domingo, 2 de febrero de 2020

divagues varios

Hace casi tres años un colectivo me usó como crash test dummy y me enseñó a volar. Mi pobre Kawasaki 1400GTR tenía entonces 128574 km, y a pesar de que todavía funcionaba cuando el seguro me la pagó, arreglarla costaba muchísimo más que el valor residual de la moto, así que hubo que darla de baja. Algún chatarrero la compró, la desarmó y vendió las partes, que hoy estarán recorriendo rincones de Europa de la misma forma que mis riñones, córneas y quién sabe qué más podrían haber ido a parar a gente con alguna disfunción, si no fuera por mi inteligencia de usar casco y demás protecciones. En cualquier caso, incluso sin fracturas, todavía me duelen los hombros cuando hago algún movimiento.
A un promedio de 6,2 lt/100 km es fácil ver que en los 8 años que la tuve corrieron 7970 litros de súper por esos cilindros. Son 5420 kg de combustible, o sea 18 veces el peso de la propia moto. Y para quemar ese combustible también hicieron falta 88.000 m³ de aire. Y consumió 15 cubiertas traseras y 11 delanteras. En dinero, por cada euro que me costó la moto, gasté otros 2,70 en mantenimiento y accesorios y 0,30 en reparaciones.
¿A qué viene todo esto? Nada, lo de siempre, que como estaba leyendo esto me acordé de la santa moto que me llevó con toda comodidad por 39 países de Europa rajando la tierra con su potencia y velocidad, y como me gustan los números siempre me expreso así, en números. Si hablara de tetas pondría diámetro, masa y cosas así.
En aquella época, sobre todo después de vender el departamento en Múnich, era un bacán con una moto increíble (y una Ducati al lado, para complementar), y tiempo, determinación y ganas de viajar. Pero se me ocurrió volver a casa, pensando que el cáncer se había extinguido.
Y acá estamos.
Cualquiera que haya visto a Ben Affleck en The Accountant, o que tenga hijos, o perro, o pareja, o pulso, sabrá que ceder ante las presiones por evitar una discusión es un callejón sin salida, es simplemente ignorar, o con suerte retrasar, la cuenta regresiva de una bomba que te va a explotar en la cara. Cuando algo está mal, lo mejor es atajarlo a tiempo. Si no, se convierte en control de daños. Cuando estoy con Perro en la plaza y tengo la pelota en la mano y me pongo a charlar con alguien, él quiere seguir jugando y en no más de 30 segundos empezaba a ladrar. Tirarle la pelota para que no ladre es garantía de que la próxima que quiera la pelota, va a ladrar. Cuando hacía eso, entonces, me metía la pelota en el bolsillo y ni lo miraba. En un par de días aprendió a olvidarse del tema e ir a jugar con otros perros. Él disfruta, yo charlo. Win/win. Si un chico empieza a los gritos cuando se le cae un juguete, la manera de que deje de gritar no es alcanzarle el juguete, sino sacárselo. Los chicos, como los perros, son unos manipuladores hijos de puta, pero no son estúpidos. A la tercera vez ya saben cómo lograr lo que les conviene. Lo único que hay que hacer es actuar en forma consistente y pensar a largo plazo, en lugar de ser conformista y vago.
Sin embargo, el gobierno argentino nos exige que uno, en caso de venir de la civilización a reinstalarse en su casa, se "ajuste" en varias cuestiones. Repasemos...
Alarmas. Acá suenan las alarmas en un coro incesante. No, no es por robos, es por desidia de los hijos de puta que las instalan, y los propietarios del objeto a "alarmear", que les importa poco y nada nada el prójimo. Porque escribir "les chupa un huevo" queda feo.
Escapes libres. La siesta de 20.000 personas, o sus conversaciones, o sus pensamientos, o su paz, no interesan la raíz cúbica de un choto.
Impuestos sin contraprestación. El gobierno argentino (ya sé, me estoy repitiendo) no es un administrador, es un re-cau-da-dor. Después de todo, de alguna manera tiene que financiar las unidades básicas y sus derivados con los que reparte dádivas y se compra votos para esta y futuras generaciones. De progreso ni hablar, no hace falta. Ni les trae ningún beneficio. Otro tema.
No, otro tema las pelotas. Las moratorias, y su combinación con la carga impositiva. Conclusión lógica: si pagás, pagás más. Si no pagás, pagás menos. Excelente.
Y la asignación universal por hijo. Porque lo que necesitan los pobres para dejar de tener hijos es que les paguen por cada hijo que sacan. Eso sí que es una forma de desalentar que la pobreza se multiplique. Muy inteligente.
Policías sin formación. Tenemos el lujo de un ejército de ñatos en la calle que alcanzan para poblar varios estadios de fútbol, pero con la capacitación y la mentalidad de un hincha de fútbol, que no se molestan en parar un ciclomotor sin patente ni espejos, con el escape libre, con 4 chicos (también bebés) sin casco, en contramano, sin papeles de ningún tipo. La "razón" (hay que estirar muuucho el diccionario) que he escuchado es que si les secuestran el vehículo no tienen cómo moverse y se enojan. Ajá. Pero por si a alguno se le ocurre leer el manual del buen policía o algo así, desde arriba les instruyen para que no paren a los que no cumplen con los requisitos mínimos de seguridad, que simplifiquen los controles, y si a alguno se le ocurre protestar, lo retan. La excelencia ante todo.
Perros sueltos. En el municipio de General Pueyrredón (no sé cómo es en otros lados) espera que el dueño de un caniche le ponga bozal y correa a su fiera en todo momento en que está en la calle. Supongamos que eso fuera necesario... supongamos... ¿por qué hay perros en la calle que el Estado no se lleva a perreras? La gran mayoría de los perros que han protagonizado algún incidente, y en los cuales se apoyan estos imbéciles ignorantes para entrar en pánico y subirse a la movida paranoica, son perros de la calle, sin dueño. La solución, dedujo entonces el municipio, pasa por ponerle bozal a los perros con dueño. Gracias very muchas.
Obviamente esto apenas raya la superficie del enchastre que es este hermoso país lleno de degenerados en posiciones de poder, agazapados en sus oficinas públicas o con contactos en ellas y rapiñando o manoteando todo lo que pueden, y enquistándose y metastatizándose en sillas para asegurarse su permanencia en el chanchullo que montaron.
Yo... preparando mi currículum en inglés, alemán e italiano.