miércoles, 24 de enero de 2024

algo, en algún momento

Tengo auto, tengo cochera; a 130 m, pero tengo cochera. A veces, cuando salgo con el auto y vuelvo a casa, no estoy seguro de si voy a salir de nuevo y dependiendo de mi estado de ánimo, por ahí lo dejo afuera. Pero como no es seguido que hago eso, a veces me olvido de guardarlo y pasa la noche afuera, expuesto a los ladrones y los vándalos, como el caballero que me punzó la cubierta delantera derecha. Cubierta nueva. 40 días. Cara. Al margen del fastidio, el inconveniente, la bronca, la tristeza de que haya de esa gente, el tiempo y el dinero invertidos en solucionar el tema, no es fácil resistirse a la tentación de pensar en un karma o alguna idiotez así, en vista de lo que hice hace apenas unos días. Pero ojalá fuera eso. Creo que el mundo, sabiendo los humanos que un big brother nos vigila, sería un mejor lugar. Pero no creo en esas cosas, como no creo en ninguna religión ni en el horóscopo ni nada de eso. Los religiosos tienen un dicho: "There are no atheists in foxholes". O cuando llegamos al máximo con la dosis de morfina. Como sea, por ahora no llegué a ese punto. Además, lo que hice yo fue, si se quiere, injusto, pero no por bestia sino al revés: porque me quedé corto. La mierda de tipo que dejó el auto ahí bloqueando la vereda no tiene lugar en nuestra sociedad. Tendríamos que usarlo para desarrollar curas contra el cáncer o cosas así. Como a tantos otros. Demasiados. Lo que me hicieron, además de destructivo, fue sin motivo. El auto estaba perfectamente estacionado: sin molestar a nadie, sector público, sin estacionamiento medido, sin salida de cochera... nada. Es probable que lo haya hecho el "cuidacoches" (que se sobreentiende que no hace honor al apelativo) por rencor, porque no le di ni la hora cuando estacioné, como siempre que hay un quiste de esos. Unas muy pocas veces saludo, pero son las menos. Y este episodio no cambia nada. Es más, probablemente vuelva a la costumbre de sacarles foto si vienen a romperme las pelotas cuando dejo el auto. Para acordarme cuál era y que sepan que lo tengo registrado.
Pero el hecho es que vivir en Argentina implica un gasto anímico y económico que no se refleja en nada. Uno paga los impuestos de países como Dinamarca o Singapur, y no hay contraprestación alguna. La esperanza de vida en 1950 era de 68 años. O sea que si algún pobre idiota nació en esa fecha, se hizo peronista, obviamente, y murió en 2018, jamás vio a Argentina mejorar gracias a las ideas nefastas que implantó el teniente general en la minúscula mente de tanta gente, condenándolos a la miseria a ellos pero arrastrando al resto de nosotros, los infieles.
Sábado a la mañana se me rompió el lavarropas. Llamé al técnico, vino enseguida, se llevó el pifucio roto (la cerradura de la puerta) y me dijo que el lunes me llamaban para decirme cuánto costaba. No llamó nadie. Llamé el martes, y después de varias veces me dijeron alguna excusa y que iban a hacer algo en un momento específico. Ajá. Cuando corté, o incluso antes, ya no me acordaba lo que me dijo que iba a hacer, ni cuándo. Dos días más tarde, después de que incumplió lo que dijo, volví a llamarlo y se repitió. Otra vez el lunes. Al final el martes vinieron con el pifucio nuevo y ahora tengo lavarropas otra vez. Aleluya.
Pero el hecho es que mi cerebro ya no presta atención cuando un argentino dice que va a hacer algo, ni cuándo, ni nada que implique que yo dependa de eso. Es tirar neuronas y tiempo, y no me sobran ninguna de las dos cosas.

No hay comentarios.: