lunes, 29 de enero de 2024

otra parte

Oscar Wilde dijo que los placeres sencillos son el último refugio de los seres complicados. Eso es lo que obtengo cuando logro hacer nido en algún café donde encuentro 3 o 4 cosas diferentes que me gustan, para ir rotando y no cansarme. Y más vale no perder ese pequeño placer, porque como viene la mano, es todo lo que voy a tener en ese rubro.
No voy a encontrar pareja otra vez. Y no es por molestar con la semántica, pero voy a corregirme: no voy a encontrar pareja. "Otra vez" implicaría que ya conseguí, y lo que tuve fueron candidatas. En el proceso de selección, todas quedaron descartadas por una razón u otra. Recapitulando:
candidata #1 - éramos chicos y fue simplemente una etapa, cumplió su función
#2 - histérica y llena de mambos
#3 - fría
#4 - molesta y paranoica, y, la verdad, un poco pelotuda
#5 - puta, muy puta
#6 - interesada y hasta mala persona
#7 - tonta, y lo digo con el mayor de los cariños que guardo por ella, pero el efecto principal era que no había comunicación posible
#8, #9 y #10 - no sé, simplemente un error, el resultado de la atracción inicial y el dejarme llevar por la peor de las consejeras y muy amiga del miedo: la soledad
#11 - histérica, princesa
#12 - fría
#13 - momento y lugar equivocados, no pudo ser
#14 - desquiciada mental
#15 - una cagada de mujer

En una entrevista con el diario El País, allá por 1981, Borges (hoy la tengo con los escritores) dijo: "No estoy seguro de que yo exista, en realidad. Soy todos los autores que he leído, toda la gente que he conocido, todas las mujeres que he amado. Todas las ciudades que he visitado, todos mis antepasados..." Como la mayoría de las veces que apoya la pluma en el papel, tiene razón, y las pocas veces que no la tiene, a uno se le pasa porque se pierde en la belleza de la forma en que escribió la gansada de turno. En mi caso, hay demasiado ruido en mi cabeza y demasiada frustración y paciencia abusada y bronca acumulada gracias al pisoteo e invasividad de los argentinos y sus ruidos y su falta de palabra y su efusividad sin substancia. Todo eso atenta contra querer volver a mis raíces. Ahora, en lugar de raíces, las veo más como un estado primordial a partir del cual un argentino, idealmente, evoluciona y supera lo que lo rodea. Claro que si tuviéramos un mínimo espíritu de superación no estaríamos así. No seríamos así.

Volviendo a la lista de esas 15, por el motivo que sea siento que tengo que aclarar que no es que tuve sexo con cada una para que esté en la lista. Y a dos de ellas, curiosamente las que fueron las relaciones más largas, las conocí a través de alguna plataforma de citas. Al resto las conocí en fiestas, eventos, amigas de un conocido, frecuentar lugares en común, cursar algo juntos, en fin, circunstancias de la vida, coincidencia en tiempo y lugar. NADA de eso hago hoy en día. No tengo amigos con amigas solteras, no atiendo a eventos de ningún tipo, y más que a pasear con perro no salgo consistentemente. No piso un bar hace muchos años y no lo extraño en lo más mínimo. De hecho, prefiero quedarme en casa viendo Rocky 14 antes que ir a un bar, salvo quizás que vaya con amigos y, en lo posible, con Perro, cuya compañía me es mucho más agradable que la de casi cualquier humano. Creo que ese tipo de salidas las hago, en promedio, una vez por año desde que llegué a Argentina, aunque cada vez menos. Conozco dos a priori candidatas, vecinas en el edificio donde viví hasta el año pasado, ambas alrededor de los 40, bastante potables físicamente pero que no salen de la reencarnación, el horóscopo y el "soy independiente".
Es decir, me voy a morir solo. No voy a conocer a nadie, simplemente porque no voy a lugares en común con mujeres de 30-40, y estoy tratando de hacerme a la idea. No es fácil, y no sé cómo hacerlo, pero no veo otra. No es que no vea mujeres lindas, es que eso no es lo que busco. Que sea linda, fina, sexualmente atractiva, es apenas una condición lamentablemente sine qua non para que me genere interés conocerla. Tranquilamente cambio una 10 pelotuda por una 7 interesante, pero ahí reside el problema: estoy cada vez más desesperanzado de que haya una X interesante. Y eso, lo digo una vez más, me entristece profundamente.

