jueves, 17 de octubre de 2019

un poder

Como tantas cosas, después de casi 12 años y más de 300 entradas en este blog seguro que ya mencioné esto, pero no me puedo aguantar darle otra vuelta de rosca o mirarlo desde un ángulo diferente. En cualquier caso, al ser una etapa (muy) distinta de mi vida, seguro que no voy a repetir contenido.
El tema es elegir un superpoder, tipo superhéroe o extraterrestre recontra avanzado. No valen cosas que ya sean posibles como ser rico, o tener un avión propio o matar a alguien sin consecuencias, sino cosas imposibles: fuerza sobre-humana, visión de rayos X, supervelocidad, cosas así. Uno puede divagar un rato, hacer una lista, comparar ventajas, etc., pero cualquiera que pueda masticar chicle y caminar al mismo tiempo se da cuenta de que el asunto se reduce a dos posibilidades: hacerse invisible o poder volar. Y yo hace años que llegué a esta bifurcación pero todavía no pude decantarme por uno u otro, como no pude jamás contestar la pregunta de un amigo: tetas o culo. Las dos opciones me gustan, las dos son muy aprovechables.
Generalmente tiendo a la invisibilidad, y la explicación es simple: el poder de volar tiene dos ventajas fundamentales, que son disfrutar del vuelo en sí y llegar a lugares (puntas de edificios, puentes y esas cosas, como hace el Hombre Araña o el John de Alex Pettyfer en I Am Number Four). Lo de volar lo reemplazo hasta cierto punto andando en moto, y lo de llegar a lugares lo reemplazo con Lufthansa y compañía, por más patética y cara que sea esa opción comparada con tener el poder en sí. En cambio, si pudiera volverme invisible a voluntad podría lograr acceso a lugares donde de otra forma no entraría, incluidos aviones que van a donde yo quiero.
Últimamente me di cuenta de algo: si pudiera hacerme invisible no seguiría a una chica que me atrae hasta la ducha o esos lugares con los que típicamente se fantasearía. Más bien me gustaría mirarla cuando escucha música, o cuando lee un libro, o cuando llora. Cuando escribe una carta (no un e-mail o un mensaje en el teléfono) o cuando recibe una; cómo la abre, se toma su tiempo para desplegarla y se acomoda para leerla, cómo la recorre con los ojos, la relee, cómo respira o suspira. La observaría cuando escucha música y se pone a cocinar. La escucharía cuando habla sola, prestando atención a las inflexiones de la voz y el ritmo y no tanto a las palabras... como si hablara en algún idioma desconocido.
Hace unos días escuché que las cosas se hacen para llenar vacíos, y mientras más inútiles (coleccionar estampillas) y dolorosas (correr maratones), más grande el vacío. Sé que es un poco enfermizo andar elucubrando si uno preferiría poder hacerse invisible o volar, como es masoquista hacer una lista de cosas que uno haría si se ganara la lotería. Pero creo que todos alguna vez lo hicimos y, aunque no lo haga menos patético, sí lo hace más aceptable. Creo.
Mi vacío hoy es muy grande, más de lo que esperaba. Mi país es un chiste malo, un Estado con sus instituciones degradadas a tal punto que a los efectos formales compite con Sierra Leona. Estoy sin pareja, lo cual duele más de lo que puedo y quiero soportar saludablemente a largo plazo. La práctica de mis aficiones (fotografía, motociclismo) se ve coartada por cuestiones de falencias en la infraestructura vial y la educación sobre su uso, el atractivo geográfico y la seguridad. Tres de estas cuatro cosas son muy fáciles de solucionar, pero hace falta la iniciativa de arriba. En algún punto, algunos días, simplemente no tengo ganas de ir contra la corriente. Uno termina poniéndose esas anteojeras a lo caballo de lechero, se ocupa de sus cosas, contemporiza con lo que lo rodea y navega entre la desidia (otra vez la palabrita) para que lo afecte lo menos posible y poder seguir con su vida. Eso es rendirse, resignándose y abandonando la construcción de un futuro más digno y valioso; cambiando el vivir por el durar y transcurrir. Mi problema fundamental es que ya vi ese futuro y sé de sus ventajas y de los sacrificios que implica, y la relación costo/beneficio es ridículamente buena como para ignorarla. El tema es: ¿cómo convencer al resto? La invisibilidad no ayuda, y volar, menos.

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