sábado, 18 de diciembre de 2010

23 horas en Buenos Aires

Llegué ayer al mediodía, después de haber salido casi 2 horas tarde de Múnich (Nieve 1 – Luthansa 0) y casi otro tanto de San Pablo (la pxxx que los Parió 1 – TAM 0). Cuando aterrizamos en Ezeiza, los chistosos de control dirigieron el avión (un Boeing 777 con cerca de 400 personas) a estacionar a 200 km de la terminal, más cerca de Chivilcoy que de Buenos Aires. Nou problem. Casi a las 2 horas de aterrizar enseguida nos asignaron un micro que vio su última mano de pintura en la Guerra de la Triple Alianza. El tipo venía, juntaba 50 pasajeros y, con una habilidad impresionante para esquivar completamente la senda marcada para vehículos, manejaba hasta la terminal, se vaciaba y volvía para buscar la siguiente tanda. Yo tuve suerte y bajé relativamente rápido así que en la tercera tanda ya me tocó. Pero no tan rápido, porque cuando llegamos al mostrador nos dimos cuenta de que TAM no nos proveyó del formulario de inmigración, y en el mostrador donde normalmente hay unos pocos para rellenar, no había ninguno. Ni lapiceras. Al final un empleado escuchó lo que pasaba y salvó el día.
Sin más novedad conseguí un taxi que me llevara al hotel que reservé hace 3 semanas, donde fui recibido con un “ehhh... resulta que sobrereservamos así que le conseguimos otro hotel”. A ver, revisemos: reservé este hotel (Le Vitral Baires, Ayacucho 277, Capital) porque quería quedarme en otro hotel. Mmm. Tiene sentido. Como también tiene sentido que en 3 semanas no hayan tenido tiempo de contactarme por teléfono personal o celular, correo electrónico o tradicional. Sí tuvieron tiempo de confirmar mi reserva y tomar los datos de mi tarjeta de crédito.
El hotel al que me mandaron (Best Western, Junín 351, Capital) no tenía ni las comodidades, ni el lujo, ni la atmósfera, ni el desayuno (malo, malo y, esteee... malo). Pero sí tenía el precio. Muchas gracias.
En fin, me duché y me fui a pasear y de paso a conseguir el pasaje en micro para ir a casa al día siguiente. Enfilé para el centro y en algún momento aterricé en Lavalle y Cerrito, donde había un cochecito de bebé con un nene que tendría un año como mucho, y otro más grande parado enfrente de él y jugando con un globito a tocarle la cara. El nene en el cochecito sonreía. Ninguno de los dos tenía zapatos, ni un baño en los último 3 días, por lo menos. Y me pregunté si iba a ir a la escuela, o si iba a dormir abajo de un árbol en Plaza Lavalle. Seguí caminando, y cuando estaba entrando en la estación iba un señor con una nena en brazos, de unos 2 años, caminando delante de mí. Eran de tez obscura y definitivamente no les sobraban los recursos, pero tampoco pasaban hambre. Se veía que no la alimentaban muy generosamente, pero no estaba flaquita ni sucia. Iba mirando para atrás. Tenía el ceño fruncido y miraba a su alrededor y se le notaba miedo. No era capricho ni buscar atención; de veraz escudriñaba el entorno y se sentía amenazada por los ruidos y la gente, pero a la vez protegida de estar en brazos del padre. Tenía una mirada muy linda y dulce, y era chiquitita para la edad que tenía.
Seguí caminando y, en mi camino por encontrar la boletería que necesitaba (generalmente la que está más lejos de la entrada, casi llegando a San Isidro) fui interceptado unas cinco veces por diferentes grados de pedidos de plata con diferentes excusas/razones. Quién sabe.
Cuando volvía al hotel pasé por El Ateneo, en Santa Fé y Callao, para por fin visitar la librería que aparece en todos los documentales sobre Argentina que veo en Alemania. Los documentales son una raza aparte en la fauna que es la televisión. Muestran una parte de la realidad, pero como son “documentales” uno se queda con una imagen que no se ajusta realmente a lo que sucede en un lugar. Pero en esto los alemanes son muy objetivos y sobretodo bien documentados, valga la redundancia. Si dicen algo, es porque hay fuente. Si no, ni lo mencionan. Si bien no resuelve la limitación primordial (la de no poder abarcar todo), por lo menos no dicen gansadas. Y por eso, en mi opinión, son una maravilla haciendo documentales.