viernes, 26 de enero de 2024

una parte

Siempre, y se que a mucha gente le pasa, deseé tener tiempo para hacer lo que se me cante. Diseñé mi vida, sobre todo la parte económica, para poder acceder a ese lujo, renunciando a otros, estudiando mucho, tomando decisiones estratégicas como la de mudarme de Alemania a Argentina, cosas así. Ya tenía esta vida en Alemania cuando renuncié a mi trabajo en 2015, pero era bastante diferente porque mi mente estaba en otra situación de pareja y de depresión, y recién en 2017, con lo de la venta de mi departamento en Múnich, accedí a un montón de plata con la que encarar el proyecto que terminé encarando: las cabañas para alquiler temporario.
Abracé ese proyecto específicamente por dos motivos: primero, porque me gustaba el rubro, el prospecto del trato con la gente y el crecimiento que tanto necesitaba y sigo necesitando en ese aspecto, cierta autoridad en el lugar, la libertad creativa, etc. Si uno tiene un número limitado de unidades, gana lo suficiente pero no está tan ocupado y tiene tiempo libre. El otro motivo era la independencia: me permite gestionar mis tiempos. Si se me da la gana, paro, no tomo más reservas, o dejo un lapso despejado. Y casi todo depende de mí, lo cual para mi manera de ver, lo hace muy satisfactorio. En una empresa como la que yo estaba, era un engranaje ínfimo que apenas podía aspirar a que se enteraran de si me moría, pero nada más; ni hablar de que tuviera algún efecto sobre la marcha de ningún proyecto. Mi depresión tampoco me permitía ser un gran valor para la empresa.
En estas semanas tengo el lugar lleno. Se va uno y a las 4 horas llega el siguiente. Esto sucede una vez por semana y con la suerte de que se coordinaron las dos cabañas, así que esencialmente voy un día, lo paso allá limpiando, cambiando sábanas y toallas, alguna lamparita, despidiendo y dándole la bienvenida a huéspedes, y el resto de los días me quedan libres. Por supuesto que siempre surge algo con internet, o alguien pierde una llave, o se corta la electricidad por una tormenta, o un aire acondicionado se pone rebelde o un paño de pared necesita una mano de pintura, pero en general dispongo de mi tiempo. Un sueño, ¿no? No.
No estoy mal, pero con el estilo de vida que llevo, que incluye una moto que ya en Alemania era una bestia, y que acá, por más que la use poquísimo, los gastos fijos son tremendos, no logro siquiera tener un resto para pagar un seguro de salud. Esto, a los 50, no es demasiado grave, pero con la edad van a aparecer cosas que van a hacer necesario contratar uno y no sé de dónde puedo sacar el presupuesto para eso. También suelo patear otros gastos para adelante, como hice con el cambio de aceite, que lo pospuse un año. Y tengo que ir al dentista. Obviamente que ese no lo pospongo por lo económico sino más que nada porque es el dentista. Como sea, tengo que ir y el dinero que tengo que destinar a eso sale inevitablemente de ahorros que preferiría no tocar.
Tampoco me compro ropa. Ni nada, en realidad. Tuve que hacerle un par de cosas mecánicas al auto para que siga andando, pero las estéticas las tengo ahí, y van acumulándose por la forma en que se maneja y que se hacen las cosas en general en Argentina. Y también porque sé que si hoy le doy una repasada a la pintura, la semana que viene a más tardar tengo 4 marcas nuevas.
Uno de mis escapes a la tranquilidad es irme a un café lindo, donde tengan cosas ricas para desayunar o merendar, y mandarme algo. Soy dulcero y concentro mis salidas en eso. No voy a una pizzería, no tomo alcohol y no tengo con quién salir, así que lo de ir a un café y leer un libro o escribir en la computadora va perfecto, sobre todo ahora que cambió la reglamentación y en muchos lugares se puede entrar con perro. Eso fue un golazo. Dentro del mamarracho impresentable que es Argentina en casi todos los aspectos que dependen de sus ciudadanos, ese está bien.
Por lo demás, no puedo dormir. No con 4 alarmas sonando a metros de mi dormitorio, más Kevin, Brian y Jonathan con sus motitos con escape libre, los imbéciles que se turnan o se coordinan para hacer sus fiestas, etc. Y no es que uno va tranquilo a la cama si no sabés si mañana el precio de la nafta no se duplica, si los depravados del teniente general elucubraron alguna otra cagada para ponerle el palo en la rueda al nuevo gobierno (no vaya a ser que le vaya bien y la vida en Argentina mejore), o si el mayor logro de tu semana es comprar un paquete de pañuelitos descartables con un 30% de reintegro con la tarjeta del Banco Moco, porque es martes de un día primo del mes, con luna llena, y caminaste 72 cuadras para ir al único negocio de la ciudad que tiene esa promoción y te comiste 45 minutos de fila. Sin contar el mega logro que significa volver a tu casa sin que te hayan asaltado, pisado con un auto, o que tu casa todavía esté ahí cuando volvés, y con todo adentro.
Mientras tanto, veo a mis amigos en Europa celebrar el cumpleaños de un hijo, o un nuevo logro en el trabajo o algún emprendimiento de la ciudad donde viven (un puente, un parque renovado)... me pregunto... no, no me pregunto por qué acá no. Si ya sabemos por qué.
Los libros se han transformado en mis amigos. YouTube, a pesar de mi resistencia más simbólica que real, también. Lo mismo que Instagram. Este es más difícil de dosificar porque lo uso por trabajo y lo miro permanentemente a ver si tengo una consulta que derive en reserva. Perro es el gran elemento en mi vida, lo valoro y lo atesoro y a él sí que no le escatimo ningún esfuerzo ni difiero ninguna necesidad que tenga. Desde hace semanas, meses, mi día consiste en despertarme, bañarme (aunque no siempre a la mañana), un rico desayuno, los días de descuento hacer las compras, pasear con Perro hasta que se hace la hora del almuerzo, siesta (ahora empecé a evitarla, a ver si ayuda a dormir mejor a la noche), voy a un café a leer un libro o escribir en la computadora, más salida con Perro, cena, última salida con Perro y a (intentar) dormir. Entre medio, usar la computadora para registrar gastos y perder tiempo en YouTube. Mi asignación de 40 millones de minutos que tenía cuando nací, de los cuales me quedan solamente 13 millones, se ve desperdiciada en por lo menos un 10% en esto de la computadora. Y me olvidaba de que también veo películas, una por día, supongo, probablemente menos.
Eso es todo. Estoy sin proyectos, y a pesar de que tengo tiempo en las manos, no sé en qué usarlo. Lo intento, juro que intento pensar qué puedo hacer, pero es como mirarme al espejo buscando la respuesta de por qué no consigo novia. Sé que podría, simplemente no lo hago. Es especialmente choto cuando uno sabe que la respuesta a un problema está dentro de uno y no puede encontrarla. Sé que la depre está jugando su parte, pero no quiero excusas.
Quiero irme. Estoy muy agradecido por todo lo que tengo, por tener sed y que baste con estirar la mano y mover una perillita y que salga agua potable, o porque tengo un techo propio en una zona no sísmica, o porque Putin no me está tirando con nada. En serio. Pero quiero ir a hacer algo, algo de lo que estaba haciendo en Europa (nada original: ganar plata y viajar y hacer cosas), y en lugar de eso estoy estancado como nunca y con los pies hundiéndose en el barro. No es bueno. Tengo miedo de que la depre tome impulso. No voy a sobrevivir otra vuelta, y cada vez que pienso en la muerte me es cada vez más plausible que no voy a morir de causas naturales. No voy a aguantar.
Eso es una parte de lo que tengo dentro hoy.

