miércoles, 7 de abril de 2010

(sin título)

Estuve de viaje por lugares chetos y quiero escribir sobre el asunto, pero ahora estoy en el trabajo y tengo uno de esos momentos donde me siento en el ojo de un huracán, donde mis despioles en la cabeza parece que se anularan mutuamente y puedo disfrutar de un instante de paz, donde no me preocupo no por el pasado ni por el futuro, que no existen, y me concentro en el presente. Y en ese presente el sol entra por la ventana de la oficina, por entre las hojas de la cortina, y da sombras muy agradables sobre los escritorios vacíos, las sillas, las computadoras, mi taza para el café (que la lavo conscientemente todos los días, no como algunos que gracias si la lavan una vez al mes).
La realidad llama, y tengo que ir al supermercado a comprar un par de cosas. Mañana espero poder escribir sobre el viaje.

3 comentarios:

pal dijo...

pero cómo? lo de la taza también se me nota? Uf!

pal dijo...

(Linda la sensación. La luz ayuda a todo en esta vida. En especial la luz de las mañanas... además acá es especialmente luminosa y temprana...)

Martín dijo...

Pal, ¿cómo? ¿vos tampoco lavás la taza?