lunes, 21 de agosto de 2023

agendas

Después de la limpieza inicial del departamento de mi mamá, donde mi hermana y yo nos repartimos lo que tenía algún valor (económico, sentimental o lo que fuera) y descartamos lo que no (lo vendimos, regalamos o tiramos), quedaron cosas, sobre todo mías, que simplemente se acumularon con las cuatro décadas que viví en ese lugar en diferentes períodos. Después de todo, nos mudamos en los '80, mientras yo estaba en la secundaria, y me fui a estudiar a Buenos Aires, después volví, después me fui a Europa y ahora volví. Mi dormitorio siempre estuvo ahí, intacto, y con tanto ir y venir lo usé como depósito de cosas que me eran importantes, como un dibujo de cuando iba al jardín de infantes, mi diploma de la facultad o una piedrita de una playa de Lípari. En algún momento de los 16 años en que estuve en Europa, mi mamá se tiró el lance de hacer algo con esa habitación, darle algún uso, a lo cual me opuse en términos para nada ambiguos. Opciones muy violentas e irreversibles fueron deletreadas en detalle y por suerte nunca pasó a mayores. Mental, emocional o comosequieramente, nunca estuve en condiciones de prescindir de esos 10 m².
Ahora que el inmueble pasó a ser de mi patrimonio, me enfrento con cajas y cajas de recuerdos que, siendo honesto, es difícil justificar seguir guardando. Nadie va a querer jamás ver mi talón del pase de abordaje de Alitalia del 27 de diciembre de 2002, cuando volví por primera vez a Argentina después de pasar la navidad en Tübingen con una familia alemana escuchando un discurso de preguerra de Hitler. Tengo, creo que sin exagerar, más de 1000 números de teléfono de los cuales la mitad no recuerdo el nombre de la persona, otros que no me interesan, otros que sé positivamente que ya no están activos porque se fueron del país donde los conocí, otros incluso de gente muerta. Leer cada uno de esos nombres significó una operación de minería cerebral tanto por el esfuerzo como por revivir el contexto, los sentimientos adosados a esos recuerdos, y el preguntarme qué será de esa persona. Finalmente, qué hacer con ese número, o buscar a la persona en internet.
Encontré por ejemplo el nombre de una chica con la que sentí una conexión inmediata, de esas que hacen que uno se tome en serio Before Sunrise/Sunset/Midnight. Fue en una fiesta en la casa del amigo de un amigo, era la hermana del anfitrión, tenía novio, estudiaba medicina en Buenos Aires. Creo que fue en el '95 o en el 2000. Ahora no me acuerdo porque esas fueron dos de las agendas que revisé hasta ahora y estaba en una de esas. Era pelirroja, creo que se llamaba... Romina... creo, ahora no estoy seguro. Pero tenía su dirección de e-mail en el formato nombre_apellido@hotmail.com, y pensé que era lo más piola del mundo tener la dirección de e-mail así y esa misma noche registré la mía. Pero al margen de esos detalles, dos cosas quedaron grabadas en mi historia: 1) fue la primera vez (de muy, muy pocas, ya sabemos) que sentí esa atracción, y 2) hubiera firmado lo que sea por pasar el resto de mi vida con esa mujer. Todavía hoy, con el diario del lunes, sigo con esa y muchas otras sensaciones que me generó. Era un modelo de mujer, en muchos aspectos, algunos muy poco obvios y muy personales míos. 30 años después sigo buscando lo que vi en ella esa noche.
Rebobinando unos cuantos años (hasta el '87 u '88), encontré un cuadernito verde que usé de diario, manuscrito y apenas legible, íntimo en su momento, vergonzoso en retrospectiva, con faltas de ortografía y rebozante de la ingenuidad propia de un chico de apenas 14 años recién cumplidos y sin padre con quien hablar, que todavía no se perdía un capítulo de Robotech. El 95% del cuadernito habla de una chica que había conocido en natación que tenía un cuerpo despampanante, más considerando que tenía apenas 13 años. La cara más o menos acompañaba, sin desentonar con los 11 puntos del cuerpo. No era la velita más brillante de la torta y eventualmente aprendí que los hombres tenemos que perseguir a las mujeres, cosa que nunca pude digerir. Todas las derivaciones de esa oración sigo viviéndolas hoy en día. Como siempre en historias así, mucho más pasó en mi cabeza que fuera de ella, cosa que me da ternura de mi yo de hace 35 años.
Sin ser el sujeto de mis escritos casi diarios, esa libreta relata mis caminatas de 23 cuadras hasta el cole en el invierno marplatense. Entraba 7:40 y podía ver el amanecer sobre el mar cuando cruzaba la plaza Libertad. Hacía un par de años había salido Top Gun y encima del uniforme me ponía una campera de aviador que tenía unos parches de escuadrones cocidos por mi pobre madre. Era la campera más linda del mundo, con todos los bolsillos que puede necesitar un ser humano y sus vecinos y familiares. Era mi uniforme de idiota, y yo era feliz. Los curas me retaron más de una vez por llevar eso, y ahí fue cuando empecé a pasarme bien por el orto las reglas que no tenían otro sentido que gastar papel y tinta.
Todavía me quedan 8 o 10 agendas, que voy a tratar de filtrar en los próximos días para ya terminar con esto. Es desgastante repasar el pasado y sus actores, nuestras decisiones, las fracturas y procesos que nos hicieron lo que somos. Soy frágil, soy complicado, soy un lío de emociones. Despacio y con cuidado, tratando de no despertar a la bestia.

