama esté particularmente sombrío.
Hace poco comentaba sobre la palabra chongo y sobre quien me la presentó. Ayer intercambié una serie de mensajes en el teléfono con ella en los que intenté transmitirle que no me interesan los €20 que me debe del viaje a Croacia, sino encontrarme con ella para charlar. No good. Parece que esa característica tan propia de las mujeres argentinas de hacerse las difíciles está bien desarrollada en esta chica, y yo me siento demasiado viejo para estas gansadas. Por un lado sé que soy una buena persona, con cerebro, y ella es la que dijo que necesita tener conversaciones profundas y no encuentra con quién. Acá podría intercalar ahora-sé-por-qué pero la verdad es que yo también quiero eso, y si bien lo tengo en un par de amigos, una mujer es otra cosa. Así que yo me jodo. Ella puede ser que también, pero yo me jodo.
En la otra esquina, un amigo recientemente adquirido y que hace las veces de socio en mi nuevo emprendimiento de organizar tours en moto, se empacó. Quiero decir que se ofendió por un reclamo mío de algo que él hizo mal y no quiere admitirlo, así que ahora está haciendo una serie de chiquilinadas que ni siquiera puedo pretender estar sorprendido, porque era previsible. Tiene ese carácter y punto. Así es, y esto estaba destinado a pasar, y yo lo sabía todo el tiempo. Ni siquiera era un tema de probabilidades; como en la moto, que la pregunta no es si te vas a caer, sino cuándo.
Y en la última esquina libre de este cuadrilátero está mi mejor amigo acá en Múnich tratando de sacarse un quiste en forma de una tarambana y desagradecida que tiene por novia, que no sabe, y se resiste a apreciar, el tesoro que tiene en las manos. Así que esta semana cuando necesitaba mucho hablar con él, no lo tuve porque estaba embobado ocupado con ella. Si él hubiera estado feliz con alguien que lo quiere y lo aprecia como se merece, y lo cuida en consecuencia, me la como; pero quedarme sin mi mejor amigo porque la está pasando mal me saca de quicio. Sin mencionar que realmente lo necesitaba. Necesitaba más que nada alguien que, sabiendo casi todo de mí, me ayudara a analizar lo que me estaba pasando y me criticara y me hiciera ver dónde la estaba pifiando o pegando. Dónde plantarme y dónde ceder.
Como ya no hay esquinas libres, por ahí en el medio hay una polaca con la que salí antes de conocer a ex-novia y que me gusta bastante, pero simplemente no me llama. Me siento un idiota con mis mensajes e intentos de contacto y no quiero fastidiarla; pero un idiota solo y con ganas de que alguien me aprecie.
Por ahí también está mi amigote mejicano que vive en Stuttgart y cuya esposa es neurótica, paranoica y emocional, y nos está costando la amistad. Estoy siendo optimista, porque hace meses que no hablamos y me pone muy triste. Quiero mucho a este tipo y aprecio muchísimo sus opiniones y sus logros y sus puntos de vista, y lo extraño. Hace más de un año que tuvo una hija, lo cual lo mantiene más ocupado de lo que ya estaba, y a pesar de que hablamos de este tema y me dijo que lo comprende, la realidad es que no la conozco porque no he logrado convencer a mi culo de moverse e ir a la casa a verla. Es patético de mi parte, lo sé, y asumo mi parte de la culpa; pero el hecho sigue siendo que nos estamos separando, y él es parte de un muy pequeño grupo de personas que enriquecen mi vida sin peros.
Así que acá estoy, en mi esquina del cuadrilátero pensando que mi red social tiene muchos agujeros y no sé qué hacer. Quiero corregir lo que sea que esté haciendo mal pero no puedo identificar mis errores, aunque es cierto que a veces las cosas simplemente se descalabran y lo único que uno puede hacer es joderse, aprender y empezar de nuevo.