miércoles, 24 de enero de 2024

algo, en algún momento

Tengo auto, tengo cochera; a 130 m, pero tengo cochera. A veces, cuando salgo con el auto y vuelvo a casa, no estoy seguro de si voy a salir de nuevo y dependiendo de mi estado de ánimo, por ahí lo dejo afuera. Pero como no es seguido que hago eso, a veces me olvido de guardarlo y pasa la noche afuera, expuesto a los ladrones y los vándalos, como el caballero que me punzó la cubierta delantera derecha. Cubierta nueva. 40 días. Cara. Al margen del fastidio, el inconveniente, la bronca, la tristeza de que haya de esa gente, el tiempo y el dinero invertidos en solucionar el tema, no es fácil resistirse a la tentación de pensar en un karma o alguna idiotez así, en vista de lo que hice hace apenas unos días. Pero ojalá fuera eso. Creo que el mundo, sabiendo los humanos que un big brother nos vigila, sería un mejor lugar. Pero no creo en esas cosas, como no creo en ninguna religión ni en el horóscopo ni nada de eso. Los religiosos tienen un dicho: "There are no atheists in foxholes". O cuando llegamos al máximo con la dosis de morfina. Como sea, por ahora no llegué a ese punto. Además, lo que hice yo fue, si se quiere, injusto, pero no por bestia sino al revés: porque me quedé corto. La mierda de tipo que dejó el auto ahí bloqueando la vereda no tiene lugar en nuestra sociedad. Tendríamos que usarlo para desarrollar curas contra el cáncer o cosas así. Como a tantos otros. Demasiados. Lo que me hicieron, además de destructivo, fue sin motivo. El auto estaba perfectamente estacionado: sin molestar a nadie, sector público, sin estacionamiento medido, sin salida de cochera... nada. Es probable que lo haya hecho el "cuidacoches" (que se sobreentiende que no hace honor al apelativo) por rencor, porque no le di ni la hora cuando estacioné, como siempre que hay un quiste de esos. Unas muy pocas veces saludo, pero son las menos. Y este episodio no cambia nada. Es más, probablemente vuelva a la costumbre de sacarles foto si vienen a romperme las pelotas cuando dejo el auto. Para acordarme cuál era y que sepan que lo tengo registrado.
Pero el hecho es que vivir en Argentina implica un gasto anímico y económico que no se refleja en nada. Uno paga los impuestos de países como Dinamarca o Singapur, y no hay contraprestación alguna. La esperanza de vida en 1950 era de 68 años. O sea que si algún pobre idiota nació en esa fecha, se hizo peronista, obviamente, y murió en 2018, jamás vio a Argentina mejorar gracias a las ideas nefastas que implantó el teniente general en la minúscula mente de tanta gente, condenándolos a la miseria a ellos pero arrastrando al resto de nosotros, los infieles.
Sábado a la mañana se me rompió el lavarropas. Llamé al técnico, vino enseguida, se llevó el pifucio roto (la cerradura de la puerta) y me dijo que el lunes me llamaban para decirme cuánto costaba. No llamó nadie. Llamé el martes, y después de varias veces me dijeron alguna excusa y que iban a hacer algo en un momento específico. Ajá. Cuando corté, o incluso antes, ya no me acordaba lo que me dijo que iba a hacer, ni cuándo. Dos días más tarde, después de que incumplió lo que dijo, volví a llamarlo y se repitió. Otra vez el lunes. Al final el martes vinieron con el pifucio nuevo y ahora tengo lavarropas otra vez. Aleluya.
Pero el hecho es que mi cerebro ya no presta atención cuando un argentino dice que va a hacer algo, ni cuándo, ni nada que implique que yo dependa de eso. Es tirar neuronas y tiempo, y no me sobran ninguna de las dos cosas.

domingo, 21 de enero de 2024

Baya Negra

El que yo considero el mejor café de Mar del Plata se llama Baya Negra, y si tuviera que señalar un defecto, algo que me gustaría modificar, es que el servicio es un poquito demasiado formal. Y sin embargo, ese es un punto distintivo positivo del servicio, y esencialmente es lo "peor" que me sale decir sobre el lugar. De lo que sirven, lo más distintivo es la pastelería. El café también es supremo, pero hay dos lugares más (Tempo y Nat) que también tienen muy buen café; en cambio, las tortas que hacen son únicas de ellos, nadie más en toda la ciudad hace cosas de esa calidad. Tengo que pensar en Austria (Viena, Salzburgo) para aspirar a encontrar cosas mejores. Y el precio es apenas un poco más alto que en otros lugares, y a veces ni eso.
Como voy semiregularlmente, terminé conociendo al personal y ya sea que venía al caso o que intenté llamar la atención, mencioné mi haber vivido en Alemania y haber visitado otros países con una muy fuerte tradición pastelera. Esto siempre vino a colación de los elogios que les hago, que no quiero que pasen desapercibidos. No es lo mismo que el Cholo, que tiene un Renault 12 y una vez manejó una F100, te alabe el auto que te compraste, a que lo haga Mika Häkkinen.
Por otro lado, es una línea delgada la de no andar mencionando el tema cada vez que voy, como esos que van 7 días a Miami y cuando vuelven se hacen los que se olvidaron de algunas palabras en castellano, y cada vez que alguien habla de las cosas menos relacionadas, se las arreglan para mencionar que en 1982 estuvieron en Miami, o te cuentan cómo es cualquier aspecto posible de EEUU, todos, y de cada uno de sus 300 millones de habitantes. Esto está bien presentado en The Big Bang Theory con Howard Wolowitz cuando vuelve de la ISS. Validación, reconocimiento, prestigio.
Lo mismo pasa con Perro. Él está conmigo el 99% del tiempo. Solamente me despego de él un par de horas por semana, cuando salgo a andar en moto hasta donde me permite la culpa. Entramos en un café, nos acomodamos en un rincón, él dormita, y no falta el imbécil que desde otra mesa le chista o le chasquea los dedos. El pecado de Perro parece ser no validar la autoestima de cada idiota que se cruza. Nunca lo había notado o puesto en foco, pero alguien una vez me lo mencionó y es una de esas cosas que no puedo desver: la gente subscribe a eso de que los perros distinguen la "calidad" de un ser humano y sí o sí no quieren pasar desapercibidos por ellos y buscan su aprobación lo más pública posible. Si se me permite, quisiera agregar una observación, un matiz que noté: los hombres se ajustan más a ese fenómeno, mientras que las mujeres son simplemente desubicadas, típicamente pretendiendo que Perro pare y les dé atención cuando vamos cruzando una avenida de 32 carriles y empezó a titilar el hombrecito rojo, o cuando hay una jauría de cane corsos sueltos, o cuando llevo un piano en brazos. Pero el colmo, y acá sí se divide 50/50, es cuando estoy ensimismado, sea leyendo un libro o planeando la dominación mundial. A estos les dedicaría una motosierra desafilada. Lástima que sea ilegal. Y que me impresione la sangre. Y que yo sea bueno.
No sería justo cerrar sin aclarar que sí estoy perfectamente consciente de que el trabajo de Perro se limita a hacerle mimos a autoestima, validarme a y a nadie más. Que conste.

