miércoles, 19 de abril de 2017

chongo

No hay límites para aprender. La vida no extiende diplomas donde certifica que uno ya sabe lo suficiente y puede relajarse. Pero cuando uno está en el vértice de la parábola tiende a ver la diferencia entre algo que ya conoce y que simplemente tiene nombre nuevo, y lo que no conoce.
Chongo: aquella persona con la que se entabla una pseudo relación donde sólo hay atracción y otros factores, pero carencia de compromiso o de las responsabilidades de un noviazgo. Tal como sucede con el one-night-stand, el touch and go o el engaña pichanga, pero algo menos efímero. A un chongo no se le presenta ni a los hijos ni a los padres, ni a familiar alguno. Tampoco interesa saber nada de su familia. Se ven si ambos están disponibles; si no, todo bien. Los gastos son a medias. También permanece intacta la libertad de encontrar a otra persona y terminar la relación como chongos, o incluso continuarla simultáneamente.
El fin de semana estuve en Croacia con un grupo de 8 argentos y un alemán que conocí hace poco y me integraron a sus planes. La pasé bárbaro, sobre todo por el tema del idioma. Además fui en la moto (ellos fueron en dos autos) y este fue el primer viaje de la temporada, y estrené escape nuevo.
En el grupo había una fémina que me había movido el piso en su momento, más por carencias mías que por méritos de ella, pero como sea, me lo movió. Como hacen las hienas pero con diferentes técnicas, separé a la presa de la manada y le dediqué un poco de atención para que se abriera. Lamentablemente, lo que vino no era lo que esperaba, aunque sí lo que temía: una diatriba académica de sus "chongos" y los beneficios del tema, a lo cual yo escuché respetuosa y ceremoniosamente, dí las buenas noches y me fui a dormir. No me molesté siquiera en aclarar que mi desconocimiento de la palabra no implicaba desconocimiento del concepto, ni su conocimiento de la palabra implicaba conocimiento del concepto. O sea, para mí era el mismo perro con diferente collar, mientras que ella no tienen idea de lo que está haciendo con su culo; ni mucho menos lo que otros están haciendo con dicho culo.
Después del impacto inicial y "gracias" a mis experiencias previas, sumado a una buena dosis de terapia, decidí jugar con la presa. Como había otras féminas, las usé para distraer mi atención y sacarle la sensación de que ella era el centro de mi atención. No fue para generar celos, sino para evitar exceso de confianza, a la que tiene cierta tendencia. Y no solamente logré que no sepa que la estaba manipulando asquerosamente, sino que logré que crea que ella me estaba manipulando a mí. Hacía rato que no tenía oportunidad de hacer este tipo de tejes y manejes y la verdad que lo disfruté muchísimo, y me importa un bledo ser tildado de infantil.
No tengo idea de cómo va a seguir la historieta, pero conservar el high ground siempre es un buen resultado. Sin embargo...
¿Tengo razón? Digo, a lo mejor es más sano, más constructivo, y sin dudas más pragmático atender las necesidades físicas y emocionales entre dos personas adultas que consienten lo mismo, mientras uno y otro sigue a la búsqueda de la felicidad. Se cubren de la soledad, por lo menos en un plano superficial, mientras en lo profundo y en forma consciente siguen aspirando a algo más trascendente.
En lo personal, no me sale. Puedo, por calentura, soledad u otros factores, confundirme y hasta engañarme y terminar en la cama con alguien que no es la indicada para mí, pero tan pronto como me doy cuenta ya no puedo seguir. Incluso con el consentimiento de ella, simplemente no puedo usar a alguien para eso, ni dejarla usarme. No puedo y punto. Me sobran los dedos de una mano para contar las personas a las que permito tocarme, abrazarme o acariciarme, y me gusta eso de mí. Cuando toco a alguien lo hago con afecto, y por definición eso es algo cuyo uso se restringe. Es un recurso limitado, por más amor que sintamos por la humanidad y todos los Gandhi, mariposas y premios Nobel de la paz que llevemos en el alma. La esfera íntima es delicada, y soy de la teoría que dar demasiado acceso a ese rincón de nuestra existencia la daña, erosionándola, generando callos y, nos guste o no admitirlo, restándole valor al hacerla tan fácilmente accesible.
Pero puedo estar equivocado, no sería la primera vez, y a lo mejor es simplemente un pedo mío y de nadie más. Pero la espina la tengo, y el miedo a ser usado también. El simple hecho de que me lo haya contado tan abiertamente implica cero arrepentimiento, y el arrepentimiento viene de reconocer un error. Y sin eso no hay cambio posible, con lo cual a mí no me sirve.
Qué lástima, porque está buenísima.

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