viernes, 21 de abril de 2017

politraumatismo


En los casi 14 años que llevo en Alemania nunca vi un vehículo motorizado pasar un semáforo en rojo. No me refiero a pegar la aceleradita cuando cambia de verde a amarillo, ni a bicicletas o peatones cruzando en babia mientras miran su balance de me gusta/no me gusta en feisbuc. Me refiero a ignorar olímpicamente un semáforo en un vehículo autopropulsado.
El 13 de marzo salgo de la cochera con la moto y hago los 300 metros hasta la calle principal. Ahí termina mi calle y se topa con una bastante transitada y con dos carriles en cada dirección, así que hay un semáforo. Estaba en rojo, así que esperé, primero en la línea. Cuando se puso en verde, arranqué despacito porque doblaba a la izquierda. Pero algo no estaba bien: en el rabillo del ojo vi un colectivo que no frenó y se me vino encima. En cosa de medio segundo tuve que decidir si seguía o frenaba. Si fui yo el que, por distracción o lo que sea, arrancó con el semáforo en rojo, el que viniera por la izquierda del colectivo no me hubiera visto, y por la derecha venían dos carriles más. Si el colectivo se mandó la cagada, ya estaba frenando. Así que me detuve y esperé, rogando que el impacto fuera lo más suave posible.
Me dio de lleno del lado izquierdo. Después de volar unos 5 metros a mi derecha junto con mi moto de 300 kg, aterrizamos sobre el lado derecho. Por haber ya estado en una caída hace algunos años levanté las piernas para que no quedaran abajo de la moto, y funcionó.
Resultado: moto destruida. La valija y el espejo izquierdos pulverizados, pero me salvaron la pierna de ese lado. El lado derecho estaba un poco "mejor", pero destruido. El frente del colectivo destruido, con el frontal roto y el parabrisas con una impresión de mi hombro y cabeza/casco. ¿Yo? Relativamente nada. No tengo un hueso roto pero muchos dolores, básicamente el hombro izquierdo, el pie y tobillo derechos, y algo menos en ambas cabezas de fémur, mano izquierda, rodillas, hombro derecho. Las radiografías no muestran nada roto y la tomografía dice que mi cerebro está en orden, palabras de la operadora de la máquina, no mías...
La policía determinó que hacía como mínimo 6 segundos que el semáforo estaba en rojo y no saben qué mierda le pasó al conductor para ignorarlo así. Tres pasajeros testificaron que estaba en rojo para el colectivo, y dos conductores que esperaban conmigo en el semáforo testificaron que estaba en verde para mí. Ese tipo no va a manejar nunca más en su vida profesionalmente en Alemania, y además de lo normal de pasarse un semáforo en rojo tiene un sumario por lesiones culposas.
Además de los cuidados médicos que he estado recibiendo, por consejo de mi médico de cabecera consulté con un terapeuta para ver cómo va el tema del trastorno de estrés postraumático. En principio, de los 3 criterios que deben cumplirse, muestro dos. Pero el tipo me aclaró que esto puede demorarse unos cuantos meses en aparecer. Gracias.
Martes último a la noche me acosté a dormir. En algún momento empecé a soñar con el puto colectivo que se me venía encima, y así nomás me tiré de la cama y salí corriendo, arrastrando la frazada, tropezándome con un sillón que tengo en la habitación, y reventándome la mano de una forma que no puedo aclarar porque estaba completamente obscuro y yo dormido, así que ni idea. Lo que sí sé es que mi pantorrilla izquierda tiene una abrasión de 20 cm y un moretón muy doloroso, y mi mano derecha no sirve para nada. No parece que me haya quebrado algo, pero no puedo abrirla ni cerrarla, no mucho menos hacer fuerza. Ayer después de dos días pude escribir algo, siempre y cuando la lapicera cooperara, nada de apoyar fuerte. Sin embargo, después de tres días ya puedo tocar pulgar con meñique, pero con un dolor que te corta la respiración.
Como mi médico está de vacaciones, recién el lunes puedo ir a verlo y que me la revise.
La puta que lo parió al mogólico que manejaba ese colectivo.