viernes, 19 de enero de 2024

convicción

En la película Sicario, el espectador acompaña a Kate Macer, el personaje de Emily Blunt, mientras ella a su vez cree que acompaña a Alejandro (Benicio del Toro) a matar al jefe de una banda de narcos que mató a su familia. En algún punto, a pesar de la dureza de Alejandro, uno empieza a entender lo siguiente: a veces, para derrotar al verdadero mal no alcanza con ser impecablemente bueno. En determinados casos hay que ensuciarse, hacer cosas malas, duras, crueles, destructivas, viles, pero que parecen ser el único modo de conseguir destruir un mal muy fuerte y aparentemente intocable. El famoso el fin justifica los medios. Esta es una píldora que no es fácil tragar, porque es necesario tener la valentía o lo que sea que haga falta para aceptarla; pero lo que no se puede discutir es la validez del argumento. Quizás al final de la discusión ese argumento se refute, pero en principio es válido y tiene su peso.
Sin ir más lejos, a alguien a quien respeto muchísimo, el general José de San Martín, se le puede achacar haber recurrido a hacer cosas que en función del contexto pueden ser calificadas de deplorables, como matar. Él lo hizo en el curso de la guerra por la independencia y no creo que alguien se lo pueda recriminar legítimamente.
En la esquina donde vivo hay, a media cuadra, una casa que supongo que se la habrán alquilado por el mes de enero a un grupo de chicos jóvenes, en sus veinte, parece. Cada 3-4 días hacen alguna fiesta que dura toda la noche, con música fuerte, cantando a los gritos, y dejan autos estacionados en la vereda impidiendo completamente el paso peatonal. En la vereda de enfrente hay 2 edificios con alarmas de un tipo u otro, o chicharras, o cosas que están diseñadas para hacer ruido y ahí están instaladas, las 24 horas del día metiéndose en los tímpanos de los 500 seres humanos que vivimos en un radio de 50 metros. En ese edificio también hacen fiestas, aunque menos seguido. Mientras tanto, pasan autos con la música a todo volumen y motos con el escape tan ruidoso que a 300 metros impiden la conversación dentro de la casa de uno. Seguramente hay alguna otra cuestión que me estoy olvidando, pero creo que se entiende la idea. La contrapartida de esto, el oponente, si se quiere, el limitante, el mis derechos terminan donde empiezan los de los demás, no existe. El Estado. El servicio de Tránsito de la municipalidad. O, siendo más aventurados, la educación.
Como dijo Borges, sueño con un mundo donde no haga falta el Estado sino que la inteligencia y la ética lo hagan redundante. Lamentablemente, estamos lejos de eso. El Estado, hasta que no se extingan el me cago en el prójimo, el no me da la cabeza y el no sabía, hace falta. Pero en Argentina no está. Y entonces nos jodemos; en particular, nos jodemos los que nos importa el prójimo, nos fijamos y ponemos algo de esfuerzo en no joder, sino en vivir nuestras vidas minimizando nuestra huella salvo para aportar algo al mundo, para cada noche dejarlo ever so slightly better que si no nos hubiéramos levantado de la cama ese día. Nos jodemos porque nos fijamos en respetar al prójimo pero no podemos dormir, cruzar la calle ni tener una conversación en nuestra propia cocina, y no hay a quién mierda recurrir.
¿Y entonces?... Hace unos días salí de mi casa y a la media cuadra alguien había dejado su auto en la puerta de una cochera, cruzado por completo en la vereda. El conductor estaba ahí, entrando al edificio, y le pregunté si iba a dejar el auto ahí. Dijo que sí. Le pregunté si estaba seguro. Dijo que sí. Esperé a que se fuera, y le desinflé completamente una rueda. Simplemente saqué la tapida puse el dedito en la válvula unos 30 segundos. Si hubiera tenido más tiempo y menos ansiedad le hubiera desinflado las 4, y si estuviera más convencido de que el fin justifica los medios, no hubiera usado la válvula para que escape el aire, le hubiera hecho un corte a cada cubierta. Merecido lo tenía, legal o no. Como nos contó mi profesor de derecho en la secundaria sobre su discurso a estudiantes de abogacía cuando estaban por recibirse: si alguna vez se veían forzados a elegir entre Ley y Justicia, que eligieran la última.
Creo que a pesar de que más de uno, que no tiene la menor idea de qué habla, me diría que estuve mal (por haberme excedido), en realidad me quedé corto. Pero todavía no llegué ahí con mi hartazgo ni mis convicciones.

martes, 16 de enero de 2024

pseudosnob

Pintora. O escultora. Pero me quedo con pintora, no sé por qué. Creo que porque es menos mugre. Y por la luz; la pintura es más parecida a la fotografía aunque a priori menos técnica y más artística, creo, pero le da las herramientas para criticar mi fotografía con cierta autoridad y dominio del tema. Pero no fotógrafa; si es mejor que yo, sería demasiado para mi ego bonsai, y si no es tan buena, me daría cierta fantasía de superioridad. O podría ser mejor que yo en ciertos tipos de fotografía, como retratos, y no tan buena en otros, como patrones.
Que no le caiga bien cualquiera; eso le sube el precio a su atención. Y que hable francés. No me importa si es nativo o aprendido. Pelirroja. Que lea. Que no fume. Y si se va a dormir temprano, mejor.
Fina.

