martes, 18 de octubre de 2022

monoaminooxidasa A (MAO A)

Todo empezó porque necesitaba cortar por un día o dos la letanía que escucho a la mañana mientras me hago el desayuno, de los noticiosos de radio argentinos y sus informes de lo que están haciendo los degenerados que tenemos en el gobierno. Empecé a buscar alguna emisora por internet que tuviera algo más atemporal; científico, por ejemplo, y así encontré un español contando sus hallazgos en el tema de neurotransmisores y esas cosas. Todo empezó, contaba el hombre, cuando la revista Science, en su edición 5582 del 2 de agosto de 2002, publicó un artículo sobre un estudio hecho en Nueva Zelanda, donde se intentaba correlacionar una cuestión genética con un comportamiento agresivo.
La alteración genética en cuestión implica una deficiencia en la producción de monoaminooxidasa A (MAO A). Esta enzima regula la degradación por oxidación de aminas como la serotonina (involucrada en modular cosas como la ansiedad, el ánimo, el sueño, el apetito y la sexualidad), norepinefrina (influye el sueño y el estado de alerta, y se cree que también con la respuesta pelea-o-huída bajo estrés) y dopamina (involucrada en comportamientos como la motivación, el premio, el refuerzo y las adicciones). Excesos de estas aminas, provocados por deficiencia de la MAO A, pueden provocar agresividad, impulsividad o ansiedad. Inversamente, si hay mucha producción de MAO A se produce un consumo excesivo de las aminas nombradas, causando depresión, tendencias suicidas y otras ternuras. En este último caso, los inhibidores de la monoaminooxidasa son eficaces entonces para tratar la depresión.
La alteración genética que lleva a una deficiencia de MAO A se produce sobre el cromosoma X, y como las mujeres tienen dos de estos cromosomas, cuando uno de ellos está alterado, la copia sana es la que se encarga de un correcto funcionamiento del mecanismo MAO A. Que ambas copias del cromosoma presenten esa alteración es extremadamente improbable. Por eso es que los hombres, que solamente tienen un cromosoma X (el otro es Y), tienen muchas más probabilidades de verse afectados por esta cuestión. También es interesante remarcar que la deficiencia (o el exceso) de MAO A no alterna entre dos valores sino que fluctúa en un espectro. No hay personas agresivas o no agresivas, sino que los hay no agresivos, un poquito agresivos, un poco más, muy, recontra y súper agresivos, y cualquier valor entre medio.
Todo esto es fascinante desde un punto de vista fisiológico o bioquímico, pero acá viene lo que para mí es lo más relevante. Como señalaron los investigadores neozelandeses, se observó que el tema de la agresividad no siempre se presenta en función de la alteración genética y la correspondiente deficiencia de MAO A, sino que, si bien hay correlación, faltaba algo más. El factor clave, descubrieron, era la combinación de este defecto genético con la presencia de violencia y maltrato durante la temprana infancia. Observaron que personas con historia de abuso físico, sexual y/o mental en la niñez, sumado a la deficiencia de la monoaminooxidasa, desarrollaban comportamientos violentos. En los grupos con similares historias de abuso pero sin el defecto genético, el desarrollo de estos comportamiento era mucho menor y menos frecuente. Se observó que en caso de ausencia de los tipos de abuso mencionados, los sujetos con bajos niveles de MAO A tenían las mismas probabilidades de desarrollar agresividad que los sujetos con niveles normales. Pero en caso de historia de abuso, las probabilidades de desarrollar comportamientos agresivos aumentan enormemente, en un factor de casi 6. Sobre un grupo de más de 1000 sujetos observados se detectó un 12% de sujetos con deficiencias de MAO A, a los que se les documentó el 44% de los casos de agresión.
El mecanismo por el que un déficit en la producción de la MAO A genera agresión no solamente no está confirmado, sino que no está tampoco claro cómo se relacionan esas dos cosas. Una teoría es que la norepinefrina, el neurotransmisor sináptico implicado en la respuesta simpática y la ira, no tiene cota y desborda la capacidad de autocontrolarse a la hora de responder a una situación estresante. En términos científicos: una cagada.
Por otro lado, una psicóloga me explicaba hace poco que las tensiones suelen acumularse en las entrañas, lo que podría explicar bastante fácilmente el desastre que estoy sufriendo con mi hígado o lo que parece ser el hígado y que en realidad se produce en mi cabeza. LRPMQLP.

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