sábado, 5 de noviembre de 2022

puto asteroide

Hace unos días iba cruzando la calle y del otro lado, en sentido opuesto, venía una familia que desde mi punto de vista, de izquierda a derecha, eran: nena, papi, mami, nene. Manteniendo la trayectoria, Perro y yo pasábamos entre mami y nene. El problema, para variar, era que mami estaba en otra, parloteando de quién sabe qué (porque papi hace rato que la catalogó de tinnitus y no estaba escuchándola), desplazándose como un tanque de combate con la torreta a 90° de la marcha, sin mirar a dónde iba, cruzando la calle sin mirar tampoco si venían autos o a lo mejor alguien caminando alrededor de ella. You get the picture. Nene, muy amablemente (e incluso diría que tratando de compensar al mundo por la estupidez acérrima de mami) se corrió para hacer espacio para Perro y para mí, que realmente no teníamos a dónde maniobrar y lo único factible fue disminuir la velocidad. Mami siguió su rumbo ciego y la física hizo el resto. Y la física cuenta que si una masa chiquita (mami) se encuentra con una masa grande (yo), masa chiquita va a cambiar su trayectoria significativamente y probablemente algo dentro cruja y duela. La predecible reacción de esta luminaria: "¡que bruto! ¡ni disculpas, pidió! ¡qué idiota!" a los gritos al marido esperando que el pobre pagara el cheque de estupidez que ella escribió. Hasta acá los hechos. Ahora el análisis.
Lo triste es doble: la acción, ya sea el cagarse en el prójimo o el ser estúpida, vaya uno a saber, pero a fin de cuentas provocar un accidente, y la reacción, el no hacerse cargo de su error y culpar a otro, lo que deja cero posibilidad de mejorar; después de todo, no hizo nada mal, ¿no?, así que no hay nada para cambiar. No hay introspección, autoanálisis, reflexión. Nada. Casi la definición del antónimo de vivir. Existir y punto, yéndose a la cama tal cual y como se levantaron y dejando al mundo igual o peor.
En esta Argentina en la que hace 4 años y un mes me depositó un LH510, esa actitud no es nada excepcional. Casi como en Alemania, fue la esperable desde todo punto de vista, pero no por eso más aceptable. Los alemanes por lo menos se esfuerzan en hacer las cosas bien, mientras que estos imbéciles no tienen la menor idea de lo que es eso. Evidencias sobran. Basta caminar un par de cuadras y cruzar las correspondientes esquinas para ligarse una letanía de puteadas por tener el descaro de cruzar por la senda peatonal sin parar aunque vengan autos, cuando no hay semáforo. Hace años que soy de la opinión de que el tránsito refleja muy bien el carácter de una sociedad, y el nuestro parece el garabato con crayones de un nene de 3 años, mientras que el de Alemania o Suecia podrían equipararse al plano de un CPU. Por otro lado, esos países tienen educación y policía, cosas ambas que nosotros no.
Vivir Intentar vivir así es un constante intento de adivinar qué es lo que va a pasar al realizar las accionas más nimias y cotidianas, y por una cuestión de puro instinto de supervivencia errar por ser excesivamente cuidadoso, es decir, perder tiempo. Gastar más esfuerzo en cuestiones inútiles y perfectamente predecibles.
A pesar de esto, y quizás en un espíritu algo misógino, no quiero meterme demasiado en el aspecto social de lo que venía escribiendo sino en el detalle de que la idiota cruzando la calle como si saliera de la ducha era una mujer de edad aceptable para mí como pareja. La estupidez demostrada, lo poco excepcional de esa estupidez, las expectativas totalmente desacopladas de la lógica, las lecturas totalmente distorsionadas de la realidad, la arrogancia, la ignorancia... son todas cosas demasiado comunes en las mujeres. La moraleja es que me va a pegar un asteroide en la cabeza antes de conseguir pareja. Resulta que con tanto viaje por Europa adquirí la puta costumbre de esperar un cierto uso del  cerebro por parte de las personas de las que me rodeo. No creía que era tanto pedir. Esta mañana, un auto salió a 10 km/h de un estacionamiento manejado por una de estas orgullosas portadoras de encefalograma plano, que iba mirando para un lado y andando para el otro, en la salida de un estacionamiento que tiene un campo visual nulo hacia los lados. Aunque parezca poca velocidad, si viene un nene por la vereda, o un perro (Perro, por ejemplo), es lo mismo que 100 km/h. Y si uno va mirando hacia otra lado, 200 km/h. O sea, estimada hija de mil putas: ¿quién te regaló la licencia de conducir? ¿y por qué la agarraste?
Estas mismas anancefálicas se juntan un día de semana a las 3 de la tarde a abrevar en un café para quejarse del patriarcado y de lo dura de sus vidas porque se les terminó el esmalte (uno de los 11 frascos que tienen) y es importado y no lo consiguen, mientras que familias ucranianas tienen un superávit de importación de misiles rusos. Critican a los hombres por una lista patética de cosas que no le llega a los talones a las idioteces que se mandan ellas, mientras se lastran 6 medialunas con el café con leche... con edulcorante, para cumplir con su faroleo de estar a dieta.
De ese catálogo se supone que tengo que darme por satisfecho si una baja de su nube y me permite pagar las salidas, como si su tiempo fuera intrínseca e infinitamente más valioso que el mío.
La estupidez es como la muerte: el muerto no sufre, sufren los que están alrededor.
Debo confesar algo que es un poco íntimo pero probablemente muchas personas jamás se enfrentaron a esta circunstancia: nunca hice el amor con alguien que hable castellano. Nunca dije "te quiero" o "qué lindo culo" o cualquier otra cosa por el estilo a alguien en mi idioma y en su idioma. No es menor. El idioma nativo se aloja en un área del cerebro aparte de los idiomas que aprendemos después, y eso afecta la forma en que sentimos tanto lo que expresamos como lo que nos dicen. Y visto lo que veo desde que llegué, parece que tampoco lo voy a experimentar. Y eso me llena de una tristeza especial.

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