lunes, 14 de agosto de 2023

Tren Nocturno a Lisboa

"We leave something of ourselves behind when we leave a place. We stay there, even though we go away. And there are things in us that we can find again only by going back there. We travel to our souls when we go to a place. Now we have covered a stretch of our life, no matter how brief it may have been."

De la letra de Amadeu, de la película "Night Train to Lisbon". Está llena de párrafos como ese, que te sacan la respiración por un minuto mientras las escuchás y las repensás. Hermosa película. Una sola teta (innecesaria, como en el 90% de los casos, aunque aceptable porque le saca romanticismo a la escena en donde dos miembros de la resistencia se acuestan más para liberar tensiones y tener un asomo de normalidad que por un amor que no hay forma de cultivar en esas circunstancias), excelentes diálogos, escenografías y música, y la historia es lindísima. No abundan de estas.
La cuestión que este Amadeu, de donde sea que haya sacado lo que escribió, la pegó completamente. Hasta de un lugar como Múnich, Alemania uno puede volverse con ese sentimiento. Es una cuestión de supervivencia, como los travestis que se prostituyen y hasta bajo tortura y con un polígrafo argumentan que ellos tienen el control y su vida y su "trabajo" son dignos.
Y sin embargo, ni siquiera se me ocurre empezar a argumentar el porqué no pienso volver ahí. No digo que no vaya a hacerlo, no puedo predecir el futuro; pero digo que lo voy a evitar todo lo posible. La vida es eso que sucede mientras nosotros estamos distraídos haciendo planes o mirando cortos en YouTube, Insta o la droga del momento.

"A decisive moment of life, when its direction changes forever, is not always marked by large and shown dramatics. In truth, the dramatic moments of a life determining experience are often unbelievable, low key. When it unfolds its revolutionary effects and insures that life is revealed in a brand new light, it does so silently. And in this wonderful silence resides its special nobility."

No sé si el silencio es requisito sine qua non, porque a veces el ruido de los eventos enmascara su importancia o incluso nuestra risa o llanto, según el caso; pero muchas veces somos ajenos a la cascada de consecuencias, su efecto mariposa. Los años, para los que no somos tan inteligentes, no nos permite predecir mejor lo que va a pasar sino que apenas nos enseña a callarnos la boca para no decir demasiadas estupideces.
Como los comicios de ayer. Había 35,4 millones de argentinos habilitados para votar y se presentó el 69,6%: unos 24,64 millones. De esos, un tercio votó a los sociópatas degenerados que forman parte de la mafia que tenemos en el gobierno, lo que significa que 6,46 millones de argentinos tienen entre nada y polenta en la cabeza. Una minúscula minoría de esos, además de ignorantes y suicidas son asesinos, y se llevan una hermosa tajada de nuestro bolsillo a costa de un tendal de miseria. Cada verbo y adjetivo que usé en este párrafo está cuidadosamente seleccionado.
Otro tercio de los que fueron a votar, 6,7 millones, votó por gente que sabemos que son impresentables y a gatas tienen una efímera noción de qué es lo que le conviene al país, conceptos agarrados con alfileres que en cualquier momento saltan y a la menor oportunidad de cagarla la van a cagar porque son esencialmente ineptos.
Un tercio más de los que votaron, 7,1 millones, se decantó por un desaforado que entenderá mucho de tecnicismos en economía pero tiene la misma capacidad que yo de gobernar. Y espero ruego estar profunda y cabalmente equivocado. Ese tercio no votó porque comprendían mínimamente lo que votaban sino por bronca contra lo que hay y las alternativas establecidas. La bronca no es buena consejera. Votar porque es diferente no es garantía de nada.
Pero algo sobre lo que no escucho ni el pedo de un ratón es ese 30,4% de votantes habilitados que no fue a votar, y resulta que son 10,76 millones de personas, que sumados a los 1,15 millones que votaron en blanco son casi 12 millones de personas. Esa fue la opción más elegida, que no hay que ser un genio para saber que refleja la opinión de la mayoría. Porque fuera de los 6,46 millones que eligieron al crêpe, hay casi 29 millones de personas que saben contra qué votar, pero que también están conscientes de que no hay nada a favor de qué votar. No hay UN puto candidato que valga dos pesos. Qué próximos 4 años, madre mía...

jueves, 3 de agosto de 2023

imbéciles

Anoche quedé de cama. Salí a tomar un café con un amigo para relajarme, hablar de bueyes perdidos y pintura para calefones. En eso cayó un amigo mutuo que si bien lo aprecio, será porque tuvo un ACV hace unos años o porque es así, pero la cuestión es que se hace más difícil hablar con él, y también hablar con otras personas estando él presente. Parece que estuviera en una dimensión paralela, muy cercana a la de los demás pero no suficientemente superpuesta. A veces está, muchas veces se fue. Es raro.
El resultado, bastante predecible, es que me irritó. Lo que no preví era que lo iba a irritar a mi amigo con el que estaba tomando el café, al punto de que se generó una charla/discusión sobre política que no llevaba a ningún lado porque uno estaba enojado por otras cosas y el otro, como expliqué, es un poco... no sé... desordenado para pensar y le cuesta escuchar. Conclusión: en algún punto di por terminada la velada, pagué, saludé y me retiré. Una pena.
Llegué a casa, intenté relajarme y llamó un amigote de Australia para charlar de cosas profundas, y surgió lo del chongueo de la señorita con la que salí el viernes. Intentó ayudarme a superar las trabas que tengo respecto al tema, no porque no coincida conmigo, al contrario (pocos hombres son inmunes a una historia de promiscuidad de una posible pareja), sino porque él tiene las mismas reservas pero una escala aceptable. A mí, el solo hecho de hablar del tema me cansó mentalmente y me irritó un poco, no por culpa de él sino del tema y todo lo que acarrea. Pasé la tormenta más fuerte de mi vida con este asunto hace ya 20 años, demasiado sufrimiento y desgarro interno como para que me queden ganas de una segunda vuelta. Prefiero lidiar con que la señorita en cuestión fume o se drogue; sobre eso no hay un componente moral más allá de lo autodestructivo.
Algo que lamentablemente quedó claro de todo este episodio es que la inspectora en cuestión quedó fuera de carrera, a pesar de su clara intención de que la lleve a dar una vuelta en moto. Realmente no me gusta despilfarrar recursos que me son valiosos y escasos. Una pena, porque le sobran un par de características que busco en una mujer, como la ironía y la sensualidad. Pero cuando pienso por ejemplo en que me toque para agarrarse cuando la moto acelera, y lo relaciono con usar a un hombre como un consolador... asquito. A mi edad, las hormonas son lo suficientemente bajas como para que el cerebro empiece a tener algún peso a la hora de juzgar las cosas y tomar decisiones. Una pena.