miércoles, 19 de abril de 2017

chongo

No hay límites para aprender. La vida no extiende diplomas donde certifica que uno ya sabe lo suficiente y puede relajarse. Pero cuando uno está en el vértice de la parábola tiende a ver la diferencia entre algo que ya conoce y que simplemente tiene nombre nuevo, y lo que no conoce.
Chongo: aquella persona con la que se entabla una pseudo relación donde sólo hay atracción y otros factores, pero carencia de compromiso o de las responsabilidades de un noviazgo. Tal como sucede con el one-night-stand, el touch and go o el engaña pichanga, pero algo menos efímero. A un chongo no se le presenta ni a los hijos ni a los padres, ni a familiar alguno. Tampoco interesa saber nada de su familia. Se ven si ambos están disponibles; si no, todo bien. Los gastos son a medias. También permanece intacta la libertad de encontrar a otra persona y terminar la relación como chongos, o incluso continuarla simultáneamente.
El fin de semana estuve en Croacia con un grupo de 8 argentos y un alemán que conocí hace poco y me integraron a sus planes. La pasé bárbaro, sobre todo por el tema del idioma. Además fui en la moto (ellos fueron en dos autos) y este fue el primer viaje de la temporada, y estrené escape nuevo.
En el grupo había una fémina que me había movido el piso en su momento, más por carencias mías que por méritos de ella, pero como sea, me lo movió. Como hacen las hienas pero con diferentes técnicas, separé a la presa de la manada y le dediqué un poco de atención para que se abriera. Lamentablemente, lo que vino no era lo que esperaba, aunque sí lo que temía: una diatriba académica de sus "chongos" y los beneficios del tema, a lo cual yo escuché respetuosa y ceremoniosamente, dí las buenas noches y me fui a dormir. No me molesté siquiera en aclarar que mi desconocimiento de la palabra no implicaba desconocimiento del concepto, ni su conocimiento de la palabra implicaba conocimiento del concepto. O sea, para mí era el mismo perro con diferente collar, mientras que ella no tienen idea de lo que está haciendo con su culo; ni mucho menos lo que otros están haciendo con dicho culo.
Después del impacto inicial y "gracias" a mis experiencias previas, sumado a una buena dosis de terapia, decidí jugar con la presa. Como había otras féminas, las usé para distraer mi atención y sacarle la sensación de que ella era el centro de mi atención. No fue para generar celos, sino para evitar exceso de confianza, a la que tiene cierta tendencia. Y no solamente logré que no sepa que la estaba manipulando asquerosamente, sino que logré que crea que ella me estaba manipulando a mí. Hacía rato que no tenía oportunidad de hacer este tipo de tejes y manejes y la verdad que lo disfruté muchísimo, y me importa un bledo ser tildado de infantil.
No tengo idea de cómo va a seguir la historieta, pero conservar el high ground siempre es un buen resultado. Sin embargo...
¿Tengo razón? Digo, a lo mejor es más sano, más constructivo, y sin dudas más pragmático atender las necesidades físicas y emocionales entre dos personas adultas que consienten lo mismo, mientras uno y otro sigue a la búsqueda de la felicidad. Se cubren de la soledad, por lo menos en un plano superficial, mientras en lo profundo y en forma consciente siguen aspirando a algo más trascendente.
En lo personal, no me sale. Puedo, por calentura, soledad u otros factores, confundirme y hasta engañarme y terminar en la cama con alguien que no es la indicada para mí, pero tan pronto como me doy cuenta ya no puedo seguir. Incluso con el consentimiento de ella, simplemente no puedo usar a alguien para eso, ni dejarla usarme. No puedo y punto. Me sobran los dedos de una mano para contar las personas a las que permito tocarme, abrazarme o acariciarme, y me gusta eso de mí. Cuando toco a alguien lo hago con afecto, y por definición eso es algo cuyo uso se restringe. Es un recurso limitado, por más amor que sintamos por la humanidad y todos los Gandhi, mariposas y premios Nobel de la paz que llevemos en el alma. La esfera íntima es delicada, y soy de la teoría que dar demasiado acceso a ese rincón de nuestra existencia la daña, erosionándola, generando callos y, nos guste o no admitirlo, restándole valor al hacerla tan fácilmente accesible.
Pero puedo estar equivocado, no sería la primera vez, y a lo mejor es simplemente un pedo mío y de nadie más. Pero la espina la tengo, y el miedo a ser usado también. El simple hecho de que me lo haya contado tan abiertamente implica cero arrepentimiento, y el arrepentimiento viene de reconocer un error. Y sin eso no hay cambio posible, con lo cual a mí no me sirve.
Qué lástima, porque está buenísima.