sábado, 11 de febrero de 2023

el castillo

10.ene.2023, 17:37
De mal humor. Hastiado. Asqueado. Triste. Vencido.
Hace una semana que mi mamá está en el hospital por una infección y una neumonía bilateral leve. Hace una semana que escucho a los bienintencionados, sabelotodos, molestos, adoradores de su propia voz y alguno que otro que sabe que lo que estoy haciendo es duro, una lástima, pero entendible que no siga dejando que me traten como la mierda. No voy a meterme en detalles, pero a menos de 3 segundos de entrar en la habitación para verla, empezó con recriminaciones. No, gracias. Estás equivocada. Con cáncer y respirador, no voy a permitirte que me maltrates. No volví a entrar.
Ayer la pasaron a terapia intensiva por una cosa o por otra. Así como no soy de los que creen que porque es Navidad tenés que andar a los besitos con gente que detestás los otros 364 días del año, tampoco soy de los que tienen que seguir cada detalle de la evolución de un paciente por el cual uno ni puede hacer absolutamente nada, ni sabe cómo, ni lo dejarían, porque hay gente atendiéndolo. Y como no soy Gregory House, cruzo los dedos para lo mejor, me preparo para lo peor. Y ayudo a mi hermana con todo lo que está a mi alcance.
Estoy mirando por enésima vez las Gilmore Girls. Hay muchos paralelismos entre esa serie y mi vida, y cada vez que la veo encuentro algún detalle nuevo que me estremece, me emociona o hace que se me piante una lágrima. Entre otras cosas, me hace rememorar cuando era chico y mi abuelo, con su enorme billetera, cubría siempre cualquier contratiempo. Nunca falló. Nunca erró, siquiera. Siempre estaba ahí, ocupándose de conseguir cualquier cosas que necesitáramos. Nunca nos sobró nada y nunca nos faltó nada. Crecí con la tranquilidad y el conocimiento de que, pasara lo que pasara, estaba cubierto. Nunca tuve miedo, o angustia, o dudas. Mi mundo era seguro, sólido, abastecido. Con todo lo que no funcionaba en mí a nivel psicológico (padres divorciados, seres humanos en los que no podía confiar, autoestima inexistente) él era la roca de la que podía agarrarme sin que me arrastrara la corriente. Con todos sus defectos, fue el más coherente con sus principios y el que nunca traicionaba ni se dejaba llevar por el momento. Cuando leí la biografía de San Martín, constantemente pensaba en él. Cuando falleció, el hueco que dejó en la familia fue gigante. El dinero quedó, obviamente, pero no fue lo mismo. Era sólo dinero. No había una figura administrándolo y dosificando las expectativas. Muy diferente.

29.ene.2023, 18:09
Pasaron un par de semanas, casi 3, y mami se murió. No quiero tampoco ahora entrar en detalles, ya se lo expliqué a demasiada gente y no es algo que tenga ganas de seguir reviviendo. Una cosa es clara: me molesta que se haya dado cuenta de lo que hizo, pero por lo menos no puedo recriminarme nada, o nada tremendo. Hizo lo que hizo, me protegí, y listo. La prueba de que fue necesario reaccionar como lo hice es que varias otras veces hice algunas de las cosas que me aconsejaron varias personas para esta vez, y me llevó a esto: el que ella no aprenda, sino que crea que podía seguir tratándome así. Qué lástima, porque se fue sin despedirse. No es que me sentiría mejor ni nada. De hecho, hablando de cómo me siento... no tengo la menor idea. Por momentos apenas veo una chispa de tristeza, de dolor, de extrañarla, aunque eso ya era de antes. Ahora simplemente se cristalizó por algo permanente, imposible de deshacer aunque uno quiera meter la cabeza en la boca del lobo. Lo bueno es que, con o sin razón, no siento rencor, culpa o arrepentimiento por haber sostenido mi posición. Si la voy a ver en el más allá, el no haber cedido no tiene relevancia, y si no la voy a ver porque el más allá es un invento, tampoco tiene relevancia.
Como dije, murió el domingo pasado, el 22. El médico nos avisó el día anterior que era cuestión de horas, y a partir de ese punto me entró un dolor que no se decidía entre la cabeza y la panza, hasta que se quedó en la panza. Un dolor fuerte, parecido al dolor de corazón cuando uno se separa de una pareja a la que ama, pero en la panza. Puntadas de a ratos, piedra constante. El viernes fue el primer día panza-pain free. Curiosamente, del hígado ando bien. Toc, toc en la cabeza.

El castillo se terminó. Fue lo mejor del mundo mientras estuvo, ya no. Ahora estoy solo. Mi hermana se está portando maravillosamente y yo con ella (espero, intento) lo mismo.
La depre asoma. Camina atrás de mí, ni siquiera trata de pasar desapercibida, pero no me acosa. Está ahí, casi acompañándome en esta etapa.
Se vienen cambios, o deberían venirse. Me es cada vez más difícil conciliar el hecho de que no puedo cruzar la calle cuando debo sino cuando Cacho se digna frenar (aunque no se priva de insultarme), ni puedo dormir cuando quiero o lo necesito sino cuando Kevin no está repartiendo pizzas, ni pasear a mi perro sin que Brian me obligue a drogarme con la marihuana de su porro talle submarino clase Ohio. No es fácil contemporizar con una policía que se asemeja más a un jardín lleno con gnomos de fibra de vidrio que a una organización que supuestamente existe con el solo objetivo de garantizar los derechos de los ciudadanos. El no tener novia me resulta especialmente duro en estos días en que una caricia, una cena en silencio o una película juntos me permitiría dormir mejor. Porque lo que estoy haciendo estos días en la cama a la noche es más parecido a un accidente de tren que a un descanso.
Perro me acompaña, aunque sería más honesto decir que me sostiene mientras sigo con lo mío. Me saca a pasear, me hace reír y sonreír, y me muestra que siempre hay un motivo para seguir. Soy muy afortunado de tenerlo. Hace un par de días cumplió 5 años, y cada día lo quiero más. Incluso me animo a creer que logré el principal objetivo que propuse con él desde que lo tengo, y que en algún momento me animé a poner este cumpleaños como límite de tiempo para lograrlo: el ser un buen padre. Me enseñó a tener paciencia, a ser didáctico (o pedagógico, o lo que sea), a no esperar milagros, a no forzar las cosas, no sé, a ser más humano. Sí: un perro me enseñó a ser más humano.
Y si tengo suerte, a lo mejor puedo construir mi propio castillo.