jueves, 28 de junio de 2018

el debate del aborto

Voy a empezar por comentar mi posición: indefinida. El típico intento de justificación que uno esgrime es "es un tema complejo". Pero en este caso no se puede negar. No se puede poner en la misma bolsa el caso de una chica de 14 años violada, que el de una idiota de 24 que le gusta el sexo y pretende que el estado (léase los demás) paguen cuando se le pincha el preservativo, si es que lo hubo.
Hasta ahí todo bien, son dos situaciones que podemos tipificar a cada uno tendrá sus opiniones. Lo que no soporto y me dan ganas de tirar la toalla es cuando las partes esgrimen opiniones basadas en intereses puramente personales y claramente en contra de personas en otra situación, exhibiendo una empatía nula y una adhesión completa a los tres principios de convivencia que tanto daño hacen a la sociedad:
1. me cago,
2. me cago,
3. y me cago en el prójimo.
Los del otro lado, mientras tanto, me cagan el día cuando veo que sus opiniones están basadas en creencias indemostrables y, por ende, indiscutibles o siquiera argumentables, generalmente religiosas. Como si su dios les hubiera mandado un mensaje de correo electrónico (por favor pásenme el remitente).
Las cuestiones pragmáticas, como de si se puede dar a un bebé en adopción en lugar de abortarlo, ignorando el hecho de que ya hay más que suficientes chicos en adopción, no tiene un puto pelo que ver con el principio de si estamos aceptando el aborto como asesinato o como procedimiento médico, tan ético como extraer una muela. En su lugar se esgrimen cosas que en sí mismas no tienen ni pies ni cabeza. Hay muchos asesinatos, así que legalicémoslos y proveamos de balas de grueso calibre en forma gratuita, pagada por las obras sociales, porque así no hay intentos fallidos que engrosen las estadísticas de casos de gente con discapacidades.
No tengo idea lo que cuesta un aborto, pero cuando estaba haciendo cola en el Hospital Italiano una vez hace muchas lunas, vi un cartel que comentaba que prevenir la gripe cuesta 400 veces menos que curarla. Enseñarles a las chicas a respetarse, con lo cual la exigencia de respeto hacia los hombres nace automáticamente, o a los hombres a no verlas como un polvo en lugar de como a un ser con sentimientos y mucho más que un par de agujeros donde eyacular (y contárselo a los amigos), medidas contraceptivas (fucking iglesia católica, y no sé si alguna otra también), y cosas por el estilo. Tengo más de un amigo que en su puta vida han usado un preservativo, pero simplemente han tenido sexo con parejas estables, donde el vínculo de confianza significó por un lado hablar abiertamente de las alternativas (píldora, etc.) y el vínculo afectivo les proveyó el marco en el que aceptar la situación en caso de producirse un embarazo. Resumiendo (y acá me anoto): si la meto, me hago cargo. Estimadas: si abren las piernas, hay consecuencias. O ¿quién se los ocultó? Como a la mayoría, me encanta meterla. Me gusta tanto, que cada vez que lo hago me da tanto, pero tanto placer, que siento un orgasmo y eyaculo. Así que lo entiendo.
¿Querés simplemente garchar sin ningún vínculo emocional? Me parece fenómeno. Ba, honestamente me parece una idiotez de una calaña infradotada, pero como decía mi abuela: que cada uno haga de su culo un pito. Pun intended. Pero no le hagas pagar al resto de la sociedad por tus gustos o tu falta de previsión, como yo tampoco le hago pagar al resto de los contribuyentes mi estupidez no usando casco cuando salgo en la moto. Resumiendo otra vez: jo-de-te. En Argentina la ley, como la veo, está fenómena: ¿riesgo para la salud o resultado de violación? A la mierda el pendejo. Me da lástima, pero la naturaleza hace cosas peores así que move on que la vida es corta.
No agoté el tema ni a palos, ni tampoco tengo mucho más para decir sobre otros aspectos del asunto, ya sea porque desconozco los aspectos, o porque los conozco pero no sé qué pensar. Así que lo dejo acá, que ya embarré bastante la cancha y me saqué las ganas de despotricar. Casi.

