domingo, 20 de noviembre de 2022

más conozco a mi perro...

Es medio vox populi que si alguien va en una dirección y un millón van en la otra, probablemente el millón tenga razón.
Nunca suscribí a esa idea. Yo lo veo así: si alguien va en una dirección y un millón van en la otra, es que hay algo que ese único individuo sabe y el millón no, o al revés.
Es más: mirando varios ejemplos, casi que da para pensar que es al revés, o por lo menos que esas dos variables (quién tiene razón y cuántos opinan lo mismo) están desacopladas. ¿Cuáles serían esos ejemplos? Hasta hace apenas unos siglos, la gente sabía que la tierra era plana. En este mismo momento, el 85% de la población humana sabe que hay un dios (o varios, de una clase u otra) mirando cada pedo que se tiran, y la mayoría de las religiones (el 95% como mínimo) se contradicen entre ellas, lo cual significa que la mayoría están patéticamente equivocadas.
Pero hay situaciones donde uno piensa una cosa y la mayoría otra, y no está de más prestarle atención a dónde apunta esa mayoría, porque puede servir de indicador de que hay algo que a uno se le escapó y puede marcar la diferencia.
Dejé de seguir lo que hacía la mayoría antes de saber leer y escribir. Los humanos son desconsiderados, hirientes, jodidos, egoístas, estúpidos y necios. Buscar tener razón es narcisismo, pero también es idiotez cuando toma precedencia frente a buscar la verdad, proceso que implica que a lo mejor, quizás, uno no es infalible. Buscar la verdad es una postura típica de ingenieros porque uno está diseñando algo que tiene que cumplir una función, y defender sin argumentos una idea es una mala práctica que se abandona pronto. Creo, o por lo menos eso es lo que a mí me pasa, que esa postura se extiende a la vida personal, fuera del tablero de dibujo o de las relaciones con los colegas.
Hace poco me distancié de mi mamá. En un arranque no atípico de ella, me hirió y no se disculpó, y como no es la primera vez y yo no soy de goma, tomé distancia de seguridad. No hubo pelea, ni drama, ni gritos, ni recriminaciones; solamente distanciamiento, y ella no ha hecho ningún esfuerzo siquiera por averiguar por qué. Y basado en experiencias previas, tampoco da para esperar que lo vaya a hacer. Simplemente no está en su menú de opciones. En varios puntos en los últimos meses revisé la situación y la postura que adopté, y en cada ocasión y con ayuda de otras voces llegué a la misma conclusión: si tomo el primer paso para "solucionar" esto, no estoy "solucionando" nada, sino que estoy condenándome a que se repita, estoy puenteando el problema subyacente y dejándolo pasar, invitándola a seguir como está. Salvando las diferencias, si se tratara de una pareja en lugar de mi madre, y yo volviera a reiniciar el contacto, el diagnóstico unánime de amigos y familiares sería "sos un estúpido". Lo hice antes y acá estoy: con suelas de zapato marcadas en la jeta.
Sin embargo, estoy distanciado de muchas, demasiadas, otras personas: parejas, familiares, amistades, vecinos, compañeros de trabajo o de estudio, conocidos, en un 99% debido a mi propia decisión de no dejar a esa persona que siga cerca de mí. Los que sobreviven a los exámenes y la purga constante coinciden en que soy exigente, y tienen razón. Algunos ejemplos:
- mi mejor amigo en Alemania, un mejicano, que tardaba semanas en reaccionar a un mensaje, y eso incluye cuando le dije que me volvía a Argentina. No sé, hubiera pensado que si mi mejor amigo me dice que no voy a verlo nunca más, quisiera hablar con él. Se juntó con el hecho de que cada vez me rompía más las pelotas la neurótica de la mujer, que no dejaba de burlarse de mi acento argentino, a pesar de que a) ella no habla español (por lo menos, no nativo), y b) que de lo que ella se burlaba es, por lo menos en número de hablantes, la forma en que habla la mayoría.
- mi compañero de departamento en Múnich, que una noche, muy tarde, estaba mirando televisión con su nueva novia a la que quería impresionar y cuando le dije que me iba a dar una vuelta y después me iba a dormir, y si podía bajar el volumen, explotó y empezó a insultarme.
- una vecina a la que intenté explicarle que cada uno ve el mundo con sus propios "anteojos" (metafóricamente hablando) y no con sus anteojos (los de ella), con lo cual dejó de saludarme.
Tengo infinidad de ejemplos así en que, hasta donde mejor y más honestamente recuerdo, alguien tuvo una reacción o una actitud de mierda. Obviamente yo he cumplido con ese rol, con la diferencia que mucho menos porque no creo tener razón siempre, y en cada caso que vi mi error me disculpé, salvo que la otra persona me importara un bledo, pero fueron pocas veces, casi ninguna. Igual, por la simple cuestión de números y mi impresión de que tengo problemas para llevarme medianamente bien con demasiada gente, prefiero pensar que de alguna manera soy yo que estoy meando muy fuera del tarro con mis posiciones y mi sensibilidad.
En mi defensa, juraría que tengo buenos motivos, al margen de mi versión sobre lo que pasó en cada caso individual. En la vida hay personas que deberían querernos incondicionalmente, y resulta que una de esas personas, al que le tocaba el título provisorio de "padre", simplemente se fue, me dejó, me abandonó. Y la familia que me quedó ofrecía un amor muy condicional (portate así, no hagas esto, no seas como...) o simplemente no sabían cómo demostrar su amor. Una criatura que apenas cumplió los 4 años cuando su vida explota, crece pensando dos cosas: que uno es defectuoso e inmerecedor de amor, y que las personas son pedorras y hay que filtrarlas muy cuidadosamente antes de dejar que se acerquen y dedicarles tiempo y emociones. En dosis saludables, estas dos características son perfectamente normales y asoman en todos, y yo no soy ni de lejos lo peor que he visto, pero estoy bastante tocadito. Del 1 al 10, un 8, supongo. Por encima de mí están los que dicen haber sido abducidos por extraterrestres, con un 9, y los asesinos seriales, con un 10. Es agotador, y de la misma manera afecta mi capacidad para formar pareja. Creo que haber incorporado a Perro a mi vida, aunque se superpone con mi vuelta a este manicomio y es difícil distinguir una causa de otra, ha profundizado mi aversión a conectarme con las personas. "Más conozco a la gente, más quiero a mi perro", dice el refrán. "Más conozco a mi perro, menos quiero a la gente", digo yo.

sábado, 5 de noviembre de 2022

puto asteroide

Hace unos días iba cruzando la calle y del otro lado, en sentido opuesto, venía una familia que desde mi punto de vista, de izquierda a derecha, eran: nena, papi, mami, nene. Manteniendo la trayectoria, Perro y yo pasábamos entre mami y nene. El problema, para variar, era que mami estaba en otra, parloteando de quién sabe qué (porque papi hace rato que la catalogó de tinnitus y no estaba escuchándola), desplazándose como un tanque de combate con la torreta a 90° de la marcha, sin mirar a dónde iba, cruzando la calle sin mirar tampoco si venían autos o a lo mejor alguien caminando alrededor de ella. You get the picture. Nene, muy amablemente (e incluso diría que tratando de compensar al mundo por la estupidez acérrima de mami) se corrió para hacer espacio para Perro y para mí, que realmente no teníamos a dónde maniobrar y lo único factible fue disminuir la velocidad. Mami siguió su rumbo ciego y la física hizo el resto. Y la física cuenta que si una masa chiquita (mami) se encuentra con una masa grande (yo), masa chiquita va a cambiar su trayectoria significativamente y probablemente algo dentro cruja y duela. La predecible reacción de esta luminaria: "¡que bruto! ¡ni disculpas, pidió! ¡qué idiota!" a los gritos al marido esperando que el pobre pagara el cheque de estupidez que ella escribió. Hasta acá los hechos. Ahora el análisis.
Lo triste es doble: la acción, ya sea el cagarse en el prójimo o el ser estúpida, vaya uno a saber, pero a fin de cuentas provocar un accidente, y la reacción, el no hacerse cargo de su error y culpar a otro, lo que deja cero posibilidad de mejorar; después de todo, no hizo nada mal, ¿no?, así que no hay nada para cambiar. No hay introspección, autoanálisis, reflexión. Nada. Casi la definición del antónimo de vivir. Existir y punto, yéndose a la cama tal cual y como se levantaron y dejando al mundo igual o peor.
En esta Argentina en la que hace 4 años y un mes me depositó un LH510, esa actitud no es nada excepcional. Casi como en Alemania, fue la esperable desde todo punto de vista, pero no por eso más aceptable. Los alemanes por lo menos se esfuerzan en hacer las cosas bien, mientras que estos imbéciles no tienen la menor idea de lo que es eso. Evidencias sobran. Basta caminar un par de cuadras y cruzar las correspondientes esquinas para ligarse una letanía de puteadas por tener el descaro de cruzar por la senda peatonal sin parar aunque vengan autos, cuando no hay semáforo. Hace años que soy de la opinión de que el tránsito refleja muy bien el carácter de una sociedad, y el nuestro parece el garabato con crayones de un nene de 3 años, mientras que el de Alemania o Suecia podrían equipararse al plano de un CPU. Por otro lado, esos países tienen educación y policía, cosas ambas que nosotros no.
Vivir Intentar vivir así es un constante intento de adivinar qué es lo que va a pasar al realizar las accionas más nimias y cotidianas, y por una cuestión de puro instinto de supervivencia errar por ser excesivamente cuidadoso, es decir, perder tiempo. Gastar más esfuerzo en cuestiones inútiles y perfectamente predecibles.
A pesar de esto, y quizás en un espíritu algo misógino, no quiero meterme demasiado en el aspecto social de lo que venía escribiendo sino en el detalle de que la idiota cruzando la calle como si saliera de la ducha era una mujer de edad aceptable para mí como pareja. La estupidez demostrada, lo poco excepcional de esa estupidez, las expectativas totalmente desacopladas de la lógica, las lecturas totalmente distorsionadas de la realidad, la arrogancia, la ignorancia... son todas cosas demasiado comunes en las mujeres. La moraleja es que me va a pegar un asteroide en la cabeza antes de conseguir pareja. Resulta que con tanto viaje por Europa adquirí la puta costumbre de esperar un cierto uso del  cerebro por parte de las personas de las que me rodeo. No creía que era tanto pedir. Esta mañana, un auto salió a 10 km/h de un estacionamiento manejado por una de estas orgullosas portadoras de encefalograma plano, que iba mirando para un lado y andando para el otro, en la salida de un estacionamiento que tiene un campo visual nulo hacia los lados. Aunque parezca poca velocidad, si viene un nene por la vereda, o un perro (Perro, por ejemplo), es lo mismo que 100 km/h. Y si uno va mirando hacia otra lado, 200 km/h. O sea, estimada hija de mil putas: ¿quién te regaló la licencia de conducir? ¿y por qué la agarraste?
Estas mismas anancefálicas se juntan un día de semana a las 3 de la tarde a abrevar en un café para quejarse del patriarcado y de lo dura de sus vidas porque se les terminó el esmalte (uno de los 11 frascos que tienen) y es importado y no lo consiguen, mientras que familias ucranianas tienen un superávit de importación de misiles rusos. Critican a los hombres por una lista patética de cosas que no le llega a los talones a las idioteces que se mandan ellas, mientras se lastran 6 medialunas con el café con leche... con edulcorante, para cumplir con su faroleo de estar a dieta.
De ese catálogo se supone que tengo que darme por satisfecho si una baja de su nube y me permite pagar las salidas, como si su tiempo fuera intrínseca e infinitamente más valioso que el mío.
La estupidez es como la muerte: el muerto no sufre, sufren los que están alrededor.
Debo confesar algo que es un poco íntimo pero probablemente muchas personas jamás se enfrentaron a esta circunstancia: nunca hice el amor con alguien que hable castellano. Nunca dije "te quiero" o "qué lindo culo" o cualquier otra cosa por el estilo a alguien en mi idioma y en su idioma. No es menor. El idioma nativo se aloja en un área del cerebro aparte de los idiomas que aprendemos después, y eso afecta la forma en que sentimos tanto lo que expresamos como lo que nos dicen. Y visto lo que veo desde que llegué, parece que tampoco lo voy a experimentar. Y eso me llena de una tristeza especial.