viernes, 5 de enero de 2024

pitufo

Hay una razón por la que México no manda su ejército a "recuperar" Texas, y que va más allá de cuestiones geopolíticas e históricas con EE. UU. No hay que ser Einstein para saber la razón: la capacidad de las fuerzas armadas de cada país. Como ejemplo, México tiene 225.000 efectivos contra 1,4 millones de EE.UU., y un presupuesto casi 58 veces más chico. EE. UU. tiene 5500 tanques de combate, México 0. Sí, cero.
Mi deseo, entonces, sería que los imbéciles que se compran un estúpido bulldog francés eduquen a sus carísimas (y cuando se trata de estos 10 kg de cagada, regalado es carísimo) criaturas para que, por ejemplo, no se le tiren encima y ataquen a mi perro. Y que cuando mi perro se defienda, se jodan, es decir, que asuman su responsabilidad en lugar de decir que todos los demás perros son malos y el suyo una víctima. Y que pidan disculpas. Y que no insulten. Y que pregunten si mi perro está bien. Pero si arrancaron siendo tan imbéciles como para tirar la plata en un bulldog francés, un bicho tan artificial y sobrecriado que no solamente no puede regular correctamente su temperatura, sino que ni siquiera puede hacer la tarea más elemental de cualquier ser vivo, respirar, ya da un perfil de persona que no sabe reconocer sus errores, y menos en vos alta. La estupidez es como la muerte: el muerto no se entera, y el resto lo sufre. Aclaro que no es que me molesten los bulldog francés, porque son perros y porque no tienen la culpa. Pero es una raza criada sin más fin que el de hacer compañía, en una época (mitad del siglo XIX) en que el bienestar animal estaba lejos de ser una prioridad, y salían cosas como estos pobres bichos que sufren de un par de problemas importantes, al punto de que en el norte de Europa ya no se permite su crianza. Este es un ejemplo de lo que tarda la sociedad en darse cuenta de sus errores y corregirlos.
Otro ejemplo. Al contrario de lo que se pregona a los gritos, como si los decibeles compensaran la falta de fundamentos, las mujeres parecen ser una parte de la población que como sociedad se nos fue de las manos. Como los bulldog franceses, los planeros o los azulejos verdes. Cuando yo era chico, y la mayoría de mis desplazamientos eran a upa de mi mamá y apenas estaba aprendiendo a hablar, le preguntaba a cada persona que me presentaban si tenía pito o perlita, que traducido quería decir que si era hombre o mujer, porque mi mamá y mi hermana usaban aros de perlas. Aprendí que la mitad de la población, la que generalmente llevaba aros, eran intocables, princesas, perfectas, inimputables, indefensas y, más allá de para atender una casa, prácticamente inútiles. Con mucho trabajo, tanto de mujeres descontentas y con una cierta visión, como de la sociedad en general, ese paradigma se deconstruyó y hoy esa sociedad se beneficia de un pool de personas para hacer descubrimientos científicos, pilotear aviones y manejar empresas que de otra forma nos perderíamos, independientemente de lo que tengan entre las piernas y más basados en lo que tienen entre las orejas. Además, un hombre puede ahora aspirar a encontrar una mujer que sirva para algo más que de florero para la casa. Porque, razoné, salvo una conexión profunda de almas todo lo demás se puede comprar: la limpieza, las comidas, el sexo, el criar a los chicos, el aconsejar una corbata... y todo sin tener que aguantar familia política. Entonces, y a pesar de lo que se mama en Instagram, si no ofrecés algo de valor, como una conexión, si no mejorás substancialmente la vida de un hombre, ¿qué esperás conseguir? No sos una reina, no valés nada en especial, y sobre todo no valés más que un hombre. Es increíble que haya que decirlo. Y sin embargo...
A pesar de lo que 20 segundos de razonamiento sugerirían, la Ley argentina (23.179, 24.632, 26.485 y 86, etc.) fue contaminada por una camada de desubicadas y resentidas, totalmente inconscientes de lo afortunadas que son, que lograron desquicios como que si un tipo mata a la esposa, la pena es mayor que si ella lo mata a él (artículo 80, inciso 11 del Código Penal). No solamente eso, sino que si un hombre mata a una mujer, en los medios enseguida lo catalogan como femicidio. Es decir, si una pelotuda cruza la calle por cualquier lado menos por donde le corresponde con el celular pegado a la nariz, y un conductor se la lleva puesta, ya es femicidio. Y en lo legal, si una mina le infla las bolas al marido por años, lo amenaza con llevarse a los hijos si respira fuerte, lo vuelve loco, lo acosa, lo sopapea, y el tipo osa defenderse y pedirle en un tono 2 octavas demasiado alto que largue el cuchillo que ella lleva en la mano, perdió. Todo perdió. Divino. Ella puede ir a una comisaría, sin testigos ni mucho menos, decir que él le pegó a ella y listo. En un mundo donde los pocos estudios sobre el tema revelan que en el 53% de los casos es la mujer la que inicia la violencia, mientras que otros muestran que el mayor porcentaje de violencia en las parejas se da en las homosexuales de mujeres, no en parejas de hombres ni en las heterosexuales.
Parece joda, pero es muy serio, y muy en serio. No solamente metieron la figura de la violencia de género, de por sí ya estupidísima (imaginate una persona que odie al sexo opuesto pero solamente le pegue, de pura casualidad, supongo, a una), sino que la hacen una calle de una sola mano. ¿A quién carajos se le ocurrió semejante idiotez? Y mucho más importante, ¿cómo es que eso pasó el Congreso? ¿Qué clase de imbéciles tenemos en el poder Legislativo más alto de la Nación? Aterrador no llega a rasguñar las implicaciones de esto. Las mujeres se victimizan, entre otras muchas estupideces dicen que los hombres no tenemos idea de lo que es, mientras que no entienden que en realidad el 95% de los hombres vivimos exactamente en la misma situación de miedo ante los pocos violentos, que es a los que hay que perseguir en lugar de a todos. Hay exactamente 2 grupos de personas que se perjudican con lo que están haciendo: ese 95% de los hombres que no tienen ninguna culpa, y las mujeres golpeadas, a las que la sociedad las está catalogando como hinchapelotas porque no puede distinguir los gritos de desesperación y pedidos de ayuda por sobre la oleada de gritos de las locas. Y yo ahora tengo que salir a explicarles a mis sobrinos adolescentes que ellos valen menos que otros seres humanos, por ser hombres. Y que son violadores. Y que se tienen que dejar pegar. Y que la presunción de inocencia con ellos no aplica. Una locura total.
Por suerte, en este mundo hay pastores australianos para elegir en lugar bulldog francés. Pero en Argentina, si uno quiere conseguir una mujer que piense, que aporte, que aprecie, que no tenga miedo a mejorarnos mutuamente, que sea easy on the eyes y en lo posible que no se regale (sí, también pido que tenga ciertos códigos morales), uno está condenado a estar solo.
Shit.
Y hay una cosa más que pido. Resulta que por muchas razones, o excusas, arranqué tarde. Tan tarde que arranqué en Europa. Nunca tuve una novia en todo su significado en Argentina. Una novia argentina. Y no es que ahora la quiera para tachar un ítem de mi lista, sacarme un gusto, curiosidad o algo así. Es otra cosa, y como no sé muy bien cómo explicarlo, voy a intentarlo con una metáfora: quiero una mujer a mi lado que llame "pitufo" a los pitufos. No "smurf", ni "schtroumpf", ni (por más que sea italiano y, por lo tanto, el premio consuelo número 1) "puffo". Hay cosas culturales en Argentina muy lindas, o muy mías, que es bellísimo tenerlas en común. Tanto esas como las diferencias son motivos de charlas entretenidas, pero las que uno tiene en común dan calidez y pertenencia. Y eso es irreemplazable.

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