Al final volví al hotel a las 10 de la noche y me fui a dormir. Para el desayuno opté, lamentablemente, por el que estaba cruelmente incluido en el precio de la habitación. Ojalá hubiera tomado agua del desagüe y comido sobras de la basura, en lugar de ese potaje disfrazado de café con leche y esas buñuelos de murciélago queriendo hacerse pasar por medialunas. Me fui a caminar y lo primero que hice fue comprarme una gaseosa para sacarme el gusto de la boca. Aunque me hubiera conformado con chupar la bolita de un ratón en un cibercafé. Seguro hubiera tenido mejor gusto que esas medialunas.
Me pasé un buen rato en el centro tratando de cambiar 50€. Aparentemente los bancos sólo cambian a clientes, las cajas de cambio no sé porque no encontré ninguna, y los arbolitos me querían dar 25 centavos menos por euro que lo que decían las pizarras, con una imaginativa diversidad de excusas. Como el colectivo a Mar del Plata salía a las 12 del mediodía, a eso de las 10 me tomé un taxi al hotel que me costó 20 de los últimos 50$ que me quedaban, de los 300$ que saqué de la máquina expendedora en Ezeiza y que me cobró 16$ de comisión. Llegué al hotel 10:45 y le dije a la chica de la recepción (“Florencia, front desk” decía la chapita en su teta izquierda) que me hiciera la factura y me llamara un taxi, que en dos minutos bajaba con las valijas. Dicho y hecho, las pelotas. Terminé subiéndome al taxi a las 11 y cuarto. Excusas, falta de profesionalidad, de integridad, de iniciativa y, sobretodo, mucho más interés en el feisbuc que en atender a un cliente.
Finalmente, llegué a Retiro a las 11 y 40, porque el conductor del taxi resultó ser uno de esos delirantes que usaba el giro para indicar cuando quería cambiar de carril o doblar en la esquina. Que dejaba pasar a los peatones que cruzaban. Y que respetaba los límites de velocidad. Walter, que así se llamaba este formoseño de 34 años y que estuvo 15 años en el ejército, cuando llegamos a la terminal de colectivos de Retiro me dio la mano, me deseó felices fiestas, y cuando vio que no tenía más pesos (el viaje me costó esos últimos $30 que tenía) sacó $2 de su bolsillo y se los dio al chico que me estaba ayudando con las valijas. Quise darle €2 en agradecimiento por el gesto, y se negó rotundamente y me deseó que lo pase lindo y me dio la mano. Este hombre me recordó porqué amo tan profundamente a mí país y porqué siento un dolor físico cuando veo cómo andan las cosas por falta de saber encarrilar el esfuerzo. “Argentina” y “hambre” son dos palabras tan antónimas como “honestidad” y “corrupción”. No deberían estar en el mismo libro, mucho menos en la misma oración. Y gente como Walter agregan cada día ese pequeño granito de arena que hace que este bote que está haciendo agua no se hunda definitivamente. Adoro a Argentina, adoro a los argentinos, aunque algunos me pongan los pelos de punta, somos buena yerba, y por más que algunos se empeñen en tirar para abajo y no mirar más allá de la punta de su nariz, quiero creer que somos más y vamos a mejorar.
Al que crea que irse es la solución, que recuerde que el hogar es donde a uno lo extrañan. El resto es comodidad. Que no tiene nada de malo, pero no hace feliz.
Cuando llegué a Mar del Plata estaban mi mamá y mi tío esperándome y me abrazaron y me besaron. Todo valió la pena.

6 comentarios:

Linda dijo...

Hogar dulce hogar....
Bienvenido a tu tierra Martin..y me quedo con lo de "el hogar es donde a uno lo extranian"
:)

Ashiku dijo...

Qué lindo post te quedó, Martín. Y sí, de última es el amor el que hace que las cosas valgan la pena. ¿para qué todo, si no?

Martín dijo...

gracias por la bienvenida Linda, se siente =)

Martín dijo...

@Ashiku, así es... sin amor, nada tiene valor. Es bastante fuerte estar en este manicomio lleno de gente*. ¡¡¡Los extrañaba tanto!!!

*Parecerá una redundancia, pero estando en Alemania uno empieza a valorar el lujo que es estar rodeado de seres humanos.

Pablo dijo...

Para la próxima: Pasá por Santa Fe y Maipú y te invito a desayunar.

Martín dijo...

uy, Pablo... ¡¡¡pero si pasé a cm de donde estabas!!! Vamos a ver qué aventuras corro ahora en enero para irme otra vez a Alemania, pero si se da...