jueves, 21 de noviembre de 2019

una veta de optimismo

Un astrónomo en coma alcohólico seguramente podría corregirme, pero la tierra se desplaza por el espacio a un promedio de 29,8 km/s, lo que significa que, al momento de escribir esto (faltan 3 horas para el momento exacto de mi cumpleaños), estoy a unos 322 000 km de llegar al punto donde nací hace mucho, mucho tiempo.
Estoy leyendo un libro que es muy parecido a uno que leí cuando estaba deprimido. Aquel libro era denso, escrito por y para una mente científica que se apoya exclusivamente en las pruebas empíricas y razonamientos lógicos para sacar conclusiones, y buscaba echar luz sobre un tema como mínimo escabroso. Estaba escrito con un lenguaje no siempre accesible para el público general, y mucho menos para el que no sufrió de depresión, en carne propia o en la de alguien cercano. El libro que estoy leyendo ahora viene a ser la versión hecha con crayones de colores para nenes de cuatro años, pero la mayoría de las enseñanzas están contenidas en el anterior. Este libro quizás es más onda wishful thinking, apoyado en la experiencia limitada pero bien intencionada de las autoras. Como tal, en algunas partes hace generalizaciones o proclamas que no tienen sustento ni aplicación práctica, pero como un reloj descompuesto, la pegan. Bastante, incluso. Entre las cosas que dice es que si uno quiere tener quién lo escuche (o lea, en este caso) hay que tratar de no quejarse. Y les creo. Aunque sea intuitivamente, pero también por experiencia.
Sin embargo, y en contra del consejo aceptado, no puedo evitar quejarme de lo que está pasando. Agarrate Catalina.

Como nunca es tarde para tomar decisiones con un criterio pobre, acá estoy, deseando que la nena de 18 años de la mesa de al lado en el café donde estoy sentado levante la mirada y caiga perdidamente enamorada de mí. ¿Por qué? Porque me siento solo. Siento ganas de ir a Bayrischzell y sacarle chispas a los testigos de los pedalines de mi moto, y que no quede un mm de banda de rodadura sin usar en la cubierta de atrás. Quiero ver tele sintiendo el perfume del shampoo de la mujer que aprecie y capture mi corazón y no terminar de ver la película porque terminamos en la cama. Y quiero que se extinga el peronismo.
Mucha gente está aliviada de que la oposición no haya perdido por tanto margen. Eso es lamentable. Es como aliviarse de romperse una sola pierna. Un minuto antes tenías ambas piernas sanas... ¿por qué te vas a alegrar ahora, que te rompiste una: porque no te rompiste dos? No seas imbécil.
Incluso si Macri o cualquier otra opción no peronista hubiera ganado, digamos, con el 50% contra un 40% para el peronismo, todavía significa que el 40% de la población confía en una ladrona y un payaso que hacen caridad con plata ajena, que se creen por encima de la Ley y que se chupan la sangre de su mentado (y alimentado) pueblo. Y cuando digo "alimentado" no me refiero a que le dan de comer, si no que hacen lo posible para que se reproduzcan, ya sea empobreciendo a más gente o haciendo que los que ya son pobres tengan cada vez más hijos, y así asegurarse un stock inacabable de votos que le de un aire de legitimidad a su perpetuo enquistamiento en el poder. Si una cosa se me hizo clara en los últimos 14 meses, es la capacidad semi-nula ("semi" en el mejor de los casos) de análisis de las personas a las que no se les enseñó a pensar y prefieren delegar esa pesada tarea a los chantapufis de turno en el partido empeñado en cuidar a los pobres. En cuidar que los haya... muchos... cada vez más.
Extrapolemos todavía más allá. En Alemania el partido Nazi está proscripto, y su reencarnación actual se llama AfD, Alternative für Deutschland, Alternativa para Alemania. Lindo eufemismo. En el 2013 este partido tenía un porcentaje de votos del 4,7% a nivel nacional. Demasiado. ¿Y en el 2017? El 12,6%, y las últimas encuestas, de noviembre de este año, lo estiman en el 14% como mínimo. O sea que 1 de cada 7 alemanes es nazi. Eso es para preocuparse. El 14%. Y acá en Argentina hay una banda, los peronistas, que tienen el 50%. Aunque hubiera ganado Mafalda las elecciones con el 90% de los votos, y los peronistas tuvieran solamente el 10% restante, eso todavía sería para preocuparse, porque indica que 1 de cada 10 argentinos no puede analizar las cuestiones más básicas de la vida civilizada y establecer relaciones de causa-efecto. O responsabilidad.
Pero no sacaron el 10%, sacaron el 50%, y la gente suspira de alivio porque la oposición sacó algo más de votos de lo esperado. ¿Están drogados?

Me quiero ir.
Todavía no abrí todo mi equipaje y me quiero ir.

Porque tampoco hay que vilificar a los que están en la otra vereda de lo que uno piensa y creer que los del mismo lado están ahí como resultado de un análisis profundo y objetivo de todos los factores. Como un reloj descompuesto que da la hora correcta dos veces al día, en esta vereda hay gente que no vota a los peronistas no porque entienda lo que son y lo que hacen, sino porque creen que el gobierno actual (t menos 19, y contando) sabe lo que hace. Pues si lo saben, por qué siguen, pregunto yo. Y si no lo saben, por lo menos tienen la excusa de ser incompetentes, pero es tiempo de dar un paso al costado y pasarle las riendas a alguien con más potencial. Un canario, por ejemplo. O un toldo.

¿Qué puedo escribir que sea positivo? ¿Cómo puedo participar del juego de no ahuyentar lectores a base de escribir algo más apetecible y digerible? Se vienen tiempos oscuros, donde las instituciones, en lugar de fortalecerse, a los efectos prácticos van a disolverse. Como la policía hoy en día, el Poder Judicial probablemente quede a la altura de un inspector de tránsito municipal. Y no de los que van a trabajar todos los días. Y el Poder Legislativo va a tener como Presidenta (porque de Presidente no tiene nada, ni la etiqueta) a una desquiciada, una enferma de poder y riqueza, sin una sombra de valores compatibles con la función pública.
Todavía puedo darme el lujo de escribir estas cosas. A ver cuánto dura.

jueves, 14 de noviembre de 2019

Te quiero

Mario Benedetti

Tus manos son mi caricia, mis acordes cotidianos.
Te quiero porque tus manos trabajan por la justicia.

Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo,
y en la calle codo a codo somos mucho más que dos,
somos mucho más que dos.

Tus ojos son mi conjuro contra la mala jornada.
Te quiero por tu mirada que mira y siembra futuro.

Tu boca, que es tuya y mía, tu boca no se equivoca.
Te quiero porque tu boca sabe gritar rebeldía.

Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo,
y en la calle codo a codo somos mucho más que dos,
somos mucho más que dos.

Y por tu rostro sincero, y tu paso vagabundo,
y tu llanto por el mundo, porque sos pueblo te quiero.

Y porque amor no es aureola ni cándida moraleja.
Y porque somos pareja que sabe que no está sola.

Te quiero en mi paraíso, es decir, que en mi país
la gente viva feliz aunque no tenga permiso.

Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo somos mucho más que dos,
somos mucho más que dos.



Qué suerte los que no sientan ganas de llorar cuando escuchan esta canción.