sábado, 28 de enero de 2017

pedazos de vida

En realidad, en nombre de la originalidad podría intentar evitar usar una palabra que ya usé en el título de la última entrada, o sea la palabra "vida". Pero es que no hay otra para lo que quiero expresar.
Me separé de novia. Hablamos por teléfono hace una semana y me explicó que de donde ella viene la gente es así, fría, y no veía cómo cambiar. Eso me dejó en claro lo que debía hacer. Ahora, que sea fácil, ya es otro tema totalmente diferente.
Y acá estoy. Hace 4 horas que aterricé en este cochinero congelado y mientras deshacía el equipaje me encontraba con las cosas cotidianas que no se me habían cruzado hace una semana y que me unen a ella. Es la primera vez en años que hago la cama solo. Extender una sábana bien chatita en una cama doble rompe las pelotas si vas a hacerlo solo. Hay que ir y venir cuatrocientas veces. De a dos te entretenés y charlás, y en dos segundos terminás. Lamentablemente era más entretenido hacer la cama con ella que deshacerla.
De pronto ver que detrás de la puerta de mi puerta hay solamente una bata y un ganchito, no dos. Y su lado del ropero está vacío, con las perchas colgando inútiles como el estacionamiento de un negocio que ya cerró. La frazada sobre el sofá ya no está, y sus 68 frascos de champú se fueron. Tuve que escribir toda la lista del supermercado solo, y ya no hace falta aprender cómo se escribe pan en luxemburgués. El secador de pelo que compré hace años puede volver a la caja y a su lugar en la baulera. Y el cepillo de dientes eléctrico, ese ícono de las relaciones de pareja, vuelve a su función original de ser el de repuesto o el que me llevo en la valija cuando viajo. Ya no tiene dueña.
Quizás Neruda diría algo elegante como "cuando estaba con ella me faltaba lo que no tenía, pero extraño lo que tenía", y es así. Sufrí de inanición emocional, pero era muy divertido y entretenido estar con Novia. Es una chica muy inteligente y una excelente compañera mientras no hubiera que expresar sentimientos. Una amiga, supongo.


Hace apenas un par de días estaba con un nuevo amigo haciendo filosofía de balcón, mirando un atardecer sobre Buenos Aires que te sacaba el hipo, y teorizábamos que no parece existir una mujer con la que se pueda tener tanto buenas charlas como buen sexo. Para lo segundo hace falta piel y para lo primero cerebro, y aunque así escrito no haya contradicción, en la práctica parece que sí. No sé si es una relación de causa y efecto subyacente o pura correlación, pero, como sea, está y nos caga la vida y nos frustra. Perder la capacidad de decepcionarse es triste, hace que uno baje los brazos, sus expectativas y su ética, volviéndose cínico. Eso de conformarse con sexo a falta de seso a mí en lo personal no me va, ni siquiera lo de entretenerme hasta que venga algo mejor, o lo de probar a ver qué pasa. No, gracias.

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