domingo, 28 de noviembre de 2021

los votantes

No creo que hagan falta crayones de colores para explicar claramente que el asunto de votar para elegir un dirigente político es más un concurse de popularidad que una selección de la persona más idónea para el puesto. El que use mejor dentífrico, el que tenga mejor campaña publicitaria, el que enardezca más. Algo así como elegir al ganador de una carrera de motos en función de la simpatía de cada piloto; quién llega primero es anecdótico. Si bien la etimología de la palabra democracia es un primor, el sistema con el que intentamos implementar la voluntad del pueblo es una ridiculez.
En muchos países, cuando uno quiere adoptar la ciudadanía, se exige, entre otros requisitos, un examen de conocimientos cívicos donde se evalúa si la persona tiene una pálida idea de los principios sobre los que se organiza el país en cuestión: cuántos miembros tiene el congreso, cuándo y de quién se independizaron, quién era tal o cual figura histórica. En Alemania, por ejemplo, para prepararse para ese examen existe un catálogo de unas 300 preguntas y más o menos una décima parte entran en la prueba. Lo interesante de esto es que la amplia mayoría de los alemanes nativos no pasarían ese examen, y sin embargo están habilitados para votar. Supongo que la presuposición es que, si bien se les escapan los detalles, en algún momento los aprendieron y, sobre todo, son en su esencia alemanes y no tienen que demostrar lo que alguien de otra cultura sí. Mmm... hasta ahí bien. En este punto creo que viene al caso mencionar que el voto en Alemania no es obligatorio.
Hace unas semanas se votó en Argentina. La ciudadanía argentina es... espiritualmente me gusta lo que veo, pero intelectual y cívicamente... decir que hay potencial para mejorar es subestimar groseramente la situación. No solamente no estamos preparados para elegir a nuestros gobernantes en un sistema ya de por sí malo desde el vamos, sino que ni siquiera estamos preparados para tomar decisiones de un nivel muchísimo más básico. Prueba de esto fue lo que se vivió en los lugares de votación el domingo 14 de noviembre, donde las filas para el cuarto oscuro eran una persona a 20 cm de la otra. Flashnews: estamos en pandemia. Sí, sí... desde hace unos 18 meses (no minutos: meses) hay un virus matando seres humanos de a millones y la medida n°1 para combatir su propagación es el distanciamiento social, que consiste en guardar 1,5 m con el prójimo. Así que, mi estimado, si cometiste la estupidez de ponerte a respirarle en la nuca al imbécil que llegó antes que vos y que también le está respirando en la nuca al imbécil adelante de él, y así sucesivamente, creo que lo más decente que podés hacer es pegar la media vuelta, volver a tu casa y seguir jugando con feisbuc, porque no estás ni mínimamente preparado para emitir tu opinión acerca de quién tiene que gobernar el país. Punto.
Pero no: en Argentina es obligatorio ir a votar. Y se nota. Y más en un país donde hace 70 años una resentida caprichosa y deshonesta sentó las bases del resentimiento institucionalizado con la estupidez de "donde hay una necesidad, nace un derecho". El 30% de la gente, herederos y exponentes culturales de esa depravación, "piensa" que estos degenerados que tenemos tendrían que seguir. El otro 70%, suponiendo que tuvieran cerebro, se vieron obligados a elegir entre un hato de estúpidos, degenerados, o una combinación de ambas donde está más que demostrado que ser un fino ejemplar de una de esas características no limita qué tanto puede tener de la otra.
Ahora, un pequeño ejercicio. Supongamos que queremos educar a la gente, al pueblo, al ciudadano. No me refiero a la tabla del multiplicar, a leer El lazarillo de Tormes o saber la capital de Namibia, sino a educar ciudadanos, ciudadanos argentinos, convertirlos en gente que sepan lo que es una sociedad, las reglas, y los beneficios de seguirlas, los procedimientos para cambiarlas si así se desea, cómo dirimir desacuerdos, etc. Después, que hagan lo que quieran; pero educados. Y si alguien cree que a él no le hace falta que lo eduquen, que ya es civilizado... olvidate; bajate del caballo porque en mayor o menor medida todos lo necesitamos. Y si te queda alguna duda, asomate a la ventana y mirá dónde están estacionados los autos en tu cuadra. Sí, incluido el tuyo. ¿Tenés tus impuestos al día? ¿Puteaste a alguien en la cara esta semana por el pecado de atreverse a pensar diferente?
Para educar a los 45 millones de incivilizados que somos tendríamos que contar con una fuerza docente preparada. Según una estimación (porque por más increíble que suene, no hay datos concretos a disposición del público) en Argentina hay unos 800.000 docentes parados frente a alumnos formándoles la cabeza. Así que aprovechemos ese ejército de gente que ya tienen alguna formación en el asunto de educar, y metámosles esos contenidos raritos y revolucionarios que mencionaba arriba. Para seguir con la relación de alumnos por docente de unos 56:1, si hay que formar esos 800.000 docentes necesitamos a su vez 14.200 personas que sean capaces de educar a los docentes que se van a parar frente a la masa inútil de argentinos para intentar civilizarlos. Y a su vez, a esos 14.200 hay que formarlos, y para eso hacen falta 250 personas, a las que también hay que formar, para lo que hacen falta 5.
Pregunta: ¿de dónde sacamos 5 (cinco) personas en argentina que sean civilizadas?
Esto no tiene arreglo.