miércoles, 26 de julio de 2023

35

Uno de esos mensajes con una lista de preguntas que dan para pensar. Voy a tratar de contestarlas, pero sin obligaciones. Si alguna me incomoda o no tengo ganas de pensar en el tema, o de pensar, la paso y listo.

1. ¿Qué edad tendrías si no supieras tu edad?
Claramente, 4. A esa edad, a veces antes, el hombre deja de madurar mentalmente y lo único que aumenta es el precio de nuestros juguetes. Y eso no solamente lo acepto: lo adoro, lo cultivo y lo proclamo ante valles y nubes. Y me resulta abominante los que pretenden estar por encima de esto.

2. ¿Qué es peor: fallar o nunca intentar nada?
Nunca intentar nada, obviamente.

3. Si la vida es tan corta, ¿por qué hacemos tantas cosas que no nos gustan y nos gustan tantas cosas que no hacemos?
Porque es más cómodo. Como recostarse en un sillón de primera clase mientras se hunde el Titanic.

4. Cuando todo está dicho y hecho, ¿habrías dicho más de lo que has hecho?
No estoy seguro de entender esta.

5. ¿Qué es lo que más quisieras cambiar del mundo?
Lo barato que se la llevan los injustos, los indecentes, los tóxicos.

6. ¿Estás avanzando en aquello en lo que creés, o te estás afirmando en lo que estás haciendo?
70/30.

7. Si la expectativa promedio de vida humana fuera 40 años, ¿cómo vivirías tu vida de otra manera?
Tarde para cambiar nada. Hace rato que pasé los 40. Ahora, si tuviera 30, quizás hubiera sido peor ser humano. El ostracismo y otras cualidades llevan tiempo cultivar. La sabiduría, el conocimiento, la contemplación, saber escuchar... pucha, hasta saber agarrar una puta cuchara lleva tiempo. Antes la gente vivía 40 años y menos todavía, pero la vida era más supervivencia que otra cosa.

8. ¿Hasta qué punto tuviste el control del curso que tomó tu vida?
Diría que bastante más de lo que me alcanza para no quejarme por eso.

9. ¿Estás preocupado en hacer las cosas bien o en hacer lo correcto?
No son excluyentes. De hecho, hasta están relacionadas. Y sí, lo estoy, y lo hago.

10. Si pudieras ofrecerle a un recién nacido un consejo, ¿qué le aconsejarías?
Contené la respiración 10 minutos.

11. ¿Qué es lo que sabés hacer diferente a la mayoría de las personas?
Escuchar.

12. Qué es lo que tanto querrías hacer y todavía no hiciste? ¿Qué está frenándote?
Casarme con el amor de mi vida. Encontrarla.

13. ¿Te estás aferrando a algo que necesitás soltar?
Sí.

14. ¿Apretás el botón del ascensor más de una vez? ¿Realmente creés que eso lo hace andar más rápido?
No, no soy tan pelotudo. Y no.

15. ¿Por qué vos sos vos?
No creo ser tan sabio como para responder eso.

16. ¿Fuiste la clase de amigo que vos mismo querrías como amigo?
Lo intenté, y creo que me salió.

17. ¿Qué es lo que más agradecés?
La vida. Las oportunidades que se me dieron y mi inteligencia, pasión y determinación para aprovecharlas.

18. ¿Qué elegirías perder: todos tus recuerdos o la capacidad de tener nuevos recuerdos?
Paso. No por privacidad o algo así: simplemente me parece medio gansa la pregunta.

19. ¿Es posible saber la verdad sin antes desafiarla?
Sí.

20. ¿Alguna vez se hizo realidad tu peor miedo?
Todavía no.

21. ¿Te acordás de aquella vez, hará como 5 años, que estuviste tan pero tan enojado? ¿Importa en este momento?
Sí. Sí.

22. ¿Cuál es tu recuerdo más feliz de la infancia? ¿Qué lo hace tan especial?
Así de pronto no recuerdo nada feliz de mi infancia.

23. ¿En qué momento de tu pasado reciente te sentiste más apasionado y más vivo?
Cada vez que Perro se reclina en mí para que lo mime.

24. Si no es ahora, ¿cuándo?
Cuando sea el momento para mí.

25. Si todavía no lo lograste, ¿qué tenés para perder?
Unas cuantas cosas.

26. ¿No sentís que viviste este día cientos de veces antes?
Por suerte, no.

27. ¿Cuándo fue la última vez que caminaste a ciegas apenas iluminado por el débil brillo de una idea en la que creías fuertemente?
Cada minuto del último medio siglo.

28. ¿Cuál es la diferencia entre vivir y existir?
Eladia Blázquez lo explicó genial en "Honrar la Vida".

29. ¿Cuándo es el momento de dejar de calcular riesgo-beneficio y meterle para adelante con aquello que pensás que es lo correcto?
Nunca.

30. Si aprendemos de nuestros errores, ¿por qué siempre tenemos tanto miedo a equivocarnos?
Pregunta mal formulada, que asume cosas que no son necesariamente así. Paso.

31. ¿Qué harías distinto a lo de siempre si supieras que nadie te va a juzgar?
Nada. Me importa demasiado poco si alguien me juzga.

32. ¿Cuándo fue la última vez que prestaste atención al sonido de tu respiración?
Anoche, como cada noche.

33. ¿Qué es lo que amás? Alguno de tus actos recientes, ¿expresó ese amor abiertamente?
A la vida, a Perro. Sí.

34. De acá a 5 años, ¿recordarás lo que hiciste ayer? ¿O anteayer?
No recuerdo lo que desayuné...

35. Ya mismo, a cada instante, se toman decisiones. La pregunta es: ¿estás decidiendo por vos mismo o estás dejando que otros decidan por vos?
Trabajo en favorecer lo primero y hacer mierda la posibilidad de que pase lo segundo.

domingo, 23 de julio de 2023

chongo II

Respecto a la inspectora del edificio donde tengo el departamento, que adelanté la última vez que la tenía en la mira para salir a tomar un café, salimos. Conclusión: no voy a repetirme así que acá la triste evolución del tema con 6 años de anticipación.
Para quien quiera buscarlo, hay un artículo sobre esto en Clarín del 29 de noviembre de 2015. Es una mamarrachada de lectura, sesgada, tendenciosa y de un nivel intelectual que sugiere la autoría de una anchoíta, pero que ilumina si uno sabe leer e interpretar texto, cosa que en el último intento publicitario de otro olvidable candidato a algún curro que se abre con las próximas elecciones, no logran hacer casi la mitad de los pendejos argentinos y el buen muchacho promete solucionar mágicamente. Como sea, aconsejo leer el artículo, así el análisis que voy a hacer ahora tiene más sentido. Si no, a disfrutar de lo que viene, pero después no digan que no avisé.
"Y llaman chongos a sus circunstanciales aventuras amorosas." Aventuras sexuales, fiera, sexuales, no amorosas. Garche, manoseo, transpiración. Y gratis, sin ninguna remuneración de por medio. No llegan ni a putas. (Y sí, hablo solamente de ellas, que son las que me interesan para encontrar una compañera que valga 2 pesos. Lo que ellos hagan me importa un bledo.)
"Conozco chicas que por no estar solas se bancan a cualquiera que las denigra”. No como vos, que te denigrás sola, pedazo de repelotuda. A ver: prestame 100.000 dólares. ¿No? ¿Por? Ah, obvio, no me conocés. Cómo saber si te los voy a devolver. Es entendible, 'ta bien. ¿Qué te parece si me prestás 1000? ¿Tampoco? Ok, aunque veo que por lo menos lo pensaste 2 segundos. ¿100 tampoco? ¿Y 20? Sí, 20 sí, perfecto. ¿Y el culo, también? ¿Me lo bancás 2 minutos? Ando un poco tenso. Ah, ¿el culo, sí? Mirá vos. Te dejo que saques solita tus conclusiones.
