sip, toy enfermo. De la garganta. No iba a ser de los ovarios.
Lo mío es el estrés, que le dicen, anglicismo que se refiere a sobrecargar la máquina, en particular la cabezota. Hace cosa de dos semanas por fin di el paso y compré las luces auxiliares para la moto, que tanto hacen falta para ser visto más que para ver. De diodos, obviamente. Llaman la atención pero no molestan sobremanera. Pero eso, que ya de por sí no fue fácil, fue nada más que el principio. Después hay que fijar los proyectores a algún punto, que en una moto como esta no es fácil porque está carenada. Al final me decidí por algún lugar cerca de la rueda delantera, cosa de que estén separados del faro principal y formen una silueta fuera de lo convencional cuando se ve la moto de frente. El tema era que no quería fijarlas a la rueda misma y que vibraran y se sacudieran, sino a la parte superior, la que va solidaria al resto del cuadro. La masa suspendida, que le dicen los ingenieros. Y eso no fue tampoco fácil, ni mucho menos barato. Pero no bastó. Después de lograr poner todas las piezas juntas, los faros quedaban parcialmente tapados por los deflectores del guardabarros delantero, así que hizo falta unas extensiones. Y todavía no hice nada en lo referente a lo eléctrico, que para mí es cosa de Harry Potter.
Todo esto se vino a combinar con decisiones en el ámbito personal, laboral, de pareja y, finalmente, psicológico. ¿Qué cazzo quiero hacer de mi vida? ¿me mudo a Luxemburgo, me quedo donde estoy, o me voy a algún otro lado? ¿vendo mi departamento o lo alquilo o me quedo? ¿sigo en esta relación o la corto? O sea... no son cosas triviales.
Si bien todo esto no es sorpresa, y de alguna manera estoy dejando pasar el tiempo un poco mucho, un efecto que no preví fue el que me iba a provocar tanta tensión interna, al punto de que estoy durmiendo para la mierda y llegué a esto, a enfermarme. Obviamente, me está rompiendo el coco por dentro y la estupidez de los faros para la moto fueron simplemente la gota que rebalsó el vaso. Aleluya.
Estoy consciente de que pienso más de lo necesario, y a veces más de lo que es saludable. A veces vivo en mi zona de confort por demasiado tiempo y paso los días en viajes introspectivos. Fotografiar, viajar, leer, y de alguna forma también escribir, me inspiran a mirar hacia afuera y escapar de mi prisión mental.
Por lo pronto estoy con una dieta de ibuprofeno, mucha agua, un poco de
té y sin hablar en lo absoluto. Voto de silencio, como los monjes en
Meteora, en Grecia, por lo menos hasta que deje de sentir que estoy
tragando aserrín cada vez que... bueno, que trago. Así que por ahora a
comérsela, aguantársela, seguir desperdiciando la vida con videos de
internet y a esperar que mis anticuerpos hagan lo que hacen los anticuerpos.
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