viernes, 2 de diciembre de 2022

de autoestima

Siento necesidad de retomar y explayar un tema que toqué en el último párrafo de la entrada anterior, un ovillo muy grande del que quiero tirar de la punta: "Una criatura que apenas cumplió los 4 años cuando su vida explota, crece pensando... que uno es defectuoso e inmerecedor de amor". Supongo que la motivación viene de querer solucionar el asunto o aunque sea mejorar, y se dice que conocer el porqué de algo apunta hacia dónde hay que ir. A su vez, el tema viene de que es cada vez más evidente que mi incapacidad de encontrar pareja se debe a mi bajísima autoestima, que siempre me hace sospechar que cualquier mujer que salga conmigo es porque le conmutaron la pena por algún vandalismo o delito menor, y le dieron a elegir entre limpiar los baños de una estación de tren o salir conmigo por un par de meses. Con esa mentalidad, en mi cabeza tengo el rechazo asegurado y para qué entonces siquiera invitarla a salir si me va a decir que no. O debería.
El otro día alguien tocó tangencialmente algo que me había mencionado más en profundidad mi terapeuta, respecto a que cuando una madre se divorcia y tiene un hijo varón, proyecta en él sus pedos (bien o mal, buenos o malos). El resultado es un chico que siente una profunda necesidad de diferenciarse de su padre como hombre ante su madre y, más adelante, ante las mujeres en general. Yo no soy peligroso, no soy un jugador, no soy un acechador. En inglés dicen que marca la diferencia entre a good man y a nice man. A good man simplemente es bueno, sin vidriera o publicidad, mientras que el otro necesita que lo validen y pone mucho esfuerzo en diferenciarse, haciendo cosas por las mujeres para que lo aprecien, al punto de que sus propias necesidades quedan siempre supeditadas a las de su pareja. Y todo producto de querer ver a su madre feliz, cosa que no va a lograr porque a) no es culpa de él y por eso no depende de él, y b) las mujeres son estúpidas a la hora de digerir un divorcio, que de por sí es difícil de procesar.
El otro factor que me hizo crecer con una autoestima en dosis homeopáticas fue mi abuela materna, que se ocupó de despreciarme minuciosamente. No hay mucho más para agregar, ya lo hablé otras veces y no es mucha ciencia: si tenés 4... 5... 6 años de edad y nadie te dice que tenés algo de bueno, y sí tenés a alguien que se ensaña con explicarte en detalle y seguido por qué sos una mierda inaceptable, el resultado no es muy mistificante. Esto es tremendamente influyente, al punto que cuando pienso en esto siento una presión en el pecho difícil de ignorar. Me influye de una forma muy, muy patente, para nada sutil, algo que uno no se da cuenta y pasa en el trasfondo. No, no... es bien evidente. Y duele. Duele lo que me hizo, duele el efecto que tiene, duele el verme al espejo y, dependiendo el día, sentirme asqueado o apenado o avergonzado. Rara vez me complace lo que veo. ¿Cómo esperar que una fémina sí lo haga? Ridículo.
Se le sumó lo que hoy de puro chetos se denomina bullying (el viejo y querido acoso, para los que todavía hablamos castellano), que me dispensaron mis compañeros en la escuela elitista a la que iba; en su defensa, la verdad es que nunca encajé fácilmente (ni difícilmente) en ningún lado.
Y respecto a encarar un mujer, surge la pregunta: ¿soy tímido, como siempre pensé, o es que no me tengo fe? Porque para ser honesto, salvo algún episodio aislado, cuando me gustó una chica y logré encontrar la veta por dónde "atacar", mal no me fue. Es cierto que hoy en día, y me refiero a hoy literalmente, fines de noviembre de 2022, estoy en un ambiente, Mar del Plata, Argentina, donde la mayoría de las mujeres tienen caca en la cabeza, mezcla de princesas con pura y simple ignorancia y mucha estrechez de mente. Para hacerla más difícil, no cuento con un pool (iba a poner suministro, pero yo también soy cheto) donde conocer candidatas nuevas y poder elegir: mi trabajo funciona casi como una orquesta unipersonal y así también lo prefiero, además de que mis clientes son casi inherentemente de otras ciudades, así que por ahí no va a surgir nada. Tampoco voy a la universidad así que no tengo compañeras de clase, y en el curso de italiano que tomá hace un año, la más joven tenía 20 años más que yo. Cuando salgo con perro puede surgir algo, como ya pasó, aunque haya salido mal. En este punto me surgen las excusas, que no son tal: la edad, la situación socioeconómica (que influye mucho lo cultural y la probabilidad de gustos comunes), la formación, etc., pero en definitiva vuelvo al comienzo: el mercado es una bosta y yo tengo muy poca iniciativa, por el tema de la autoestima.
¿Cómo carajos salgo de esta situación? Es más, en realidad ni siquiera quiero salir de esta situación, sino simplemente encontrar y conquistar el amor de mi vida: linda, inteligente, buena. Esencialmente quiero tanto conversación como sexo de calidad, en proporciones variables en función del día. Hace rato que tomé la frase "lo que no te mata te hace más fuerte" y le agregué mi editorial: no me interesa ser más fuerte, me interesa ser más feliz. También hay otra frase, algo así como que uno, antes de esperar encontrar a la persona adecuada para ser feliz, tiene primero que aprender a ser feliz solo. Y mi editorial: andá a cagar. Eso es una soberana imbecilidad, sobre todo desde que conviví con dos novias y realmente la vida es mejor de a dos, punto. El compartir la intimidad, en cualquiera de sus facetas, es una maravilla. Si la vida es un viaja hacia la felicidad, o por lo menos a ratitos de felicidad, hacer ese viaje solos o de a dos es la misma diferencia que ir de Mar del Plata a París en canoa o en 747. No jodamos. Eso de andar engrupiéndose con frases baratas, por más que la prosa suene divina, no me parece muy inteligente. Prefiero decepcionarme un poco con la verdad y así poder corregir el rumbo, que vivir en una nube de pedos.
La autoestima... ¿Cómo hago?
Rizando el rizo, voy a describir mi realidad en este momento: tengo parientes, pero no familia. Tengo casa, pero no hogar. Tengo dinero y soy pobre. Y en lo profundo pienso que no me merezco más.

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