martes, 19 de junio de 2018

Tinder&Co II

Es increíble que a pesar de la edad sigo abriendo la boca (o tipeando) antes de tiempo.
Tinder.
Después de un par de semanas en uso creo que puedo dar un diagnóstico más preciso de lo que significa poner el pellejo en internet y ver qué pasa. A veces hablo con alguien de la ventaja fundamental de usar un sistema como Tinder: elimina el guess work, pero a un precio: lo que uno sabe es que el otro gusta de uno, no si uno gusta, realmente gusta, del otro. A ver qué carajo quise decir.
Si tomo el subte con mi perro y una chica linda se pone a hablarme, no sé si es por genuino interés por el perro o lo usa un poco para romper el hielo y entablar conversación conmigo. En Tinder no hay dudas: arrastró el dedito a la derecha. El problema estriba en que, incluso en un breve contacto en el subte, uno ve a la otra persona a los ojos y en una situación honesta, genuina, espontánea. No es garantía de nada, pero por lo menos no hay lados visualmente ocultos. Se escucha la voz, el tono, la cadencia, quizás se ve caminar al otro, y muchas cosas más. Enseguida un puede determinar si se siente atraído o no a detenerse a conocer a esa persona, sacrificando tiempo que usaría para otros fines. En Tinder, si bien se dispone de un poquito más de información de las intenciones de la otra persona, se dispone de mucha menos información de si la otra persona es interesante para uno. Y eso comparándolo con un encuentro de un par de minutos en un subte, ni hablar de una charla en una fiesta de amigos, en un vuelo intercontinental, o en cualquier situación en la que el contexto invite a relajarse e intercambiar un poco de información.
El resultado es que uno termina saliendo a tomar un café con un montón de prospectos que inevitablemente en su mayoría son decepciones: una era boluda, la otra puta, la otra aburrida, una más era letárgica... y por supuesto que esas son las que les encontré un pelo al huevo así que no me preocupa si les gusté yo a ellas o no. Pero no faltó la que me gustó mucho y yo a ella no.
En un caso en particular tuvimos una cena hermosa, con sobremesa y promesas de vernos de nuevo, intercambio de número de teléfono y una despedida con sonrisas. Al día siguiente intercambiamos un par de mensajes, y una hora más tarde pareciera que como mínimo perdió el teléfono: baja de Tinder, sin respuesta a mensajes del teléfono ni atiende llamadas. Misterio.
Por supuesto que el mayor misterio no es que haya cambiado de opinión tan abruptamente; esto no es arrogancia, es simplemente confusión por lo bien que transcurrió la cena. El mayor interrogante que me surge es el porqué no me dijo "mirá, gracias, pero no, gracias". Suficiente. No tiene que mandarme flores ni un vale para tres sesiones de terapia para digerir la pérdida; ya somos grandecitos. Pero parece que nos hemos convertido en nada más que un puntito en una aplicación para el teléfono, sin las atribuciones de un ser humano. Alguien deja de gustarnos y lo desagraciamos desamigándolo en feisbuc, borrándolo de tinder (nótese la minúscula) y bloqueándolo en guatsap, y asunto terminado. Precioso.
Y yo acá pensando que estaba entablando relaciones con personas. Qué imbécil. Probablemente tendría que haber sospechado algo cuando vi que una gran parte de las mujeres "en oferta" ponían fotos que se correspondían con alguno de estos estereotipos:
- poniendo cara de pato, esa estupidez de darle un beso al aire cuando se sacan una foto,
- sacando la lengua, como para mostrar lo irreverente que son (¿?),
- haciendo la "v" con los dedos,
- desde arriba, poniendo los brazos por delante y apretando las tetas, para exagerar el escote,
- usando una de esas aplicaciones que agregan nariz y orejas de gatito a la cara,
- la peor de todas: esas imbéciles con la cabeza hacia atrás, sentadas con las rodillas juntitas (así, diminutivo) y la copa de champán en la mano, haciéndose las princesas, como si su mierda oliera diferente o el mundo les debiera algo.
Una vez filtradas las estúpidas más evidentes queda por supuesto el largo trayecto hasta el altar, por decirlo así. Y empieza encontrándose a charlar, con la excusa de tomar algo. Ahora pregunto: ¿siempre me toca pagar a mí? Hasta ahora salí con unas 5 ó 6 y salvo 2 de ellas con las que me sentí particularmente bien (y que coincidentemente les tuve que insistir que me dejen invitarlas) el resto asumió que era mi responsabilidad pagar. No fue una invitación de mi parte, ni una sugerencia de parte de ellas: dos adultos quedaron en encontrarse para conocerse. Y uno de ellos se supone que pague. ¿Alguien me puede explicar por qué?
Una de las cosas que más me irrita es la de las retrasadas mentales que exigen un "caballero" o ser tratadas como damas. Nou problem: si nunca estuviste casada, espero que seas virgen. Ahí empezamos a hablar. Pajeras. O como dijo la detective Kristin Ortega en la serie Altered Carbon a una periodista que le hizo una de esas preguntas capciosas: go fist yourself.
Cuando todo está dicho y hecho, una amiga que me aprecia mucho me dijo dos cosas que me retumban en la cabeza: "es increíble que un hombre así de atractivo esté solo y recurra a cosas como tinder", y "hay millones de mujeres o solas o con un imbécil, que matarían por conocerte". No soy suficientemente objetivo como para confirmar o rechazar un comentario así, pero desde donde estoy le veo su parte de razón.