Según la luminaria que escribió este artículo, los chongos son una pareja sexual o un amigo con derecho a roce, algo así como un compañero de tenis, y nos tira un pedazo de sabiduría de monje tibetano: "...se ha producido una modificación en la vida sexual femenina. La mujer también exige, no se acomoda o somete como antes y aceptan de buen grado los vínculos ocasionales". A ver, desenmarañemos los eufemismos, porque la semántica importa y esto no es solamente una cuestión de nomenclatura. Esta imbécil está proponiendo que una mujer se enfrenta a una dicotomía donde las únicas dos opciones son someterse o hacerse puta (que no prostituta, porque esas por lo menos cobran). Amor (que ya vimos que no entiende bien lo que significa, o para ser exactos, ni siquiera la pega en el mismo código postal), proyecto de vida, decencia (y no me refiero a algo puritano, sino a un mínimo de respeto por uno mismo y por los demás)... nada significa un choto. Capitalismo con personas como si fueran envases vacíos, carcasas de un otrora ser humano que puede usarse y descartar.
Una de estas putas entrevistadas (Silvina, se supone) comenta que podés tener "una noche genial con alguien y al otro día nunca más lo viste". Me la juego que la imbécil no tiene idea de lo que es una noche genial, caminando con alguien lado a lado, tan concentrados en la charla que para cuando levantás la vista no tenés idea de dónde estás ni cuánto tiempo pasó; que te despedís con los ojos húmedos (no la vagina) y te vas a tu casa pensando que cada cosa que ves tiene un propósito y que lo entendés, y si no, seguro que es un buen propósito porque el que hizo eso también hizo toda la cadena de acontecimientos que te llevaron hasta ese momento en tu vida donde tuviste una noche genial con alguien. Y probablemente esté amaneciendo.
La siguiente puta a la que la autora del artículo le asigna un párrafo, Romina, es mentalista: nos aclara que los hombres piensan que las mujeres están a su disposición. Mirá vos. Otra genia que propone que "divertirse" es que le eyacule un desconocido, y la única alternativa es "bancarse lo que venga". Sus palabras, no mías. Mmmm... ¿Alguien más ve potato/potahto?
Otra perla imperdible de la autora sobre estas 80% pelotudas, 80% putas, 80% malas personas: tienen la autoestima muy bien plantada. ¿En serio? De todas las alternativas que se me ocurren en 4 segundos, como ingeniero y hasta donde puedo honestamente sortear mi sesgo, esa no entra en el top ten, y esta gansa se tomó seguro una semana para pensar en el tema, ¿y eso le salió?
Graciela, sin entender para nada lo que está diciendo, por lo menos expone más claramente la situación: le molesta andar cambiando las pilas del vibrador, así que los tiene de carne y va rotándolos. Felicitaciones.
Una última limadura de arista: ¿qué es un "amigo con derechos"? ¿Derecho a qué? ¿A usarme? No, gracias. Eso no es un amigo. Y esos no son derechos.
Las cosas son para ser usadas, y las personas para ser amadas. Este mundo viró a la inversa y yo no.
Cada vez más tengo ganas de cortármela, ponerla en una vitrina y dedicarme a ver si puedo encontrar el patrón de los números primos. Sería menos frustrante.

miércoles, 19 de julio de 2023

destinos

Raramente sé qué tanto derecho tengo a quejarme. No solamente tengo un techo sobre mi cabeza, tengo tres. Uno de ellos es una basura usada y chica, que me vendieron como si estuviera hecho de unobtainium, fuera nuevo y tuviera 9 m² más de lo que en realidad tiene, así que estoy en juicio con la constructora. El otro es un emprendimiento, no sin problemas constructivos pero más o menos bajo control, y es el que me da de comer. El tercero es el que heredé de mi mamá, en el cual me crié desde los 9 años, me siento muy a gusto y cada día que paso ahí recupero un poco más de mi alma, mi historia y mis ganas de encarar la vida. De a poco va a volver a ser lo que ha sido desde que nos mudamos ahí hace 40 años: mi 0,0 de coordenadas. Es el lugar que más me gustó de todos en los que viví, que son entre 25 y 30 (me mudé mucho, sí). Y encima, me costó $0. Triste lo que tuvo que pasar para que cayera en mis garras, pero así funciona el círculo de la vida y la muerte. Otro aspecto que tengo cubierto en mi vida es la comida: siempre tengo por lo menos 3 quesos diferentes en la heladera. Eso, en Argentina, es ser realmente afortunado, y cada día que pasa desde junio del '46, más.
Un amigo me contaba, muy triste, lo feo que se siente porque tiene la sensación de que está exactamente en el mismo lugar que hace 20 años: arranca el lunes, para para comer, ducharse y dormir, y vuelta al trabajo, y así hasta el sábado a la tarde que hace algo más o menos lindo con la novia, duerme media hora más el domingo y vuelta a empezar. Lo entiendo: el hámster en la rueda, de lo cual logré salirme y no paro de estar agradecido. Si hay algo que no necesito en mi vida es rutina y un opa que me diga qué hacer.
Otro amigo, de y en Melbourne pero que conocí en Múnich, y que en cualquier momento vuelve a irse a Alemania, me contaba que no cree que Australia sea el lugar adecuado para mí. Los australianos son gente poco profunda, que no reflexionan demasiado, y tanto él como yo somos lo opuesto y buscamos una pareja con la que filosofar un poco. Algo que ya venía preocupándome sobre la opción de mudarme allá era el tema de llevar a Perro: Australia tiene un control de fronteras, en particular el de mascotas, con muchísimas limitaciones y trabas. Si lograra entrarlo (big if) sería caro, largo y complicado, y en todo caso involucra una cuarentena de como mínimo 10 días... no fucking way. Y ese dato que me aportó este amigo medio que tiró a Australia al fondo de la lista. O más bien la pateó de la lista, bastante lejos. Cayó al lado del Titan, de hecho. En fin...
Alemania, como dije la vez pasada, no está en mis intenciones. Italia o Luxemburgo serían ideales. Italia, sobre todo. Pero este hiato en mi carrera de ingeniero me jugaría en contra, y los sueldos ahí no son tan altos. Decisions, decisions...
Lo que voy a contar ahora me suena más a estar escribiendo un newsletter (como merda se diga castellano... ahí busqué: se dice boletín) que una entrada en este blog pedorro mío, pero da.
En el edificio donde tengo el departamento por el que le estoy haciendo juicio a la constructora, la administración tiene una inspectora para coordinar el mantenimiento y demás. Es una chica joven, de hecho, muy joven, 29, y desde el principio pegamos onda. Divorciada, con una hija chiquita. Entre la guardería, la madre y el ex, tiene su tiempo propio. Hoy la invité a tomar un café. Me la hizo muy fácil, me la dejó servida, digamos. Necesito su opinión profesional por el problema con el techo en mis cabañas, y se ofreció a asesorarme fuer del trabajo. De ahí a un café había sólo un paso, y ella dio la mitad. Veremos.
Hay otra cosa que me está pasando, y no sé cómo encararla. Sé que depende un poco de mi estado de ánimo, y hoy fue un día difícil, pero tiene que ver con lo que uno deja. Es que estoy sacando cosas de un par de muebles en una pieza de servicio que tenía mi mamá en su departamento y no puedo evitar pensar en lo que quedó de su vida, y lo que puede llegar a quedar de la mía. El tema me acosa. Es miedo a ser insignificante, y a morir. Siempre tuve miedo a cómo moriría, si con dolor, si de cáncer, etc., pero ahora me preocupa lo que dejo y el hecho de que ya no voy a poder disfrutar más la vida. Me resulta súper triste. Ayer tuve un problema con Perro, un comportamiento que tiene en determinadas situaciones donde ladra y no puedo hablar con otra persona, y ya probé de todo y lo único que me queda es el castigo físico, por leve que sea, y me atormenta hacer eso. Me pone muy pero muy mal, y sé por experiencia que funciona. Eso es lo que más me molesta: el hecho de que no tengo que enseñarle el comportamiento que deseo que tenga, sino que tengo que mostrarle lo serio que es el tema, y me molesta soberanamente que no lo entienda hasta que no llego a ese extremos. La cuestión es que me afecta y me hace ver más negativamente todo el resto de mi vida, y me siento frustrado y pesimista. Se me va a pasar, pero el miedo va a persistir, lo sé.
Por lo pronto corté en un 95% con YouTube y parentela. Prefiero hacer otras cosas con mi tiempo. Tengo que retomar la lectura, y a pesar del frío tremendo que está haciendo, las caminatas. No es que no salgo, pero salgo bastante menos y no es bueno. Por eso estoy acá, en un café, escribiendo: si me quedara en casa a merendar sería un desastre. Sobreviviendo.

martes, 11 de julio de 2023

seguimos

 

Algunos creen que sólo un gran poder puede contener el mal, pero eso no es lo que he encontrado. Son las pequeñas acciones cotidianas de la gente común las que mantienen a raya la oscuridad.

Todos sabemos que esto no lo dijo Gandalf porque el tipo no existe, pero sería lógico pensar que lo escribió el autor de El Señor de los Anillos, J.R.R. Tolkien. Tampoco. Resulta que esa línea no estaba en el libro, sino que alguien la agregó al libreto para la película, supongo que Peter Jackson, Fran Walsh y/o Philippa Boyens.
Esta fotito, que me apareció de la nada en Instagram o Pinterest o yo qué sé, viene muy al caso porque hace poco fue una fecha patria y mucha gente salió con la escarapela, puso estados de WhatsApp o publicaciones en Instagram con la bandera argentina, colgó una bandera del balcón, o mandó alguna composición de imágenes de rincones lindos de mi país con música dramática/emotiva. Fenómeno. Y cruzaron el semáforo en amarillo obscuro. Y estacionaron donde está prohibido. Y pararon en la senda peatonal o en el medio de un cruce o la salida de una cochera. O dejaron la caca del perro en la vereda. Dejaron plantado a un cliente. O no pagaron lo que debían. O dispusieron de algo que no era suyo: impuestos, patrimonio, tiempo.
Desde mi punto de vista, a los argentinos, buena yerba (quizás se me cuela algo de wishful thinking ahí) pero horribles ciudadanos, les gusta llenarse la boca de palabras como patria, trabajo, esfuerzo, y critican a los políticos y las vicisitudes, y no son capaces de un poco de disciplina aunque su vida dependa de ello. El asunto, la urgencia de esto, es que no es una cuestión hipotética, un ejercicio intelectual: su vida (no su muerte) depende efectivamente de ello, pero pedirles que pongan ese esfuerzo cotidiano y metódico de respetar las reglas, al prójimo (que es para lo único que existen las reglas) les es tan ajeno como pedirles que vuelen aleteando con las manitos. Es gastar saliva y tinta al reverendo pedo. Las pequeñas acciones cotidianas de la gente común, sin anuncios estridentes o fuegos artificiales o grandes presupuestos, esas se les escapan intelectualmente como si estuvieran enterradas en un manual de física cuántica escrito en finlandés. No hace falta pavimentar la 9 de Julio en platino, ni hacer un puente de 8 manos entre Buenos Aires y Johannesburgo, ni encontrar la cura para el cáncer. O hacer leyes nuevas (si las viejas son ignoradas) o aumentar las penas (si no se controla que se cumplan las reglas). Simplemente tirar el papelito en el tacho, y de ahí para arriba. Si todos, o aunque sea la gran mayoría, empujamos para ese lado, de a poco los corruptos de arriba se van a ir muriendo y los van a reemplazar gente proba y eventualmente incluso capaz.
Vivir en Argentina es un ejercicio de supervivencia física, mental y emocional. Y esto no es el resultado de Perón (en gran parte), de los ingleses (en pequeña parte) o de si la luna está en capricornio (en ninguna parte): es nuestra falta de educación y cultura, y nuestra ineptitud para organizarnos.
Ayer fue un ejemplo monstruoso de esto: salí a comprar queso y llevé a Perro. Ida y vuelta: 10 cuadras. Cruzando la plaza, 2 perros (con una dueña conocida en la plaza por su desinterés por la agresividad de sus canes, y que ya han mordido a una decena de perros y a más de un par de personas) atacaron al mío. Cuando lo defendí, por supuestos no solamente me echó la culpa sino que salió con "argumentos" (entre comillas por lo inválidos y ridículos) que además no tenían un pomo que ver con lo que estaba pasando.
Seguimos caminando.
Pasando por la puerta de un edificio, sale un perro sin collar ni correa ni nada y se le tira encima al mío. Misma historieta.
Seguimos caminando.
A pocos metros pasando una bocacalle, un auto sale de estar ya prácticamente estacionado de la mano izquierda y a toda velocidad cruza para estacionarse sobre la mano derecha, justo cuando el semáforo de la bocacalle estaba cambiando. Antes de que se ponga en verde (de hecho, solamente llegó a cambiar de verde a amarillo el que estaba cortando la calle que cruza, ni siquiera en rojo) una motito sin chapa patente arrancó a todo trapo. Resultado: se comió el auto. Los dos se putearon, charlaron, y finalmente siguieron su camino. Es decir: ninguno tenía seguro. Y ninguno tenía una mínima idea de lo que estaba haciendo, y no me refiero a conducir un vehículo solamente, sino a vivir en sociedad. No es una extrapolación tirada de los pelos, y también se extiende a los dos idiotas (i)responsables de los perros.
Seguimos caminando.
Un camión de cemento cruzado en la vereda y en uno de los carriles de circulación, sin ninguna posibilidad de paso para los peatones o para la mitad de los autos. ¿Alguna señal, un conito, una banderita, algún obrero, una pasarela?
Seguimos caminando.
Llegando a la siguiente esquina dobla, sin indicar, un camión MB 1114 a toda la velocidad que la física permite sin volcar, cuando nosotros, peatones, estábamos iniciando el cruce. Si yo, que casualmente tenía prioridad, no paraba, me moría. Y Perro.
Seguimos.
Intercalado entre todo eso, sorteamos las barricadas que ponen en la vereda los albañiles de los edificios en construcción que hay en cada cuadra, sin pasarela ni nada de lo previsto en el código de obras privadas de la municipalidad.
Llegamos a la quesería.
A eso, que la mayoría de los argentinos da por aceptado, que han normalizado en sus vidas por resignación o ignorancia, que no se dan cuenta de lo que están viviendo y cómo los defenestra psíquicamente, se le suma la inseguridad, la imprevisibilidad y la falta de infraestructura. Sin entrar en cuestiones más macro tipo la inseguridad jurídica o la corrupción.
Salimos de la quesería.

jueves, 6 de julio de 2023

a diseñar

Tengo ganas de ponerme a diseñar un auto optimizado exclusivamente para el mercado argentino. Para no hablar muy en el aire ni empezar de cero, la idea es tomar como base un modelo en particular y, con algunos retoques y cinceladas para sacarle cosas innecesarias, bajarle el precio y ahorrar algo de peso aprovechando las costumbres de manejo de los conductores locales. Voy a elegir uno que personalmente me gusta, el VW Vento, ni modesto ni pretencioso, que se vende a unos 32k dólares y asoma de fábrica con 1476 kg. Veamos qué sale...

Por empezar, podemos olvidarnos del catalizador y el silenciador. El medio ambiente nos importa una mierda y el prógimo (o como se escriba) mucho menos. Con eso nos ahorramos unos 20 kg del sistema de escape y tranquilamente 300 dólares, y ni hablar del gramo o dos de platino, rodio y paladio, que no son baratos. Como efecto secundario, mejora también el espacio interior porque liberamos lo que ocupan esos componentes en el piso del vehículo. Empezamos bien.

El sistema eléctrico se puede simplificar enormemente. Por ejemplo, las luces de giro: no hacen falta, evidentemente, ni las de emergencia. El argentino (por lo menos el que viene atrás, si es que alguna vez un argentino piensa en otro) es mentalista y adivina que uno va a doblar o detenerse o entrar a una cochera. Es fascinante. Científicos de todo el mundo estudian las propiedades telepáticas de los conductores argentinos. Así que nos ahorramos la palanquita a la izquierda del volante, las lamparitas (o ledes, depende qué tan modernoso es el vehículo) de las luces en sí (adelante, atrás y en los espejos externos), conmutadores, fusibles y esas cosas, y encima todo el cableado, que tranquilamente son unos 12 metros. Muy al tuntún diría que nos ahorramos 5 kg y otros 300 mangos. En el mismo rubro podemos también sacar las luces de adelante, total, el argento pone en toda situación los faros antiniebla, con lo cual perfora las retinas de los que vienen de frente o circulando delante de uno. Mucho más divertido. Como dije, el projimoh... Diría que acá ahorramos otros 6 kg (las dos ópticas delanteras) y seguro 600 dólares más. Y viendo cómo la gente en Argentina ignora completamente el significado de palabras difíciles y de muchas sílabas, como mantenimiento y preventivo, y ni hablar si están en la misma oración, también podemos sacar las ópticas traseras con esas luces raras que cuando uno frena se prenden para advertir al prohjimo; es decir, deberían prenderse, si uno se molestara cada año bisiesto en verificar que funcionan. Otros 3 kg inútiles de andar llevando a pasear de acá para allá al reverendo pedo, y ahorramos 200 dólares. Palmaditas muchas en la espalda, ¿no?

Tema carrocería: los espejos, el interior y los exteriores. Ya sé que soy lindo, no hacen falta. Y nos ahorramos todo el sistema de regulación y esas cosas, y mejora la aerodinámica de nuevo. 2 kg y 200 dólares. Todo suma.

Los cinturones de seguridad. El argentino maneja espectacularmente bien, a tal punto que a cada rato se rasca el costado de la cabeza preguntándose por qué Hamilton no llama para preguntar cómo hace para manejar tan pero tan bien. Así que como no choca, no hacen falta los cinturones. Bingo: entre el cinturón en sí, las hebillas, el sistema inercial y los anclajes, debe ser algo así como 1 kg y 50 dólares por cinturón, y el Vento lleva 5. Tampoco hacen falta las bolsas de aire, supongo. La verdad que para eso no tengo números, pero mirando autos similares, estimo que cada bolsa debe pesar 1 kg, y entre la bolsa en sí, el cableado y los sensores, estamos ahorrando 100 dólares por cada uno, y un Vento tiene 8. Así que ahí 'ta: otros 8 kg y 800 mangos. Aplausos y papel picado.

¿Cómo vamos? Recapitulando:
Escape: 20 kg y 300 dólares
Luces: 5+6+3 kg y 300+600+200 dólares
Espejos: 2 kg y 200 dólares
Cinturones y bolsas de aire: 5+8 kg y 250+800 dólares
Total: 49 kg y 2650 dólares

De nada.

lunes, 3 de julio de 2023

de a poquito

Anoche tenía tanta cosa en la cabeza y hoy está vacía. Es la calma después de la tormenta, esa paz que uno siente después de haber roto cosas, pataleado y gritado a gusto. Catarsis, le llaman. Queda barrer y salir a comprar todo lo que rompí y tengo que reemplazar, con el consuelo de que ahora limpié en lugares que normalmente paso por alto (buscando pedazos de un plato, por ejemplo) y que reemplacé un par de cosas que venía dilatando su jubilación. Eso si es que fui tan vivo, en mi locura (iba a agregar "momentánea", pero no estoy seguro), de romper cosas baratas y viejas. No siempre. Anoche sí, pero no siempre. Mi bolsillo fue lo único que sufrió. Y Perro.
El más grande objetivo que tengo en mi vida privada, junto con el de encontrar el amor de mi vida, es el de mejorar mi relación con Perro y mejorar mi comportamiento. Antes apelaba a los chirlos cuando hacía algo grave, como bajar a la calle o comer algo que no le había dado yo. Todos los que les consulté me dijeron que estaba bien, y que era mejor arriesgar algún trauma o deteriorar un poco la relación, a que el pobre animal se muriera bajo un auto o retorciéndose de dolor. La explicación me pareció (todavía me parece) perfectamente lógica y la seguí lo mejor que pude. Nunca le pegué más fuerte de lo que podría hacerlo por accidente mientras estamos jugando, y no pasó de una palmada (el famoso chas chas en la colita) o con el dedo en el hocico. Ese era el límite que me imponía: no pegarle con enojo sino con la intención de desanimar determinado comportamiento. Una de las dos cosas útiles que aprendí de mi fallido proyecto de padre. La otra no me la acuerdo.
Con el tiempo vi infinidad de ejemplos de gente que perdían a sus perros por no entender la mentalidad canina y no animarse a imponer disciplina y un sistema de premios y castigos a unos bichos a los que no se les puede dar un folleto explicativo para que lo lean y tomarles un multiple choice después, lapicera en mano pata. Incluso tuve en más de una ocasión la desagradable experiencia de ver cómo puedo insistirle con un determinado comportamiento durante años sin lograr mayor efecto, y el día que me enojo y aplico castigo, nunca más lo hace. Eso me mata, porque es claro que el tipo sabe lo que está haciendo mal, pero simplemente no tiene intención de parar hasta que la cosa se pone fea. Y me rompe el corazón tener que recurrir a esas cosas. Me hace acordar a cuando mi mamá me decía que pegarme le dolía más a ella que a mí, y yo pensaba que estaba drogada, la tarada. Ahora lo entiendo.
En fin, nada nuevo bajo el sol. Lo que sí es nuevo es que estoy logrando mejorar mucho con este tema, y aunque en muchos aspectos todavía no haya alcanzado ese nivel frustración-free del que no hablaba Morgan Freeman sino James Allen, por lo menos sí aprendí a controlarme, sobre todo en lo que respecta a Perro. Ahora el tema del castigo físico está limitado a la yema del dedo índice. Creo que podría pegarle más fuerte a una feminista adelante de todas sus amigas y nadie diría nada. Es una gigante satisfacción que tengo, el poder confiar en mí y saber que soy incapaz de hacerle daño. Eso, hasta hace demasiado poco, no lo tenía. Nunca le hice daño, pero no importa: no tenía la confianza de que estuviera seguro conmigo. Ahora sí, y lo celebro. Es