Hace unos días estaba hablando de mujeres con mi herrero amigo y me contaba de su novia, lo copada que es y por qué. Me contaba eso de que no le cae bien cualquiera y que se va a dormir temprano y varias otras cosas. Fue un recordatorio de lo especiales que son las mujeres valiosas, y me hizo pensar en dos novias en particular de las que extraño un par de cosas, de una en especial. En cuanto a las mujeres en general, ojalá ellas supieran lo especiales que son, pero hoy en día pasamos de princesas a putas sin intermedios; se creen especiales, pero por todos los motivos equivocados. Por supuesto que siempre hubo putas y quedan princesas, igual que hay pobres en Luxemburgo y millonarios en Etiopía. Mi pregunta sobre la moral de las mujeres, o mejor dicho, sobre el principio que las polariza: ¿irá atado a lo que pasa con las clases socioeconómicas? No me refiero a que haya relaciones tipo causa-efecto entre la clase social o económica y los principios morales, sino al hecho de que ambas cuestiones parecen polarizadas. La clase media está desapareciendo en Argentina y las minas con un poco de valores y que no se la crean, también. Si es que alguna vez existieron. Estoy lejos de entender qué mierda está pasando. O peor: a lo mejor estoy muy cerca. Eso me asusta más.

Estaba mirando uno (varios) de esos videos que empezaron a surgir hace apenas meses sobre las pretensiones de las mujeres y la falta de reciprocidad entre lo que piden y lo que ofrecen. Hasta hace poco, los videos en los que sus creadores resaltaban lo desubicadas que están las mujeres hoy en día en cuanto a lo que demandan, por un lado, y lo que valen ellas mismas por el otro; pero no habían indagado en la tercera pata de ese esquema: qué es lo que ofrecen ellas a la relación. Es decir, sos linda y tenés pulso... ¿y?
Ya sabemos que la pregunta #1 de una mujer a una amiga que acaba de conocer a un hombre es "a qué se dedica", pero lo que no había surgido era qué es lo que ellas piensan que nosotros deseamos de ellas al margen de alguna expectativa visual, y con cuánto estamos "obligados" a conformarnos, y finalmente, cuánto valen ellas. Básicamente, con esta estupidez de ser independiente que se les metió en la cabeza en las dos últimas décadas (como si alguien, mujer u hombre, fuera independiente), se la pasan teorizando sobre sus expectativas y sus demandas pero en ningún momento se las ve deteniéndose por un momento a ver que es lo que ellas ofrecen, realmente ofrecen, a una relación. Peor todavía: algunas abren la boca sobre el tema y dicen tal sarta de estupideces que es difícil no pensar en el dicho ese de "mejor callarse y que los demás piensen que sos estúpido, en lugar de abrir la boca y sacarles la duda".
Siendo simplificativos y exagerados, que ellas busquen un proveedor que les aporte seguridad y ellos una ama de casa potable a la luz del día, o como dijo Barnabas Collins en Dark Shadows, que tengan "birthing hips", son producto de la evolución y es natural que tengan prioridad, pero creo que ningún hombre que valga 2 pesos se conforma con una bimbo, salvo que a) tenga pensado cubrir el resto de sus necesidades (intelectuales o de la naturaleza que sea) en otro lado o b) que no tenga más expectativas, es decir, que el tipo no vale ni esos 2 pesos. Las mujeres, por su parte, parecen más dispuestas a negociar otros aspectos con tal de conseguir a un buen proveedor. A lo mejor estoy pecando de eso que justamente estoy criticando, pero no me es claro que hayan entendido que los hombres esperamos algo más, sobre todo hoy en día. Votás, manejás, ganás lo mismo o más que un hombre en idéntica situación, tenés menos obligaciones y más derechos, y esencialmente con una inversión de unos 1000 dólares tenés todos los electrodomésticos que en 15 minutos hacen lo que hace 100 años las mujeres se pelaban el lomo 10 horas por día para resolver en un hogar. Creo que esperar que uses un poco el cerebrito no es demasiado. Eso de por sí ya es un problema. El otro es de autopercepción, tan de moda: la mayoría piensa que su mera existencia es suficiente. No tienen ni la más pálida idea de lo que queremos y, en especial, de lo que valen, que lo tienen completamente distorsionado. Y ni hablar de los delirios que les agarra con la edad, las lecturas propias de una criatura de 4 años que hacen de la realidad.

