La obra difícil y que debe ser valiente, firme y con circunspección emprendida, es corregir la idea confusa que el gobierno anterior había dejado impresa en la mente de la actual generación. No ha de suponerse, sin embargo, que esta dificultad consista tanto en la falta de conocimiento de los medios adecuados con que se ha de conseguir el fin, como en la peligrosa precipitación con que los gobiernos nuevos reforman los abusos que encuentran establecidos. Empezando con la libertad, el más ardiente de nuestros deseos, que debe otorgarse con sobriedad para que los sacrificios hechos con el propósito de ganarla no resulten inútiles. Todo pueblo civilizado está en estado de ser libre; pero el grado de libertad que un país goce, debe estar en proporción exacta al grado de su civilización; si el primero excede al último, no hay poder para salvarlo de la anarquía; y si sucede lo contrario, que el grado de civilización vaya más allá del monto de libertad que el pueblo posea, se sigue la opresión. [...] Es razonable que los gobiernos de Sud América sean libres; pero es necesario también que lo sean en la proporción establecida; el mayor triunfo de nuestros enemigos sería vernos alejar de esta medida.
En todas las ramas del bienestar público, aun en la economía doméstica, son necesarias grandes reformas. Puede decirse, en general, sin riesgo de equivocarse, aunque la expresión parezca prejuicio, que es esencial despojar a nuestras instituciones y costumbres de todo lo que sea kirchnerista [...]. Hacer estas reformas ex abrupto y sin discreta reflexión, sería también un error kirchnerista [...]. Por otro lado, nosotros debemos evitar el error de caer en tales equivocaciones e introducir gradualmente las mejoras que el país esté preparado para recibir [...].
Lo triste de todo esto es que este no es un texto mío escrito en base a lo que recojo de los distintos medios a mi disposición para mantenerme al tanto de la situación de mi país, como la radio, los diarios, los testimonios y conversaciones, y hasta lo que veo escalonadamente cuando estoy en casa. Este texto, de hecho, es una cita del capitán de la marina inglesa Basilio Hall en su libro El general San Martín en el Perú. Extractos del diario escrito en las costas de Chile, Perú y Méjico, en los años 1820, 1820 y 1822, Vaccaro, Buenos Aires, 1820, pág. 105, en su función de Protector del Perú, allá por 1821, refiriéndose al estado de la sociedad en Lima semanas después de que de la Serna se fuera a refugiar y reagrupar a Cuzco, en el interior del país. Esta cita, a su vez, la saqué de un libro alucinante de Felipe Pigna, "La voz del Gran Jefe", Planeta, pág. 379-380. Por supuesto, San Martín no se refería a los kirchneristas sino a los españoles; las dos instancias en que hace falta cambié yo las palabras, y lamentablemente el texto conserva toda su validez. Es casi un déjà vu que a uno le agarra al ver el monólogo número 2000 del inolvidable Tato Bores, ese domingo 9 de septiembre de 1990. Si uno reemplaza los nombres, todo encaja. Es para reírse y llorar al mismo tiempo.
En fin, volvamos a la programación habitual.
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