viernes, 24 de noviembre de 2017

sono stato a Piacenza

Estoy harto de este sentimiento de que debo indemnizar al mundo por mi existencia. Primero porque me hacía pis encima y olía, después por el pecado original del que me anoticiaron en la escuela católica, después por mis propios pecados; mientras crecía entendí que también era por mi carácter fuerte, después por ser argentino, después por ser extranjero, después por tener miedo, ahora por existir. En mis primeras novias creía haber encontrado a alguien que me iba a aceptar, quizás guiar en el camino de mejorar, e incluso inspirarme para encontrar la paz que tanto necesitaba y que todavía no alcanzo, pero tantas veces pasaron cosas que me hicieron sentir mal de ser yo mismo, con mis defectos y limitaciones. No hay nada peor que recibir una crítica fundamentada, sobre todo si es algo en lo que hemos estado trabajando y creíamos haber tenido cierto éxito en forma de algún progreso. Esas recaídas nos duelen, nos hacen sentir fracasados, impotentes, frustrados. Con nosotros mismos. Y si encima herimos a alguien que nos importa, empezamos a creer que todos esos que nos rechazaron o criticaron en el pasado, tenían razón.
Casi permanentemente tengo la sensación de no merecer el aire que respiro, los títulos que ostento, el dinero que guardo, las amistades que atesoro, la moto que manejo. Y mucho menos cualquier tipo de elogio. Siento que los que me conocen me soportan a pesar de mis infinitos y imperdonables defectos, y que los que no me soportan tienen toda la razón y es cuestión de tiempo para que de ese grupo sean todos.
A veces, sobre todo ahora que fue su cumpleaños y me recuerda que no es inmortal, tengo miedo de que la única que realmente me quiere es mi mamá, mientras que el resto del mundo se mantiene a la distancia necesaria. Me pregunto cómo se siente estar cerca de mí.
Cada tanto se me da por ir a EICMA, la muestra de motos en Milán que se hace todos los años a principios de noviembre. Esta vez decidí darle una vuelta de rosca y en lugar de hacer como otras veces, que iba y volvía prácticamente en el día, fui un par de días antes y me quedé un par de días después. En total visité Brescia, Milán y Piacenza. Milán, aunque ya había estado varias veces, siempre me había resultado insulsa, pero esta vez se ve que algo por fin me corrió el velo y entendí por qué hay que admirarla. No voy a decir si el asesino fue el mayordomo; me limito a recomendar una visita. En eso estaba la semana pasada y me encontré descubriendo Piacenza, al norte de Italia, y mientras caminaba vi una iglesia chiquita y linda, como todas las iglesias en Italia. Cuantos artistas desconocidos nos han regalado su saber hacer con las maravillas, chiquitas y grandes, que se encuentran de a miles en las iglesias.
Entré y me senté al fondo para poder observar la arquitectura y los feligreses. Me encanta observar a la gente y jugar a adivinar sus motivaciones para estar ahí. En la fila de adelante, unos asientos a la izquierda, había un señor muy mayor y también muy alto para los 80 o más años que me pareció que tenía. Estaba vestido muy elegante pero como sin proponérselo. Tenía un perfil agradable, honesto, decidido. Miró la hora, pero se quedó sentado. No me quedó claro si estaba esperando a alguien, quizás a la esposa que terminara la confesión, o si tenía que ir a algún lado, o si simplemente tuvo curiosidad de ver la hora, como a veces hacemos por reflejo. El reloj era de aguja y tenía un par de décadas, seguro. Cuadrante de oro, brazalete de cuero. Elegante y acertado para la circunstancia. Sin fecha ni cosas raras: horas y minutos, y listo. El hombre tenía una bufanda negra que le combinaba con el abrigo, camisa blanca y un pulóver azul.
Salí de la iglesia preguntándome cómo me veré yo a su edad, si llego. Y qué recuerdos tendré. Si estaré satisfecho de mi vida, o si todavía estaré luchando esta sensación de vacío que últimamente me hace tanta sombra. ¿Habré escrito alguna poesía? ¿Algún libro, por fin? Hace muchas lunas, cuando abrieron el Spinetto Shopping en Buenos Aires, trabajé vendiendo postres helados y en mis ratos de ocio experimenté escribiendo algunas estupideces en verso, algunas no demasiado feas. Quedaría muy linda la anécdota si dijera que ahí y entonces me picó lo de escribir, pero la realidad es que lo hago desde que tengo 8 años o algo así.
Me preguntaba, entonces, si habré escrito algún libro. Espero que sí. Sería estúpido haber estado en tantos lugares y llevarme lo que sea que haya aprendido, sin haberlo compartido con nadie. No es que mis conocimientos o experiencias sean tan valiosas, pero son mías, y de puro vanidoso quisiera saber que alguien aprendió algo que vino de mí, de mi visión del mundo y de las cosas.