Y acá estoy, bien solo, metiéndome en el culo mi pseudointelectualidad snob desubicada.

martes, 9 de enero de 2024

la puta comunicación

Soy "sensible", lo entiendo. En serio. Ya sé que es la palabra delicada para evitar decirme que soy un rompepelotas nuclear, igual que "detallista" o "perfeccionista". Me han dicho cosas muchísimo peores, nou problem. Pero la estupidez me saca.
Hace unos días me encontré con un amigo a tomar un café. Sonó el teléfono y, mientras contestaba, una chica pasó caminando por la vereda y la miré de reojo. No la vi realmente, fue una reacción automática por una sombra que vi pasar, no más que eso. Cuando termino la llamada, mi amigo de casi 30 años comenta "sos un baboso, no cambiás más". Mmmhhh...
Pues no, resulta que no soy baboso. Así que se lo dije, y empezó a explicarme que por hacer eso podía dar una mala impresión si una posible interesada me veía mirando así a las mujeres. Como él tiene la elasticidad del mármol, y la una velocidad tectónica para cambiar una opinión que se le haya metido en la cabeza, hice un esfuerzo razonable y decidí dejarlo. Parte del esfuerzo consistió en explicarle que si a veces miro directamente a una mujer, sin disimulos, no es por baboso sino porque siento realmente cero-coma-nada-y-bajando respeto por las boludas rogando atención, dispuestas a mostrar y hasta a entregar el culo con tal de que las validen. Dicho eso y poco más, lo dejé.
Pero no soy bueno "dejándolo" (sí, muchas comillas, hoy). Así que nos encontramos ayer en el mismo lugar y le dije de nuevo que estaba equivocado, a lo que empezó a explicarme que él no piensa que soy baboso (bien), sino que entiende que por el motivo que sea a veces puedo dar la impresión de que lo soy y, en un mercado tan seco como este, puedo llegar a perder la atracción de una mujer que valga la pena, que justo me estaba mirando. Y estoy perfectamente de acuerdo con eso. Pero no es lo que dijo inicialmente y a lo que me resistí a aceptar, con toda la razón del mundo: dijo que soy baboso. Eso es lo que dijo, no otra cosa. Y como le expliqué a cada mujer con la que estuve en una relación: no sé lo que pensás, no sé lo que querés decir, no sé lo que querías decir; sé lo que decís. Ni más, ni menos. Para eso tenemos comunicación verbal, para decir lo que queremos. Como las luces de giro en un auto, que no hay ninguna razón para andar adivinando si va a ir a la izquierda, a la derecha o seguir como venía, tampoco nadie tiene que andar adivinando lo que tenemos en la cabeza. Pretender otra cosa es idiota, infantil o delirante. O masoquista, o sádico. Y definitivamente innecesario y una enorme pérdida de tiempo. Y desgastante. Soy un firme creyente de que la vasta mayoría de los problemas entre humanos se debe a una mala comunicación: algo mal expresado, no expresado, mal entendido, etc.
Su conclusión después de la charla aclaratoria fue que él tenía razón en lo que pensaba y yo estoy de acuerdo y se lo dije, pero todavía no entendió que lo que dijo no fue lo que pensó, y que mi defensa fue contra lo que dijo, no contra lo que pensó y que recién ayer me aclaró. Y encima me acusó de cerrarme. Andá a cagar. Ya estás grandecito: aprendé a hablar o dejate de joder.
No es que esté demasiado enojado con él, sino con el hecho de que se pierden tantas oportunidades de avanzar en la vida por malentendidos como este. En lugar de cultivar una buena charla, hay que andar... no encuentro la metáfora apropiada... desandando camino, arreglando estupideces, para poder volver al presente y concentrarse en lo importante. Y eso si alguien lo detecta. Si yo no hubiera insistido sobre el tema, él se hubiera quedado con que soy cerrado (y se quedó, lo sé) y que no tengo idea de lo que estoy haciendo (que resulta que sí sé), y yo me hubiera quedado con la tristeza inmensa y la frustración de creer que mi amigo, que debería conocerme mejor después de 30 años, piensa que soy baboso. Ahora sé que no piensa eso; solamente que soy estúpido.
Pero lo que sí me hace enojar es que no es el único que funciona así, pensando que dijo lo que había que decir y que el otro es un estúpido y cerrado. Vuelvo una y otra vez al concepto de "proyección". La gente vive en sus errores pensando que es el otro el equivocado. Estar consciente de este fenómeno no nos hace inmunes al problema, pero ayuda un montón a prevenirlo. Hace que uno pueda dar un paso atrás y rever el asunto con más humildad, rever no solamente al otro sino, y esto es la clave, a uno mismo. Creo que es la mejor manera de mejorar lo que uno hace y la huella que uno deja por la vida. Por lo menos eso es lo que yo intento. No sé si a lo mejor no estoy proyectando.

