lunes, 1 de enero de 2024

chau populismo (?)

Quisiera, creo, escribir sobre cómo me hace sentir el no encontrar pareja, pero cada vez que me siento en un café (porque no funciona de otra manera) con la computadora, me pongo en blanco. La sensación de añoranza, frustración y soledad actúan como una fosa rodeando el castillo donde está el teclado y en la cabeza se me mezclan con temas de trabajo, del país, de amigos. De hecho, en ese castillo hay varias otras cosas que me gustaría hacer pero a las que me cuesta encontrarles sentido si estoy solo. Ahí es donde la familia y los amigos no sirven, ni siquiera como placebo, y encuentro los límites hasta de Perro. Olerle el pelo, esperarla en la puerta de su trabajo, sentir la punta de su nariz en mi cuello, ver su nombre y su foto en el celular cuando me llama, mirarla mientras se duerme. A perro también lo miro cuando duerme y le huelo el pelo, y hasta puedo argumentar que es un sentimiento más puro, pero no sé si más lindo para este pobre hombre.
Soy asocial, y en algunos aspectos hasta antisocial, pero no soy de corcho. Y en una sociedad tan desquiciada como la argentina, la compañía indicada, que te funcione como isla de sensatez y contención... se extraña mucho. Ahora que releo esa última oración, lo de sensatez quizás no sea lo más inteligente buscar en una mujer, pero la suya sería insensatez sin agresión, sin tirarme el auto encima, cosas así. Supongo que ya me estoy olvidando la otra cara de la moneda de lo que es estar en pareja.
Esto me trae, desintencionadamente, a una observación que hice ya hace algunos años y no ando por ahí ventilándola porque es muy íntima, pero supongo que este es justamente el lugar que uso para escribir esas cosas: hace mucho, muchísimo, que no hago el amor. No me refiero a sexo, sino a hacer el amor. El sexo, además de vacío y solamente físico, es tomar, mientras que hacer el amor, además de involucrar muchos más aspectos, es dar. Hacer el amor contiene sexo, pero no a la inversa. Y si bien hubo veces que sentí amor por la persona con la que estaba teniendo sexo, el sexo en sí fue medio una cagada. Pedorro. Hasta malo. La doña en cuestión no sabía, o no me tenía ganas, o no lo demostraba; por el motivo que fuera, da lo mismo. Tuve una relación donde sí fue bueno el sexo y dejó la marca de agua a la que apunté después, y eso fue en 2006. De ahí para abajo, salvo alguna instancia puntual en que se alinearon los planetas por esa vez en particular o vaya uno a saber.
Lo triste, porque tiendo a mirar lo triste de las cosas, es que ahora tengo casi 20 años más y, hay que admitirlo, no es razonable esperar salir con una mujer de 30 o 35 años. No veo qué podría encontrar en mí, mientras que yo, el próximo cuerpo que encuentre (hablando crudamente) para tener sexo, simplemente va a estar más cachuzo y gordo y arrugado y áspero y qué sé yo qué, igual que el mío. Todo esto suena muy superficial pero no lo veo así. Si me preguntaban hace un par de décadas cómo esperaba que fuera esto de envejecer y que mi compañera envejeciera, me lo imaginaba juntos. Me imaginaba conociendo a alguien que me atrajera físicamente, que la atracción mutara en amor, y envejecer juntos. Arrugarnos, engordar un poquito, dolores de articulaciones y todo eso, hasta que, como dijo el guacho de Christopher Titus, estemos uno al lado del otro en un banquito o mecedora, con el tanque de oxígeno ahí cerca, sin dientes, agarrados de la mano, y expirar por última vez juntos. Nada de eso ocurrió y a medida que pasa el tiempo la idea es cada vez más improbable, pasa por la estación Viejo Verde, y se dirige a delirio. Es triste, pero real.
¿Qué hice mal? Varias cosas, y varias otras por las que no soy imputable. Crecí en una familia con varios pedos y los heredé. Tengo miedo. No me gustan los humanos. Soy sensible. Soy inteligente. Soy pelotudo. Carecí de ejemplos masculinos. Literalmente no sé exactamente lo que es ser un hombre; soy autodidacta y hago lo que puedo. Tengo varias pautas y códigos gracias a mi abuelo materno, pero también grandes huecos. Él nació en 1913 y era, por ejemplo, elitista y racista. De mi padre no pude sacar prácticamente nada útil más que "nunca pegarle a un hijo con enojo", cosa que aplico con Perro, no siempre con éxito pero cada vez más: éxito en cuanto al método, a frenarme, a controlar la bronca, no a los resultados, porque Perro es un santo y aprende como sea. Y el resto de los hombres generalmente me parecen demasiado bestias e insensibles. Mis 5 mejores amigos tuvieron padres de mierda o directamente no tuvieron padre.
Espero que 2024 traiga cosas nuevas. No pido que una extraterrestre tipo Rhona Mitra a los 30 me caiga en la cama bañadita y perfumada, pero aunque sea adquirir un par de herramientas para lograr entablar una relación y el ambiente apropiado para emplearlas, donde, por ejemplo, haya mujeres que valgan 2 pesos. Creo que nada de eso tengo en este momento.
Anoche terminó 2023 y, no es que haya sido un mal año, pero la caída del régimen de depravados que teníamos por gobierno no es para festejar sino para seguir corriendo sin mirar atrás. Ni siquiera podemos jactarnos de las lecciones aprendidas: no aprendimos nada que no supiéramos. Algunos apenas se habrán sacado las dudas y otros, los más estúpidos, cultivados y adoctrinados por ese régimen en los últimos 70 años, llorarán por los próximos 70 años. Y eventualmente (espero, por el bien de la raza humana) se extinguirán. Veremos qué logran hacer los nuevos. Les deseo lo mejor, a todos, aunque en mi cabeza estoy haciendo las valijas.

No hay comentarios.: