El teléfono, por supuesto.
Los aros.
El corte de pelo.
El gorro.
El tatuaje.
El cigarrillo.
El pantalón.
Las zapatillas con la lengüeta afuera del pantalón.
Parece una receta de cocina, si no fuera porque es casi una vulgaridad no echar mano a estos elementos para buscar atención, expresar personalidad; como los que creen que tienen que contestar 7 preguntas para que el vendedor pueda llegar al café que están dispuestos a aceptar. ¿Descafeinado? ¿grande, mediano o chico? ¿con vainilla o caramelo? ¿con o sin leche? ¿normal, descremada o de soja? ¿para tomar acá o para llevar? ¿azúcar o edulcorante? Y entonces sí, un feca. Lejos quedaron los tiempos en que entrábamos al bar con un amigo y le hacíamos la v (con el dedo índice y el mayor) y la c (con el índice y el pulgar) al negro (digo, al señor por demás pigmentado, eventualmente del NOA) de la barra y voilà. Ahora somos todos imbéciles y tenemos que hablar con el "barista". Esmarfon en mano, por supuesto. Y sin mirarnos.
Dependiendo del día y el lugar, esto puede verse entre chicos de
secundaria, padres e hijos saliendo "juntos" (pero muy separados), o
simplemente gente sentada en el tren o el colectivo.
El programa ese SETI podría dar vuelta los telescopios y empezar a ver si encontramos vida inteligente acá, en este planeta.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario