lunes, 6 de diciembre de 2021

de las dificultades de encontrar novia en un país donde se cultiva la estupidez

"Negativo", dirían algunos. "Realista, resignado, asumido" sería más descriptivo, creo. Vengo de una cultura donde se cultivan los sentimientos (genial, pulgar para arriba) a costa de la razón (pulgar para abajo). Entiendo que son difíciles de combinar, pero no es imposible. Uno puede ser empático, sentimental, romántico, y no por eso volverse un imbécil fanatizado que se desentiende de la realidad y busca validación en personas que no son capaces de pensar diferente, cayendo asquerosamente en el sesgo de confirmación. Eso es inmadurez, incapacidad de asumir la responsabilidad por los propios actos, vagancia mental, y es cuestión de dejarse estar un poco para pasar a ser deshonestidad intelectual condimentada con chantaje emocional. Lo que el DSM-5 llama "una mierda".
Quisiera pensar que hay algunas mujeres, muchas, incluso, que las veo sentadas en la ventana de un café, detrás del mostrador de un negocio, caminando con su perro por la costa, atendiendo a un paciente en la guardia de un hospital o enseñando biología en la universidad, que tienen algo más que pochoclo entre las orejas. Que pueden articular su punto de vista, que no recurren a la victimización a la primera oportunidad para justificar sus deficiencias, que son lindas en la superficie y debajo, que tienen modales y, sobre todo (y esto es por lejos lo más difícil y exótico) autoestima, que no toleran que no se las trate como seres humanos.
Ayer meditaba sobre lo que nos lleva a ser como somos. Todos tenemos una historia, genética y ambiental (nature and nurture) que determina, creo, en lo que nos convertimos. Por mi amor a la matemática, tiendo a representar en mi mente la parte genética como una especie de asíntota, algo así como el límite de nuestro potencial, los 9 segundos en los que un ser humano puede recorrer los 100 m llanos. Algunos, sin importar cuánto entrenemos, nunca lo vamos a poder hacer en menos de 10 o 15 o 20 segundos. La mayoría de nosotros no va a jugar bien al ajedrez, no vamos a tener la capacidad de ver más allá de un par de jugadas. Ni podemos orientarnos en una ciudad, o recordar una cara, o lo que desayunamos esta misma mañana. Nuestro hardware simplemente no nos permite volar batiendo los brazos. Un Michael Phelps apenas puede nadar a una velocidad que a una sardina le daría calambres en el estómago de la risa. Podemos, con práctica, alcanzar nuestro límite, explotar todo nuestro potencial. El problema es que raramente tenemos siquiera la posibilidad de explorar ese potencial. Una persona que nazca en Bolivia probablemente no llegue a ser astronauta, no importa lo ideal que sea para el puesto.
La victimización consiste esencialmente en echarle la culpa a algo o a alguien (los padres, el patriarcado, las corporaciones, el racismo, el viento, la marea...) de que uno no alcanza, ni siquiera explora, su potencial; lo principal es desacoplarse de la responsabilidad y es fundamental para eso encontrar una alternativa. Uno podría atribuir la mentalidad de princesa de la mujer argentina típica al medio, a la cultura en la que creció, y así pasar la página y seguir con otra cosa. Pero con un poco más de profundidad en el análisis se puede también ver que muchas eligen ser así, que adoptan esa actitud, y hay que reconocerles cierto mérito propio por preferir comportarse como idiotas que son. Esta elección podría asociarse con algo de personalidad e inteligencia, pero en realidad es el resultado de que su naturaleza resuena con el estímulo. Son, en definitiva, las primeras a descartar como posibles parejas en su definición original de par, igual. Las que eligieron ser así son las más idiotas, las que tuvieron las posibilidad de ser algo más y se quedaron con esa otra, la de princesa, que les resulta más cómoda. Las otras por lo menos tienen la legítima excusa de falta de opciones.
Me borré de Tinder, Happn, Bumble, y no sé si tenía alguna otra. Salvo Tinder, el resto no tiene difusión en Argentina, y todas son una plaga menospreciada, por lo menos comparado con lo que se acostumbra en Alemania. En un lugar donde las relaciones humanas son tan exóticas como el cumplimiento de las normas en Argentina, la gente aprovecha la mano que les da una plataforma donde llenan un formulario y de alguna manera se lanzan a intentar conocer posibles parejas. Se lo toman, como todo, en serio. Ponen información de sí mismos, leen lo que el otro escribe, se juntan a tomar algo y ven a partir de ahí. Acá no escriben nada, ponen una foto del culo, trompita, un paisaje, y no aclaran detalles como que tienen 3 hijos. Algo falla, indefectiblemente.
Las de la calle, las fiestas, las amigas de amigas, sacan cada tanto la nariz del celular, miran con asco a los hombres porque, mientras ellas se ponen ropa que no deja ninguna duda de dónde tienen piercing, les molesta que las miren: somos todos unos cerdos. Más de una te espeta, a modo de "mujer independiente", que se cansó del sexo casual y ahora (que ya le entra un LP) quiere sentar cabeza. O que además de votar, ganar lo mismo y fastidiar con cuanta idiotez se le ocurre que uno está haciendo pésimo, tenés que pagar la cuenta de lo que sea que hagan juntos y abrirle la puerta.
Váyanse todas a cagar.

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