domingo, 29 de mayo de 2022

no entiendo

Siempre me dijeron que soy intolerante. Veamos...
Intolerante: que no tiene tolerancia.
Tolerancia: respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.
O sea, de intolerante no tengo un puto pelo. Más bien al contrario: podría decirse que soy demasiado tolerante y banco cosas que no debería. Y así me va, por estúpido.
Desde que me vine de la civilización a este psiquiátrico a cielo abierto, empecé con problemas que creo que son de hígado. Argentina todavía no ha sido terraformada. Un amigo (algo demasiado religioso para mi gusto) me cuenta que la ira retenida se concentra precisamente en ese órgano, lo que explicaría que yo tenga crecientemente más problemas. Antes me comía cualquier cosa y no me descomponía; hace un par de años empecé con problemas esporádicos, y en estos momentos me estoy tomando medicamentos y soportando dolores de cabeza prácticamente una vez por semana. Es horrible. Fui al médico, me hizo hacer una batería de estudios, me hizo decir 33 mientras me auscultaba, me preguntó unas cuantas cosas, me cobró una obscenidad, me atendió 87 minutos más tarde de la hora del turno que el fósil que tiene por secretaria me dio con un mes y medio de anticipación, y resulta que estoy espectacular para mi edad. Pero el hecho es que cada tengo que ser cada día más cuidadoso con lo que como: las grasas, el chocolate, los aceites... Creo que en este momento no como por mes la cantidad de chocolate que comía hace 5 años por día.
Supongo que mi incompetencia a la hora de lidiar con los sentimientos llevan a acumular la frustración y la ira. Cosas que me irritan soberanamente son, por ejemplo, la falta de respeto por el prójimo y por las reglas de convivencia, también conocidas como Leyes.
Ley: 1. Cada una de las relaciones existentes entre los diversos elementos que intervienen en un fenómeno. 2. Precepto dictado por la autoridad competente, en que se manda o prohíbe algo en consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados.
En ningún lado aparece capricho. Las leyes regulan las interacciones. En cierta forma, y si uno quiere manejarse con un piso de respeto y fluidez de funcionamiento, las hacen posibles. Cuando no hay reglas, los elementos no adhieren a nada que prediga qué es lo que van a hacer o cómo van a reaccionar a lo que hagan los demás. Es muy, muy frustrante navegar en una sociedad que hace un esfuerzo tan descomunal en desconocer neciamente algo tan básico, donde sus integrantes hasta reniegan de la existencia de reglas, un lujo y una arrogancia que a mí se me escapan. Y no toco de oído, no es wishful thinking: lo viví. Estuve viviendo muchos años en sociedades que comprenden esto y lo cultivan, para el bien común e individual. Acá prefieren seguir ajenos a la razón.
Cuando estoy enojado por algún incumplimiento o por lo que veo que pasa con el tránsito, por ejemplo, no falta el que me diga una idiotez como "esto no es Alemania". A ver: llegaste tarde, me robaste mi tiempo. ¿Quién mierda te creés que sos? Otros, más preocupados por mi salud pero igual de imbéciles, me dicen que tengo que ser más tolerante y entender que acá es así, y "no hay que enojarse por cosas que no son tan importantes". Entiendo que esto del hígado se debe a mis pataletas y la frustración acumulada por calentarme con las cosas que veo, pero una cosa es que me enoje porque hace frío, que además de inmutable no es culpa de nadie, y otra muy diferente es que, además de enojado con el estúpido que dejó sonando la alarma a las tres de la mañana, no pude dormir. Es decir: no pude dormir. No me dejó dormir. Porque se le cantó. Por hijo de puta. Por más que pudiera ignorar eso, el hecho es que uno se levanta hecho mierda porque no durmió. Así de fácil. Y encima sabés por qué pasó y que es totalmente evitable. Salir a pasear el perro en Mar del Plata y pretender cruzar la calle es equivalente a salir a pasear el perro en Mariupol. Si me enojo o no, el hecho es que cada vez que tengo que cruzar la calle no sé si voy a llegar vivo a la vereda de enfrente. Llamo a un técnico por algún tema, me dice que pasa a una hora, dejo todo lo que tengo que hacer para abrirle la puerta, y me quedo esperando. Sistemáticamente.
No se puede vivir así. Uno gasta energía en nada. No soy intolerante, soy víctima de gente que se caga en el prójimo. Así de fácil. Y esto no es victimizarse: es inaceptable. Pretender que me resigne a pasear por una plaza sin saber si me va a llevar puesto una moto (o partir en dos a Perro) no es aceptable. Comprar un producto y que me entreguen algo muy inferior a lo pactado, tampoco. O que me insulten, o me choquen, o me maten, por hacer lo que la Ley dice me corresponde y el otro la usa de papel higiénico (si supiera siquiera dónde está el rollo... o que existe).
En este punto, sale otra imbecilidad de la boca de alguno de estos tontos voluntariosos que se confunden cuando dicen que en Argentina esto es normal. No lo es. Es común, en que pasa habitualmente, pero no es normal, porque simplemente no funciona. Está mal y no solamente no debemos aceptarlo, debemos oponernos. No solamente no suman: restan. Y si restan, sobran. Y si sobran, ¿qué carajo hacen defendiéndolos, apañándolos y, en definitiva, alentándolos? A ver... dediquemos 4 segundos a analizar: si seguimos así, en un par de años, por decir algo, ¿vamos a estar mejor o peor?
El egoísmo, la estupidez, la arrogancia, la ignorancia y el prejuicio van de la mano y nadie es ajeno. Entiendo que alguien sea conformista y perezoso y prefiera no oponerse a la mayoría, de esos para los que la mediocridad ya sería un upgrade, pero ¿cultivarlos?... Eso ya indica egoísmo, necedad o maldad. Y de eso ya hay para hacer dulce.