lunes, 31 de diciembre de 2018

arreglándomelas

No quiero terminar el año sin dejar un par de cosas escritas. Sin intentar dramatizar ni exagerar, me están complicando la existencia y como no tengo ni terapeuta, ni amigos, ni casi familia, la única que me queda es escribirlo acá, y por suerte de alguna forma siento que me ayuda. Así que ahí voy.
Estoy aterrado. Trabajé muchos años, y estudié muchos años también para conseguir cada vez mejores trabajos, y gané cierto dinero que ahora intento usar para construirme una jubilación. Nunca le voy a pedir a mi país que me lleve en andas durante mi vejez porque a) no lo necesito y b) no creo merecerlo. Gracias que me pagó mis estudios en la universidad pública y gratuita y hasta una beca me dio. Creo que una vez ya lo mencioné, pero el Estado me dio una beca cuando estaba cursando el último año de la carrera y al año siguiente me la renovaron, así que los llamé para avisar que ya me había recibido y que no correspondía que me la pagaran. Honesto de mierda. Es el día de hoy que me hace sentir bien haber hecho eso y puedo mirar a la cara a cualquier evasor y putearlo sin hipocresía.
Pero la agencia recaudadora de impuestos, al margen de una presión tributaria de niveles caníbales y una distorsión sistemática de la relación entre origen y uso de los recursos, tiene algo más que me molesta: el impuesto a la riqueza, que no es otra cosa que tratar de cobrar a un residente por los bienes que posea. Mi punto es, que cuando yo gané ese dinero trabajando, ya me cobraron impuestos, e incluso en Argentina se cobra impuesto a las ganancias, aunque sea un sueldo por un trabajo en relación de dependencia. Pero estoy divagando... Decía, ese dinero que gané y del cual ya mordieron un lindo pedazo lo uso para comprar bienes y servicios sobre los que una vez más tengo que pagar impuestos, básicamente el famoso IVA. O sea, ya está. El bien llegó a mí y se acabó.
Eeeeh... no.
Ahora que lo tengo, tengo que pagar por tenerlo. No por venderlo o usufructuarlo. No, no... por tenerlo. O sea, en Argentina no se venden las cosas: se alquilan. Al estado, parece. Y si bien hay algunos matices para charlar, con detalles más o menos atenuantes o agravantes (anticipos, excepciones, amortizaciones, mínimo no imponible, etc.), el hecho es que te cobran ese impuesto.
Me jode, pero hasta acá llego con este tema. De verdad que no hay nada para hacer. Así son las cosas y si no me gusta me voy...
No encuentro novia, pero a diferencia de otros escenarios, acá me temo que no hay. Y de apoco estoy emepzando a temer que no hay acá y no hay allá. Y no sé dónde. Y mis amigos no están en esta ciudad, y mi familia no puede cubrir ese lado de mis emociones, aunque fuera una gran familia. La relación con mi mamá está decayendo porque estoy empezando a entender muchas cosas que, sumadas con mi incapacidad de revolear bajo la alfombra lo que me moleste, no ayudan a ser muy paciente, más bien lo contrario. Cuando se equivoca se emperra y uno quiere empujarla a admitir lo que está haciendo mal y las cosas se pudren; la necedad funciona así. No va. Mi hermana, con lo buena que es, de los dos es la más loca y difícil de tratar. Su incapacidad de articular sus emociones hacen que haya dos posibles escenarios: explosión atómica o llanto, y ninguna de las dos son lo que necesito. Y hay situaciones en el día a día en las que me gustaría tener a alguien a quién preguntarle qué hacer, cómo lidiar, cómo responder, cuál es el protocolo. Pero no hay y me siento verdaderamente solo, peor, de hecho, que en Alemania, donde me sentía solo por que estaba solo. Acá me siento solo a pesar de no estarlo. Es choto.
Corté, o mejor dicho, puse en suspenso la relación con mi mejor amigo en Alemania porque sentí que no se llenaban los principios sobre los que creo que se basa una amistad, en particular el que postula que un amigo tiene que apoyar a otro amigo; no digo defenderlo ciegamente, pero sí estar a su lado dentro de cierto margen. Pasó una situación entre una persona y yo, y este amigo mío me explicó que la opinión de esta otra persona y la mía eran igual de válidas para él. Lo que pasó con esa otra persona fue una situación muy intensa, muy llena de maldad y en la que sentí que me estaban torturando gratuitamente, sin beneficio para ninguna de las partes. Con mucho esfuerzo y a un precio muy alto, tanto económico como psicológico, logré no bajar al nivel del que me atacaba y mantenerme en un nivel entre neutro y constructivo. Pero mi mejor amigo me puso al nivel del que me estaba haciendo la vida muy, muy cuesta arriba. Estoy consciente de que a veces me afecta demasiado lo que dicen los demás, pero creo que todo esto cayó bien dentro de lo no aceptable, y estoy perfectamente habilitado a espetarle un buen esperaba más de vos.
Como dije la vez pasada, lo de mi madre se está complicando. La convivencia de estos meses, sumado a mi estrés por todos los trámites que tengo que hacer y las cosas que tengo que organizar, la actitud diferente con la que me vine, de mudanza en lugar de visita, más el hecho de que la doña se está haciendo vieja, no hace más que agravar las características de su personalidad y que estoy empezando a descubrir. Son cosas que antes pensaba que eran mi culpa, o circunstanciales, o excepcionales, o normales... pero no lo son, y si bien puedo "solucionar" el problema yéndome, ella es mi madre y quiero que esté bien y disfrute la vida en lugar de boicotearse de esa manera. Pero no le veo solución. Parece que cuando uno se vuelve viejo se aferra más a la idea de que no puede cambiar. Una lástima, y un insulto para los que nos esforzamos en irnos a la cama dejando al mundo mejor de lo que estaba cuando nos levantamos, o aunque sea mejor de lo que sería si no hubiéramos estado ahí.
Es un final oscuro, gris, un poco deprimente, dirán. Y a lo mejor tienen razón. Pero nadie me preguntó si yo quería pasar por todo esto; algunas cosas me las revolearon en el camino y arreglátela. Otras me las revoleé yo solito. Otras por estúpido. Como sea, estimado 2019, agarrate por que ahí vengo.