viernes, 5 de enero de 2024

pitufo

Hay una razón por la que México no manda su ejército a "recuperar" Texas, y que va más allá de cuestiones geopolíticas e históricas con EE. UU. No hay que ser Einstein para saber la razón: la capacidad de las fuerzas armadas de cada país. Como ejemplo, México tiene 225.000 efectivos contra 1,4 millones de EE.UU., y un presupuesto casi 58 veces más chico. EE. UU. tiene 5500 tanques de combate, México 0. Sí, cero.
Mi deseo, entonces, sería que los imbéciles que se compran un estúpido bulldog francés eduquen a sus carísimas (y cuando se trata de estos 10 kg de cagada, regalado es carísimo) criaturas para que, por ejemplo, no se le tiren encima y ataquen a mi perro. Y que cuando mi perro se defienda, se jodan, es decir, que asuman su responsabilidad en lugar de decir que todos los demás perros son malos y el suyo una víctima. Y que pidan disculpas. Y que no insulten. Y que pregunten si mi perro está bien. Pero si arrancaron siendo tan imbéciles como para tirar la plata en un bulldog francés, un bicho tan artificial y sobrecriado que no solamente no puede regular correctamente su temperatura, sino que ni siquiera puede hacer la tarea más elemental de cualquier ser vivo, respirar, ya da un perfil de persona que no sabe reconocer sus errores, y menos en vos alta. La estupidez es como la muerte: el muerto no se entera, y el resto lo sufre. Aclaro que no es que me molesten los bulldog francés, porque son perros y porque no tienen la culpa. Pero es una raza criada sin más fin que el de hacer compañía, en una época (mitad del siglo XIX) en que el bienestar animal estaba lejos de ser una prioridad, y salían cosas como estos pobres bichos que sufren de un par de problemas importantes, al punto de que en el norte de Europa ya no se permite su crianza. Este es un ejemplo de lo que tarda la sociedad en darse cuenta de sus errores y corregirlos.
Otro ejemplo. Al contrario de lo que se pregona a los gritos, como si los decibeles compensaran la falta de fundamentos, las mujeres parecen ser una parte de la población que como sociedad se nos fue de las manos. Como los bulldog franceses, los planeros o los azulejos verdes. Cuando yo era chico, y la mayoría de mis desplazamientos eran a upa de mi mamá y apenas estaba aprendiendo a hablar, le preguntaba a cada persona que me presentaban si tenía pito o perlita, que traducido quería decir que si era hombre o mujer, porque mi mamá y mi hermana usaban aros de perlas. Aprendí que la mitad de la población, la que generalmente llevaba aros, eran intocables, princesas, perfectas, inimputables, indefensas y, más allá de para atender una casa, prácticamente inútiles. Con mucho trabajo, tanto de mujeres descontentas y con una cierta visión, como de la sociedad en general, ese paradigma se deconstruyó y hoy esa sociedad se beneficia de un pool de personas para hacer descubrimientos científicos, pilotear aviones y manejar empresas que de otra forma nos perderíamos, independientemente de lo que tengan entre las piernas y más basados en lo que tienen entre las orejas. Además, un hombre puede ahora aspirar a encontrar una mujer que sirva para algo más que de florero para la casa. Porque, razoné, salvo una conexión profunda de almas todo lo demás se puede comprar: la limpieza, las comidas, el sexo, el criar a los chicos, el aconsejar una corbata... y todo sin tener que aguantar familia política. Entonces, y a pesar de lo que se mama en Instagram, si no ofrecés algo de valor, como una conexión, si no mejorás substancialmente la vida de un hombre, ¿qué esperás conseguir? No sos una reina, no valés nada en especial, y sobre todo no valés más que un hombre. Es increíble que haya que decirlo. Y sin embargo...
A pesar de lo que 20 segundos de razonamiento sugerirían, la Ley argentina (23.179, 24.632, 26.485 y 86, etc.) fue contaminada por una camada de desubicadas y resentidas, totalmente inconscientes de lo afortunadas que son, que lograron desquicios como que si un tipo mata a la esposa, la pena es mayor que si ella lo mata a él (artículo 80, inciso 11 del Código Penal). No solamente eso, sino que si un hombre mata a una mujer, en los medios enseguida lo catalogan como femicidio. Es decir, si una pelotuda cruza la calle por cualquier lado menos por donde le corresponde con el celular pegado a la nariz, y un conductor se la lleva puesta, ya es femicidio. Y en lo legal, si una mina le infla las bolas al marido por años, lo amenaza con llevarse a los hijos si respira fuerte, lo vuelve loco, lo acosa, lo sopapea, y el tipo osa defenderse y pedirle en un tono 2 octavas demasiado alto que largue el cuchillo que ella lleva en la mano, perdió. Todo perdió. Divino. Ella puede ir a una comisaría, sin testigos ni mucho menos, decir que él le pegó a ella y listo. En un mundo donde los pocos estudios sobre el tema revelan que en el 53% de los casos es la mujer la que inicia la violencia, mientras que otros muestran que el mayor porcentaje de violencia en las parejas se da en las homosexuales de mujeres, no en parejas de hombres ni en las heterosexuales.
Parece joda, pero es muy serio, y muy en serio. No solamente metieron la figura de la violencia de género, de por sí ya estupidísima (imaginate una persona que odie al sexo opuesto pero solamente le pegue, de pura casualidad, supongo, a una), sino que la hacen una calle de una sola mano. ¿A quién carajos se le ocurrió semejante idiotez? Y mucho más importante, ¿cómo es que eso pasó el Congreso? ¿Qué clase de imbéciles tenemos en el poder Legislativo más alto de la Nación? Aterrador no llega a rasguñar las implicaciones de esto. Las mujeres se victimizan, entre otras muchas estupideces dicen que los hombres no tenemos idea de lo que es, mientras que no entienden que en realidad el 95% de los hombres vivimos exactamente en la misma situación de miedo ante los pocos violentos, que es a los que hay que perseguir en lugar de a todos. Hay exactamente 2 grupos de personas que se perjudican con lo que están haciendo: ese 95% de los hombres que no tienen ninguna culpa, y las mujeres golpeadas, a las que la sociedad las está catalogando como hinchapelotas porque no puede distinguir los gritos de desesperación y pedidos de ayuda por sobre la oleada de gritos de las locas. Y yo ahora tengo que salir a explicarles a mis sobrinos adolescentes que ellos valen menos que otros seres humanos, por ser hombres. Y que son violadores. Y que se tienen que dejar pegar. Y que la presunción de inocencia con ellos no aplica. Una locura total.
Por suerte, en este mundo hay pastores australianos para elegir en lugar bulldog francés. Pero en Argentina, si uno quiere conseguir una mujer que piense, que aporte, que aprecie, que no tenga miedo a mejorarnos mutuamente, que sea easy on the eyes y en lo posible que no se regale (sí, también pido que tenga ciertos códigos morales), uno está condenado a estar solo.
Shit.
Y hay una cosa más que pido. Resulta que por muchas razones, o excusas, arranqué tarde. Tan tarde que arranqué en Europa. Nunca tuve una novia en todo su significado en Argentina. Una novia argentina. Y no es que ahora la quiera para tachar un ítem de mi lista, sacarme un gusto, curiosidad o algo así. Es otra cosa, y como no sé muy bien cómo explicarlo, voy a intentarlo con una metáfora: quiero una mujer a mi lado que llame "pitufo" a los pitufos. No "smurf", ni "schtroumpf", ni (por más que sea italiano y, por lo tanto, el premio consuelo número 1) "puffo". Hay cosas culturales en Argentina muy lindas, o muy mías, que es bellísimo tenerlas en común. Tanto esas como las diferencias son motivos de charlas entretenidas, pero las que uno tiene en común dan calidez y pertenencia. Y eso es irreemplazable.

lunes, 1 de enero de 2024

chau populismo (?)

