miércoles, 19 de julio de 2023

destinos

Raramente sé qué tanto derecho tengo a quejarme. No solamente tengo un techo sobre mi cabeza, tengo tres. Uno de ellos es una basura usada y chica, que me vendieron como si estuviera hecho de unobtainium, fuera nuevo y tuviera 9 m² más de lo que en realidad tiene, así que estoy en juicio con la constructora. El otro es un emprendimiento, no sin problemas constructivos pero más o menos bajo control, y es el que me da de comer. El tercero es el que heredé de mi mamá, en el cual me crié desde los 9 años, me siento muy a gusto y cada día que paso ahí recupero un poco más de mi alma, mi historia y mis ganas de encarar la vida. De a poco va a volver a ser lo que ha sido desde que nos mudamos ahí hace 40 años: mi 0,0 de coordenadas. Es el lugar que más me gustó de todos en los que viví, que son entre 25 y 30 (me mudé mucho, sí). Y encima, me costó $0. Triste lo que tuvo que pasar para que cayera en mis garras, pero así funciona el círculo de la vida y la muerte. Otro aspecto que tengo cubierto en mi vida es la comida: siempre tengo por lo menos 3 quesos diferentes en la heladera. Eso, en Argentina, es ser realmente afortunado, y cada día que pasa desde junio del '46, más.
Un amigo me contaba, muy triste, lo feo que se siente porque tiene la sensación de que está exactamente en el mismo lugar que hace 20 años: arranca el lunes, para para comer, ducharse y dormir, y vuelta al trabajo, y así hasta el sábado a la tarde que hace algo más o menos lindo con la novia, duerme media hora más el domingo y vuelta a empezar. Lo entiendo: el hámster en la rueda, de lo cual logré salirme y no paro de estar agradecido. Si hay algo que no necesito en mi vida es rutina y un opa que me diga qué hacer.
Otro amigo, de y en Melbourne pero que conocí en Múnich, y que en cualquier momento vuelve a irse a Alemania, me contaba que no cree que Australia sea el lugar adecuado para mí. Los australianos son gente poco profunda, que no reflexionan demasiado, y tanto él como yo somos lo opuesto y buscamos una pareja con la que filosofar un poco. Algo que ya venía preocupándome sobre la opción de mudarme allá era el tema de llevar a Perro: Australia tiene un control de fronteras, en particular el de mascotas, con muchísimas limitaciones y trabas. Si lograra entrarlo (big if) sería caro, largo y complicado, y en todo caso involucra una cuarentena de como mínimo 10 días... no fucking way. Y ese dato que me aportó este amigo medio que tiró a Australia al fondo de la lista. O más bien la pateó de la lista, bastante lejos. Cayó al lado del Titan, de hecho. En fin...
Alemania, como dije la vez pasada, no está en mis intenciones. Italia o Luxemburgo serían ideales. Italia, sobre todo. Pero este hiato en mi carrera de ingeniero me jugaría en contra, y los sueldos ahí no son tan altos. Decisions, decisions...
Lo que voy a contar ahora me suena más a estar escribiendo un newsletter (como merda se diga castellano... ahí busqué: se dice boletín) que una entrada en este blog pedorro mío, pero da.
En el edificio donde tengo el departamento por el que le estoy haciendo juicio a la constructora, la administración tiene una inspectora para coordinar el mantenimiento y demás. Es una chica joven, de hecho, muy joven, 29, y desde el principio pegamos onda. Divorciada, con una hija chiquita. Entre la guardería, la madre y el ex, tiene su tiempo propio. Hoy la invité a tomar un café. Me la hizo muy fácil, me la dejó servida, digamos. Necesito su opinión profesional por el problema con el techo en mis cabañas, y se ofreció a asesorarme fuer del trabajo. De ahí a un café había sólo un paso, y ella dio la mitad. Veremos.
Hay otra cosa que me está pasando, y no sé cómo encararla. Sé que depende un poco de mi estado de ánimo, y hoy fue un día difícil, pero tiene que ver con lo que uno deja. Es que estoy sacando cosas de un par de muebles en una pieza de servicio que tenía mi mamá en su departamento y no puedo evitar pensar en lo que quedó de su vida, y lo que puede llegar a quedar de la mía. El tema me acosa. Es miedo a ser insignificante, y a morir. Siempre tuve miedo a cómo moriría, si con dolor, si de cáncer, etc., pero ahora me preocupa lo que dejo y el hecho de que ya no voy a poder disfrutar más la vida. Me resulta súper triste. Ayer tuve un problema con Perro, un comportamiento que tiene en determinadas situaciones donde ladra y no puedo hablar con otra persona, y ya probé de todo y lo único que me queda es el castigo físico, por leve que sea, y me atormenta hacer eso. Me pone muy pero muy mal, y sé por experiencia que funciona. Eso es lo que más me molesta: el hecho de que no tengo que enseñarle el comportamiento que deseo que tenga, sino que tengo que mostrarle lo serio que es el tema, y me molesta soberanamente que no lo entienda hasta que no llego a ese extremos. La cuestión es que me afecta y me hace ver más negativamente todo el resto de mi vida, y me siento frustrado y pesimista. Se me va a pasar, pero el miedo va a persistir, lo sé.
Por lo pronto corté en un 95% con YouTube y parentela. Prefiero hacer otras cosas con mi tiempo. Tengo que retomar la lectura, y a pesar del frío tremendo que está haciendo, las caminatas. No es que no salgo, pero salgo bastante menos y no es bueno. Por eso estoy acá, en un café, escribiendo: si me quedara en casa a merendar sería un desastre. Sobreviviendo.

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