jueves, 3 de agosto de 2023

imbéciles

Anoche quedé de cama. Salí a tomar un café con un amigo para relajarme, hablar de bueyes perdidos y pintura para calefones. En eso cayó un amigo mutuo que si bien lo aprecio, será porque tuvo un ACV hace unos años o porque es así, pero la cuestión es que se hace más difícil hablar con él, y también hablar con otras personas estando él presente. Parece que estuviera en una dimensión paralela, muy cercana a la de los demás pero no suficientemente superpuesta. A veces está, muchas veces se fue. Es raro.
El resultado, bastante predecible, es que me irritó. Lo que no preví era que lo iba a irritar a mi amigo con el que estaba tomando el café, al punto de que se generó una charla/discusión sobre política que no llevaba a ningún lado porque uno estaba enojado por otras cosas y el otro, como expliqué, es un poco... no sé... desordenado para pensar y le cuesta escuchar. Conclusión: en algún punto di por terminada la velada, pagué, saludé y me retiré. Una pena.
Llegué a casa, intenté relajarme y llamó un amigote de Australia para charlar de cosas profundas, y surgió lo del chongueo de la señorita con la que salí el viernes. Intentó ayudarme a superar las trabas que tengo respecto al tema, no porque no coincida conmigo, al contrario (pocos hombres son inmunes a una historia de promiscuidad de una posible pareja), sino porque él tiene las mismas reservas pero una escala aceptable. A mí, el solo hecho de hablar del tema me cansó mentalmente y me irritó un poco, no por culpa de él sino del tema y todo lo que acarrea. Pasé la tormenta más fuerte de mi vida con este asunto hace ya 20 años, demasiado sufrimiento y desgarro interno como para que me queden ganas de una segunda vuelta. Prefiero lidiar con que la señorita en cuestión fume o se drogue; sobre eso no hay un componente moral más allá de lo autodestructivo.
Algo que lamentablemente quedó claro de todo este episodio es que la inspectora en cuestión quedó fuera de carrera, a pesar de su clara intención de que la lleve a dar una vuelta en moto. Realmente no me gusta despilfarrar recursos que me son valiosos y escasos. Una pena, porque le sobran un par de características que busco en una mujer, como la ironía y la sensualidad. Pero cuando pienso por ejemplo en que me toque para agarrarse cuando la moto acelera, y lo relaciono con usar a un hombre como un consolador... asquito. A mi edad, las hormonas son lo suficientemente bajas como para que el cerebro empiece a tener algún peso a la hora de juzgar las cosas y tomar decisiones. Una pena.

[varios días pasaron]

Ayer a la tarde el invierno nos regaló con 23°C. Alucinante. Después de la vuelta obligatoria en moto, agarré a Perro y nos fuimos a pasear. Íbamos cruzando la plaza y en un banco estaban charlando, de espaldas al sendero por donde íbamos, dos hombres de unos 27 años y el perro de uno de ellos, similar a un pastor inglés, algo más chico. Cuando ya los habíamos pasado, el perro atacó a Perro. Perro siempre tarda en reaccionar como debería. Primero se retira, y recién cuando entiende que el otro no va a aflojar, ahí sí, se da vuelta y hace lo que hay que hacer. Para entonces, el otro ya algo le había hecho porque cojeaba un poco. Lo revisé pero no pude encontrarle nada, sobre todo por la cantidad de pelo que tiene, pero por suerte después de unos minutos ya ni se acordaba o no le dolía. Sí quedó medio alterado el resto de la tarde, más mimoso, algo ansioso. El dueño del otro perro era un pobre imbécil. Que si humanizo a mi perro (jamás insultaría así a Perro equiparándolo con nosotros los humanos), que si él hace 20 años que está con perros (la experiencia no significa nada; uno puede hacer mal las cosas 37 años), que si así se comunican los perros (no, así atacan los perros imbéciles, que son así en función de sus dueños imbéciles como vos, imbécil). Le dije que era un imbécil que no tenía idea de lo que hablaba, y que cada palabra que decía lo confirmaba. Tuvo el tino de callarse. Le advertí que la próxima no iba a ser tan amable.
Esta mañana me levanté pensando en que Perro nunca atacó a nadie, nunca se mostró agresivo, ni siquiera hosco cuando estaba celoso porque sintió miedo de que lo cambie por otro perro al que le hice mimos 2 segundos. En los 5 años que van a hacer desde que llegué a este psiquiátrico a cielo abierto, ya lo atacaron varias veces. Y me pregunto por qué. Y me contesto, no hace falta rascarse mucho pensándolo: Argentina está llena de imbéciles. Imbéciles sentados en la plaza, imbéciles manejando (por llamar de alguna manera a lo que hacen), imbéciles caminando, imbéciles vestidos de policías, imbéciles de políticos; muchos imbéciles. "La imbecilidad (el dicho decía "estupidez", pero acá no pega así que lo adapté) es como la muerte: el muerto no se entera, son los de alrededor los que sufren."
Las cosas están mal en Argentina, y vivir tranquilo es una utopía. Uno quisiera pensar que la inseguridad es que te entren a tu casa cuando te fuiste de vacaciones o que te roben el auto si lo dejaste afuera toda la noche, pero en este pobre proyecto fallido de país el otro es el problema. Uno es el problema. Me incluyo por no evadir lo que sea que me toque, pero no es difícil ver que no es mucho. Intento no joder, es lo que me enseñaron desde que tengo memoria. Mis derechos terminan donde empiezan los de los demás. Me costó entender la frase pero no el concepto, que lo incorporé de chiquito y bien. La cagada es que somos demasiado pocos los que la tenemos grabada.
Saqué turno para el consulado italiano para tramitar la ciudadanía.

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