sábado, 31 de marzo de 2018

este país

Uno se muda, cambia de lugar de residencia, parte en busca de nuevos horizontes... como se le quiera llamar, por dos motivos: o porque está huyendo de algo, o porque está buscando algo que no encuentra ahí donde está. Si huye de algo, en general va a donde no haya recuerdos, donde pueda reescribir la historia. Y por experiencia yo diría que puede funcionar. Si busca algo, en cambio, generalmente se desilusiona. Experiencia.
Por otra parte, ya sea por falta de coraje para dar el paso o porque simplemente están bien donde están, o por falta de imaginación o posibilidades, los que se quedan se van sumergiendo cada vez más en el micromundo en donde están, especializándose en llevar una vida en el ambiente en donde se desenvuelven cotidianamente. En la Prinsengracht 263 de Ámsterdam, Anne Frank describía en su diario las nimiedades de racionar las papas, y para ella eso era relevante. En Argentina, el 99% de la gente se refiere despectivamente a su país como "este país". Imbéciles.
Quisiera repetir este concepto: IMBÉCILES.
Como si el resto del mundo fuera perfecto. Aprovechan cualquier escollo para echarle la culpa a esa masa anónima de argentinos que dieron su sangre por definir fronteras, establecer instituciones, educar generaciones y formar las estructuras que una sociedad necesita para funcionar. Mientras tanto, esos mismos que se quejan pasan horas elucubrando y redoblan sus esfuerzos para evadir impuestos, estacionar donde se les da la gana y negar responsabilidad alguna en la decadencia de la educación, en la inflación endémica o en al desidia que ponen cuando dicen una cosa y hacen otra. Aceptan la brecha entre la teoría y la práctica como si fuera inevitable o, incluso peor, natural.
Veamos qué diría un boliviano: en este país mueren 3 veces más chicos recién nacidos que en Argentina. ¿Y un Suizo? En este país somos casi 13 veces más habitantes por km cuadrado. Un hindú: en este país nos morimos de hambre mientras las vacas caminan entre nosotros y es ilegal tocarlas. En un accidente de tránsito, si muere una familia aplastada por un camión las ambulancias tardan media hora en llegar; si muere una vaca, la policía está ahí en 2 minutos.
¿Me explico? Siempre que un alemán me pide mi opinión respecto a sus compatriotas y se la doy, me sale con una de dos idioteces que no por verdaderas dejan de ser académicas y absolutamente irrelevantes: idiotas hay en todas partes, y no todos son así. Así que sin ánimo de tratar de nivelar para abajo o de ser necio, lo que quiero decir es que Argentina no es perfecta, lejos está, de hecho, de tener las ventajas que ofrece vivir en cualquier lugar de Europa. Pero tiene las propias, y los defectos que tiene son, a diferencia de las limitaciones que uno experimenta en el Viejo Continente, culpa exclusiva e ineludible de nosotros los argentinos. No hay vuelta.
Cuando era chico y joven, en los '80 y '90, cuando le preguntaba a alguien por qué tiraba un papel en la calle mientras esperaba el colectivo con el codo apoyado en un tacho de basura, la respuesta acostumbrada era "porque todos lo hacen". Y cada vez, mientras levantaba el papelito y lo tiraba donde corresponde, les decía "yo no". Y yo y gente como yo hicimos la diferencia. Hoy en día es raro ver gente tirando papelitos en la calle, como es raro ver caca de perro, o autos que te toquen bocina cuando cruzás por la senda peatonal. Incluso, de a poco, se va haciendo más común que paren para permitirte cruzar sin ser molestado. Oh, qué casualidad: como dice la Ley.
La ignorancia, la tradición, la comodidad, la conformidad, la complicidad, la pseudo-autoridad, y muchas otras estupideces nunca se les pasó por la mente a los galeses que vinieron en el siglo XIX y soportaron los inviernos patagónicos y salieron adelante. Si esa gente sin teléfonos, internet, autos, hospitales o siquiera un puto encendedor para hacer fuego pudieron sobrevivir, nosotros no tenemos excusa.
En este país, justamente.