domingo, 16 de diciembre de 2018

pienso, luego exhausto

El balcón de casa siempre me gustó tanto y me pareció tan... místico, no sé, tan lindo y apacible, a pesar de estar en una esquina con un tránsito enloquecido y enloquecedor; ese balcón tan lindo ahora no lo puedo disfrutar tanto. Nada cambió físicamente; los despelotes en mi vida y la cantidad de cosas a resolver, sí.
Por amor a la objetividad, podría ponerme a pensar en esos jugadores de rugby que cayeron en los Andes en octubre del '72. Hace poco, uno de ellos comentaba en un reportaje que en semejantes circunstancias se aprende a reconocer la importancia de las pequeñas cosas en la vida y cómo se mejora la perspectiva con los años. A pesar de la cantidad de vuelos que llevo hechos nunca me caí en avión, pero ese golpe de perspectiva me pasó con la depresión. Sería (y no soy) un idiota matriculado si no me hubiera llevado aunque sea algo de sabiduría de toda la mierda por la que pasé.
Pero el hecho es que si me pongo a pensar, tanto si comparo como si no, veo que los líos que me apestan la existencia estos días no son tan graves. En definitiva, se trata de un departamento que compré sin mirar donde debía (humedades varias), la bendita DNRPA masturbándose con los trámites para patentar la moto y el auto y por lo cual están juntando polvo y óxido en una cochera, los detalles de las cabañas que quiero construir, y algunas otras cuestiones menores pero que mi cabeza no deja de rumiar al respecto.
Así que si uno se calló con el avión en los Andes o tuvo depresión, sabe ahora no solamente no hacerse problema sino hasta agradecer que eso sea lo peor que le está pasando.
Y sin embargo...
Mi mente no se caracteriza por ser de esas que pueden dejar cosas de lado y relajarse. Cualquier persona que apenas me conoce me dice "pensás demasiado" al poco tiempo de compartir un par de charlas. Lo que necesitaba. Andá a cagar. Y tenés razón.
También está lo mi autoestima. Más o menos todo lo bueno que me pasó en mi vida, todos los logros que obtuve o alcancé, cada instancia en la que los planetas se alinearon en mi favor, tuve una excusa para racionalizar el porqué no me lo merecía, sea el hito en sí, sea las felicitaciones que le siguieron. Ya fuera por suerte, porque otro hizo las cosas por mí, porque los que me felicitaban no tenían idea de lo fácil que fue la tarea en realidad, o de lo inútiles que eran mis competidores, o de la enorme ayuda que recibí de alguien, etc. Por poner un ejemplo, cuando me recibí de ingeniero había mucha más gente del lado de mi compañero de trabajo final que del mío. Obvio: a mí nadie me quiere, ¿por qué iban a venir? Otro ejemplo: la disertación de mi doctorado fue un circo en la que los que me evaluaban estaban más preocupados por exhibir su inteligencia que en hacerme a mí demostrar la mía. ¿Más ejemplos? Las fotos que saco, los viajes que organizo, los proyectos que sincronizo, los idiomas que hablo... En inglés se llama overachiever, típico de alguien que intenta compensar su imagen deficiente con logros tangibles para paliar el sufrimiento que le provoca la baja opinión que tiene de sí mismo. Y por supuesto esos logros son siempre insuficientes para compensar semejante visión, que tiene la propiedad de metastatizar hacia cada aspecto de la personalidad y el desempeño. Dicho en criollo, soy una mierda desde cualquier punto de vista y ningún logro me va a probar lo contrario. Cualquiera que opine diferente no tiene la información "objetiva" que yo tengo.
Fácil, ¿no?
En suma, como no estoy cumpliendo con un trabajo de 9 a 5 ni estoy con un proyecto que demande una gran carga horaria, mi cabeza está libre de ponerse a pensar en otras cosas, las que no se escriben en un curriculum vitae,  como el que no puedo deshacer mi equipaje, que al margen de mi magra familia estoy completamente solo (todos mis amigos se fueron de mi ciudad) y que el tema pareja tiene toda la pinta de no resolverse jamás. Sobre este último punto quisiera no explayarme ni detenerme, pero hasta ahora puedo con todo derecho pensar que a mí no me toco. Ya sea por los pedos que tengo, que me hacen tenerle miedo a ciertos comportamientos que otros o pasan por alto o toleran, ya sea porque realmente no se fabricó mi media naranja, o ya sea porque... pfff... qué sé yo. Y al haberme mudado de esa inmunda Múnich a mi hermosa Mar del Plata no solamente no sé debajo de qué piedra buscar, sino que me está empezando a agarrar el miedo a que lo que encuentre sea muy pedorro. Los indicios están ahí.
Me levanta el espíritu saber que el amor es el amor, y por más que los números y las condiciones no se den, uno nunca sabe y en el momento menos pensado puede caer srta correcta y volarme los patos. Bienvenida.

