lunes, 14 de agosto de 2023

Tren Nocturno a Lisboa

"We leave something of ourselves behind when we leave a place. We stay there, even though we go away. And there are things in us that we can find again only by going back there. We travel to our souls when we go to a place. Now we have covered a stretch of our life, no matter how brief it may have been."

De la letra de Amadeu, de la película "Night Train to Lisbon". Está llena de párrafos como ese, que te sacan la respiración por un minuto mientras las escuchás y las repensás. Hermosa película. Una sola teta (innecesaria, como en el 90% de los casos, aunque aceptable porque le saca romanticismo a la escena en donde dos miembros de la resistencia se acuestan más para liberar tensiones y tener un asomo de normalidad que por un amor que no hay forma de cultivar en esas circunstancias), excelentes diálogos, escenografías y música, y la historia es lindísima. No abundan de estas.
La cuestión que este Amadeu, de donde sea que haya sacado lo que escribió, la pegó completamente. Hasta de un lugar como Múnich, Alemania uno puede volverse con ese sentimiento. Es una cuestión de supervivencia, como los travestis que se prostituyen y hasta bajo tortura y con un polígrafo argumentan que ellos tienen el control y su vida y su "trabajo" son dignos.
Y sin embargo, ni siquiera se me ocurre empezar a argumentar el porqué no pienso volver ahí. No digo que no vaya a hacerlo, no puedo predecir el futuro; pero digo que lo voy a evitar todo lo posible. La vida es eso que sucede mientras nosotros estamos distraídos haciendo planes o mirando cortos en YouTube, Insta o la droga del momento.

"A decisive moment of life, when its direction changes forever, is not always marked by large and shown dramatics. In truth, the dramatic moments of a life determining experience are often unbelievable, low key. When it unfolds its revolutionary effects and insures that life is revealed in a brand new light, it does so silently. And in this wonderful silence resides its special nobility."

No sé si el silencio es requisito sine qua non, porque a veces el ruido de los eventos enmascara su importancia o incluso nuestra risa o llanto, según el caso; pero muchas veces somos ajenos a la cascada de consecuencias, su efecto mariposa. Los años, para los que no somos tan inteligentes, no nos permite predecir mejor lo que va a pasar sino que apenas nos enseña a callarnos la boca para no decir demasiadas estupideces.
Como los comicios de ayer. Había 35,4 millones de argentinos habilitados para votar y se presentó el 69,6%: unos 24,64 millones. De esos, un tercio votó a los sociópatas degenerados que forman parte de la mafia que tenemos en el gobierno, lo que significa que 6,46 millones de argentinos tienen entre nada y polenta en la cabeza. Una minúscula minoría de esos, además de ignorantes y suicidas son asesinos, y se llevan una hermosa tajada de nuestro bolsillo a costa de un tendal de miseria. Cada verbo y adjetivo que usé en este párrafo está cuidadosamente seleccionado.
Otro tercio de los que fueron a votar, 6,7 millones, votó por gente que sabemos que son impresentables y a gatas tienen una efímera noción de qué es lo que le conviene al país, conceptos agarrados con alfileres que en cualquier momento saltan y a la menor oportunidad de cagarla la van a cagar porque son esencialmente ineptos.
Un tercio más de los que votaron, 7,1 millones, se decantó por un desaforado que entenderá mucho de tecnicismos en economía pero tiene la misma capacidad que yo de gobernar. Y espero ruego estar profunda y cabalmente equivocado. Ese tercio no votó porque comprendían mínimamente lo que votaban sino por bronca contra lo que hay y las alternativas establecidas. La bronca no es buena consejera. Votar porque es diferente no es garantía de nada.
Pero algo sobre lo que no escucho ni el pedo de un ratón es ese 30,4% de votantes habilitados que no fue a votar, y resulta que son 10,76 millones de personas, que sumados a los 1,15 millones que votaron en blanco son casi 12 millones de personas. Esa fue la opción más elegida, que no hay que ser un genio para saber que refleja la opinión de la mayoría. Porque fuera de los 6,46 millones que eligieron al crêpe, hay casi 29 millones de personas que saben contra qué votar, pero que también están conscientes de que no hay nada a favor de qué votar. No hay UN puto candidato que valga dos pesos. Qué próximos 4 años, madre mía...

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