una maravilla lo que estoy logrando gracias a que tengo a este ser tan maravilloso que me muestra cómo ser, por un lado, y por el otro me da toda la motivación que necesito para cultivar una mejor versión de mí, y esa motivación es el amor que me genera. Eso precisamente es lo que más aprecio de lo mucho que Perro hace por mí, junto con su complicidad: que lo quiero tanto, tanto, que me motiva de sobra a excavar en lo más profundo de mi podredumbre mental, rasquetear bien, sacar todo y tirarlo por la ventana del piso 54, y empezar a construirme de nuevo, pero esta vez bien. Ese amor que me genera y que me empuja a querer ser mejor es alucinante. Y por suerte tengo la viveza suficiente para no dejar pasar la oportunidad y le pongo todas las ganas.
El siguiente paso es la cuestión verbal. No lo insulto, jamás, y de todos modos él no sabría distinguir si es un insulto, ni tampoco se ofendería. Sí distingue tonos. En todo caso, solamente se asustaría y eso me rompe el corazón. Pero ayer tuve una explosión de furia; el día estuvo cargado de malas noticias, originadas exclusivamente en la negligencia y así-no-más-ismo argentino, cosas que no logro resolver ni siquiera disponiendo de un presupuesto generoso como el que yo tengo la suerte de disponer. Es muy... frustrante. Otra vez la maldita palabrita. Así que a la noche volví a casa y exploté por una estupidez y Perro, estando ahí, se ligó un grito: le dije que saliera del medio, que se fuera al sillón, lo que sea. El tema es que le grité.
Esto viene encadenado con algo que pasó más temprano cuando salí con él a hacer las compras. Si bien hay lugares específicos donde les gusta que entre, en la mayoría se queda en la puerta esperándome. Estábamos en un negocio y mientras esperaba que me atendieran miraba cómo se sentaba a la puerta para no perderme de vista, y cómo se corría cuando pasaba alguien que entraba o salía, para después volvía a ponerse en la puerta para poder verme; cómo volvía tímido, sin estar seguro de dar el paso, apoyaba la patita como si tuviera miedo de que se activara una alarma, todo para volver a ocupar ese espacio que le permitía seguir en contacto visual conmigo. La humildad con la que se movía fue lo que más me impactó. Me di cuenta (por millonésima vez) de lo dulce, bienintencionado, gentil, noble y bueno que es. Cada vez que lo miro pienso que es la perfección hecha pelos, donde no hay nada que agregar o sacar para mejorarlo. No solamente me gusta a pesar de sus defectos, si es que los tiene, sino que me gusta con ellos. No quisiera que cambie en nada. Si fuera aunque sea un poquito mejor de lo que es, sería demasiado. Por ejemplo, que no ladre cuando me pongo a hablar con alguien. Me dijeron que lo hace porque es posesivo. Como sea, rompe las pelotas. Pero bueno, es lo que es, y de paso así aprendo a tolerar cosas que no son como me gustarían, que falta me hace.
Hoy salimos a caminar y por error me zampó el colmillo casi en la punta del dedo índice de la mano izquierda. Me dolió mucho y me enojé. Pausa. Pausa. Respiración contenida. Lo miré a los ojos... y lo traté bien. Es decir: lo reté, le "pegué" con la yema del dedo en el hocico, y lo hice caminar pegado a mi pierna por dos cuadras. Al final, me senté en un banco de una plazoleta y lo acaricié. Todo el proceso fue mucho mejor de lo que hubiera hecho 2 días antes. Es permanente lo que mejoro gracias a él y lo que me produce. Espero que esté conmigo por los próximo 50 años.

Iba a terminar acá, pero quiero mencionar algo que me pasó hace unos días. En Múnich está la Patentamt (Oficina de Patentes). Tiene un nombre más pomposo, largo y complicado, pero eso es lo que es y poco más. El punto por el cual es más conocida es que los empleados ganan mucho. En mi trabajo de ingeniero para una empresa de autos y motos, yo ganaba ya muy bien, y cualquier ganso en esa oficina ganaba el doble. El otro día salió un aviso diciendo que están contratando y buscan, entre otros, gente con mi perfil. Genial. ¿Me postulo? Nop. El primer y último motivo sería el dinero, y nada más. Prefiero seguir cinchando con estos macacos con sobredosis de éxtasis que son los argentinos como ciudadanos, que mudarme otra vez a Múnich por más plata que me ofrezcan, por el simple hecho de que si ganara un millón de euros al mes no mejoraría nada mi relación con Perro.