sábado, 4 de noviembre de 2017

€648,71

A fines de septiembre se me metió en la cabeza comprar un lente gran angular para mi cámara. Después de investigar un poco sobre el tema, me decidí por uno que cuesta unos €1000 en un negocio y unos €900 en los vendedores en internet. Pero antes de darle el ok a la compra, decidí dejar el tema reposar una noche en mi cabeza. Lamentablemente, siendo como soy, ya en la cama saqué el teléfono y me puse a ver una vez más, y encontré una oferta increíble por €648,71. Así y todo dejé pasar la noche, y al día siguiente ya decidido lo compré.
Cuatro semanas más tarde, con las pelotas por el piso y después de muchas llamadas al servicio de atención al cliente, por fin recibí un paquete... con un monitor de 32 pulgadas. Lo mandé de vuelta, cancelé mi compra, y entretanto me compré otro lente en otro lugar, por suerte a muy buen precio. Finalmente, después de casi 6 semanas, recibí mi dinero de vuelta.
Estaba emprendiendo la nada fácil tarea de tornar una actividad por la que siento pasión en algo que me dé de comer, y se pinchó simple y llanamente porque el imbécil que acepté de socio decidió tomarse a pecho su título de imbécil y no dejar pasar un minuto más sin que el mundo se entere. Y aunque sé que el mundo está lleno de estos, este me tocó a mí y me arruinó básicamente el año. Así que ahora no sé a) qué mierda hacer con mi vida y b) qué mierda hacer con todo el trabajo y dinero que invertí hasta ahora. Creo que un rollito y un poco de vaselina están a la orden del día.
En cuanto al tema pareja, estoy... realmente no sé cómo describir la situación. Estoy con una persona que tiene tantos o más conflictos que yo, externos e internos, que la convierten en un desafío constante, que le quitan casi toda posibilidad de relajación y diversión al estar juntos, y hasta llegan momentos en que hacen mella en casi todo lo que atesoro en mi día a día. Es inteligente, linda, y tengo la ventaja de que, me guste o no, conozco todo lo que se puede conocer de una pareja en cuestiones íntimas y mayormente me he repuesto de casi todos los pedos mentales que eso me activa. Pero es una chiflada que no sabe cómo vivir la vida, no tiene casi contacto con la realidad, tiene un empleo que esporádicamente le da de comer y un perro que le quita mucha libertad de decisión. En situaciones de estrés se tensa de una forma que no sé qué hacer con ella: me ataca, me cuestiona y me tensiona de una forma que ya es insalubre. Confunde el amor que le regalo con deber de asistirla y atajarla cada vez que toma una mala decisión. Es desgastante.
Y lo último y no por eso menos importante es que estoy viviendo en Alemania. Múnich. Con todos sus encantos. No me voy a poner a enumerarlos ahora porque, realmente, no me dan ganas. Tener que vivirlos ya es suficiente, no necesito refregármelos.
Resumiendo: me levanto, uso el baño, quizás me ducho... a veces lo hago durante el día o antes de acostarme. Me preparo un café y una tostada. Después del desayuno lavo las cosas o las meto en el lavaplatos. ¿Y ahora? YouTube o Google tienen algunas cosas útiles para informarse sobre temas que a uno le interesan, cosas que surgen en la cabeza en algún momento y encuentra un rato para chusmearlas. También leo, en este momento una novela en italiano que me sirve para aceitar lo que aprendí. Almuerzo solo o con alguien que tenga un rato en el trabajo. Salgo a caminar, quizás al supermercado. Si el día está lindo encuentro una excusa para ir en moto a algún lado.
Cuando se vienen las 7 de la tarde empiezo a pensar en la cena, como algo, veo alguna película, me lavo los dientes y me voy a dormir.
Hoy por hoy, los €648,71 que me devolvieron por el lente gran angular que nunca me llegó son lo más excitante a lo que puedo aspirar. No construí una casa, ni fundé una empresa, ni cuido un jardín. No tengo hijos, y parece que nunca los voy a tener. No me voy a perder ninguna noche de sueño para pasear por el comedor hasta que se duerman, ni me van a pedir consejo, ni plata, ni las llaves del auto. No los voy a inscribir en ningún colegio. No voy a ir a su casamiento. No voy a tener nietos. Voy a celebrar mi cumpleaños solo y no voy a recibir regalos. No voy a ser más importante ni dejar más huella que un cambio de dirección de una brisa. Mis cosas irán a un depósito por un tiempo, después al ejército de salvación, y finalmente a la basura. No dejé nada, no me llevo nada conmigo. Como si nunca hubiera existido.