domingo, 9 de diciembre de 2018

remándola... a pie

Depresión. La estoy peleando.
Haber venido a casa tiene muchas ventajas, pero también, aunque todo fuera rosa (no lo es), el simple hecho de cambiarme de ambiente supone un esfuerzo mental en las cosas más cotidianas, esfuerzo que no está pasando desapercibido por mi peor amiga.
No tengo amigos. Ninguno. Tengo a mi familia, que es muy reducida, y prácticamente la totalidad de los seres humanos que conformaban mi círculo social se fueron o se perdieron en el tiempo. Hay una chica con la que cursé un par de materias en la universidad y con la que nos dimos un par de besos; salimos un par de veces a pasear a Perro pero muy rápido me encontré no sólo con las limitaciones que en su momento hicieron que la relación de mi lado no prosperara, sino con las limitaciones de una mujer en un ambiente como el que se vive en Argentina, con una visión más sesgada de la realidad, donde uno no puede detenerse a evaluar el origen de un huevo para decidir si lo compra o no, porque tiene que evaluar cómo mierda llega a fin de mes y comer tres veces por día. Simplemente, las cuestiones que ocupaban mi mente hasta hace tres meses acá no juegan ningún rol. La gente tiene que ocuparse de cosas más básicas y ponerme a hablar con alguien de mis preocupaciones es como hablarles en alemán. La depresión, el medio ambiente, la educación de Perro, las leyes... todo se ve desde una óptica más desesperada. La gente no tiene interés o tiempo de informarse de esas cosas, y no sabría qué hacer con esa información.
Por otro lado, y esto sí que es nuevo, estoy descubriendo que mi mamá es una fuente de estrés y mal ejemplo que nunca había notado. Es sabido que cuando uno hace psicoterapia de cualquier tipo (conductiva, analítica, chocolate amargo o frutilla) la mayor parte de la mierda que descubre se puede desandar el camino hasta llegar a la infancia, y muchas veces como principal protagonista la madre. Incluso los padres perfectos le arruinan algo a sus hijos, mucho más lo hacen los padres reales y en condiciones reales. En mi caso estoy descubriendo cosas bastante feas. Reconozco que ex-novia no me dejó en el mejor de los estados; estoy sensible, harto de discusiones y posturas inflexibles o de víctima, paranoia y otras cosas más. La extensión del daño al que estoy siendo sometido día a día ya raya la tortura, y en mi estado tengo poco con qué procesarla, hacerle frente o sencilla y sumariamente irme a la mierda. Es una situación difícil.
Malas respuestas, apuros, intimación, acoso, disconformidad, quejas constantes por los motivos más irrelevantes, una visión distorsionada y desagradecida y a partir de la cual juzga lapidariamente a los demás... Una parte muy mala de esto es que reconozco muchas de esas conductas: yo también las hago, y ni siquiera puedo argumentar que en menor medida. Y es tentador echarle la culpa a ella porque de algún lado las saqué, a lo cual se le sumó los alemanes con su modelo de rigidez y por supuesto mi propia naturaleza, forjada por algunas experiencias que no veo qué mierda de bueno podría aprender de ellas. Pero, de toda esta mierda, al margen de que no estoy bien por la depre, también se le suma el descubrir que mi estimada madre muchas veces es un sorete cómo se conduce con los demás.
En lo social, entonces, a mi mamá le va muy mal y a mí no me va mucho mejor. Pero como decía, por más que suene a tentador, a fruta que cuelga bajo, me temo que no deja de ser cierto. Las aprendí de ella en gran medida. Las incorporé como si fueran una forma de ir por la vida. Y no dan muy buen resultado. De hecho, dan un resultado de mierda.
Esto de no tener amigos con quién charlar, el cambio de ambiente a un lugar en el que nunca me fue fácil (aunque nunca me fue fácil en ningún lado, hay que decirlo) y la introspección en la que me estoy metiendo, hacen que me de cuenta que necesito un guía, alguien que me diga qué hacer o pensar, me reeduque para saber cómo actuar mejor, más sereno, más productivo. Y no se me ocurre nadie. Estoy perdido, no sé ni dónde es arriba. Me siento mal conmigo mismo y me da pena ver lo que veo en el espejo. Es horrible pensar que esto pueda seguir así.
Como una forma de salir de lo que sea que estoy, trato de desafiar mis posturas más básicas y así ver si algo bueno sale. Empezando por asumir la culpa de todo, aunque ni remotamente lo sea, para examinar las situaciones que vivo de manera que no se me escape si pude haber hecho esto o aquello un poco mejor. Echarle la culpa al otro siempre nos corta la posibilidad de mejorar; nos exime de responsabilidad e introspección, y por eso ni hablar de cambiar algo. Ejemplos sobran.
Para condimentar todo esto, la estimada Dirección Nacional del Registro de la Propiedad Automotor está formada por un ejército de imbéciles atrincherados, lelos, ineficientes, ignorantes, desidiosos e irrespetuosos del tiempo ajeno, desagradecidos de tener un trabajo al que deberían honrar y velar por su profesionalización. Esto viene a colación porque todavía, después de 10 días y una pila de fotocopias como para hacerle de contrapeso a la guía de teléfonos de Nueva York (sí, sí... fotocopias, de esas que se hacen con una fotocopiadora, de las que todavía existen en el 2018 como testimonio de la calidad con la que los japoneses fabrican las cosas), todavía no se dignaron a darme las patentes del auto y de la moto y dejar de masturbarse con sus sellitos, sus formularios 01, 03, ceta, constancias, cédula azul, cédula verde, informes, verificaciones, certificados, declaraciones juradas, denuncias, transferencias y los mocos rayados que sea que los estimula sexualmente cuando se meten en la ducha y se toquetean.
NECESITO andar en moto.
Me voy a pasear a Perro.