Quisiera, creo, escribir sobre cómo me hace sentir el no encontrar pareja, pero cada vez que me siento en un café (porque no funciona de otra manera) con la computadora, me pongo en blanco. La sensación de añoranza, frustración y soledad actúan como una fosa rodeando el castillo donde está el teclado y en la cabeza se me mezclan con temas de trabajo, del país, de amigos. De hecho, en ese castillo hay varias otras cosas que me gustaría hacer pero a las que me cuesta encontrarles sentido si estoy solo. Ahí es donde la familia y los amigos no sirven, ni siquiera como placebo, y encuentro los límites hasta de Perro. Olerle el pelo, esperarla en la puerta de su trabajo, sentir la punta de su nariz en mi cuello, ver su nombre y su foto en el celular cuando me llama, mirarla mientras se duerme. A perro también lo miro cuando duerme y le huelo el pelo, y hasta puedo argumentar que es un sentimiento más puro, pero no sé si más lindo para este pobre hombre.
Soy asocial, y en algunos aspectos hasta antisocial, pero no soy de corcho. Y en una sociedad tan desquiciada como la argentina, la compañía indicada, que te funcione como isla de sensatez y contención... se extraña mucho. Ahora que releo esa última oración, lo de sensatez quizás no sea lo más inteligente buscar en una mujer, pero la suya sería insensatez sin agresión, sin tirarme el auto encima, cosas así. Supongo que ya me estoy olvidando la otra cara de la moneda de lo que es estar en pareja.
Esto me trae, desintencionadamente, a una observación que hice ya hace algunos años y no ando por ahí ventilándola porque es muy íntima, pero supongo que este es justamente el lugar que uso para escribir esas cosas: hace mucho, muchísimo, que no hago el amor. No me refiero a sexo, sino a hacer el amor. El sexo, además de vacío y solamente físico, es tomar, mientras que hacer el amor, además de involucrar muchos más aspectos, es dar. Hacer el amor contiene sexo, pero no a la inversa. Y si bien hubo veces que sentí amor por la persona con la que estaba teniendo sexo, el sexo en sí fue medio una cagada. Pedorro. Hasta malo. La doña en cuestión no sabía, o no me tenía ganas, o no lo demostraba; por el motivo que fuera, da lo mismo. Tuve una relación donde sí fue bueno el sexo y dejó la marca de agua a la que apunté después, y eso fue en 2006. De ahí para abajo, salvo alguna instancia puntual en que se alinearon los planetas por esa vez en particular o vaya uno a saber.
Lo triste, porque tiendo a mirar lo triste de las cosas, es que ahora tengo casi 20 años más y, hay que admitirlo, no es razonable esperar salir con una mujer de 30 o 35 años. No veo qué podría encontrar en mí, mientras que yo, el próximo cuerpo que encuentre (hablando crudamente) para tener sexo, simplemente va a estar más cachuzo y gordo y arrugado y áspero y qué sé yo qué, igual que el mío. Todo esto suena muy superficial pero no lo veo así. Si me preguntaban hace un par de décadas cómo esperaba que fuera esto de envejecer y que mi compañera envejeciera, me lo imaginaba juntos. Me imaginaba conociendo a alguien que me atrajera físicamente, que la atracción mutara en amor, y envejecer juntos. Arrugarnos, engordar un poquito, dolores de articulaciones y todo eso, hasta que, como dijo el guacho de Christopher Titus, estemos uno al lado del otro en un banquito o mecedora, con el tanque de oxígeno ahí cerca, sin dientes, agarrados de la mano, y expirar por última vez juntos. Nada de eso ocurrió y a medida que pasa el tiempo la idea es cada vez más improbable, pasa por la estación Viejo Verde, y se dirige a delirio. Es triste, pero real.
¿Qué hice mal? Varias cosas, y varias otras por las que no soy imputable. Crecí en una familia con varios pedos y los heredé. Tengo miedo. No me gustan los humanos. Soy sensible. Soy inteligente. Soy pelotudo. Carecí de ejemplos masculinos. Literalmente no sé exactamente lo que es ser un hombre; soy autodidacta y hago lo que puedo. Tengo varias pautas y códigos gracias a mi abuelo materno, pero también grandes huecos. Él nació en 1913 y era, por ejemplo, elitista y racista. De mi padre no pude sacar prácticamente nada útil más que "nunca pegarle a un hijo con enojo", cosa que aplico con Perro, no siempre con éxito pero cada vez más: éxito en cuanto al método, a frenarme, a controlar la bronca, no a los resultados, porque Perro es un santo y aprende como sea. Y el resto de los hombres generalmente me parecen demasiado bestias e insensibles. Mis 5 mejores amigos tuvieron padres de mierda o directamente no tuvieron padre.
Espero que 2024 traiga cosas nuevas. No pido que una extraterrestre tipo Rhona Mitra a los 30 me caiga en la cama bañadita y perfumada, pero aunque sea adquirir un par de herramientas para lograr entablar una relación y el ambiente apropiado para emplearlas, donde, por ejemplo, haya mujeres que valgan 2 pesos. Creo que nada de eso tengo en este momento.
Anoche terminó 2023 y, no es que haya sido un mal año, pero la caída del régimen de depravados que teníamos por gobierno no es para festejar sino para seguir corriendo sin mirar atrás. Ni siquiera podemos jactarnos de las lecciones aprendidas: no aprendimos nada que no supiéramos. Algunos apenas se habrán sacado las dudas y otros, los más estúpidos, cultivados y adoctrinados por ese régimen en los últimos 70 años, llorarán por los próximos 70 años. Y eventualmente (espero, por el bien de la raza humana) se extinguirán. Veremos qué logran hacer los nuevos. Les deseo lo mejor, a todos, aunque en mi cabeza estoy haciendo las valijas.