martes, 5 de junio de 2018

Tinder&Co

El año pasado, antes de conocer a Psicópata, me anoté en uno de esos sitios donde uno cuenta quién o qué es, pone un par de fotos, agrega algunos criterios de lo que busca, y deja que el sistema le encuentre lo que el algoritmo considera coincidencias entre el pool de féminas tan desesperadas como uno. Previo pago de un canon, por supuesto, uno puede ponerse en contacto y arrancar de ahí.
Los hay de todos los gustos. Desde los gratuitos, hasta los 100 o más euros por mes, y mientras más paga uno, mejor la publicidad y los bombones de los afiches, aunque también menos probable el encontrar gente que busca sexo y punto, si bien también hay sitios especializados en eso, y nada baratos.
Bienvenidos a Tinder. En lugar de usar algoritmos de coincidencia, simplemente el usuario va como caminando en un supermercado virtual mirando fotos, leyendo dos oraciones, y en una fracción de segundo decidiendo si hay potencial o no. A la mierda el signo del zodíaco, los estudios, si le gustan los animales o si practica esquí. Lo único que limita la búsqueda es la ubicación geográfica. Y honestamente, me parece bien. Una plataforma como esta, como un buen mayordomo, no se nota. Es un puente, no un muro, como un buen mayordomo que lleva y trae cosas sin interponerse ni interrumpir. Cada muerte de obispo aparece algo de publicidad, y eso es todo. Queda en uno hacer de filtro, de algoritmo y de... humano. Me cago en esos sitios que dicen tener una fórmula para poner dos personas similares en contacto. Aunque no soy sociólogo, nunca encontré un denominador en las parejas exitosas más que la paciencia y el respeto.
Sin embargo... Como todo lo que hacemos, Tinder e internet en general es un reflejo de nuestra propia inteligencia. O estupidez. Abundan los ejemplos de adolescentes y no tanto con 700 coincidencias y otros tantos mensajes, con lo cual el puente ese que se supone que plataformas como Tinder tienden entre personas, se convierte en un basural. Cada individuo es una molécula más de pintura en el muro del ego. Patético.
Así que los que tenemos 2, 3 ó 4 coincidencias escribimos sopesando las palabras, midiendo los tiempos, tratando de conocer al otro, y ese otro no está en la misma longitud de onda. La decepción, entonces, es inevitable. Todos los esfuerzos que uno hace para sobrellevar los miedos que se originaron en relaciones pasadas son al reverendo pedo. Peeeeeedooooooo. No terminé: ppppppeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeddddddddddddddoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo.  Pedo, pedo, pedo. Sol do.
Así que acá estoy, back to square one.

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