[varios días pasaron]

Ayer a la tarde el invierno nos regaló con 23°C. Alucinante. Después de la vuelta obligatoria en moto, agarré a Perro y nos fuimos a pasear. Íbamos cruzando la plaza y en un banco estaban charlando, de espaldas al sendero por donde íbamos, dos hombres de unos 27 años y el perro de uno de ellos, similar a un pastor inglés, algo más chico. Cuando ya los habíamos pasado, el perro atacó a Perro. Perro siempre tarda en reaccionar como debería. Primero se retira, y recién cuando entiende que el otro no va a aflojar, ahí sí, se da vuelta y hace lo que hay que hacer. Para entonces, el otro ya algo le había hecho porque cojeaba un poco. Lo revisé pero no pude encontrarle nada, sobre todo por la cantidad de pelo que tiene, pero por suerte después de unos minutos ya ni se acordaba o no le dolía. Sí quedó medio alterado el resto de la tarde, más mimoso, algo ansioso. El dueño del otro perro era un pobre imbécil. Que si humanizo a mi perro (jamás insultaría así a Perro equiparándolo con nosotros los humanos), que si él hace 20 años que está con perros (la experiencia no significa nada; uno puede hacer mal las cosas 37 años), que si así se comunican los perros (no, así atacan los perros imbéciles, que son así en función de sus dueños imbéciles como vos, imbécil). Le dije que era un imbécil que no tenía idea de lo que hablaba, y que cada palabra que decía lo confirmaba. Tuvo el tino de callarse. Le advertí que la próxima no iba a ser tan amable.
Esta mañana me levanté pensando en que Perro nunca atacó a nadie, nunca se mostró agresivo, ni siquiera hosco cuando estaba celoso porque sintió miedo de que lo cambie por otro perro al que le hice mimos 2 segundos. En los 5 años que van a hacer desde que llegué a este psiquiátrico a cielo abierto, ya lo atacaron varias veces. Y me pregunto por qué. Y me contesto, no hace falta rascarse mucho pensándolo: Argentina está llena de imbéciles. Imbéciles sentados en la plaza, imbéciles manejando (por llamar de alguna manera a lo que hacen), imbéciles caminando, imbéciles vestidos de policías, imbéciles de políticos; muchos imbéciles. "La imbecilidad (el dicho decía "estupidez", pero acá no pega así que lo adapté) es como la muerte: el muerto no se entera, son los de alrededor los que sufren."
Las cosas están mal en Argentina, y vivir tranquilo es una utopía. Uno quisiera pensar que la inseguridad es que te entren a tu casa cuando te fuiste de vacaciones o que te roben el auto si lo dejaste afuera toda la noche, pero en este pobre proyecto fallido de país el otro es el problema. Uno es el problema. Me incluyo por no evadir lo que sea que me toque, pero no es difícil ver que no es mucho. Intento no joder, es lo que me enseñaron desde que tengo memoria. Mis derechos terminan donde empiezan los de los demás. Me costó entender la frase pero no el concepto, que lo incorporé de chiquito y bien. La cagada es que somos demasiado pocos los que la tenemos grabada.
Saqué turno para el consulado italiano para tramitar la ciudadanía.