martes, 5 de junio de 2018

Tinder&Co

El año pasado, antes de conocer a Psicópata, me anoté en uno de esos sitios donde uno cuenta quién o qué es, pone un par de fotos, agrega algunos criterios de lo que busca, y deja que el sistema le encuentre lo que el algoritmo considera coincidencias entre el pool de féminas tan desesperadas como uno. Previo pago de un canon, por supuesto, uno puede ponerse en contacto y arrancar de ahí.
Los hay de todos los gustos. Desde los gratuitos, hasta los 100 o más euros por mes, y mientras más paga uno, mejor la publicidad y los bombones de los afiches, aunque también menos probable el encontrar gente que busca sexo y punto, si bien también hay sitios especializados en eso, y nada baratos.
Bienvenidos a Tinder. En lugar de usar algoritmos de coincidencia, simplemente el usuario va como caminando en un supermercado virtual mirando fotos, leyendo dos oraciones, y en una fracción de segundo decidiendo si hay potencial o no. A la mierda el signo del zodíaco, los estudios, si le gustan los animales o si practica esquí. Lo único que limita la búsqueda es la ubicación geográfica. Y honestamente, me parece bien. Una plataforma como esta, como un buen mayordomo, no se nota. Es un puente, no un muro, como un buen mayordomo que lleva y trae cosas sin interponerse ni interrumpir. Cada muerte de obispo aparece algo de publicidad, y eso es todo. Queda en uno hacer de filtro, de algoritmo y de... humano. Me cago en esos sitios que dicen tener una fórmula para poner dos personas similares en contacto. Aunque no soy sociólogo, nunca encontré un denominador en las parejas exitosas más que la paciencia y el respeto.
Sin embargo... Como todo lo que hacemos, Tinder e internet en general es un reflejo de nuestra propia inteligencia. O estupidez. Abundan los ejemplos de adolescentes y no tanto con 700 coincidencias y otros tantos mensajes, con lo cual el puente ese que se supone que plataformas como Tinder tienden entre personas, se convierte en un basural. Cada individuo es una molécula más de pintura en el muro del ego. Patético.
Así que los que tenemos 2, 3 ó 4 coincidencias escribimos sopesando las palabras, midiendo los tiempos, tratando de conocer al otro, y ese otro no está en la misma longitud de onda. La decepción, entonces, es inevitable. Todos los esfuerzos que uno hace para sobrellevar los miedos que se originaron en relaciones pasadas son al reverendo pedo. Peeeeeedooooooo. No terminé: ppppppeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeddddddddddddddoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo.  Pedo, pedo, pedo. Sol do.
Así que acá estoy, back to square one.